Por Pablo X. de
Sandoval
Enviado
especial a Génova
Benvenutto a Génova,
paranoid-city, acertó a decir ayer un activista italiano
cuando el servicio de seguridad desalojó el Centro de Convergencia
donde se dan cita los grupos antiglobalización por una alarma de
bomba, falsa de nuevo.
Este es el ambiente de crispación en el que vive una ciudad en
la que la policía lleva varios días buscando terroristas
entre los manifestantes, y los manifestantes buscando policía secreta
por las calles. Normalmente, un tipo con anteojos de sol, aspecto
pretendidamente joven y una mochila, es la definición más
aceptada para localizar a los agentes encubiertos. Anoche, tras 14 horas
de ómnibus desde Barcelona, el grupo de españoles fue alojado
en tiendas de campaña en un parque. Ese extraño olor
es porque estamos justo encima de la zona para perros, explicó
amablemente el guía. Además de la peste, no se conoce ninguna
ducha a menos de un kilómetro. Por la mañana, entre una
fuente y una manguera hubo agua para lo mínimo.
Comienza a notarse el tan esperado ambiente internacional y festivo prometido.
Bajo la carpa del centro de reunión, puestos de comida, agua y
cervezas para los cientos de alemanes, españoles, polacos o belgas
que ya han llegado a Génova y que se dan cita a escasos 50 metros
del centro operativo de la policía. Eso sí, nada de
precio de activista, el Centro de Convergencia es tan caro como el resto
de la ciudad, advierten.
Entre una agitada asamblea a las 9 de la mañana y el anochecer
da tiempo para discutir: si se cambian las tiendas de sitio; qué
se viene a hacer a Génova; con qué opción política
se identifica cada uno; a qué manifestaciones asistir, y, por supuesto,
qué uso se hará de la violencia hoy durante el asedio a
la cumbre del G-8, la reunión de los países más industrializados
del mundo más Rusia. Todo ello en interminables asambleas. Pero
además, para un grupo de apenas 100 personas ya hay montadas una
comisión de asesoría legal, otra de materiales (logística),
otra para la recepción de los ómnibus que van llegando poco
a poco y otra de finanzas.
A mediodía llegaban malas noticias. A los de Madrid
los había parado en la frontera española la policía
y les había requisado las máscaras antigás, según
dijeron por teléfono móvil. Llevaban unas setenta que
nos hacían mucha falta, comenta Armand, un activista que
estuvo en primera línea durante la protesta en Praga contra la
reunión del Banco Mundial. Parece que sea cual fuere la manifestación
que uno elija, va a haber gases para todos. Alguien dice que
puede conseguir máscaras aquí, en la ciudad, por unos 6
dólares.
La diversidad de grupos y propuestas de acción que
hay en Génova ha hecho que la ciudad se divida hasta para dormir.
El Estadio Carlini, para los que practican la desobediencia civil hasta
las últimas consecuencias. El Estadio Ciorba, para los grupos gandhianos
y pacifistas. El parque, para el que caiga por allí. Todos ellos
con la policía en la puerta pidiendo documentación. Conscientes
de la repercusión mediática del evento, los más que
posibles enfrentamientos con la policía centran toda la actividad
de los debates y definen a cada uno políticamente aquí en
Génova.
Ya casi se habla más de violencia que de política,
se queja Judith, de 21 años, que viene de Tarragona. Para
mí, el número de gente que venga es más importante
que entrar en la llamada Zona Roja (el cerco de seguridad en torno al
centro histórico) o no. Personalmente, creo que provocar la reacción
de la policía es justificar precisamente lo que se denuncia, que
es el cierre de un espacio público por motivos de seguridad. Es
justificar el dispositivo contra nosotros. La fecha clave es hoy.
La mayoría de la gente tratará de encontrar una opción
intermedia entre el enfrentamiento con la policía para entrar en
la Zona Roja (donde un muro protege a los delegados de la cumbre) o una
marcha tradicional. Las opciones se concentran para todo el que
lleve rollo joven-autónomo-creativo, ya saben, según
asegura un joven, en una marcha rossa que tratará de aprovechar
la cobertura de los grupos más duros, pero sin preparación
específica para luchar contra la policía. Según advierte
Andreu a sus compañeros mientras deciden la estrategia sobre un
mapa, la experiencia dice que quedarse esperando a ver qué
pasa significa golpes.
Quizá convenía pasarse por uno de los dos talleres
de desobediencia civil que, bajo el título de Tácticas
callejeras, se celebraban ayer. Dos veteranas de las protestas de Seattle
y Quebec explicaban en el gimnasio de un colegio cómo hacer para
dejarse arrastrar por la policía, por qué es más
difícil arrastrar a dos abrazados que a uno solo, estar siempre
alerta de las posibles vías de escape, cómo comunicarse
dentro de la manifestación y, sobre todo, desconfiar de los rumores
que la mayoría de las veces son difundidos por policías
infiltrados. Génova es hoy ciudadparanoia, un enorme ring
de boxeo esperando a ser pisoteado por 150.000 personas. Para amenizar,
5000 sandwiches, 4000 botellas de agua y cuatro toneladas de manzanas
cortesía del músico hispano-francés Manu Chao, que,
además de tocar, invita. Qué colega el Manu, tú.
COMO
ES EL DISPOSITIVO DE SEGURIDAD EN OPERACIONES
Bienvenidos a Ciudad Prohibida
Por Lola Galán
*
Desde
Roma
Los rigurosos controles de
seguridad establecidos en torno de Villa Madama, sede de la minicumbre
de los ministros de Exteriores del G-8, son cosa de aficionados comparados
con la operación policial que se ha desplegado en Génova.
La comisaría central de la ciudad es sede de un dispositivo fabuloso,
el mayor de la posguerra, según el diario La Repubblica, que cuenta
con un total de 20.000 policías y soldados italianos a su disposición.
A través de monitores de televisión, la sala de seguridad
de la comisaría central de la ciudad portuaria controla absolutamente
todo lo que se mueve en los cuatro kilómetros cuadrados de la zona
roja, paralela al Puerto Viejo aunque se adentra también
al este del casco antiguo. Un área ya inexpugnable para los
ciudadanos de a pie carentes de pases especiales.
Al menos teóricamente, todo ha sido sometido a un estricto control,
desde las alcantarillas (selladas) a los contenedores de basura (retirados),
pasando por no pocos edificios, allanados en busca de hipotéticos
manifestantes radicales. Los únicos incidentes de seguridad se
registraron el jueves en Milán, donde la policía hizo estallar
un supuesto paquete bomba colocado frente al Consulado español.
A la redacción del TG4 (informativos de la Rete4 del
grupo Mediaset) llegó un volante en el que un desconocido grupo
de anarquistas insurreccionales se responsabiliza de todos
los atentados menores que se registraron ayer en media Italia. En el puerto
de Ancona, en el este del país, se registraron momentos de tensión
cuando la policía impidió el desembarco de unos 200 jóvenes
griegos del grupo Global Imperialista que, en protesta, impidieron
durante horas la salida de la nave de regreso a Grecia y cargada de turistas
italianos.
En Génova, por el contrario, la sala de operaciones de la comisaría
central registró una jornada rutinaria. La sala es un centro operativo
compartido por el mando de las distintas policías italianas (carabineros,
Guardia de Finanza, policía ferroviaria, penitenciaria y de fronteras)
y por el de las Fuerzas Armadas. Los medios a disposición de este
operativo de seguridad son impresionantes: radares, satélites,
hasta una batería de misiles colocada para proteger el aeropuerto
de la ciudad, el Cristóbal Colón de eventuales (e improbables)
ataques aéreos. Por si todo esto fuera poco, en la planta baja
de la comisaría se ha dispuesto una sala especial para acoger a
representantes de una quincena de policías extranjeras.
Eso sin contar con los medios de seguridad propios de personalidades como
el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que llegará hoy
a Génova justo a tiempo para asistir a una comida conjunta antes
de entrar en materia, con la situación económica en el mundo
como primer tema de los encuentros. Bush no se alojará ni siquiera
en la fabulosa nave que servirá de hotel flotante a los jefes de
Estado y de gobierno del G-8. Se especula con la posibilidad de que ocupe
un hotel de lujo en las inmediaciones del puerto o, incluso, que duerma
en una base de Estados Unidos en Livorno (Toscana), desde donde podría
desplazarse diariamente en helicóptero.
El inquilino de la Casa Blanca abandonará Génova el domingo
con destino a Roma donde completará el lunes 23 una rápida
visita. Se entrevistará con el primer ministro, Silvio Berlusconi,
y el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, aunque el
interés fundamental de la escala en Roma es el de acudir a una
audiencia privada del Papa, Juan Pablo II. El Pontífice, que tiene
previsto regresar a Roma del Valle de Aosta donde descansa, este mismo
fin de semana, recibirá a Bush en su residencia de Castelgandolfo
a las afueras de la capital.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
LOS
OVEROLES BLANCOS Y LA LUCHA SIN VIOLENCIAS
La protesta color sacarina
Por John Vidal*
Desde
Génova
En el clímax de la protesta
contra el Banco Mundial en Praga el año pasado, un cura párroco
italiano vestido todo de blanco se paró y habló a varios
cientos de policías parados frente a los tanques para proteger
el puente. Durante tres horas, un grupo de 300 italianos había
estado aplastándose contra los escudos de la policía antidisturbio
sin resultado alguno. Hemos venido a defender los derechos de millones,
la dignidad y la justicia con nuestros cuerpos, dijo Don Vitaliano,
el cura de Avellino. Frente al control total del mundo que están
ejerciendo los dueños del dinero, nosotros sólo tenemos
nuestros cuerpos para protestar y rebelarnos contra la injusticia.
El cura y los manifestantes pertenecían a un grupo llamado Ya Basta!
Cuando la acción directa contra los líderes de los principales
países industriales (nucleados con Rusia en el G-8) comience hoy
a desplegar toda su intensidad en Génova, los hombres y mujeres
vestidos con overoles blancos (como se los conoce en italiano, Tute Bianche)
y que se protegen con hombreras, neumáticos de goma, corazas de
espuma, cascos y gafas protectoras estarán en el mismo frente.
Aunque esta vez, para fundirse mejor en el colectivo, no se vistan de
blanco. Línea tras línea, empujará a las filas de
policía y las barricadas, intentando quebrarlas y permitir que
los demás penetren en lo que se ha llamado la ciudad prohibida
de Génova. No levantarán los puños ni tirarán
piedras ni responderán con palabras. Es una simple aunque peligrosa
táctica de no violencia, tan simbólica como efectiva, y
se está extendiendo rápidamente a grupos en Estados Unidos,
Gran Bretaña y el resto de Europa. Desde 1996, cuando emergió
el primer grupo Ya Basta! para apoyar a los zapatistas en México,
se han convertido en el rostro más visible y aceptable de las protestas
europeas.
Nuestro objetivo es lograr el completo dominio sobre nosotros mismos,
la dignidad aun a costa de nuestros cuerpos, dijo Gianluca, un miembro
de Ya Basta! de Milán. Nuestros cuerpos son nuestras armas.
Se los arrojaremos al Estado, mientras éste dispara su batería
de armas contra nosotros. Usamos los trajes y el acolchado porque hemos
sido testigos de la extrema brutalidad que la policía y las autoridades
ejercen sobre los disidentes, a pesar de la no violencia, y su absoluto
desinterés por la dignidad humana y el sufrimiento. Suponemos que
habrá represión a nuestra resistencia. Suponemos que nos
van a golpear y también que sufriremos.
Si la disciplina casi militar de Ya Basta! es impresionante y su decisión
de sufrir se remonta a los flagelantes medievales, su creciente número
en Italia hace del movimiento Tutte Bianche una fuerza social y política
de primer orden entre la juventud. Si las autoridades no les impiden llegar
a Génova, y ellos han reservado más de 30 trenes, Ya Basta!
espera que entre 5000 y 10.000 personas manifiesten contra el G-8. Durante
la semana pasada, muchos han estado en campos de entrenamiento táctico
en Milán, Roma y Padua, de donde recogen mucho apoyo.
Muchos provienen de los centros sociales de los barrios bajos
de muchas ciudades de Italia, que actúan como referencias culturales
y de reunión para los pobres y los jóvenes. Siempre
hemos sido lo invisible en la sociedad, dice Annelisa, de un centro
de Génova. Los overoles blancos expresan en hecho que el
Estado nos ignora. Miren, les decimos, ustedes no nos reconocen pero acá
estamos. Muchos de nosotros somos inmigrantes, desempleados, trabajadores
en empleos de mierda, ecologistas y gente que trabaja con drogadictos.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère
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