Por Roque Casciero
C.S.I. no es otra
serie en la que los agentes del orden deben resolver crímenes complicados.
Aunque la trama tiene que ver con un grupo de policías de Las Vegas
que se enfrenta a misteriosos asesinatos, la vuelta de tuerca está
en que, en lugar de detectives ingeniosos o musculosos que derrochan fuerza
bruta, se ven científicos forenses que reconstruyen los hechos
basándose en las evidencias físicas y así mandan
a la cárcel a los malos. Con estos argumentos, C.S.I.
(que significa Crime Scene Investigations o Investigadores
de la escena del crimen) está hoy en el segundo puesto entre
los programas televisivos más vistos en Estados Unidos.
Algunos de los protagonistas de esta serie, que Sony programa todos los
miércoles a las 22, visitaron la Argentina unos días antes
de viajar de nuevo a Los Angeles para comenzar la grabación de
la segunda temporada. Hasta Buenos Aires llegaron Paul Guilfoyle, veterano
actor que ha sido parte de más de setenta películas (El
rescate, Striptease, Los Angeles al desnudo y Colores primarios, entre
otras); Gary Dourdan, un favorito de las damas (la revista People lo eligió
uno de los 50 hombres más sexies del mundo) que actuó en
Alien: La resurrección; y George Eads, quien participó en
varios capítulos de E.R. Emergencias. En entrevista
con Página/12, los tres explicaron cuáles son los condimentos
que provocaron el éxito de la serie y también señalaron
las diferencias con el trabajo de los forenses en la vida real.
¿Qué clase de trabajo debieron hacer para conocer
la rutina de los forenses reales?
Gary Dourdan: Al principio, todo se trataba de conocer cómo
es el trabajo que hacen los forenses. Todos los días teníamos
científicos en el set, que nos enseñaban cómo funcionaban
las máquinas, nos mostraban las técnicas y nos hacían
conocer los nombres específicos. Salimos con policías, vimos
cadáveres reales, y recién después empezamos a darle
forma a los personajes.
George Eads: Me interesé más en las consecuencias
que el trabajo forense tiene en las personas que lo realizan. Porque estar
obligado a ver una y otra vez un cadáver hasta que el crimen se
resuelve tiene un costo. Mi padre es un abogado público y, como
se llevaba el trabajo a casa, desde muy pequeño vi fotos de autopsias,
por ejemplo. Cuando uno es chico, cree que su padre es un héroe
y no entiende sus fallas. Pero al comprender cuál era su trabajo,
me di cuenta de dónde viene su impaciencia y su mal carácter.
El fuma, bebe, su matrimonio está muerto. Si hacés su trabajo
durante un período muy largo perdés la fe en la humanidad
y descubrís cuán malvados podemos ser. El hecho de haber
hablado con mi padre me hizo darme cuenta de cómo humanizar a Nick,
mi personaje, de darle una actitud parecida a la de quienes hacen su trabajo
en la vida real. Creo que pretender que mi personaje sea cool sería
aburridísimo; quiero asegurarme de que tenga los defectos de mi
padre y de sus compañeros de trabajo.
Paul Guilfoyle: Cualquiera puede notar que las personas que han
trabajado mucho en las fuerzas del orden se endurecen por haber contemplado
demasiada escoria humana, crímenes y perversión. Nunca llegan
al trabajo cantando y bailando.
Más allá del caso de Eads, ¿conocían
el trabajo que hacen los forenses antes de participar en el programa?
G.D.: Había encarnado a policías antes en otros programas
y había tenido que ir con policías en los patrulleros, así
que ya conocía cuál era el accionar de las fuerzas de la
ley.
P.G.: Hubo casos de crímenes reales que electrizaron al público,
como el de O.J. Simpson, porque eran como ver una tragedia griega en la
que una persona caía de tan alta posición. También
había algo de perverso en el hecho de que fuera tan rico como para
contratar un montón de abogados quelograran desplazar del juicio
a la gente que recogió la evidencia. Fue casi como mirar un deporte
hinchando por el más débil, aunque finalmente el caso fue
ganado porque se descartó toda la evidencia forense. Para mí,
eso expresó un grado de fascinación acerca de lo difícil
que es probar que un hecho es un hecho. Así que me interesé
en esa gente que trataba de recolectar evidencias con la mayor precisión
posible y me fascinó el sentido de la justicia y el rol de la ciencia.
Ya no nos regimos por el honor: todos mentimos y la verdad es tan difícil
de encontrar que la ciencia parece ser lo único que nos queda.
¿Su participación en este programa cambió su
punto de vista sobre el trabajo de los forenses?
P.G.: Por supuesto, porque veo gente dedicada a iluminar la verdad.
No como los filósofos o los intelectuales, sino con sangre, tripas
y crímenes horribles.
G.D.: Mi visión cambió por completo. Nosotros aprendimos
a creer que la policía resuelve crímenes, pero muchas veces
son los científicos quienes juntan la evidencia que no sólo
resuelve los crímenes, sino que pone a los criminales tras las
rejas. Hacen justicia, en definitiva. Y eso lo aprendí cuando estaba
preparándome para este programa. Uno tiene la idea de Columbo pensando
en esto y aquello, pero la realidad es que van los forenses a buscar huellas
digitales, pisadas, cabellos, fibras, sangre, sacan fotos de absolutamente
todo, y así resuelven los crímenes. No se llevan los honores
ni la publicidad, nadie menciona sus nombres. Son nerds, usan anteojos
de vidrio grueso, no tienen nuestro aspecto. Esas son las cosas que aprendí
y por eso ahora tengo mucho respeto por ellos. También soy consciente
de que tuvimos que cambiarlo un poco para la televisión.
¿La versión de CSI, entonces, es más
aceptable?
G.D.: Exactamente, pero es una forma de balancear las cosas. También
tuvimos que dejar de lado ciertos crímenes porque eran demasiado
escabrosos.
P.G.: Es televisión, nada más. Sin embargo, creo que
las personas de todas las edades disfrutan del programa porque se busca
la verdad a través de las pruebas. El público quiere meterse
en el programa en un plano analítico e intelectual. Con suerte,
en el futuro también lograremos que se involucre emocionalmente.
Pero si lográramos todo a la vez lo analítico, lo
intelectual y lo emocional, entonces no estaríamos haciendo
un programa de televisión sino Ibsen, Lorca o Shakespeare. Haríamos
22 obras de Chejov por temporada (risas).
G.E.: Al ser televisión, hacemos lucir como algo glamoroso
una profesión que, en realidad, es rutinaria y aburrida. Los forenses
reales no tienen una hermosa oficina con la última tecnología.
No creo que en todo el mundo haya una oficina forense con toda la tecnología
que tenemos en la serie.
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