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DINAR LINEAS AEREAS

SIN INCIDENTES GRAVES SE CUMPLIO LA PROTESTA DE LAS CGT Y LA CTA
Otro paro masivo para otro ajuste

Con alto acatamiento se efectuó el paro convocado por las dos CGT y la CTA contra el ajuste anunciado por Domingo Cavallo. Los sindicalistas y la ministra Patricia Bullrich polemizaron por salarios y colaboradores, mientras el Gobierno estaba más pendiente de las negociaciones en el Parlamento.

Los más altos índices de ausentismo
se dieron en el sector público y en el transporte.

El paro convocado por las dos CGT y la CTA se efectuó ayer con alto nivel de acatamiento en todo el país. En la Capital Federal, Gran Buenos Aires, Mendoza y Mar del Plata se produjeron atentados contra colectivos, trenes y taxis, pero no hubo víctimas, al tiempo que piquetes de desocupados cortaron rutas de acceso y los partidos de izquierda realizaron escraches y actos. La habitual polémica por la evaluación del paro entre sindicalistas y Gobierno pasó a un segundo plano, esta vez a raíz del buscapié que lanzó la ministra de Trabajo Patricia Bullrich sobre los sueldos de los dirigentes gremiales, así como por una fuerte campaña oficial contra los paros como herramienta de lucha de los trabajadores. Pero también, en medio de la paralización de actividades, se difundió ayer que el índice de desempleo trepó al 16,4 y seguía el suspenso por la discusión del ajuste en el Parlamento nacional y en la provincia de Buenos Aires, cuyo gobernador advirtió que estaba al borde de la cesación de pagos.
Tanto Rodolfo Daer, titular de la llamada CGT oficial, como Hugo Moyano, de la CGT rebelde, y Víctor de Gennaro, de la CTA coincidieron en estimar que el paro tuvo un acatamiento de alrededor del 95 por ciento en todo el país, y que este respaldo a la protesta debe entenderse como un rechazo al ajuste y a la política económica del gobierno nacional. “Es un cachetazo a la política del Gobierno, que está cada vez más autista”, aseguró De Gennaro.
Las cifras policiales arrojaban de la misma manera un alto acatamiento, aunque destacaban que los mayores índices de ausentismo se daban en el sector público y en el de los transportes y que bajaba en la industria y más en los sectores bancario y de comercio que en muchas provincias se desarrollaron con cierta normalidad. Según esas cifras, en algunas ciudades el ausentismo en el sector público fue casi total, alrededor del 89 por ciento entre los maestros y el transporte público de pasajeros, y menos del 60 por ciento en el sector industrial.
En las provincias patagónicas fue imposible estimar el impacto de la convocatoria gremial por las fuertes nevadas y el frío. Y en el caso de los docentes, el paro se cumplió en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, porque en los demás distritos ya entraron en el período de vacaciones de invierno.
En la Capital, los subtes funcionaron con diagramas de emergencia, al igual que el servicio ferroviario, que en el caso del Gran Buenos Aires llegó a circular con un tren cada hora y media. El escenario en el centro de Buenos Aires fue de un intenso tránsito de automóviles particulares y de taxis y prácticamente ningún colectivo. El transporte aéreo, según la información policial, funcionó al 50 por ciento ya que algunos vuelos de cabotaje debieron ser anulados. En el caso de Aerolíneas Argentinas, debió suspender todos sus vuelos a raíz del alto acatamiento al paro por parte de los técnicos aeronáuticos.
Un colectivo, dos vagones de un tren y un taxi fueron incendiados entre la noche del miércoles y la madrugada del jueves en Buenos Aires. El colectivo se incendió cuando estaba estacionado en la localidad de Tapiales, en La Matanza, en tanto que dos de los cinco vagones de un tren se incendiaron a la medianoche en la estación Malaver cuando se dirigía de Retiro a José León Suárez. El tercer caso sucedió en la madrugada de ayer cuando tres hombres arrojaron una bomba incendiaria a un taxi que circulaba por Palermo. En Mar del Plata, rompieron con piedras y bulones los parabrisas de seis colectivos y en Mendoza se atentó también contra un colectivo y se efectuaron dos atentados prácticamente sin consecuencias contra la empresa de energía eléctrica.
Por su parte, el gobierno desplegó fuerzas de seguridad en las vías de acceso a la capital para impedir que fueran cortadas por piqueteros, pero de todas maneras se produjeron cortes de rutas en diversos puntos del país. Los accesos a la ciudad de Mar del Plata fueron cortados desde la mañana hasta la tarde por grupos de la Corriente Clasista y Combativa, elMovimiento Teresa Rodríguez y de la CTA. Estos mismos grupos efectuaron cortes en la ciudad de La Plata, La Matanza, Puente La Noria y en Florencio Varela, aunque en algunos casos, el granizo obligó a levantarlos. A su vez hubo piquetes de desocupados en Rosario, Catamarca y Chaco, y en Mar del Plata, Córdoba y Mendoza se efectuaron marchas por las zonas céntricas. En tanto, el MST y el PTS realizaron escraches frente a la Quinta residencial de Olivos, frente al domicilio del ministro de Economía, Domingo Cavallo y la Bolsa de Comercio en el centro de la ciudad.
Con este panorama, Daer, Moyano y De Gennaro, coincidieron en evaluar como un éxito la medida de fuerza, en tanto que el gobierno prefirió no discutir las cifras de acatamiento, para subrayar en cambio”la ineficacia de los paros como medidas de protesta”. Al promediar la mañana, el ministro del Interior, Ramón Mestre y el secretario de Seguridad, Enrique Mathov realizaron un reconocimiento en helicóptero de la ciudad.
Posteriormente, el subsecretario de Comunicación, Juan Pablo Baylac, aseguró que el paro se desarrollaba con “tranquilidad y sin incidentes”. “El país tendría que tener por lo menos una tregua –aseguró el funcionario, que no quiso evaluar la efectividad del paro– porque la sociedad está harta de dirigentes gremiales, de dirigentes piqueteros, que extorsionan su diario convivir”.
A todo esto, la ministra de Trabajo había hecho circular información sobre los salarios de dirigentes sindicales como Daer, Armando Cavalieri y Moyano. En el caso de los dos primeros, las sumas eran mayores que lo que perciben los ministros y en el de Moyano se apuntaba la propiedad de campos y casas. “Da lo mismo que gane diez o 20 mil pesos por mes, porque ese no es el problema” fue la respuesta de Cavalieri a los periodistas, en tanto que Moyano dijo que quienes quisieran podían ir a esos supuestos campos y llevarse lo que encontraran.
El secretario de prensa de la CGT rebelde, Julio Piumatto, mostró a su vez los altos sueldos de un hermano y del esposo de la ministro Bullrich, quienes están contratados por ese Ministerio. Y cuando la ministra ofreció una conferencia de prensa para hablar sobre el paro se vio en apuros para responder la acusación de los gremialistas (ver aparte). La ministra afirmó “no daremos cifras (de acatamiento al paro), mientras la voluntad de los trabajadores no sea absolutamente libre, hasta que un trabajador pueda decidir democráticamente si quiere ir a un paro y tenga los medios necesarios para llegar a su trabajo”. Bullrich aseguró que el paro “fue decidido teniendo en cuenta las necesidades de los dirigentes gremiales y no las necesidades de la gente”.
Pese a la fuerza del paro, ese no fue el tema de preocupación principal del presidente Fernando de la Rúa quien se reunió por la mañana en la Casa de Gobierno con el ministro de Economía, Domingo Cavallo y con el vicejefe de gabinete, Armando Caro Figueroa para evaluar “la tarea de articulación de consenso en el Parlamento que requiere la sanción de las leyes” enviadas por el Poder Ejecutivo en el marco del plan de ajuste destinado a lograr el déficit cero. Según la información oficial sólo unos momentos de la reunión fueron destinados para analizar el paro de actividades.
De la misma manera, la mayoría de los políticos y legisladores apenas le prestó atención a la medida de fuerza, ya que se encontraban de lleno en las negociaciones con respecto al ajuste, en especial con el gobernador bonaerense, Carlos Ruckauf, quien amenazó con la cesación de pagos si la Alianza no destraba la situación en la legislatura provincial.

 

Los parientes de Bullrich

El vocero de la CGT rebelde, Julio Piumato, fue el encargado de tirarle un duro misil a la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich. “La Piba”, como le dicen los sindicalistas a la ministra, había afirmado esta semana que “el costo sindical” argentino llegaba a 1200 millones de pesos anuales sólo en salarios. En respuesta, Piumato denunció ayer que el marido de Bullrich, Guillermo Yanco, gana como jefe de gabinete de su esposa 6600 pesos y que su hermano, Martín Bullrich, cobra 4752 ocupando el mismo cargo en una subsecretaría del ministerio. Flanqueada, Bullrich dio explicaciones confusas, afirmando que ambos fueron nombrados “por su calidad profesional”, pero que los nombramientos fueron realizados “por aquellos funcionarios que están en el lugar”, frase que no aclaró. En lo que sí fue precisa la ministra fue en afirmar que su marido gana en realidad 5207 pesos y su hermano 3892, corrigiendo para abajo las cifras de Piumato. Bullrich recordó además que esos salarios eran más altos pero que ella ya aplicó un “contundente” recorte en su cartera.

 

“Se podría haber evitado”

“Se podrían haber evitado hasta todas estas huelgas. Estábamos conversando con la dirigencia sindical, empresaria, y todos en el país se dan cuenta de que hay que tomar medidas, que no puede seguir así.” Mientras la mayoría de los políticas pasaban el día de ayer pendientes de las negociaciones por el ajuste en el Congreso, Raúl Alfonsín ensayó una defensa de los dirigentes sindicales. “Estaban dispuestos a colaborar y ayudar,” dijo el dirigente radical, “pero de pronto se les cerró todo camino de la discusión”. Para el ex presidente, el problema es el ajuste que “así como a mí no me gustó, a diputados de la Alianza, a sindicalistas, a muchos dirigentes políticos no les gustó”. Alfonsín aclaró que considera “histórica” la iniciativa de lograr el déficit cero, pero que falta “discutir la implementación”. “Lástima que por una actitud que se tomó, que no me corresponde juzgar porque no es mía pero deploro, no se haya iniciado el diálogo el domingo mismo con el propósito de poder decirle con gran orgullo que todo el país esta de acuerdo en iniciar una nueva etapa.”

 

OPINION
Por J. M. Pasquini Durán

DESOBEDIENCIAS

Las encuestas previas repitieron el dato: las cúpulas sindicales no tienen la confianza
de dos tercios o más de la población. Sin embargo, cuando convocan a la huelga, como sucedió ayer, la adhesión masiva es superior al porcentaje del descrédito. Esa contradicción aturde a más de uno, sobre todo a los gobiernos, cada vez que intentan explicaciones automáticas de relación causa/efecto o diseñan estrategias publicitarias para contrarrestarlas. Las confusiones en el gobierno, sobreactuadas por lo general, son consecuencias de la propia lógica de autojustificación. Si reconocieran los verdaderos motivos del descontento popular tendrían que modificar las decisiones que lo provocaron hasta desalentarlo, en lugar de excitarlo con descargas de injusticia como las que contiene la flamante rebaja de salarios estatales y de jubilaciones mayores a trescientos pesos mensuales. Además, en lugar de abrir cauces flexibles para la expresión popular, que renovaría la legitimidad de los mandatos, pretenden que el resultado de las urnas que los depositó en las sedes gubernamentales, en nombre de programas prometidos pero incumplidos, tengan valor plenipotenciario absoluto, no importa cuál sea su conducta. De ese modo, aunque sus dirigentes estén desprestigiados, los sindicatos quedan como la vía posible para la protesta pacífica de los perjudicados y disconformes.
Las huelgas episódicas, por cierto, tienen menos influencia que la presión cotidiana de los llamados “mercados”, pero sin el ejercicio de este derecho constitucional todo sería peor. Esa opinión, fundada en numerosas experiencias, sabe que la inconsecuencia en la lucha de algunas cumbres sindicales en ocasiones resultó funcional a los gobiernos impopulares, razón, entre otras, para que ninguno, militar o civil, haya facilitado la renovación democrática de esos dirigentes, amparándolos cada vez que están en peligro de ser desbordados. Han sobrevivido inclusive a la feroz represión del terrorismo de Estado contra luchadores sociales y delegados de fábricas, y fueron invitados para la foto oficial también por este gobierno, y lo serán de nuevo cada vez que los necesiten. En contrapartida, ese sindicalismo gerencial necesita actuar como válvula de desahogo de sus bases a fin de retener el control de las instituciones que los justifican. Aun a sabiendas de esa relación incómoda, los que luchan de verdad por la justicia social, en tanto construyen influencias y fuerzas orgánicas propias, tienen que sumarse a la protesta generalizada al tiempo que tratan de darle continuidad a la actividad de resistencia. Esa trama, tejida por innumerables hilos argumentales y de práctica social, no puede reducirse a blanco y negro, como pretende el bullanguero discurso de la ministra Patricia Bullrich, devenida en fiel escudero de las políticas de ajuste, ni al forzado optimismo de esos resistentes que desean ver en jornadas como la de la víspera ciertas inflexiones decisivas en la dirección de los asuntos públicos.
El liderazgo sindical de facto también es consecuencia de las vacantes que dejaron los partidos políticos como los cauces superiores para la representación de intereses, sustituidos por nuevas formas de corporativismo que resultan de la lógica predominante de acumulación del capital. Como parte de la cesión de espacios, también hay que computar el traslado de influencias a los mayores medios masivos de difusión en la elaboración de las agendas públicas y en la captación de los reclamos sociales, a punto tal que los partidos, más que creadores de opinión, son consumidores de mensajes. En el prestigio dañado de las representaciones político–institucionales repercuten las prácticas mismas de las actividades partidarias, que están desconectadas de la sociedad hasta volverse redundantes para la confrontación de intereses diferentes o, como se decía antes, para la lucha de clases, tal como se da en la actualidad de economías transnacionalizadas y de hegemonía del capital financiero que ha relegado al capital productivo. Hoy en día son los bancos, los fondos de inversión y las empresas monopólicas de servicios los que cortan el bacalao. Desde esas posiciones, el modelo de sociedad que desean es aquella donde la rentabilidad alcance la máxima cota posible, con la uniformidad del salario en niveles inferiores a los cuatrocientos pesos mensuales, con una masa de desocupados que actúe como disciplinador social porque la sola presencia de esa amenaza paraliza a los que conservan el trabajo por miedo a perderlo, así sea precario o en negro, y con una minoría de beneficiarios que prescinda de conceptos como el bien común o la solidaridad. Para este pensamiento, la anterior sociedad argentina de extendidas capas medias, es “inviable” y debería ser sustituida por otra dual, polarizada al extremo.
Es obvio que la formación de una sociedad de esas características sería más confortable sin la democracia, aun tan imperfecta como la actual. El autoritarismo político le acomoda mejor, porque evita las deliberaciones legislativas y restringe la protesta social aunque tenga que apelar a la represión directa. Los derechos humanos son indivisibles de los económicos y sociales. Nicolás Gallo, colaborador directo del presidente Fernando de la Rúa, lo ha dicho sin vueltas: “Sería bueno que cerraran la boca las disidencias políticas por doscientos días”, al menos hasta la próxima Navidad. Carlos Menem, desde su celda–country, lo propuso de otro modo: “Hay que suspender las elecciones de octubre próximo y unificarlas en el 2003”. En ese cuadro, no debe ser casual que después de las conquistas de los piquetes en La Matanza y en otros lugares, la violencia represiva se haya cebado en General Mosconi para evitar que el método se extienda sin control. En esa misma línea de control social, Ricardo López M., durante su paso por la cartera de Defensa, señaló a la pobreza como una de las modernas hipótesis de conflicto para las fuerzas armadas.
A estas alturas, es obvio que el prestigio y la autoridad de Domingo Cavallo sobre “los mercados” andan por los suelos, porque a pesar de su iniciativa, las demandas de quienes controlan los resortes principales de la economía, sobre todo de los acreedores de la insoportable deuda pública, sólo podrán satisfacerse cuando los sacrificios sociales sean impuestos sin contemplaciones electorales o de circunstancias y además que sean consentidos, así sea a la fuerza, por los sacrificados. El problema es que ningún partido puede sostener la democracia si accede a la demanda de “los mercados”, excepto que se implante un régimen similar al que predominó en México durante décadas, cuya definición más certera la dio el conservador Mario Vargas Llosa: “Se trata de una dictadura, cuyo fascismo sólo es atenuado por la corrupción”. Otro tanto puede aplicarse al gobierno de Fujimori en el Perú que clausuró el Congreso y los tribunales, entre aplausos de buena parte de la población, harta de la ineptitud y corrupción de jueces y legisladores.
Los partidos políticos, los sindicatos y el frente productivo de empresarios industriales y rurales tendrán que elegir las chances de sostener y ampliar la democracia, como punto de partida para el debate acerca de los caminos futuros de la economía, en lugar de hacerlo al revés. En tanto persistan en debatir variantes del mismo modelo, están condenados sin remedio al fracaso, y encima tendrá que aceptar los riesgos, para ellos y para la mayoría de la población, que supone la implantación de la sociedad que sueñan los extremistas conservadores del programa y del partido únicos. Esa es la verdadera encrucijada de este tiempo y por eso resulta tan difícil pronosticar aun el futuro más inmediato. Para un lado o para el otro, la decisión es tan importante que parece superar la capacidad de cuantos tienen alguna influencia en la toma de decisiones de las políticas públicas. No son momentos para que los ciudadanos deleguen asuntos de semejante trascendencia sin tratar, por lo menos, de incidir en las determinaciones de fondo, antes de ser condenados a la soledad de por vida. En determinadas circunstancias, la desobedienciacivil resulta una virtud, si se aplica a la defensa de la libertad, la justicia y la convivencia en paz. La contundencia de la huelga probó que hay disposición en el ánimo popular para hacer algo para cambiar el rumbo dañino, aunque todavía tengan que aceptar líderes provisionales a falta de referencias mejores.

 

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