Todos los elementos se empeñan
en componer un escenario de pánico, un verdadero apocalipsis de
las manifestacioens antiglobalización. Ya sobre el final de la
cuenta regresiva para de la cumbre del G-8, cada gesto del movimiento
antiglobalización se choca con una respuesta redoblada de las fuerzas
de seguridad italianas. Pero han demostrado que algunos de los gestos
más radicalizados violaron la barrera que quería ser inviolable.
El despliegue de un inédito dispositivo de seguridad que mantiene
literalmente sitiada a la ciudad de Génova se intensifica al calor
de la seguidilla de atentados y falsas amenazas de bombas que, desde el
lunes, intentan conmover al mundo o, por lo menos, a sus representantes
emblemáticos: los jefes de gobierno de los países más
ricos y poderosos del planeta que mañana tienen cita allí.
Ayer explotó en Milán una carta-bomba en la redacción
del canal de TG4, propiedad del primer ministro y magnate mediático,
Silvio Berlusconi, quien también oficia de anfitrión de
la cumbre. El artefacto hirió, con quemaduras leves, a la secretaria
que abrió el sobre. Otra bomba incendiaria explotó en una
oficina de trabajo temporario también en Milán, pero sólo
causó daños materiales. También debió ser
evacuado el consulado de Estados Unidos en Milán, tras una llamada
telefónica anónima anunciando una explosión inminente
en el edificio que, luego, fue desmentida por la policía. En la
ciudad de Treviso, estalló un sobre enviado a una sede comercial
de Benetton cuando fue abierto en la sala de correspondencia del local.
No causó daños. A la vez, la policía de Boloña
desactivó un artefacto explosivo oculto en un pequeño camión
en el centro de la ciudad. Algo quedó claro: los blancos de agresión
elegidos no fueron azarosos.
Un total de sesenta avisos de bomba se sucedieron en los últimos
días en Génova. Aunque la mayoría terminó
siendo una falsa alarma, también hubo varios explosivos desactivados
por la policía. El efecto de caos, sin embargo, tomó la
ciudad: especialmente cuando el lunes pasado otra carta-bomba hirió
a un carabinieri en la estación genovesa de Policía
y, al día siguiente, el alcalde de Génova recibió
un sobre que contenía dos balas. Aunque las organizaciones del
Foro Social de Génova desmintieron su participación en el
incidente del policía herido, aduciendo que no era su intención
agredir a un joven que estaba cumpliendo su trabajo; esta vez, la bomba
contra el canal de Milán se la atribuyó un grupo revolucionario
comunista y el hombre que amenazó al Consulado norteamericano dijo
ser de un partido nazi. Militantes globalifóbicos no descartaron
la posibilidad de que se trate de una estrategia de sectores de derecha
para generar un clima que legitime la represión policial.
La carta-bomba de ayer quemó las manos de una empleada de Rete
4, canal de televisión de grupo Mediaset, propiedad de Berlusconi
pero, aparentemente, estaba dirigida al director del noticiero de la cadena,
Emilio Fede, muy vinculado al flamante primer ministro. La mujer que abrió
el sobre que sólo contenía un cassette sufrió,
además, un fuerte ataque de nervios por lo que tuvo que ser trasladada
a un hospital de Milán. Por otra parte, la tentativa sobre el Consulado
norteamericano fue sólo una falsa alerta, pero tras la llamada
anónima debió desalojarse el edificio y la zona cercana.
De nuevo en Milán, pero un rato después, fue atacada una
oficina de empleos con una bomba incendiaria que no causó heridos.
Más tarde, un policía fue alertado por cuatro paquetes bomba
que iban a ser depositados en las cuatro filiales milanesas del Banco
de Nápoles.
La contraofensiva de seguridad, mientras tanto, sacó a la calle
unos 15.000 agentes a los que se sumaron otros miles de efectivos militares.
A la vez, se reforzó el fuerte dispositivo espacial: se levantaron
rejas metálicas de hasta cinco metros de altura para preservar
los lugares de reunión y se tabicó sectores enteros de la
ciudad para los cuales se necesita un certificado especial de ingreso.
Lo que no se sabe es si estos episodios son apenas el precalentamiento
para lo que pueda empezar mañana.
LAS
BATALLAS ENTRE EL PRESIDENTE BUSH Y EL CAMPESINO BOVE
¿Quién es el enemigo de los pobres?
Por Lola Galán
*
Desde Roma
La cancelación de la
deuda de los países pobres, las ayudas para combatir la plaga del
sida y el debate sobre el calentamiento climático, dominan la agenda
de la cumbre del G-8 que se inicia mañana en Génova. La
presión del movimiento antiglobalización ha ido golpeando
al selecto club de los líderes de los siete países más
industrializados del mundo más Rusia, obligados a incluir en el
orden del día de las reuniones los temas patrocinados
por los principales grupos de protesta. Italia, país anfitrión,
ha dado ya ejemplo a los restantes miembros del G-8 al anunciar la cancelación
de la deuda de 23 países, que asciende a 54.000 millones de dólares.
Al mismo tiempo, el gobierno de Roma aportará 500 millones de dólares
al fondo de ayuda a los países pobres para hacer frente al sida,
y a enfermedades endémicas como la malaria o la tuberculosis. Pero
una cosa es incluir los temas y otra ver cómo encararlos. Para
el presidente norteamericano George W. Bush, los manifestantes son los
verdaderos enemigos de los pobres; para el líder campesino francés
José Bové, son las multinacionales y la globalización.
El ministro italiano de Relaciones Exteriores, Renato Ruggiero, un hombre
con experiencia en enfrentar a los movimientos de protesta desde su antiguo
puesto de director de la Organización Mundial del Comercio (OMC),
se ha mostrado desde el principio partidario de discutir algunos de los
temas en la agenda del G-8 con el Foro Social de Génova que agrupa
a 800 asociaciones antiglobalización. Una de sus primeras propuesta
fue la de crear un fondo para reducir los costes de las medicinas contra
el sida. Pero el tema más caliente y difícil de abordar
es el de la cancelación de la deuda de los países pobres,
que asciende globalmente a la fabulosa cifra de 2,6 billones de dólares.
Conscientes del absurdo que significa exigir pagos de intereses que muchos
de los estados endeudados no pueden abordar, los estudiosos que asesoran
a las grandes instituciones de préstamo como el Banco Mundial (BM)
o el Fondo Monetario Internacional (FMI) han llegado a la conclusión
de que es preferible conceder ayudas económicas a estos países
para poner en marcha programas de desarrollo concretos, en lugar de seguir
alimentando la espiral de la deuda. El presidente George W. Bush acaba
de hacer una propuesta en este sentido al BM y al FMI para que dediquen
el 50 por ciento de los fondos destinados a los países pobres en
ayudas a la educación, a mejorar la asistencia sanitaria, la nutrición,
los suministros de agua, etcétera. Para atender la petición
de Bush, estas instituciones que carecen de fondos propios exigen una
mayor contribución anual a Washington, que debería ascender,
dicen, a 800 millones de dólares.
En Italia ha tenido más eco otro comentario del presidente Bush
que en una entrevista concedida a medios pertenecientes a países
del G-8 ha tildado a los manifestantes antiglobalización de enemigos
de los pobres. El que insulta a los pobres es el presidente
norteamericano, le respondió el miércoles el líder
del sindicato campesino francés José Bové, que intervino
en el Foro Público organizado por el GSF. Los pobres del
mundo son víctimas del actual sistema económico-social-ambiental,
dijo Bové, la violencia de hoy la provocan las multinacionales
de los países ricos que dictan las leyes. Bové, partidario
del proteccionismo más absoluto reclamó a Bush la cancelación
de la deuda a los países ricos y le pidió que consienta
a todos los países del Planeta la soberanía alimentaria.
En Roma, los ministros de Exteriores del G-8 analizaron los puntos fundamentales
de la agenda que será discutida a partir de mañana en Génova
y que va más allá de la lucha a la pobreza. Entre los temas
que serán discutidos figura también la prevención
de los conflictos regionales, como el que ha ensangrentado los Balcanes
y la situación en Oriente Próximo. Nofiguran expresamente
en este orden del día dos cuestiones capitales en las que no existe
acuerdo entre Estados Unidos y Europa, el Protocolo de Kyoto, un acuerdo
para limitar la emisión de gases a la atmósfera, del que
se desmarcó apenas llegado a la Casa Blanca el líder republicano
y el sistema de defensa denominado escudo espacial, un tema
que fue abordado ayer en una reunión bilateral entre el Secretario
de Estado norteamericano, Colin Powell, y el ministro ruso de Relaciones
Exteriores Igor Ivanov.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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