�Si uno no tiene 25 años de edad, no trabaja. Parece que el muro de Berlín lo sacaron, lo trajeron a la Argentina y nos lo pusieron de frente, y no sabemos adónde ir.� Liliana es una de las tantas personas expulsadas del sistema laboral argentino. Y aunque forma parte de ese creciente número de desocupados que tiene el país, no se queda de brazos cruzados y, a través de la capacitación, trata de perforar esa pared invisible que separa a quienes consiguen trabajo de los que no lo logran. En esa tarea no están solos: cada vez más personas se vuelcan a actividades solidarias, algo típico del denominado Tercer Sector. También hay instituciones que colaboran con la causa, como el colegio Martin Buber del barrio de Palermo, que ofrece cursos gratuitos de inglés, computación y armado de currículum para desocupados. A ellos asiste Liliana.
Las barreras para conseguir trabajo se multiplican día a día: o los años son demasiados, o son demasiados pocos. O se sabe inglés y computación, pero no se sabe de contabilidad, o se sabe de números, pero no se tiene experiencia en ventas. Y ni que hablar de otros estigmas menos explicitados: el color de piel, la orientación sexual, el cuerpo. Por eso, hay que usar todas las armas para volver al mercado laboral. Y la capacitación es una de ellas.
�Lo que pasa es que con el tema de la reinserción laboral necesito actualizar conocimientos, que los tengo un poco olvidados�, dice Alberto, otro cincuentón, que participa de los cursos de inglés del Buber. �No tengo trabajo fijo, estoy haciendo changas, pero nada seguro. No pude volver a reinsertarme en el sistema laboral. Hace un año y medio que no tengo trabajo estable. Por lo menos con esto trato de actualizarme, si no, me quedaría en casa, deprimido, con angustia�, agrega.
Martin Buber fue un filósofo humanista judío, con valores universales que toman distintas religiones. �Desde el colegio tratamos de llevar a la realidad estas ideas de Buber, por eso los chicos de acá hacen muchas actividades solidarias�, explica Néstor Bacher, coordinador de alumnos del colegio. Por su parte, Rivka Fischler, encargada de coordinar las tareas solidarias, también retomando a Buber, señala que �a cada alumno lo tomamos en su individualidad�, y asegura que por ese motivo los beneficiarios de los cursos sólo pueden ser entre 10 y 30 personas, para que puedan recibir la atención adecuada.
No solamente personas de más de 40 años participan de los cursos, que consisten en una clase semanal durante 3 o 4 meses, según la asignatura, y de 4 encuentros para los �talleres de empleabilidad�, en donde se enseña a confeccionar currículum y se reproducen situaciones de entrevista laboral; �Tengo 18 años, y vengo para poder integrarme, para adquirir conocimientos�, dice Elena, mostrando que también para los más jóvenes el mercado de trabajo se estrecha cada vez más.
�Lo que aprendí en la escuela no era lo suficiente como para tener un trabajo, y como busco empleo desde hace un año, hago el esfuerzo de venir hasta acá, porque vale la pena�, agrega.
Todos colaboran con los cursos: las autoridades del colegio, los profesores, los alumnos y los que ya egresaron. �Cada vez más chicos de acá participan de todas las actividades solidarias que tenemos�, admite Bacher. Sin embargo, reconocen que la demanda de ayuda es cada vez más grande, y que no poseen la infraestructura para darles cabida a todos los desocupados que quieren participar de las clases. Aunque �la palabra de moda por estos tiempos sea ajuste�, en el Buber siguen dispuestos a ayudar al prójimo. Para que Liliana, Alberto, Elena y tantos otros conserven la esperanza.
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