Por Roque Casciero
�La puta que te parió, ¡cómo cantás!� La frase le salió desde muy adentro a La Mega, la travesti locutora que forma parte de la galería de criaturas del actor Fernando Peña. Y no era para menos: su compatriota (de Peña y de La Mega), la cantante uruguaya Lágrima Ríos, acababa de entregar una versión conmovedora del tango �Vieja viola�. El reducido ámbito de la sala Colette del Paseo La Plaza estaba repleto de entusiastas seguidores del actor, de esos que se ríen hasta cuando Peña tose. Sin embargo, enseguida Ríos se ganó a todo el mundo con su buen humor, los bailecitos que disimularon sus 77 años y, en especial, con su voz y su interpretación de cada palabra, cada punto y cada coma de su repertorio. Como Goyeneche en sus últimos años, pero con mucho más resto y garganta, la única cantante negra del tango llega profundo a su auditorio, al punto que redimensiona letras escuchadas una y otra vez. Buenas noticias: los próximos dos miércoles habrá nuevas oportunidades de oírla en vivo.
La Lágrima de La Mega es una especie de homenaje a �la perla negra del tango�, en el que todo lo pautado se revoluciona por la sensación de intimidad que la cantante y el actor logran con el público. Se supone que la locutora travesti debe monologar y la vocalista, cantar: al final terminan entonando juntas y Lágrima acapara el micrófono para narrar su historia rica y dolorosa. Su infancia fue de privaciones y pobreza; en el conventillo del Barrio Sur donde vivía conoció a Gardel por casualidad; fue discriminada en una orquesta por el color de su piel; se casó tres veces; cantó junto a Troilo y Salgán, entre muchos otros; en los carnavales, fue primera figura de varias comparsas; padeció el exilio de su hijo durante la última dictadura uruguaya; apareció en películas junto a Luis Sandrini y Palito Ortega; fue candidata a senadora por el Frente Amplio. En la actualidad, además de grabar y presentarse en vivo, Lida Melba Benavídez Tabárez �tal es su verdadero nombre� preside una organización no gubernamental llamada Mundo Afro, dedicada a difundir la cultura negra.
Debe ser muy grande la admiración y el cariño que Peña tiene por Ríos, como para haber agregado una nueva actividad pública a su nutrida agenda artística: de lunes a viernes conduce �El parquímetro� por La Metro, los sábados le pone la voz a Milagros López (la ex azafata cubana) en �La vereda tropical� por Radio Del Plata, y viernes y sábados �siempre con la sala Pablo Picasso completa� presenta su galería de criaturas en las dos variantes de Esquizopeña (�Intimidad rioplatense� y �Duele�). En esas obras, verdaderos maratones de más de cuatro horas, Peña hace uso y abuso de su capacidad actoral para provocar a la mente y el corazón de su auditorio. Junto a Ríos, en cambio, deja que los brillos de La Mega asuman un respetuoso segundo plano, sin perder certeza ni filo en su humor. Una muestra: cuando la cantante abandona el escenario para cambiarse el atuendo, la travesti dice que �la vieja se va a conectar a un pulmotor, porque no da más�.
Es mentira, claro. Porque Lágrima vuelve a cantar y moverse al ritmo del candombe, y a emocionar con tangos y boleros. Es un acierto que sólo la acompañe el guitarrista Bocha Rivero, porque eso permite realzar la voz profunda y quebrada de esta señora que se sonroja cuando las bromas de La Mega suben demasiado el tono. Si Peña alguna vez decide ponerle un rostro a Milagros López, su criatura más entrañable, debería elegir uno bien parecido al de Lágrima Ríos. Nada les haría más justicia al personaje y a la cantante.
|