Yo tenía
que nacer en invierno, pero como no tenía camiseta me estuve esperando
hasta la primavera. Después nací, y justo no estaba mi madre
en casa, entonces bajé y le pedí la merienda a la portera,
ya que ella había amamantado a siete niños y a un sargento
de caballería que luego no se casó con ella ni nada. Entonces
volví, estaba mi madre y le dije: Madre, ¡he nacido!.
Y ella me respondió: ¡Pues que no se te ocurra hacerlo
de nuevo sin avisar.
El autor de este monólogo es Gila. O, para ser más formales,
Miguel Gila
Cuestas, que nació en Madrid en 1919 y fue, es y seguirá
siendo uno de los grandes humoristas que basan su trabajo en sus nuestras
propias angustias.
De sus primeros años, nos dice:
Mi mamá me tomó en brazos y me llevó a ver
a mi papá que trabajaba de buzo en el sur, y hacía como
dos años que no venía por casa... bueno, a veces mi mamá
iba al sur. Cuando yo era chico las casas eran tan grandes,
que cuando mi mamá venía de la cocina al corredor no reconocía
a sus hijos ¡oye, que tú has crecido, que tú
has engordado, que éste quién es!.
Conseguí mi primer trabajo como fotógrafo, pero me
equivoqué al cargar un flash y maté a una boda completa...
bueno, algún invitado habrá quedado. Entonces me echaron.
Llegué a casa y me senté en sillón que tenemos cuando
nos echan del trabajo. Entonces mi mamá me llevó a que me
contraten en una banda de ladrones: acá les traigo al chico,
pa que robe ¿Tiene arma?, le preguntaron.
Pensé que las herramientas de trabajo las ponían ustedes.
La banda me aceptó, pero no funcionó porque me enfermé
del estómago, y todo lo que robaba lo devolvía.
Gila participó en la Guerra Civil Española, del lado de
los que perdieron, como corresponde a un buen humorista, y dice, jurando
que es cierto, que una vez lo fusilaron, pero mal. Hablando de la guerra,
monologa:
Una vez llegué a la guerra, pero estaba cerrado. Teníamos
un solo avión, y como nos llevábamos muy bien con el enemigo,
nosotros lo usábamos para bombardear los lunes, miércoles
y viernes, y ellos los martes, jueves y sábado; los domingos se
lo alquilábamos a una línea aérea.
¿Se puede ser más actual, sobre, digamos, Aerolíneas,
que este texto escrito hace más de 40 años?
Después de la Guerra Civil, y de la cárcel, Gila fue uno
de los fundadores de la revista La codorniz, que burlaba la censura franquista
haciendo humor político: en la parte meteorológica reina
un fresco general en toda España o publicando en la portada
un huevo, con el título El huevo de Colón y
a la semana siguiente, otro huevo, con el título: El otro.
En la década del 60 Gila se viene a vivir a nuestro país,
la Argentina, en tiempos en los que era nuestro y que era
país, al menos en el imaginario colectivo.
Soy argentino por parte de hija, decía. Participó
con sus monólogos en los Sábados circulares
de Pipo Mancera. Eran tiempos en los que portelevisión se podía
ver a Gila, Niní Marshall, Pepe Biondi, Tato Bores, Verdaguer,
sin más producción que un teléfono, un habano, un
escritorio, un micrófono. Los que pudimos disfrutar y aprender
con todos ellos, agradecidos.
Gila hablaba de actualidad (en esos tiempos Onganía,
un dólar equivalía a 350 pesos): La relación
entre el idioma inglés y el castellano es como la del dólar
y el peso. Por cada 350 palabras en castellano, te dan una en inglés:
tú escribes una novela, vas a una casa de cambio, y sales con un
refrán.
Gila es autor de numerosos libros de humor escrito, humor gráfico,
una telenovela desopilante de 13 capítulos ¿de
parte de quién?, y espectáculos unipersonales que
siguió representando hasta pasados los 80 años.
Podía hablar sobre lo cotidiano, sobre la actualidad o sobre el
sexo, pero jamás perdía su sentido crítico, no se
burlaba de la nariz de alguien sino de dónde metía
esa nariz.
Miguel Gila Cuesta falleció el pasado 4 de julio, a los 82 años
en Barcelona. Gila, a secas, sigue haciéndonos reír.
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