Por Martín
Granovsky
Apuesto diez dólares
a que la situación será mejor en un año, desafió
Jeb Bush. Diez dólares o diez pesos, que es lo mismo,
completó. Domingo Cavallo no estaba a su lado, y Fernando de la
Rúa tampoco, porque si no hubieran contratado de inmediato al gobernador
del estado de Florida como lobbista del gobierno argentino. Si él
aceptara, claro: el producto bruto de su estado es un 60 por ciento más
grande que el argentino, falta un escenario de default a la vista y no
está mal, con un padre ex presidente y hermano presidente actual,
soñar con un tercer Bush en la Casa Blanca.
El otro Bush llegó a Buenos Aires con más de 150 empresarios
a cuestas para tantear negocios. No fue el mejor día para hacer
business: granizo y paro general. No es, tampoco, la mejor época,
con los diarios financieros de todo el mundo alertando sobre el efecto
de contagio que podría generar la Argentina en los mercados emergentes.
Pero llegar a Buenos Aires en medio de cataclismos parece un estigma familiar.
Cuando Daddy era presidente pasó un día y medio en la Argentina
mientras era inminente la guerra del Golfo y aquí aún humeaba
el humo de las bazookas del regimiento de Patricios, en el último
levantamiento carapintada.
Estas visitas no se programan de un día para otro,
dijo el gobernador. Pero, ya que hemos visto a la Argentina cuando
no está tan bien, quizás nos recuerden cuando estén
realmente bien, en un año más, se esperanzó.
Con 443 mil millones de dólares de producto bruto contra 275 mil
millones de la Argentina, Florida muestra números que la Argentina
envidiaría. El año pasado se agregaron 240 mil personas
al mercado laboral y su tasa de desempleo del 3.9 por ciento es alrededor
de la mitad del porcentaje nacional de los Estados Unidos, pero economistas
como Mark Vitner, del First Union Corp. predicen que el crecimiento podría
lentificarse desde mediados del año que viene y entonces nunca
está de más buscar nuevas oportunidades afuera. Pero, ¿justo
aquí?
En un castellano perfecto, flanqueado por el embajador James Walsh y el
agregado informativo Tom Burton, Jebb Bush usó el humor para explicar
que sabía que era famoso por ser el padre de su hijo George T.
Bush y luego eligió decir que somos amigos cuando los tiempos
son buenos y cuando no son tan buenos.
Su defensa del ajuste argentino se basó en la fórmula no
hay alternativa+perseveren+éxito asegurado.
Estoy preocupado por la Argentina porque soy un admirador del país,
y un gran admirador de los gobiernos que aceptan ser líderes en
tiempos difíciles, dijo. Aclaración necesaria: cuando
los políticos norteamericanos hablan de ejercer liderazgo se refieren,
traducido al argentino, a desayunar sapos. Por lo que sé,
aquí no había muchas alternativas, siguió.
Se usó la deuda para financiar el déficit fiscal,
y cuando no hay crédito hay que hacer ajustes, pero no se preocupen
porque si mantienen el programa volverá la confianza.
Más aún: Si el plan del Presidente se cumple con disciplina
fiscal, no veo la posibilidad de un default. Y otra vez: Si
la deuda no crece, las tasas van a bajar y la confianza subirá.
¿Mientras tanto qué? Consuelo de Bush a sus colegas del
gobierno argentino: Sé que es difícil practicar recortes
y bajar sueldos, pero hay que aceptar la responsabilidad de hacer las
cosas bien. Elogio de Bush, con modestia a pesar de la diferencia
de producto bruto, ubicación, estado de la economía y humor:
Como un humilde gobernador, estoy agradecido del tiempo que me dedicó
el Presidente.
Más allá de la mala suerte del timing, ¿alguno
de los empresarios que acompañó a Bush puede llegar a invertir
realmente en la Argentina? -preguntó Página/12 a una asesora
argentina de los extranjeros que habló a condición de que
se reservara su identidad.
Sí. A los norteamericanos les sigue costando entender los
códigos del Este.
Los de Rusia. Pero están Hungría o Polonia.
También les cuesta entenderse con Hungría o Polonia.
Y está San Pablo.
Pero la Argentina sigue siendo un lugar rentable.
¿Aunque la rentabilidad baje?
Sí. Aunque baje sigue existiendo.
¿Y el fantasma de la corrida, el default y la devaluación?
Por eso los norteamericanos miran y suspenden operaciones. Pero
la Argentina aún es para ellos un escenario.
La conferencia de prensa y este diálogo ocurrieron después
de las tres de la tarde. Antes, Jebb Bush había visitado a De la
Rúa en la Casa Rosada y atendido una explicación histórica
de Adalberto Rodríguez Giavarini, y luego él y el Presidente
hablaron en un almuerzo organizado por la Cámara de Comercio Argentino
Norteamericana con una curiosa disposición: 200 personas comían
en tanto que un misterioso grupo de 30 atentos observadores los miraba
sentados en dos filas de sillas dispuestas en un costado.
Bush vendió Florida con algunos olvidos que sin duda provocarán
una herida profunda en el ser nacional. Es bilingüe,
dijo sin citar a Shakira, aunque sí a Jennifer López y Gloria
Stefan. Hay una pequeña Buenos Aires, continuó
sin mencionar a Susana Giménez y su marido Corcho, habitués
de Miami. Los argentinos son importantes en la producción
de contenidos de televisión, informó omitiendo a Ramón
Palito Ortega. Y en ningún momento citó al nuevo entrepreneur
con sede en Miami Antonio de la Rúa.
Cuando le tocó el turno al padre del entrepreneur, dijo Fernando
de la Rúa que la relación con Florida es estratégica,
aseguró que profundizar la relación con los Estados
Unidos es política de Estado y repitió una promesa:
Tenemos la firme decisión de honrar los compromisos externos.
Con Menem, en las
malas
Jeb Bush estuvo diplomático pero no distante al contestar
una pregunta de Página/12 sobre Carlos Menem.
Este diario quiso saber si Bush, como miembro de una familia amiga
de Menem, lamentaba la situación procesal del ex presidente.
Me temo que no debo hacer apreciaciones sobre ese tema fue
la respuesta.
Y luego, ante la inquietud sobre si se había comunicado en
la Argentina con Menem o con su ex secretario general, Alberto Kohan,
Bush respondió:
No, no me comuniqué con él, y tampoco con ese
señor...
... Kohan, el ex secretario general de la Presidencia.
Ni siquiera lo conozco.
Sin embargo, el gobernador de Florida no quiso aparecer sentimentalmente
alejado de Menem.
Todos saben que el ex presidente Menem y mi padre tienen una
amistad, y entonces no importa si los tiempos son buenos o malos.
Los amigos son amigos en las buenas y en las malas.
En los últimos dos meses fracasaron todos los intentos por
involucrar a figuras importantes de los Estados Unidos en el apoyo
a Menem y el reclamo de su libertad, aun por medios más sigilosos
que las declaraciones públicas.
En realidad, la línea principal de relaciones del menemismo
en los Estados Unidos no pasa por Jeb sino por los dos George, el
ex presidente y el actual. Según publicó el semanario
norteamericano The Nation, en 1988 George W. habría tratado
de ejercer influencias en favor de la petrolera Enron utilizando
su apellido. En ese momento Bush padre era vicepresidente de Ronald
Reagan. Según el semanario, después Enron y las familias
de directivos de la empresa donaron por lo menos cien mil dólares
para que Bush hijo accediera a la gobernación de Texas en
nombre de los republicanos, derrotando a la demócrata Ann
Richards. Rodolfo Terragno, que en ese entonces era ministro de
Raúl Alfonsín, dijo el procedimiento de Bush le pareció
inadecuado y recordó que enseguida comenzaron
las críticas diciendo que el Ministerio de Obras Públicas
estaba bloqueando una inversión por culpa de la burocracia.
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En defensa de la familia
Durante la rueda de prensa de ayer, Jebb Bush defendió
la transparencia de la victoria de su hermano en las últimas
elecciones presidenciales y, ante una pregunta, reivindicó
una investigación publicada el domingo por The New York Times.
La pesquisa detectó después de seis meses de análisis
de 2490 boletas de norteamericanos que viven fuera de su país
que bajo la intensa presión de los republicanos, las
autoridades de Florida aceptaron cientos de boletas llegadas desde
el exterior que no cumplían con las leyes electorales del
Estado. El diario halló que de esa cifra había
680 votos cuestionables, una cifra decisiva cuando el margen final
del recuento definitivo fue de 537 votos. Aunque no se sabe
a quién se acreditaron los sufragios, cuatro de cinco boletas
fueron aceptadas en condados afines a Bush, informaba la investigación.
Como el voto es secreto, el indicio de cómo hubiera votado
cada uno solo está dado por el partido en el que se registró
antes el votante. El New York Times en la tapa puso dos ejemplos
de boletas que, con la misma formalidad, tuvieron resultado diferente.
Una fue aceptada y la otra no. Esa revisión del escrutinio
fue la que entronizó como presidente, en la elección
más disputada de la historia norteamericana, al hermano mayor
de Jebb. Así fue electo el más alejado de la política
de los dos, mientras Jebb esperaba desde Florida, donde es gobernador
desde 1998 y espera ser reelecto el año que viene, su turno,
lejano porque si su hermano triunfa tendrá un segundo mandato
y si fracasa pueden volver los demócratas. Como tiene menos
de 50 años y una base electoral firme, constituida en buena
medida sobre la base del poderoso lobby cubano anticastrista de
Florida, Bush aún conserva esperanzas. En Florida pudo triunfar
aunque venía de Texas, con la única herramienta de
una fortuna de más de dos millones de dólares hace
ya siete años y estudios de negocios en su Estado natal.
Igual que George W., que integró su equipo de política
exterior con cuadros afines o tomados de la presidencia de su padre,
Jebb acumuló experiencia en el Commerce Bank, el banco de
James Baker, antiguo secretario de Estado y jefe de la campaña
de George W.
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