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LA MUERTE DEL PERIODISTA ITALIANO INDRO MONTANELLI
El mejor enemigo de Berlusconi

Independiente, ácido y autocrítico, anticomunista y anti Berlusconi, laico y defensor de la eutanasia, Indro Montanelli, historiador y decano de periodistas, falleció en Milán a los 92 años.

Por Lola Galán
y Sergio Mora
Desde Roma

Con dolor y admiración, los diarios italianos se hicieron eco ayer de la muerte, el domingo, a los 92 años, del periodista Indro Montanelli. Cuatro días antes de morir dictó su necrológica, que publicó ayer Il Corriere della Sera: “Miércoles 18 de julio, 1.40 de la madrugada. Llegado al final de su larga y atormentada existencia. Indro Montanelli. Periodista. Fucecchio 1909, Milán 2001. Se despide de sus lectores agradeciéndoles el afecto y la fidelidad que le han demostrado. Que sus cenizas incineradas se recojan en una urna y se fije en la base, sin obra de albañilería, en el nicho de su madre Maddalena en la modesta capilla de Fucecchio. No se desean ni ceremonias religiosas, ni conmemoraciones civiles”.
Para entender la independencia del espíritu de Montanelli, que no fue un ideólogo obstinado, baste recordar una de las críticas más fuertes y sencillas hechas hace tres meses al megamagnate de los medios Silvio Berlusconi: “Un hombre con tanto poder que suba al gobierno me da miedo”. Y si bien dijo que votaría por el centro izquierda, él que era liberal y se definía de derechas, no estrechaba lazos con aquellos por quien votaría ni les ahorraba reproches. Otro de sus consejos electorales célebres fue en 1976 cuando recomendaba: “Tápense la nariz y voten por la Democracia Cristiana”.
Personalidades de la política y la cultura, de izquierdas y de la derecha a la que perteneció Montanelli muy a su modo, rindieron ayer tributo al hombre enjuto, al italiano digno y al gran reportero que fue Montanelli a lo largo de su larga y fructífera carrera. El trabajo de enviado especial de Indro Montanelli en la guerra de Abisinia, en la guerra civil española, en Albania, durante la invasión fascista, su conversación con Hitler, se convirtieron en material obligado de consulta para los jóvenes periodistas y para los lectores que hasta el último día de su vida fueron su máximo interés en la vida. Hasta el último minuto, Montanelli se mantuvo fiel a su cita semanal con una cadena de televisión italiana, donde analizaba con agudeza la actualidad semanal.
Montanelli atendía siempre a los colegas. Bastaba ponerse en contacto con su secretario para concertar una cita telefónica. El veterano periodista estaba siempre disponible, siempre generosamente dispuesto a prestar un poco de su experiencia, de su visión curiosamente patriótica y al mismo tiempo crítica y sin ilusiones sobre Italia. “Mi vida profesional es mi vida”, dijo Montanelli al cumplir los 80 años. Y era sincero. Después de haberse licenciado dos veces, en Derecho y en Ciencias Políticas, emigró a Francia, donde estudió en la Sorbonne y fue contratado por el diario vespertino Paris Soir. Comienza así una carrera fulgurante. Primero, redactando las páginas de sucesos; más tarde, como enviado especial. En 1935, con apenas 34 años, Montanelli se enrola en el Ejército y parte para el frente de Eritrea. Más tarde escribiría largamente sobre los años de la ofensiva italiana en el país norafricano, reivindicando siempre la relativa humanidad de aquella conquista frente a los que acusaban a los ejércitos del Duce de haber cometido barbaridades.
“Para nosotros”, declaró Montanelli 50 años después en una entrevista, “Abisinia era como el Oeste para los americanos: una nueva frontera, un país nuevo, donde construirnos una existencia distinta. Nos marchamos allí también para huir de las liturgias del régimen. Pero también allí llegaron los jerarcas obtusos y bufones. Al final, Mussolini terminó por perder la cabeza”. Montanelli se sintió allí traicionado por el fascismo y “fue el divorcio”, declararía después. Desde entonces, se convirtió en un liberal, en un hombre de derecha razonada que defendió hasta el final su independencia y sus puntos de vista personales.
Pero Abisinia había sido para Montanelli la puerta de acceso al gran periodismo. Gracias a su Diario de guerra logra un contrato para escribir en Il Corriere della Sera, que se convertiría después en su diario. Comoenviado especial de Il Messagero, viaja antes a la guerra de España, desde donde escribe los primeros alegatos contra el régimen mussoliniano. Su visión del conflicto estremece a los jerarcas de Roma, que le ordenan regresar a Italia. Montanelli es enviado un año a Estonia. En 1938, el maestro entra el Il Corriere, donde permanecería 40 años.
Montanelli, fascista convencido en su juventud, arriesgó después la piel cuando se separó del régimen, hasta el punto de terminar en una prisión de Roma, condenado a muerte por actividades antifascistas. Escapó del pelotón de fusilamiento por muy poco y escribió una hermosa novela, llevada después al cine y galardonada con el León de Venecia (1959), El general della Rovere, de Roberto Rossellini, e interpretada por Vittorio de Sica.
Entre sus obras dedicadas a la historia destacan Historia de Roma (1957) e Historia de Grecia (1958).
El último gesto de orgullo independiente, tras su salida de Il Corriere della Sera, el diario que fue toda su vida, fue la ruptura con Silvio Berlusconi, el empresario que le rescató cuando Il Giornale, fundado por Montanelli, entró en una peligrosa crisis económica. Desgraciadamente para el maestro de periodistas, después de una relación de mutuo respeto e independencia que había durado casi 20 años, la decisión de Berlusconi de entrar en política, a finales de 1993, significó una de las rupturas más sonoras y polémicas de la historia profesional de Montanelli. El hombre que vivió a fondo la dictadura de Mussolini, el que fue herido en 1977 por una ráfaga de disparos en las piernas, un castigo reservado por las Brigadas Rojas a los amigos del capitalismo, se enzarzó sin problemas en la batalla con Il Cavaliere.
Incapaz de escribir al dictado, de convertir Il Giornale en una tribuna política a favor del Berlusconi aspirante a primer ministro, Montanelli se fue dando un portazo y creó, con muchos años ya pero con muchas energías, La Voce. Un diario condenado al fracaso porque Montanelli, maestro de cronistas, no fue nunca un hombre capacitado para la dirección. Demasiado individualista, demasiado centrado en su propio trabajo, en su propia visión del universo.

Génova víctima de vendetta

No sólo la muerte de Indro Montanelli entristeció ayer a la prensa libre italiana. Es que el asalto al centro de prensa del Foro Social de Génova, cometido anteayer por la policía italiana, fue sindicado como “una venganza” contra los manifestantes antiglobalización que “escracharon” la reunión del Grupo de los Ocho. Eso es lo que denunció Vittorio Agnoletto, vocero de este Foro, pidiendo además que la gente se manifieste en todas las comisarías del país en protesta por el hecho, ocurrido en plena madrugada del domingo, que dejó 61 personas heridas y 50 detenidos. La oposición centroizquierdista del Olivo pidió una comisión investigadora de lo ocurrido en Génova, incluso barajando como posibilidad la renuncia del ministro del Interior, Claudio Scajola. Tanto Scajola como el premier italiano Silvio Berlusconi salieron anteayer a defender el asalto al centro de prensa, pero ayer dijeron que no estaban enterados de cómo iba a ser la razzia. Según el gobierno, el jefe de Policía, Gianni De Gennaro, dio la orden de entrar en el centro de prensa sin consultar con el Ministerio del Interior. Más allá de este pasarse la pelota, la batalla por la opinión pública, que el G-8 parece haber perdido frente al movimiento antiglobalización, dio un resultado curioso en Italia. Según una encuesta de Datamedia, la mayoría de los italianos considera que la policía fue muy blanda en Génova.

 

 

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