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El cadáver, los gases, el humo, el fuego, los tiros

Un periodista en medio de la peor violencia anti y proglobalización relata en esta nota cómo es estar en una ciudad convertida en un campo de batalla y de saqueos, donde los enfrentamientos se sucedieron por todos lados y en todo momento, con corridas y disparos entre manifestantes y carabinieri.

La cabeza ensangrentada
del hombre muerto ayer.
“¡Asesinos, asesinos!”, le
gritaba la gente a la policía.

Por John Vidal *
Desde Génova

Frente a mí yace un joven muerto bajo una sábana blanca. Su cuerpo está rodeado por 80 policías con máscaras antigás, escudos antidisturbios, cachiporras y armas. Ninguno parece tener más de 20 años, la edad, dicen, del hombre muerto. Se mueven nerviosamente. Nadie sabe exactamente lo que sucedió. Una médica dice que el hombre tiene dos heridas en la cabeza. Una parece una herida de una piedra, dice. La otra, en su mejilla, podría ser la de una bala. Debe tener un nombre y una nacionalidad, pero ya se ha convertido en el manifestante desconocido. Alguien dice que escuchó un disparo. Otro dice que vio cómo el blindado policial pasaba por encima del cuerpo. Lo que sí es seguro es que sucedió en el apogeo de uno de los peores disturbios que Europa haya visto en décadas.
Está muerto y Génova está en llamas. No la vieja ciudad, sino una ciudad en la que están reunidos los líderes del mundo detrás de barricadas de acero de cinco metros protegidos por 18.000 agentes policiales. Hay un silencio temporario cuando llega la ambulancia para llevarse el cuerpo y ambos lados contemplan lo que sucedió. Pero a sólo 180 metros, sobre la vereda, ocho policías han acorralado a otro joven que escapaba de ellos. Se apilan sobre él con cachiporras y recibe 20 golpes en la cabeza y el cuerpo. Asombrosamente, se levanta, ensangrentado, tambaleante y desorientado. Un minuto después, cae. El equipo médico voluntario corre hacia él. Los helicópteros zumban por encima a 50 metros, y en la plaza la multitud, que estaba en silencio, está furiosa. Le grita “asesinos, asesinos” a la policía. Están horrorizados.
Esta fue una de las ciudades más lindas de Europa. Ahora las piedras y la basura ensucian las calles. Comercios, bancos, supermercados, oficinas de correo, garajes y otros negocios han sido destruidos. Todo a mi alrededor es desolación, furia y destrucción. El fuego todavía arde alrededor de la estación de trenes de Brignole. Camiones de la policía, carros blindados, tanques de agua y manifestantes corren por la ciudad. Gas lacrimógeno es lanzado hacia un lado mientras las piedras vuelan desde el otro. Nadie sabe exactamente lo que sucedió o dónde se encenderá el próximo disturbio. Lo único seguro es que hay muchos heridos. Detrás de mi, un estacionamiento con 20 autos fue incendiado. El aire se hincha con humo negro, gases lacrimógenos y furia.
Ahora vuelan las acusaciones de que la policía es excesivamente entusiasta y los manifestantes violentos. Pero ésta es una situación compleja. No es verdad que todos los manifestantes o toda la policía hayan querido causar estragos, pero los manifestantes dicen que la forma en que la policía emboscó a unos que marchaban pacíficamente y previno las manifestaciones legítimas inflamó a miles. El Foro Social de Génova, con sus 700 grupos de todo el mundo, todos comprometidos con la no violencia, negoció con la policía, y están desolados.
En Via Tolemead, la confrontación se hace inevitable desde el momento en que la policía corre para agarrar la barricada plástica de uno de los manifestantes. La multitud de atrás empuja hacia adelante y tres caen al suelo. La policía golpea a un hombre. Los manifestantes empujan hacia adelante y ganan 15 metros. De pronto la policía está en retirada. Pero los manifestantes no toman ventaja del espacio abierto frente a ellos. En cambio, un vocero se adelanta para negociar: “Habíamos acordado esta ruta,” dice. La policía retrocede nuevamente. Para este momento, algunos de los anarquistas comenzaron a atacar a la policía desde una vereda con una lluvia de piedras. Un camión de carabinieri se atasca y el conductor trata frenéticamente de volver a ponerlo en marcha. Demasiado tarde. El “bloque negro” de anarquistas internacionales se lanza sobre él, como sobre un animal herido. En minutos han roto todos los vidrios. Los cinco policías adentro están petrificados. Abren las puertas y corren. El camión es incendiado a los gritos. Todo el día ha sido un pandemonium. Palos, piedras, gases lacrimógenos, excitación, llamas, botellas y cachiporras han sido tirados de acá para allá. Los barricadas de madera y metal arden bajo un puente. Son iguales a muchos de los cientos de contenedores industriales vacíos que bloquean el paso de los manifestantes por toda la ciudad.
Ahora son las 7.30 de la tarde. A la distancia, los manifestantes y la policía combaten bajo el humo. Suenan como truenos. La batalla por la ciudad ya duró ocho horas y puede seguir esporádicamente toda la noche. En una plaza, los anarquistas todavía reinan. Los “bloques negros y azules”, cuyos regimientos forman, fueron dejados solos por la policía. Un grupo de una docena de ellos ha irrumpido en un pequeño supermercado, ha saqueado las estanterías y se está regalando con helados y vino. Están peligrosamente borrachos. Uno, un alemán, me arranca mi anotador, me escupe en la cara, y levanta su palo amenazante. No parece tener más de 20 años. Sus colegas lo rodean, pero siguen de largo, rompiendo las restantes vidrieras de esta parte pobre de la ciudad.
Van por Via Canevari, rompiendo y quemando todo. Marchando detrás de banderas negras y bombos, atacan a fotógrafos, locales y cualquiera que se cruce en su camino. Le prenden fuego a una estación de servicio e irrumpen en el Banco Credit Italano, destrozando el circuito cerrado de cámaras de televisión.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère

 

Cómo se pelearon adentro

Nada de hablar sobre el recalentamiento global o la pobreza en los países subdesarrollados. La agenda de la cumbre del G-8 estuvo dominada ayer por los temores de que la economía global se esté dirigiendo hacia su primera recesión en una década. Y ahí comenzaron las peleas entre Estados Unidos y Europa. El presidente norteamericano George Bush (en la foto, con el premier británico Tony Blair) urgió a Europa y Japón a tomar medidas para reactivar sus economías, quejándose de que, mientras Estados Unidos bajaba seis veces en un año su tasa de interés, Europa hacía poco y nada. Los líderes de la Unión Europea respondieron culpando al fin del boom norteamericano de los problemas económicos globales del año pasado.

 

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