Los consorcios de los edificios
más viejos de la ciudad se resisten a controlar sus balcones: a
sólo dos semanas de que se cumpla el plazo para presentar los certificados
de conservación de fachadas, apenas el 10 por ciento de los 86
mil inmuebles alcanzados por la medida cumplió con el trámite.
Norberto DAndrea, titular de la Dirección General de Fiscalización
de Obras y Catastro, advirtió a Página/12 que después
del 9 de agosto se intimará a los consorcios que estén en
mora. En el sur de la ciudad, donde las edificaciones antiguas son
mayoría, la situación es la más grave: según
un relevamiento hecho por la Defensoría del Pueblo porteña,
sobre los edificios ubicados en 142 manzanas del barrio de Monserrat,
un 20 por ciento representa un potencial riesgo para sus propietarios
o para terceros.
Luego de una serie de balcones caídos en distintos barrios porteños,
la Legislatura sancionó una ley que obliga al control de los edificios.
Entre otras disposiciones, las construcciones de más de 72 años
deben hacer verificar el estado de los balcones por un profesional.
La demora de los consorcios para presentar la certificación
tiene dos orígenes explicó DAndrea. En
principio, la gente no toma conciencia de que una fisura en un balcón
o un trozo de mampostería floja pueden representar un peligro para
los vecinos del edificio o para los transeúntes. En segundo lugar,
por la situación económica actual, los consorcios a veces
no cuentan con el dinero suficiente para contratar a un profesional que
certifique el estado de la fachada.
Según el relevamiento de la Defensoría, los barrios del
sur porteño -con Monserrat a la cabeza son los más
afectados, aunque no los únicos: también Recoleta, Palermo
y Colegiales tienen edificios con revoques en mal estado, grietas en los
frentes o balcones semidestruidos. Eduardo Fachal, jefe del Area de Interés
Ciudadano de la Defensoría, consideró que el Gobierno porteño
es en parte responsable por la demora de los vecinos para cumplir con
el trámite: La normativa debería haberse publicitado
un poco más, señaló. Fachal explicó
que debe exigirse el cumplimiento de los controles. Tal vez no haya
que multar (a los morosos) por ahora, pero sí deben realizarse
las intimaciones con fecha cierta, porque lo que se pone en juego es ni
más ni menos que la seguridad de las personas.
La ley 257 de la ciudad de Buenos Aires, que entró en vigencia
en agosto de 1999, establece plazos y pautas para el control de todos
los edificios de la ciudad. El 9 de agosto próximo se cumple el
período de presentación de las construcciones de más
de 72 años; las que tienen entre 71 y 51 años vencen el
año que viene, y las de entre 50 y 34 años, en el 2003.
Para los edificios más antiguos, los controles deben efectuarse
cada dos años; para el resto, la ley estipula plazos que van desde
los 4 hasta los 10 años.
La norma fue elaborada tras el derrumbe del balcón de un departamento
ubicado en un séptimo piso, en la calle Amenábar al 1700
del barrio de Belgrano. El incidente se produjo en la mañana del
20 de julio de 1998 y no se registraron víctimas. Un año
después, cuando la ley ya estaba en vigencia, siete balcones se
desmoronaron en cadena, en el mismo barrio, en un edificio ubicado en
el cruce de La Pampa y Melián.
El trámite de presentación del certificado es gratuito,
y los vecinos pueden realizarlo en el Centro de Gestión y Participación
de su barrio, o en el Edificio del Plata, explicó DAndrea.
La Dirección de Fiscalización de Obras y Catastro cuenta
con una base de datos donde se puede consultar la antigüedad de un
edificio en caso de desconocerla, y en la Cámara de Propiedad Horizontal
y en los consejos profesionales de arquitectos e ingenieros pueden realizarse
consultas al respecto.
En caso de que el incumplimiento de la norma fuera por este motivo, DAndrea
aclaró que el Gobierno porteño dispuso créditos
blandos a través del Banco Ciudad, para que los vecinos puedan
afrontar la contratación del profesional. Además,
con la nueva reglamentación de publicidades en edificios, colocando
un telón publicitario para cubrir la fachada en reparación
podrían autofinanciarse la obra, agregó.
DOS
OBREROS SEPULTADOS EN UN POZO
Morir junto al padre
La fortuna de haber conseguido
un trabajo compartido se transformó en desgracia para un hombre
y su hijo, que murieron sepultados en un zanjón bajo una gran cantidad
de tierra, en una excavación que estaban realizando en Talar de
Pacheco. El accidente se produjo al desmoronarse una de las paredes del
pozo de cuatro metros de profundidad en el que se encontraban, mientras
trabajaban en la instalación de una carpeta asfáltica.
El hecho ocurrió ayer por la tarde en un obrador ubicado en la
esquina de Libertad y Groussac de Talar de Pacheco, en el partido de Tigre.
Por motivos que aún no se han podido establecer, una máquina
excavadora provocó un desmoronamiento en una de las paredes del
pozo de cuatro metros de profundidad y 1,20 de diámetro. Debido
a esto, los obreros Hugo Oscar Estigarribia, de 48 años, y su hijo
Hernán Luciano, de 20, quedaron atrapados bajo la tierra en el
interior del pozo.
Tras ser alertados por los otros operarios, efectivos de la comisaría
5ª de El Talar concurrieron al lugar junto con los bomberos del cuartel
de la zona, que trabajaron con picos y palas a toda velocidad para lograr
desenterrar con vida a los obreros sepultados. Finalmente pudieron dar
con ellos, pero con la sospecha de que los dos ya se encontraban muertos.
Pese a los esfuerzos de los médicos presentes, no se los pudo reanimar:
según confirmaron desde el cuartel de Talar de Pacheco, ambos fallecieron
por asfixia.
Uno de los compañeros de los obreros Hugo y Hernán Estrigarribia
que vivían en la localidad bonaerense de Don Torcuato,
aseguró no cayeron en el pozo por el derrumbe, sino que ambos se
encontraban trabajando en el interior de éste. Fuentes policiales
informaron que la obra está a cargo de una empresa privada que
fue contratada por la Municipalidad de Tigre.
Ayer por la noche, en el barrio de Núñez, otro obrero sufrió
un accidente al hundirse un trozo de una zanja por el peso de la topadora
en la que estaba trabajando, pero sólo sufrió heridas leves.
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