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ENTREVISTA A LOS ACTORES DE “INVESTIGADORES DE LA ESCENA DEL CRIMEN”
“No nos regimos por el honor: todos mentimos”

Los actores Paul Guilfoyle, Gary Dourdan y George Eads explican por qué la serie que se ve los miércoles por Sony causa furor en Estados Unidos. Los protagonistas no son policías convencionales sino forenses que buscan la verdad desde la ciencia.

Los actores reconocen que hay diferencias entre los forenses televisivos y los de la vida real.

Por Roque Casciero

“C.S.I.” no es otra serie en la que los agentes del orden deben resolver crímenes complicados. Aunque la trama tiene que ver con un grupo de policías de Las Vegas que se enfrenta a misteriosos asesinatos, la vuelta de tuerca está en que, en lugar de detectives ingeniosos o musculosos que derrochan fuerza bruta, se ven científicos forenses que reconstruyen los hechos basándose en las evidencias físicas y así mandan a la cárcel a los malos. Con estos argumentos, “C.S.I.” (que significa “Crime Scene Investigations” o “Investigadores de la escena del crimen”) está hoy en el segundo puesto entre los programas televisivos más vistos en Estados Unidos.
Algunos de los protagonistas de esta serie, que Sony programa todos los miércoles a las 22, visitaron la Argentina unos días antes de viajar de nuevo a Los Angeles para comenzar la grabación de la segunda temporada. Hasta Buenos Aires llegaron Paul Guilfoyle, veterano actor que ha sido parte de más de setenta películas (El rescate, Striptease, Los Angeles al desnudo y Colores primarios, entre otras); Gary Dourdan, un favorito de las damas (la revista People lo eligió uno de los 50 hombres más sexies del mundo) que actuó en Alien: La resurrección; y George Eads, quien participó en varios capítulos de “E.R. Emergencias”. En entrevista con Página/12, los tres explicaron cuáles son los condimentos que provocaron el éxito de la serie y también señalaron las diferencias con el trabajo de los forenses en la vida real.
–¿Qué clase de trabajo debieron hacer para conocer la rutina de los forenses reales?
Gary Dourdan: –Al principio, todo se trataba de conocer cómo es el trabajo que hacen los forenses. Todos los días teníamos científicos en el set, que nos enseñaban cómo funcionaban las máquinas, nos mostraban las técnicas y nos hacían conocer los nombres específicos. Salimos con policías, vimos cadáveres reales, y recién después empezamos a darle forma a los personajes.
George Eads: –Me interesé más en las consecuencias que el trabajo forense tiene en las personas que lo realizan. Porque estar obligado a ver una y otra vez un cadáver hasta que el crimen se resuelve tiene un costo. Mi padre es un abogado público y, como se llevaba el trabajo a casa, desde muy pequeño vi fotos de autopsias, por ejemplo. Cuando uno es chico, cree que su padre es un héroe y no entiende sus fallas. Pero al comprender cuál era su trabajo, me di cuenta de dónde viene su impaciencia y su mal carácter. El fuma, bebe, su matrimonio está muerto. Si hacés su trabajo durante un período muy largo perdés la fe en la humanidad y descubrís cuán malvados podemos ser. El hecho de haber hablado con mi padre me hizo darme cuenta de cómo humanizar a Nick, mi personaje, de darle una actitud parecida a la de quienes hacen su trabajo en la vida real. Creo que pretender que mi personaje sea cool sería aburridísimo; quiero asegurarme de que tenga los defectos de mi padre y de sus compañeros de trabajo.
Paul Guilfoyle: –Cualquiera puede notar que las personas que han trabajado mucho en las fuerzas del orden se endurecen por haber contemplado demasiada escoria humana, crímenes y perversión. Nunca llegan al trabajo cantando y bailando.
–Más allá del caso de Eads, ¿conocían el trabajo que hacen los forenses antes de participar en el programa?
G.D.: –Había encarnado a policías antes en otros programas y había tenido que ir con policías en los patrulleros, así que ya conocía cuál era el accionar de las fuerzas de la ley.
P.G.: –Hubo casos de crímenes reales que electrizaron al público, como el de O.J. Simpson, porque eran como ver una tragedia griega en la que una persona caía de tan alta posición. También había algo de perverso en el hecho de que fuera tan rico como para contratar un montón de abogados quelograran desplazar del juicio a la gente que recogió la evidencia. Fue casi como mirar un deporte hinchando por el más débil, aunque finalmente el caso fue ganado porque se descartó toda la evidencia forense. Para mí, eso expresó un grado de fascinación acerca de lo difícil que es probar que un hecho es un hecho. Así que me interesé en esa gente que trataba de recolectar evidencias con la mayor precisión posible y me fascinó el sentido de la justicia y el rol de la ciencia. Ya no nos regimos por el honor: todos mentimos y la verdad es tan difícil de encontrar que la ciencia parece ser lo único que nos queda.
–¿Su participación en este programa cambió su punto de vista sobre el trabajo de los forenses?
P.G.: –Por supuesto, porque veo gente dedicada a iluminar la verdad. No como los filósofos o los intelectuales, sino con sangre, tripas y crímenes horribles.
G.D.: –Mi visión cambió por completo. Nosotros aprendimos a creer que la policía resuelve crímenes, pero muchas veces son los científicos quienes juntan la evidencia que no sólo resuelve los crímenes, sino que pone a los criminales tras las rejas. Hacen justicia, en definitiva. Y eso lo aprendí cuando estaba preparándome para este programa. Uno tiene la idea de Columbo pensando en esto y aquello, pero la realidad es que van los forenses a buscar huellas digitales, pisadas, cabellos, fibras, sangre, sacan fotos de absolutamente todo, y así resuelven los crímenes. No se llevan los honores ni la publicidad, nadie menciona sus nombres. Son nerds, usan anteojos de vidrio grueso, no tienen nuestro aspecto. Esas son las cosas que aprendí y por eso ahora tengo mucho respeto por ellos. También soy consciente de que tuvimos que cambiarlo un poco para la televisión.
–¿La versión de “CSI”, entonces, es más “aceptable”?
G.D.: –Exactamente, pero es una forma de balancear las cosas. También tuvimos que dejar de lado ciertos crímenes porque eran demasiado escabrosos.
P.G.: –Es televisión, nada más. Sin embargo, creo que las personas de todas las edades disfrutan del programa porque se busca la verdad a través de las pruebas. El público quiere meterse en el programa en un plano analítico e intelectual. Con suerte, en el futuro también lograremos que se involucre emocionalmente. Pero si lográramos todo a la vez –lo analítico, lo intelectual y lo emocional–, entonces no estaríamos haciendo un programa de televisión sino Ibsen, Lorca o Shakespeare. Haríamos 22 obras de Chejov por temporada (risas).
G.E.: –Al ser televisión, hacemos lucir como algo glamoroso una profesión que, en realidad, es rutinaria y aburrida. Los forenses reales no tienen una hermosa oficina con la última tecnología. No creo que en todo el mundo haya una oficina forense con toda la tecnología que tenemos en la serie.

 

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