Cazadores del trabajo perdido
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Por Marta Dillon Sandra se ríe del cálculo
que define la subdesocupación: es la manera que encuentra de defenderse
de una realidad que hizo estallar la pompa de aquel sueño que decía
que tener un título universitario era un capital asegurado de por
vida. ¿Si trabajo menos de 35 horas semanales? Si llego a
pasar las diez sentiría que está empezando la reactivación,
ironiza. Un subocupado es justamente eso, alguien que quisiera trabajar
más de 35 horas semanales y no tiene la oportunidad. Es el caso
de Sandra, una psicóloga que hace 15 años que ejerce su
profesión. Y el de Eduardo, arquitecto, especialista en grandes
obras. Y el de Facundo, ingeniero civil, especializado más tarde
en sistemas de computación. Profesionales que cuando eligieron
sus carreras no sabían que serían de las más golpeadas
por esta prolongada recesión que está borrando los límites
de lo que alguna vez se consideró también un invento argentino:
la clase media. Hiperactividad y oferta cultural Según las últimas estadísticas del INdEC, arquitectos
y psicólogos son las profesiones más deprimidas. Eduardo
Baró, arquitecto, maneja estas cifras, sabe de qué se trata
eso de tener en la semana más tiempo libre del que quisiera. A
los 49 años y tras haber dirigido obras de gran envergadura -hoteles
internacionales, varios de los principales shoppings de la Capital Federal
le cuesta entender el trabajo sin la hiperactividad que lo definió
a largo de su carrera. No sólo me siento incluido en las
cifras, me dan vértigo. Porque soy consciente que detrás
de ellas están también los nombres de mis clientes, de mis
amigos, y así se imprime con más fuerza el mío. La
paradoja es que los servicios no dejan de necesitarse, se necesita construir
viviendas, pero los arquitectos y constructores estamos desocupados. Esa
es la paradoja. El título en el ropero Cómoda en su cocina, Mabel Pérez apenas recuerda dónde
está su diploma de psicóloga. Es una de las profesionales
que debió resignar sus aspiraciones en busca de una manera efectiva
de sostener a su familia de dos hijos, una de catorce y otro de cuatro.
Durante algún tiempo siguió el camino de las pasantías,
trabajos meritorios, prácticas, o la atención en instituciones
con aranceles ínfimos. Se trataba para ella de pagar el derecho
de piso.Pero tanta siembra no dio cosecha. La habitación
de su amplia casa en La Boca que había destinado a la atención
de pacientes ahora está alquilada, no tenía sentido un consultorio
para pacientes que no podían pagar porque iban ingresando en ese
agujero negro que significa la desocupación. Estimular la imaginación Como muchos de los consultados, Camila elige un nombre de ficción.
Para conseguir trabajo la mejor carta de presentación es tenerlo,
y por eso no quiere que sus posibles clientes conozcan sus dificultades.
Es arquitecta, tiene 37 años y durante casi 15, desde que egresó
de la facultad, trabajó en distintos estudios. Lo paradójico
es que la intención inicial cuando dejó su trabajo en relación
de dependencia fue crecer. Pero a poco de independizarme casi tengo
que cerrar mi estudio. Paso largos períodos en los que no tengo
nada, ahora tomo trabajos que antes creía que no valían
la pena, refacciones de 200 pesos o menos. Todo sirve. Vivir paranoico Para la mayoría de los psicólogos, la definición
de subocupación es insuficiente. Quienes pueden considerar que
trabajan mucho lo hacen aproximadamente 35 horas semanales. Los que se
consideran subocupados están muy por debajo de esa suma horaria.
Si supiera lo que hay que hacer para vivir de esto lo estaría
haciendo, pero te puedo asegurar que de mi camada, quienes nos recibimos
entre siete y quince años atrás, la gran mayoría
nos la pasamos haciendo prácticas en hospitales, acompañamientos
terapéuticos, etc, etc. Vivir del consultorio es la excepción.
Sandra considera que la ecuación de experiencia y reconocimiento
en su especialidad ella no dice su verdadero nombre y prefiere que
su especialidad no sea definida más que como relacionada a la maternidad
ameritaría cobrar por una sesión 50 pesos. Pero ni
siquiera me animo a decir esa cifra, mis pacientes o se quedan sin trabajo
o viven paranoicos por la posibilidad de perderlo. Yo planteo entre 35
y 40 pesos. Me terminan pagando entre 20 y 25. De superhéroe a bohemio Eduardo Baró cree que no es trabajo y una situación económica
estable lo único que perdió en el último año.
Lo que más le duele es haber perdido ese brillo que él detectaba
en la mirada de sus hijos cuando los llevaba a recorrer esas obras que
él dirigía y después se convertían en mitos
urbanos. Yo me sentía un poco superhéroe llevándolos
con el casco puesto hasta un piso 27 para mirar el mundo desde allí
y ahora estoy tan deslucido que creo que mi hija eligió Bellas
Artes en lugar de arquitectura porque no ve ninguna ventaja en mi carrera
y yo no tengo argumentos para contradecirla. |
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