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LAS MARCHAS TRATARAN HOY DE ENTRAR EN LA “ZONA ROJA” EN TORNO A LA CUMBRE
Génova, capital del G-8 y del anticapitalismo

La cumbre de los siete países más industrializados y Rusia empieza hoy
en una ciudad fragmentada por muros y calles cerradas como la vieja Berlín y
como Belfast, y que se ha vuelto el punto de convergencia de activistas de todo el mundo.

La policía montada italiana patrullando ayer la “Zona Roja” alrededor del Palacio Ducal.

Por Pablo X. de Sandoval
Enviado especial a Génova

“Benvenutto a Génova, paranoid-city”, acertó a decir ayer un activista italiano cuando el servicio de seguridad desalojó el Centro de Convergencia donde se dan cita los grupos antiglobalización por una alarma de bomba, falsa de nuevo.
Este es el ambiente de crispación en el que vive una ciudad en la que la policía lleva varios días buscando terroristas entre los manifestantes, y los manifestantes buscando policía secreta por las calles. “Normalmente, un tipo con anteojos de sol, aspecto pretendidamente joven y una mochila”, es la definición más aceptada para localizar a los agentes encubiertos. Anoche, tras 14 horas de ómnibus desde Barcelona, el grupo de españoles fue alojado en tiendas de campaña en un parque. “Ese extraño olor es porque estamos justo encima de la zona para perros”, explicó amablemente el guía. Además de la peste, no se conoce ninguna ducha a menos de un kilómetro. Por la mañana, entre una fuente y una manguera hubo agua para lo mínimo.
Comienza a notarse el tan esperado ambiente internacional y festivo prometido. Bajo la carpa del centro de reunión, puestos de comida, agua y cervezas para los cientos de alemanes, españoles, polacos o belgas que ya han llegado a Génova y que se dan cita a escasos 50 metros del centro operativo de la policía. “Eso sí, nada de precio de activista, el Centro de Convergencia es tan caro como el resto de la ciudad”, advierten.
Entre una agitada asamblea a las 9 de la mañana y el anochecer da tiempo para discutir: si se cambian las tiendas de sitio; qué se viene a hacer a Génova; con qué opción política se identifica cada uno; a qué manifestaciones asistir, y, por supuesto, qué uso se hará de la violencia hoy durante el asedio a la cumbre del G-8, la reunión de los países más industrializados del mundo más Rusia. Todo ello en interminables asambleas. Pero además, para un grupo de apenas 100 personas ya hay montadas una comisión de asesoría legal, otra de materiales (logística), otra para la recepción de los ómnibus que van llegando poco a poco y otra de finanzas.
A mediodía llegaban malas noticias. “A los de Madrid” los había parado en la frontera española la policía y les había requisado las máscaras antigás, según dijeron por teléfono móvil. Llevaban unas setenta “que nos hacían mucha falta”, comenta Armand, un activista que estuvo en primera línea durante la protesta en Praga contra la reunión del Banco Mundial. Parece que sea cual fuere la manifestación que uno elija, “va a haber gases para todos”. Alguien dice que puede conseguir máscaras aquí, en la ciudad, por unos 6 dólares.
La diversidad de grupos y “propuestas de acción” que hay en Génova ha hecho que la ciudad se divida hasta para dormir. El Estadio Carlini, para los que practican la desobediencia civil hasta las últimas consecuencias. El Estadio Ciorba, para los grupos gandhianos y pacifistas. El parque, para el que caiga por allí. Todos ellos con la policía en la puerta pidiendo documentación. Conscientes de la repercusión mediática del evento, los más que posibles enfrentamientos con la policía centran toda la actividad de los debates y definen a cada uno políticamente aquí en Génova.
“Ya casi se habla más de violencia que de política”, se queja Judith, de 21 años, que viene de Tarragona. “Para mí, el número de gente que venga es más importante que entrar en la llamada Zona Roja (el cerco de seguridad en torno al centro histórico) o no. Personalmente, creo que provocar la reacción de la policía es justificar precisamente lo que se denuncia, que es el cierre de un espacio público por motivos de seguridad. Es justificar el dispositivo contra nosotros.” La fecha clave es hoy. La mayoría de la gente tratará de encontrar una opción intermedia entre el enfrentamiento con la policía para entrar en la Zona Roja (donde un muro protege a los delegados de la cumbre) o una marcha tradicional. Las opciones se concentran “para todo el que lleve rollo joven-autónomo-creativo, ya saben”, según asegura un joven, en una marcha rossa que tratará de aprovechar la cobertura de los grupos más duros, pero sin preparación específica para luchar contra la policía. Según advierte Andreu a sus compañeros mientras deciden la estrategia sobre un mapa, “la experiencia dice que quedarse esperando a ver qué pasa significa golpes”.
Quizá convenía pasarse por uno de los dos “talleres de desobediencia civil” que, bajo el título de Tácticas callejeras, se celebraban ayer. Dos veteranas de las protestas de Seattle y Quebec explicaban en el gimnasio de un colegio cómo hacer para dejarse arrastrar por la policía, por qué es más difícil arrastrar a dos abrazados que a uno solo, estar siempre alerta de las posibles vías de escape, cómo comunicarse dentro de la manifestación y, sobre todo, desconfiar de los rumores “que la mayoría de las veces son difundidos por policías infiltrados”. Génova es hoy ciudadparanoia, un enorme ring de boxeo esperando a ser pisoteado por 150.000 personas. Para amenizar, 5000 sandwiches, 4000 botellas de agua y cuatro toneladas de manzanas cortesía del músico hispano-francés Manu Chao, que, además de tocar, invita. “Qué colega el Manu, tú.”

 


 

COMO ES EL DISPOSITIVO DE SEGURIDAD EN OPERACIONES
Bienvenidos a Ciudad Prohibida

Por Lola Galán *
Desde Roma

Los rigurosos controles de seguridad establecidos en torno de Villa Madama, sede de la minicumbre de los ministros de Exteriores del G-8, son cosa de aficionados comparados con la operación policial que se ha desplegado en Génova. La comisaría central de la ciudad es sede de un dispositivo fabuloso, el mayor de la posguerra, según el diario La Repubblica, que cuenta con un total de 20.000 policías y soldados italianos a su disposición. A través de monitores de televisión, la sala de seguridad de la comisaría central de la ciudad portuaria controla absolutamente todo lo que se mueve en los cuatro kilómetros cuadrados de la “zona roja”, paralela al Puerto Viejo –aunque se adentra también al este del casco antiguo–. Un área ya inexpugnable para los ciudadanos de a pie carentes de pases especiales.
Al menos teóricamente, todo ha sido sometido a un estricto control, desde las alcantarillas (selladas) a los contenedores de basura (retirados), pasando por no pocos edificios, allanados en busca de hipotéticos manifestantes radicales. Los únicos incidentes de seguridad se registraron el jueves en Milán, donde la policía hizo estallar un supuesto paquete bomba colocado frente al Consulado español. A la redacción del “TG4” (informativos de la Rete4 del grupo Mediaset) llegó un volante en el que un desconocido grupo de anarquistas “insurreccionales” se responsabiliza de todos los atentados menores que se registraron ayer en media Italia. En el puerto de Ancona, en el este del país, se registraron momentos de tensión cuando la policía impidió el desembarco de unos 200 jóvenes griegos del grupo “Global Imperialista” que, en protesta, impidieron durante horas la salida de la nave de regreso a Grecia y cargada de turistas italianos.
En Génova, por el contrario, la sala de operaciones de la comisaría central registró una jornada rutinaria. La sala es un centro operativo compartido por el mando de las distintas policías italianas (carabineros, Guardia de Finanza, policía ferroviaria, penitenciaria y de fronteras) y por el de las Fuerzas Armadas. Los medios a disposición de este operativo de seguridad son impresionantes: radares, satélites, hasta una batería de misiles colocada para proteger el aeropuerto de la ciudad, el Cristóbal Colón de eventuales (e improbables) ataques aéreos. Por si todo esto fuera poco, en la planta baja de la comisaría se ha dispuesto una sala especial para acoger a representantes de una quincena de policías extranjeras.
Eso sin contar con los medios de seguridad propios de personalidades como el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que llegará hoy a Génova justo a tiempo para asistir a una comida conjunta antes de entrar en materia, con la situación económica en el mundo como primer tema de los encuentros. Bush no se alojará ni siquiera en la fabulosa nave que servirá de hotel flotante a los jefes de Estado y de gobierno del G-8. Se especula con la posibilidad de que ocupe un hotel de lujo en las inmediaciones del puerto o, incluso, que duerma en una base de Estados Unidos en Livorno (Toscana), desde donde podría desplazarse diariamente en helicóptero.
El inquilino de la Casa Blanca abandonará Génova el domingo con destino a Roma donde completará el lunes 23 una rápida visita. Se entrevistará con el primer ministro, Silvio Berlusconi, y el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, aunque el interés fundamental de la escala en Roma es el de acudir a una audiencia privada del Papa, Juan Pablo II. El Pontífice, que tiene previsto regresar a Roma del Valle de Aosta donde descansa, este mismo fin de semana, recibirá a Bush en su residencia de Castelgandolfo a las afueras de la capital.

* De El País de Madrid, especial para Página/12.

 


 

LOS OVEROLES BLANCOS Y LA LUCHA SIN VIOLENCIAS
La protesta color sacarina

Por John Vidal*
Desde Génova

En el clímax de la protesta contra el Banco Mundial en Praga el año pasado, un cura párroco italiano vestido todo de blanco se paró y habló a varios cientos de policías parados frente a los tanques para proteger el puente. Durante tres horas, un grupo de 300 italianos había estado aplastándose contra los escudos de la policía antidisturbio sin resultado alguno. “Hemos venido a defender los derechos de millones, la dignidad y la justicia con nuestros cuerpos”, dijo Don Vitaliano, el cura de Avellino. “Frente al control total del mundo que están ejerciendo los dueños del dinero, nosotros sólo tenemos nuestros cuerpos para protestar y rebelarnos contra la injusticia.”
El cura y los manifestantes pertenecían a un grupo llamado Ya Basta! Cuando la acción directa contra los líderes de los principales países industriales (nucleados con Rusia en el G-8) comience hoy a desplegar toda su intensidad en Génova, los hombres y mujeres vestidos con overoles blancos (como se los conoce en italiano, Tute Bianche) y que se protegen con hombreras, neumáticos de goma, corazas de espuma, cascos y gafas protectoras estarán en el mismo frente. Aunque esta vez, para fundirse mejor en el colectivo, no se vistan de blanco. Línea tras línea, empujará a las filas de policía y las barricadas, intentando quebrarlas y permitir que los demás penetren en lo que se ha llamado “la ciudad prohibida” de Génova. No levantarán los puños ni tirarán piedras ni responderán con palabras. Es una simple aunque peligrosa táctica de no violencia, tan simbólica como efectiva, y se está extendiendo rápidamente a grupos en Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto de Europa. Desde 1996, cuando emergió el primer grupo Ya Basta! para apoyar a los zapatistas en México, se han convertido en el rostro más visible y aceptable de las protestas europeas.
“Nuestro objetivo es lograr el completo dominio sobre nosotros mismos, la dignidad aun a costa de nuestros cuerpos”, dijo Gianluca, un miembro de Ya Basta! de Milán. “Nuestros cuerpos son nuestras armas. Se los arrojaremos al Estado, mientras éste dispara su batería de armas contra nosotros. Usamos los trajes y el acolchado porque hemos sido testigos de la extrema brutalidad que la policía y las autoridades ejercen sobre los disidentes, a pesar de la no violencia, y su absoluto desinterés por la dignidad humana y el sufrimiento. Suponemos que habrá represión a nuestra resistencia. Suponemos que nos van a golpear y también que sufriremos.”
Si la disciplina casi militar de Ya Basta! es impresionante y su decisión de sufrir se remonta a los flagelantes medievales, su creciente número en Italia hace del movimiento Tutte Bianche una fuerza social y política de primer orden entre la juventud. Si las autoridades no les impiden llegar a Génova, y ellos han reservado más de 30 trenes, Ya Basta! espera que entre 5000 y 10.000 personas manifiesten contra el G-8. Durante la semana pasada, muchos han estado en campos de entrenamiento táctico en Milán, Roma y Padua, de donde recogen mucho apoyo.
Muchos provienen de los “centros sociales” de los barrios bajos de muchas ciudades de Italia, que actúan como referencias culturales y de reunión para los pobres y los jóvenes. “Siempre hemos sido lo invisible en la sociedad”, dice Annelisa, de un centro de Génova. “Los overoles blancos expresan en hecho que el Estado nos ignora. Miren, les decimos, ustedes no nos reconocen pero acá estamos. Muchos de nosotros somos inmigrantes, desempleados, trabajadores en empleos de mierda, ecologistas y gente que trabaja con drogadictos.”

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère

 

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