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Las universidades velan armas esperando el ajuste

Un grupo de decanos de la UBA ya advirtió que resistirán los descuentos, en tanto el rector Oscar Shuberoff negocia con el ministro Andrés Delich, un ajuste menos traumático.

Seis decanos reclaman
“una fuerte condena pública”.
“Si nos recortan el 13 por ciento,
estalla todo”.

Por Javier Lorca

Tan incierto es aún el alcance que tendrá el recorte presupuestario sobre las universidades nacionales, como la reacción que encarnará la comunidad universitaria. Lo único que nadie duda es que el tijeretazo existirá. Del lado del Ministerio de Educación, todavía no se sabe cuán grande será el ajuste: si bien los docentes y empleados de las casas de estudios están explícitamente incluidos por decreto entre quienes serán víctimas de la poda salarial, en la cartera que encabeza Andrés Delich, además de negociar con el Ministerio de Economía, están estudiando cómo “distribuir el ajuste para no perjudicar a los servicios educativos”. Del lado de las universidades, mientras las vacaciones de invierno conspiran contra la movilización de estudiantes y docentes, y pese a que todos los sectores se pronuncian contra las consecuencias educativas y sociales del ajuste, la férrea oposición que había hace una semana entre las autoridades académicas se tradujo, por ahora, en una espera de las definiciones oficiales.
Termómetro de las tensiones y la incertidumbre de la última semana fue la Universidad de Buenos Aires (UBA), la más grande y poblada del país. Todos los sectores de la UBA consensuaron un crítico documento contra el ajuste. Pero, a la vez, a último momento el Rectorado suspendió una conferencia de prensa prevista para que las autoridades publicitaran su rechazo. En estos días, el órgano de gobierno de la universidad, el Consejo Superior, se dividió en dos posturas frente a la tijera oficial. Los decanos de Ciencias Sociales, Veterinarias, Ciencias Exactas, Odontología, Agronomía y Filosofía y Letras, junto con representantes de profesores, alumnos y graduados, se enfrentaron con la conducción del rector Oscar Shuberoff y reclamaron una fuerte protesta pública contra el recorte.
Para plantear esa postura, convocaron a una sesión extraordinaria del Consejo Superior, que se hizo el viernes. “No podemos seguir esperando a ver qué pasa, ni quedarnos mirando las protestas por televisión. La universidad tiene que salir y dejar bien claro su rechazo”, dijo a Página/12 Claudio Eli (Frepaso), consejero por los graduados. En esa dirección, los consejos directivos de Sociales, Veterinarias y Filosofía y Letras propusieron la realización de una gran asamblea que reúna a los consejos de las trece facultades de la UBA y a la junta del CBC “para analizar, evaluar y proponer medidas alternativas al plan de ajuste decretado por el Poder Ejecutivo y coordinar acciones comunes de respuesta”.
Desde el Rectorado, con el apoyo de varios decanos radicales y la mayoría de los consejeros superiores, se prefirió esperar a las resoluciones del Congreso y a la reunión que el lunes harán todos los rectores del país en el Consejo Interuniversitario Nacional. Esa posición se impuso y la sesión del viernes pasó a cuarto intermedio. “Hay mucha disconformidad con las medidas del Gobierno, pero no tiene mayor sentido tomar una decisión ahora hasta que no sepamos cómo nos va a afectar el ajuste –dijo a este diario un funcionario muy cercano al rector radical– si nos recortan el 13 por ciento de los sueldos y de las partidas de funcionamiento, estalla todo. Los docentes y no docentes irían a un paro por tiempo indeterminado.”
Líder de varias protestas contra la tijera oficial, Shuberoff sostiene ahora que este ajuste es diferente de los impulsados por el menemismo y el efímero López Murphy, porque no se trata de medidas ensañadas con la educación pública, sino que la afectan como al resto de la sociedad. El rector y su entorno piensan, además, que es preferible esperar, por dos razones. Por un lado, por el resultado de la reunión que Shuberoff y algunos decanos mantuvieron con Delich el jueves pasado. Allí, el ministro se comprometió a “negociar con Economía algún alivio para las universidades”, según confió a este diario un funcionario de Educación.”Vamos a hacer el mayor esfuerzo para no tocar el presupuesto universitario. Estamos analizando varias alternativas”, siguió. Y, por otro lado, porque tienen esperanzas de que el Congreso logre morigerar el recorte y de que se fije a los mil pesos como tope mínimo para la poda salarial. Si así fuera, quedaría excluida la enorme mayoría de los magros sueldos de docentes y no docentes.
En el propio Ministerio de Educación reconocen: “Tampoco acá está muy claro cómo se van aplicar las medidas”. Lo cierto es que, al estar incluidos en el decreto de ajuste, los salarios de empleados y docentes universitarios deberán perder una porción. Y que tampoco eso será todo. El ministerio también deberá ajustar su presupuesto y los 1800 millones de las universidades son una de sus porciones más jugosas.

 

OPINION
Por Julio Villar *

Sin universidad no hay pensamiento crítico

Desde el inicio de mi vida universitaria sostengo que la Reforma de 1918 se basó en los postulados ideológicos de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Sin Fraternidad no hay Igualdad. Sin Igualdad no hay Libertad.
Una mirada sobre la sociedad argentina basta para saber cuán lejos estamos hoy de ese trípode fundante de la sociedad moderna, y qué cerca estamos del país oligárquico diseñado por las elites de los años treinta, una sociedad para pocos y un desierto bárbaro para muchos.
La biografía de Videla, El Dictador, de María Seoane y Vicente Muleiro, no sólo muestra la vida seca del asesino sino que detalla la mayor de sus preocupaciones: reprimir para acabar con las organizaciones sociales, políticas y educacionales a los simples fines de evitar que el salario alcanzara el 40% del PBI. Esto no tiene la frialdad de un dato sino el aliento de vida de los trabajadores y las capas medias, que podían así disfrutar de un contrato social que les garantizaba educación, salud, trabajo y vivienda. Esta es la república que conocimos, y sobre la que quieren cargar los ideólogos del mercado nucleados en el CEMA (Centro de Estudios de Macroeconomía Argentina) fundado en tiempos de la dictadura por Martínez de Hoz, Pedro Pou, Roque Fernández y el grupo de Jaime Perriaux, entre otros –como lo demuestra la investigación de Seoane y Muleiro.
En lo que respecta a las universidades el discurso conservador construye como guía y paradigma las prácticas de EE.UU. y los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) tendientes, según ellos, a disminuir la participación estatal en los presupuestos de educación. El cuadro adjunto demuestra con frialdad matemática la falacia de Daniel Artana en su breve paso por el también breve ministerio de López Murphy: disminuir los aportes estatales al gasto educativo y trasladar la demanda al sector privado. Las 440 páginas del informe de la OCDE dedicados a los 30 países que forman parte de la organización arroja que los Estados invierten en promedio 4,64% de su PBI en centros públicos de educación y el sector privado sólo lo hace en el 1,11%.
La recuperación de la democracia encontró a las Universidades Nacionales y Públicas arrasadas en lo académico y en la calidad de su gestión. En los tiempos de plomo de la “guerra fría”, las universidades fueron un objetivo privilegiado de la represión por haber sido durante décadas constructoras de un pensamiento crítico que se personificó en la formación de funcionarios, de políticos y de todas formas que tomen los hombres públicos que sirvieron desde las más altas magistraturas a los ciudadanos de este país. Achicar el estado al punto de no tener estado en condiciones de defender y gestionar los bienes públicos conlleva a acabar con las universidades, por ser éstas generadoras de conocimiento y pensamiento crítico, condiciones necesarias para la construcción de una sociedad.
En el Ministerio de Educación y en las Universidades Nacionales se está trabajando para buscar consenso en las reformas necesarias para actualizar las universidades a las demandas de la sociedad democrática. Desde el proyecto del Dr. Hugo Juri hasta las propuestas del ministerio hay pautas para cambios significativos que van desde carreras a término, nuevas ofertas para las nuevas demandas, sistema de “créditos” que permiten articular un sistema nacional más eficiente hasta incorporación de nuevas tecnologías que permiten ampliar la población que se sume a nuevas modalidades en educación.
Un párrafo aparte merece la financiación. Sabemos que debemos mejorar y optimizar los recursos, pero debemos señalar que no es poco el aporte económico que realizan, por ejemplo, 80 mil de los 100 mil docentes que trabajan ad honorem o cobran sueldos simbólicos; esto muestra el aporte social que los universitarios hacen por sus universidades y su país, algo que no es poco, sobre todo en una sociedad donde todo tiene precio.La Universidad Pública es el esqueleto de esta nación, su semillero de ideas y de cuadros para defender lo público. En la crisis que vive el país y ante las grandes carencias de millones de compatriotas nos debemos por nuestra historia y nuestra ideología a no demandar más recursos y hacer más eficiente el gasto. La Universidad Nacional es el último baluarte ideológico y cultural que puede reconstruir con sus nuevas generaciones un país para todos.

* Rector de la Universidad Nacional de Quilmes

 

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