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Ventajas del mal mayor
por Claudio Uriarte

Cuanto peor, mejor� es la consigna del revolucionario desesperado, que apuesta al triunfo más siniestro de su enemigo para que, por reacción contra los excesos de éste último, la gente lo elija a él. Las cosas, desde luego, nunca son tan simples, ya que el triunfo aplastante del Enemigo reaccionario �como entre nosotros el Proceso� tiene como primer efecto la aniquilación de su Enemigo revolucionario. Y si el destino de finitud de todo condena al reaccionario a perder el poder en el futuro a manos de otro enemigo, éste nunca será el mismo de ayer. Sin embargo, y al menos en un caso, la apuesta a los extremos puede favorecer al débil contra el más fuerte. Es cuando, forzando de modo contraproducente los sutiles equilibrios que legislan la dialéctica del amo y el esclavo, el poderoso toma decisiones tan amenazantes como para precipitar en su contra no sólo a sus adversarios naturales, sino también a los meramente distintos, a los neutrales y a los terceros. En este sentido, la administración Bush es una mala noticia para el progresismo, pero también una buena. Es mala porque representa la destilación concentrada de los intereses más reaccionarios en busca de su hegemonía incuestionada, militar y económica; es buena porque magnetiza la constitución de un polo opuesto, que al menos relativiza la dictadura mundial de la superpotencia única. De un modo extraño, se está viviendo una recreación de la vieja bipolaridad de tiempos de la Guerra Fría. El modo es extraño, porque el fenómeno está gatillado por dos circunstancias contingentes �el fracaso de Rusia con la democracia de mercado, la decisión de Estados Unidos de dotarse de un escudo antimisiles que lo volvería invulnerable�, mientras produce resultados que son estructuralmente contra natura, como la creciente amistad entre Rusia y China. Aún más importante, la nueva agresividad estadounidense ha dividido la OTAN, con Alemania y Francia encabezando el lote de los disidentes. El resultado europeo �esta vez sí estructuralmente lógico� es una reaproximación entre Alemania y Rusia. Y a los débiles les conviene que los fuertes se peleen. Durante la Guerra Fría, aeródromos y puertos en distantes países africanos cotizaban ante las superpotencias según su peso en oro simplemente por su importancia táctica en el ajedrez global. La evaporación de la URSS devaluó esas posiciones, porque desaparecían los enemigos contra los cuales eran importantes. Ahora, con la repolarización de George W. Bush, el Tercer Mundo tiene una segunda oportunidad.


 

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