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ESTRENOS DE LA SEMANA
UN NUEVO FILM DE ROBERT RODRIGUEZ, CON ANTONIO BANDERAS
Espías, a la edad de la inocencia

La película marca un viraje en la carrera del director chicano, que dice haberla filmado �para verla con mis hijos�. Lejos de la estética de �El mariachi�, �Mini espías� muestra una frescura infrecuente contando una historia de aventuras de manera artesanal e inteligente.

Antonio Banderas se luce en una
película apta para chicos y no tan chicos.

Por Martín Pérez

Son espías, son enemigos, son hombre y mujer. Se conocen en una misión que los enfrenta, se cortejan con el mayor de los sigilos –no hay que olvidar que son espías enemigos– pero finalmente abandonan todo para casarse. Y, claro, cambiar una vida de aventuras por la aventura de formar una familia. Tal es el cuento de las buenas noches preferido de Carmen, la hija mayor del matrimonio Cortez, que le pide a su madre que arranque con el clásico “había una vez” para escuchar otra vez la historia junto a su hermano menor, Juni. “Es una gran historia”, dirán al escucharla por enésima vez. Y concluirán: “Pero necesita monstruos, y otro final”.
Rebeldes pero jamás engreídos, inocentes pero nunca tontos, y revoltosos sin llegar a ser maleducados, vaya uno a saber qué rostros les pondrán los queribles Juni y Carmen en su imaginación a los protagonistas del relato. Pero para los astutos espectadores infantiles –y no tanto– de Mini espías todo está claro desde el mismísimo prólogo, ya que los protagonistas del cuento llevan, precisamente, el rostro de papá y mamá Cortez. Y entonces sólo será cuestión de dejarse llevar por los hilos cinematográficos tan artesanalmente tejidos por Robert Rodríguez para disfrutar del resto de la historia, conocer los monstruos en cuestión y alcanzar ese nuevo final.
Presentado en sociedad a partir de los irrisorios siete mil dólares del costo de su ópera prima El Mariachi (1992), el director chicano Robert Rodríguez se hizo su nicho en el Hollywood de los noventa –como no podía ser de otra manera– a base de films de la mejor clase B. Mezcló vampiros con oeste y refilmó su Mariachi con más presupuesto, un camino que lo reunió con talentos seudo-rebeldes como Tarantino o Kevin Williamson (el guionista de Scream), de cuya pluma salió la subvaluada Aulas peligrosas, un disfrutable homenaje a Los usurpadores de cuerpos que data de tres años atrás. Pero casi nada en el currículum de Rodríguez anunciaba el viraje hacia un producto como Mini espías, un film que recorre con muchos guiños todos los tópicos del género al que refiere su título.
Con una imaginación digna de la época Beetlejuice de Tim Burton a la hora de crear los monstruos pedidos por Juni y Carmen para ornamentar la historia, y un antagonista que es un homenaje permanente al malogrado Pee Wee Herman, Rodríguez construye alrededor de la familia Cortez una película permanentemente consciente del sin sentido de los films de espías, y del cine de aventuras en general. Pero que, a pesar de esa conciencia, no deja de creer en la magia y la diversión de semejante inconciencia. Y así es como el regreso a la acción de papá y mamá Cortez luego de nueve años de hacer sólo de papá y mamá sólo puede conducir a su captura, con lo que llega la hora de Carmen y Juni, los “mini” del título de espías.
Pletórica en toda clase de objetos encantadores (el mejor Bond para niños) y guiños cómplices que –a pesar de todo lo que pudiera suponerse– sólo existen en virtud de la trama, Mini espías es un film que fluye sinesfuerzo y que es todo disfrute. Tanto en cada tropezón de los sorprendentes Pulgares –los malos de la película– así como en cada actuación, desde el protagónico de Banderas hasta el cameo del legendario Cheech Marin, e incluso las fugaces presencias de Clooney, Mike Judge o Richard Linklater. Y, por supuesto, en cada segundo de cámara que roban Alexa Vega y Daryl Sabara, sus pequeños protagonistas, que viven sus aventuras en un sorprendente universo latino, donde deambulan a las órdenes de un Rodríguez que dirige, edita, coproduce y hace cámara en un film que dice haber filmado para ver con sus hijos. Pero, se sabe, esa siempre es la última excusa adulta para permitirse pasar un buen momento sin el peso de tanta adultez.

PUNTOS

 


 

“CHIQUITITAS, RINCON DE LUZ” Y “ANTEOJITO”
Los eternos espíritus patrióticos

No todos son dinosaurios y miniespías entre las novedades de esta semana en la cartelera porteña. Además de Jurassic Park III, que se estrenó ayer, en coincidencia con su lanzamiento a escala global, y de Spy Kids, en la que el “Mariachi” Robert Rodríguez se divierte como un niño, los chicos también tienen para elegir las producciones vernáculas. Precedida por su exitoso estreno en el interior del país, donde ya lleva reunidos más de 100.000 espectadores desde principios de julio, hoy llega a los cines de Buenos Aires Chiquititas, rincón de luz, una producción de Telefé montada a caballo de la tira diaria que ronda los 11 puntos de rating en cada emisión. La creación de Cris Morena –que también tiene un público cautivo en la versión teatral que durante las vacaciones de invierno ocupa el Gran Rex– llega ahora al cine con dirección de Luis Massa, música de Rocky Nilson y producción de Carlos L.Mentasti. El elenco está encabezado por Romina Yan (como Belén) y Facundo Arana (Alejo), la pareja que vive su cándida historia de amor en el idílico pueblo de Ciervo Dorado, que alberga al orfanato regido por el sádico Coronel (a cargo de Juan Leyrado), dispuesto a robarle la alegría de vivir a todos los niños. En otros personajes del producto, hacen su aporte Franklin Caicedo, Roberto Carnaghi y Alejandra Flechner.
Los espíritus patrióticos también podrán optar por Anteojito y Antifaz, mil intentos y un invento, un largometraje de dibujos animados de comienzos de los años ‘70, producido por los entonces Estudios García Ferré, que ahora la aggiornada empresa García Ferré Entertainment exhumó para una nueva explotación comercial, luego de los éxitos de temporadas anteriores de Las aventuras de Pantriste y muy particularmente Manuelita, que llegó a cosechar 2.400.000 espectadores. Ahora García Ferré se unió a su habitual competidor, la Disney Company, que tomó en cuenta derrotas anteriores (Manuelita desplazó en su momento a Tarzán) y compró los derechos de exhibición de Anteojito para su distribución local. La película sigue siendo la misma de hace treinta años, con la única novedad de una banda de sonido remozada (anuncian que con sistema Dolby) y otra música, más acorde con los ritmos actuales. El propio García Ferré admitió también haber abreviado su propio film en diez minutos, con lo que ahora padres y niños deberán esperar solamente 80 para ver impresa la palabra fin.

 


 

Una comedia que se parece a un mal partido de fútbol

Con una glamorosa
Nueva York como fondo y la presencia de la siempre sexy y carismática Ashley Judd, �Alguien como tú� promete más de lo que finalmente entrega.

Ashley Judd y Gregg Kinnear, dos a quererse.


Por Horacio Bernades

Con Alguien como tú pasa como con algunos partidos de fútbol. Hay jugadores talentosos, un arranque que permite abrigar esperanzas y una rica tradición de juego (la de la comedia clásica). Además, tener como fondo a una Nueva York bien fotografiada es el equivalente perfecto de ese día soleado, que predispone los ánimos para la práctica del deporte. A los pocos minutos, da la sensación de que el partido se cayó en un pozo, pero la sola presencia de buenos jugadores en la cancha hace que la parcialidad siga alentando. Y sin embargo, no hay caso: el planteo táctico hace agua, el equipo no sabe a qué juega y además no está bien dirigido. El aliento del comienzo da paso a la indiferencia, al malhumor, y finalmente todo termina en abucheo. Hasta que no queda más remedio que reconocer que películas como Alguien como tú no le hacen bien a la práctica del cine.
Aunque nunca se sepa muy bien en qué consiste su tarea, el hecho es que Jane Goodale (Ashley Judd) se desempeña como asistenta de una animadora de talk shows (reaparición de la gran Ellen Barkin, equivalente exacto al regreso en forma de un Francescoli o un Bochini), tiene como compañero de programa a un guionista-don juan (primera ocasión de testear al australiano Hugh Jackman tras su deslumbrante aparición como Wolverine en X-Men) y no tiene precisamente una buena opinión de los hombres. Sin embargo, no más asoma Ray Brown, nuevo productor ejecutivo del programa (el muy simpático Greg Kinnear, amigo gay de Mejor... imposible) a la chica se le caen las medias. Primera alarma encendida, porque un flechazo súbito y terminal no es algo que al espectador se le haga fácil compartir, si no se le dan motivos suficientes. Y no se le dan.
De todos modos, Jane y Ray Brown (que por alguna razón tiene el mismo nombre que un legendario contrabajista de jazz) inician una relación. Ella sabe que él tiene una prometida, aunque no sabe quién es. Cuando ella y el espectador se enteren, ya no quedarán dudas de que la guionista puede salir con cualquier cosa en cualquier momento. Algo que se confirma con unos personajes principales carentes del mínimo desarrollo requerido (cuando parecerían tenerlo, a la larga se comportan de modo incoherente), unos secundarios que tienden a aparecer y desaparecer sin ton ni son y artimañas de folletín lacrimógeno totalmente fuera de lugar, como modo de patear la pelota hacia adelante y hacer tiempo.
El fana que, a pesar de todo, no quiera convencerse de que el precio de la entrada no fue la inversión más sabia, siempre tendrá el consuelo de confirmar que a Ashley Judd, además de sexy y carismática, le sobra talento. Incluso para la comedia, que no cualquiera. Además está, claro, la rubia Barkin, que no necesita recurrir a cirujanos para que le pongan la cara en su lugar. Sigue teniendo el mejor tabique desviado y la más demoledora sonrisa torcida de todo Hollywood, y de varios planetas más.

PUNTOS

 

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