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ENTREVISTA AL ESCRITOR ANDRES RIVERA, QUE ACABA DE PUBLICAR “HAY QUE MATAR”
“Los lectores de mi obra buscan violencia”

Uno de los personajes de la nueva novela del autor de �La revolución es un sueño eterno� entiende que hacer justicia por mano propia es una de las formas de la justicia. En esta entrevista, el Premio Nacional de Literatura 1992 cruza esa idea con la realidad social de la Argentina de hoy.
Para Rivera, los jóvenes que protestaron en Génova contra la globalización pretenden que el sistema mejore.


Por Verónica Abdala

Su lengua es tan filosa y corrosiva como las frases que construyen sus libros. Casi no sonríe, aunque recibe a las visitas con amabilidad de caballero inglés. Su mirada no perdona las imprecisiones, salvo en los momentos en que Andrés Rivera descuida su perfil más cerebral y se entrega a la conversación con un entusiasmo tan enfático y provocativo como el título de su última novela, Hay que matar, que está publicando editorial Alfaguara. La novela, que transcurre en la Patagonia en la década del 20, plantea un triángulo amoroso, en cuyo centro está un sargento de policía, nacido en Irlanda, a quien su mujer engaña con un hombre que está decidido a matar, si es necesario, en búsqueda de justicia. Rivera desliza que la idea central de su novela es demostrar que la violencia individual no sirve. La certeza que subyace en sus tesis es que, en cambio, la violencia colectiva puede ser partera de la historia, como solía afirmarse.
El autor de La revolución es un sueño eterno (Premio Nacional de Literatura 1992), La sierva, El farmer y Tierra del exilio, entre otras obras, tiene 73 años y ocupa, con absoluta justicia, un lugar privilegiado entre los nombres de la mejor narrativa argentina contemporánea. Asegura que, como hombre de izquierda, jamás se arrepentirá de haber creído en que otra Argentina era posible, ni de haber luchado por eso. Desprecia a los que se dicen neutrales (“porque esos también hacen política”). Y se declara un defensor de los derrotados, a los que espera saber contar.
Lector atento de Raymond Chandler, James Joyce, Herman Melville. Ernest Hemingway, William Faulkner y Jorge Luis Borges, afirma que tal vez aprendió de ellos el exquisito arte de la precisión. Le teme menos que antes al paso del tiempo y tampoco lo asustan los silencios. Porteño de Villa Crespo, vive desde los años del menemismo temprano en Córdoba, con su mujer, con la que fundó una biblioteca popular, que funciona en un sitio en que la marginación no es un dato estadístico más.
–¿Cómo vive a esta altura de su carrera la publicación de un nuevo libro, Rivera? ¿Cuáles son sus expectativas, sus temores?
–Temores no tengo ni tuve nunca, ni siquiera cuando publiqué El precio, mi primer libro. Sí expectativas, incluso cierta ansiedad, por cómo recibirán el libro los lectores.
–¿Usted siente que tiene un público lector cautivo?
–Creo que todos o casi todos los escritores argentinos tienen sus lectores y que a menudo esos lectores son más cultos e inteligentes que los escritores a los que leen.
–¿Y qué cree usted que buscan sus lectores en sus libros?
–Esa es una buena pregunta... Cada escritor tiene un tono. ¿Qué buscan los lectores de Belgrano Rawson? Yo no lo sé. Sólo sé que él les ofrece un universo, un universo distinto al que ofrece Ricardo Piglia o Héctor Tizón o al mío. Yo creo que muchos de los lectores buscan violencia en mi obra.
–La violencia histórica y la violencia inherente a casi toda relación humana...
–Sí, la violencia del ser humano. O la violencia de clase, que responde a motivaciones histórica. Y también la violencia de género, la violencia que se ejerce sobre ellas, que cargan con el peso de los hijos. La humanidad debería liberarse de los hijos para que las mujeres alguna vez pudieran liberarse de la opresión que les pesa. Serían las últimas en poder liberarse. Ellas objetan generalmente el tratamiento sexual que he descrito en mis novelas.
–Usted declaró en una entrevista que concedió a Página/12 hace tres años que sus personajes, más que ideas, encarnan preguntas. ¿Cuáles son las preguntas que, en el caso de este nuevo libro, se hacen carne en sus personajes?
–Supongo que son preguntas de impotencia, y de violencia. Y, fundamentalmente, encarnan la intuición de que la violencia individual no conduce a nada.
–El título, en este sentido, se parece más una respuesta.
–Es una convocatoria.
–¿A qué?
–A matar.
–¿A matar a quién, a matar qué?
–Dicen que hubo trescientos mil jóvenes en las calles de Génova. Todos ellos quieren cambios, adentro del sistema. Piden reivindicaciones, pero en el marco del actual sistema. Es decir que esperan que el sistema subsista en lo esencial. Eso supone que ellos creen que el sistema puede darles salud, educación, justicia, cultura y libertad. Y no es así. Si no que se lo pregunten a los habitantes de General Mosconi. En síntesis, hay que terminar con el sistema y con sus representantes. Hay que matar significa precisamente eso. Que hay que matar, significa. Que el general Manuel Belgrano, ese hombre, que además era un caballero, no vaciló en fusilar a una serie de soldados que no quisieron arrancarse la coleta que era símbolo del poder español. ¿Eso es violencia no? Esa violencia ¿no nos dice nada sobre cómo se hace la historia?
–¿Usted cree que en el marco de la actual crisis económica argentina una parte del pueblo debería tomar las armas?
–No lo sé porque no soy gurú.
–¿En qué medida cree que la literatura puede influir en la percepción que un pueblo tiene de su realidad política y social?
–No creo que la literatura colabore mucho en ese sentido... Quienes leen a un escritor, como decíamos antes, comparten de antemano ciertas ideas de un escritor, más allá de que compartan lo que el escritor ponga en escena en sus páginas. Aunque básicamente, los lectores leen porque leyendo gozan, más allá de que haya o no una afinidad ideológica. Un ejemplo de ello es Jorge Luis Borges.
–En su caso, sin embargo, a diferencia de Borges, los relatos reflejan claramente una intención de explicitar ideas políticas.
–No creo en los neutrales, esos son los peores, y también hacen política. Pero antes que nada creo en el compromiso con la escritura capaz de hacer gozar al lector. Nadie puede ni debería leer una sola página que lo aburra.
–En su visión, ¿la Argentina es una país en el que se han extinguido los revolucionarios?
–Los únicos revolucionarios que hubo aquí fueron los de la revolución de Mayo. Y eso pasó hace ya mucho tiempo.
–...
–¿Es que además; cómo se sabe si alguien fue o no un revolucionario? Carlos Marx fue un revolucionario, porque proveyó con instrumentos de análisis a millones de personas, para que estas personas se liberaran de un régimen que los explotaba. Lo que es seguro es que no hay revolucionario sin revolución, como no hay revolución sin revolucionarios. ¿Está claro lo que quiero decir?

 

El compromiso y los neutrales

–¿Usted supone que el compromiso del escritor es una obligación antes que una elección?
–Es probable, al menos eso fue válido para mi generación. Yo no me atrevería a decirle a un escritor que recién comienza escribir en este páramo que ya dura muchos años que tenga otro compromiso que el de intentar conquistar al lector, al que tiene que ganarse con placer, con sudor y si es necesario con lágrimas. El desafío es cautivarlo. Lo demás no depende de nosotros los escritores sino del bendito país en el que vivimos.
–¿La narrativa argentina de las últimas décadas ha reflejado fielmente en las últimas décadas este “bendito país”?
–No he leído lo suficiente como para saber eso. Sé que aquí hay muy buenos escritores, que de un modo u otro no se sienten tocados por esta realidad. Si la van a describir en el futuro o ya lo han hecho, cosa que tampoco están obligados a hacer, es cosa suya. Pero casi no hay neutrales en materia de literatura en este país, como tampoco en América latina.

 

Un testigo que mira, “azorado”

–¿Cómo vive usted en estos tiempos de riesgo país por las nubes?
–Como un privilegiado, un escritor reconocido y generosamente premiado, periodista jubilado. Soy un testigo del sufrimiento de los otros. Entre ellos, los que bajaron los brazos y que ven a sus hijos drogados o traficando drogas, a sus hijas abriéndose de piernas para conseguir un trabajo, así como vieron a sus madres trabajando como domésticas en los barrios ricos. ¿Y yo debería quejarme?
–Uno de sus personajes afirma en el libro que la Argentina se ha convertido en un país incapaz de proporcionar felicidad, en el que ni los ricos la pasan bien.
–Es cierto, es que ni siquiera esos financistas afiebrados pueden disfrutar de esta lógica de acumulación. Quizás sean felices esos nuevos conquistadores de América que llegan hasta aquí como antes llegaban a Cuba para llenarnos de hoteles cinco estrellas. A nadie se le ocurre intentar cambiar es, porque, ¿para qué? ¿Para qué resistirse a que también los extranjeros nos jodan y hagan cenizas una empresa como Aerolíneas? En fin, qué voy a decir el mundo, simplemente lo contemplo, azorado.

 

El bando de los derrotados

–En sus libros hay muchos personajes decididos a cambiar las cosas a cualquier precio...
–Sí, pero a mí no me interesa contar a los revolucionarios.
–¿A quiénes le interesa contar?
–A los derrotados. No sé si lo logro, pero intento contarlos a ellos.
–Los cuenta con su dignidad, y con su patetismo también.
–Incluso intento contar la conversión del derrotado, que supera su condición de derrotado. Ellos nos enseñan cómo equivocarnos menos. Los verdugos, por supuesto, no me interesan, porque son siempre los mismos, tanto los que mandan a matar como los que matan. Dígame la verdad, ¿usted conoce a algún hombre o mujer de derecha que sea culto e inteligente, las dos cosas juntas? Yo soy del bando de los derrotados, por elección. Por ellos y sobre ellos escribo, y eso que ya he escrito demasiado.

 

ESTADOS UNIDOS IMPORTA TELEVISION
Von Trier, según King

El escritor estadounidense Stephen King, uno de los más xitosos autores de bestsellers de literatura fantástica y terror, será el responsable de la versión norteamericana de “Riget”, la serie de televisión creada por el cineasta danés Lars Von Trier, máxima figura del movimiento del Dogma 95. La serie original, ideada en 1994, narra el trabajo diario del principal hospital de Copenhague, donde ocurren fenómenos paranormales. Tras su gran éxito de público y crítica en la televisión pública danesa DR, canales de países como el Reino Unido o Alemania decidieron también llevarla a sus pantallas. Ahora es el turno de Estados Unidos, y especialmente del célebre escritor de novelas de terror que trabaja muy entusiasmado en la idea de adaptar la serie a la televisión de su país. Según declaraciones del portavoz de ABC Entertainment, Stu Bloomberg, el interés de King “casi se ha convertido en una obsesión”.
El escritor, que es el autor vivo que más obras vende en el mundo, redactará en principio sólo el guión del primer capítulo, aunque es probable que también escriba los de los trece restantes. Añadieron que más que una adaptación para el público estadounidense, la producción pretende ser una nueva versión de la idea original de Von Trier, autor entre otros films de Medea, El elemento del crimen, Contra viento y marea, Los idiotas y Bailarina en la oscuridad. El encargo de ABC Entertainment será el primer trabajo de King después del accidente automovilístico del que salió gravemente herido hace dos años. Von Trier, en tanto, acaba de anunciar que no rodará su próximo film con Nicole Kidman como protagonista, como se había anunciado. El realizador dice que no quiere tener problemas como los que afrontó cuando rodó su anterior film con la cantante Björk como estrella. Kidman acaba de separarse del astro Tom Cruise.

 

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