Por Cledis Candelaresi
Un Domingo Cavallo serio, medido,
apocado, se empeñó ayer ante la prensa extranjera en negar
la posibilidad de que Argentina entre en default, devalúe su moneda
o deba soportar un descalabro institucional a raíz del último
ajuste que se está instrumentando. Para descalificar una presunta
cesación de pagos, el ministro de Economía aludió
a la presión de una corriente intelectual ultraconservadora,
con llegada al Tesoro de los Estados Unidos, aunque eludió cuidadosamente
dar el nombre de los referentes locales que fogonearían en el mundo
la idea de que la deuda argentina es impagable. Para tranquilizar a los
inversores foráneos, recordó que la pauta de déficit
cero está impuesta por un decreto en vigencia, que seguirá
teniéndola aun en la hipotética situación que el
Congreso no lo avalara. Mientras tanto, el comportamiento del mercado
local, la actitud de los operadores ante los títulos argentinos,
los rumores en la city y hasta la baja en la calificación de la
deuda decidida por una evaluadora de riesgo, seguían empujando
al país financieramente hacia el borde del precipicio.
Tras una jornada en la que, una vez más, la incertidumbre política
impulsó hacia arriba el indicador por excelencia de la crisis,
el riesgo país, y el índice de acciones líderes de
la bolsa porteña sumó otro retroceso del 2,5 por ciento,
la calificadora Moodys le bajó la nota a la deuda argentina
al nivel de países como Ucrania o Pakistán. El nivel C
que le impuso Moodys a Argentina supondrá que muchos inversores
institucionales de Estados Unidos, por normas regulatorias de ese país,
deberán desprenderse de sus papeles de deuda argentinos que han
pasado a ser considerados altamente riesgosos. Entre dichas
instituciones se cuentan las compañías de seguros.
Aunque Cavallo enfrentó a la prensa extranjera por la mañana,
debió responder por anticipado a las inquietudes que después
se vieron reflejadas en el comportamiento de los mercados. Una gran proporción
de las preguntas formuladas por los integrantes de la Asociación
de Corresponsales Extranjeros plasmó la inquietud que alborota
los mercados de otros países: que Argentina se vea forzada a una
inminente reprogramación integral de su deuda, debido a la imposibilidad
de afrontarla y, tal vez como corolario, a devaluar su moneda. No
consideramos para nada estas alternativas, que serían muy perjudiciales
para la economía (...); estamos tomando todas las previsiones para
pagar los intereses, sentenció Cavallo. Minutos antes, el
ministro había esbozado lo que podría considerarse una especie
de teoría conspirativa contra la estabilidad de la economía
local.
Hay una corriente ideológica que parece tener influencia
en círculos ligados al Tesoro, que criticó la participación
del FMI en las crisis asiáticas, de México y de Brasil,
comenzó argumentando el ministro. Los promotores de esa corriente
se oponen a que el Fondo, básicamente con recursos de los contribuyentes
norteamericanos, sigan auxiliando a países en situaciones límite.
Son los mismos que pregonan como estéril una ayuda financiera a
la Argentina que, aun con déficit cero, entraría irremediablemente
en default.
Menos impulsivo que en otras épocas, el ministro se negó
a identificar a los representantes locales de esa doctrina, para no poner
sus nombres en los diarios y favorecerlos con la publicidad. Acá
se los llama ultraliberales, pero son los ultraconservadores de los Estados
Unidos, fue la referencia más concreta. Desde que reasumió
las funciones de ministro de Economía, Cavallo señaló
a sectores fundamentalistas locales ligados a académicos
del exterior como responsables de impulsar la dolarización y de
generar incertidumbre sobre el futuro cambiarioargentino. En medio de
esta pelea, logró desprenderse del titular del Banco Central, Pedro
Pou, que fuera reemplazado por Roque Maccarone.
A ojos del ministro, la prosperidad económica argentina tiene otros
detractores, tampoco individualizados. Hay gente que apostó
dinero sobre la hipótesis de que a la Argentina le irá mal.
Igual que en 1995: en el exterior hubo gente que apostó dinero
para que nos vaya mal. Por eso harán todo lo posible para que nos
vaya mal.
No existe default inminente ni fractura política, ni siquiera conflicto
con el Parlamento, según manifestó. No hay ninguna
pelea con Diputados y el Senado, aseguró Cavallo, para quien
Economía coincide con los legisladores en lo que considera una
regla justa y sana. Ese criterio es el siguiente: cuando suba
la recaudación, la prioridad será subir el piso de las jubilaciones
y salarios amparados del recorte, de 500 a 1000 pesos. Los haberes que
estén en esa franja serán los primeros en beneficiarse con
una eventual suba de los ingresos públicos, mientras que los que
sigan alcanzados por el recorte tendrían que esperar otro trimestre
de bonanza para recibir algún resarcimiemnto.
Cavallo consideró muy importante el apoyo político
del Senado que hasta ayer no había obtenido al decreto
de necesidad y urgencia que impone la pauta del déficit cero. Pero
recordó que, de todos modos, éste está vigente, ya
que es una norma de carácter excepcional. En otros términos:
el ajuste se aplicaría aun con la resistencia del Senado, que el
ministro ayer minimizó, omitiendo que tanto legisladores oficialistas
como de la oposición son renuentes a avalar una iniciativa que
consideran políticamente inviable.
Nunca pensé que la democracia política no funcionara
o que faltara apoyo político al gobierno. Argentina tiene gobierno,
el gobierno tiene poder y lo está usando, intentó
convencer Cavallo, para destacar, a renglón seguido, la responsabilidad
y el compromiso probado por los hombres del Congreso y los gobernadores
en esta situación de crisis.
El mensaje es, quizás, una modesta apuesta del hombre fuerte de
Economía para que el riesgo país no siga remontándose
a raíz de la incertidumbre política. La palabra, como quedó
demostrado ayer una vez más, la sigue teniendo el mercado.
Comprenden pero no
confían
Confiamos en que Argentina seguirá mejorando, a pesar
de estas situaciones difíciles, aseguró ayer
el viceministro de Economía, Daniel Marx, luego de que la
agencia calificadora de riesgo Moodys le bajó la nota
a la Argentina y que el riesgo país volvió a subir
por arriba de 1500 puntos. Marx estuvo reunido en Washington con
las máximas autoridades del FMI, Horst Koehler y Stanley
Fischer, quienes comprendieron las mejoras que se están
haciendo en busca de un menor déficit fiscal, de acuerdo
a lo expresado por Marx. Uno de los temas que conversó con
ellos fue la posibilidad de que el organismo adelante la revisión
de las metas del primer semestre, a fin de que estén disponibles
cuanto antes 1200 millones de dólares.
Esos fondos corresponden al blindaje financiero, pero serán
liberados por el FMI recién en setiembre, tras la aprobación
del directorio del cumplimiento de las metas del primer semestre.
El subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, John Taylor, exhortó
anteayer al FMI a que apure el desembolso, como una señal
de respaldo a la Argentina. Marx ayer no pudo lograr el compromiso
de Koehler a desembolsar el dinero antes de setiembre, pero el tema
quedó planteado. Estaremos en contacto permanente para
que podamos contar con los fondos ante alguna emergencia,
aseguró el funcionario, quien también se entrevistó
con el titular del BID, Enrique Iglesias.
Marx viajó a la capital de Estados Unidos a buscar apoyo
y a explicar a los organismos internacionales de crédito
la política de déficit cero. Pero allá se enteró
que la agencia Moodys degradó la nota de Argentina.
Al respecto, dijo que ellos toman la decisión con lo
que creen. Nosotros seguimos pensando que Argentina tiene circunstancias
difíciles que está enfrentando. Seguimos confiando
en que Argentina va a continuar mejorando.
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LA
FORTALEZA INSTITUCIONAL Y LOS SUCESIVOS AJUSTES
Cuando el mérito es sobrevivir
Por C. C.
Los sucesivos ajustes
demostraron la fortaleza institucional argentina, sentenció
ayer Domingo Cavallo admitiendo, tal vez sin tener intención de
hacerlo, que la dureza de los paquetes aplicados en el último tiempo
bien podrían haber perturbado el buen funcionamiento democrático
del país. Los ejemplos que eligió para probar aquella robustez
fueron otros, e incluyeron desde el abandono a que lo condenó Carlos
Menem en su lucha contra la corrupción hasta la renuncia del vice
Carlos Alvarez, a quien criticó muy elípticamente. Después,
derrochó elogios hacia Fernando de la Rúa y se empeñó
en probar que el presunto liderazgo presidencial sobrevivió indemne
a los avatares políticos de la Alianza.
La personalidad de De la Rúa ayuda. A diferencia de Menem,
que despertaba resistencia por su aspiración de poder, el Presidente
es visto como un líder democrático, de consenso, que trabaja
con responsabilidad. Por eso, en la práctica, gobierna con todos
y para todos. Aunque sea informalmente, consiguió que este gobierno
sea de unidad nacional, destacó.
Desde la perspectiva del Palacio de Hacienda, De la Rúa tiene el
apoyo de los gobernadores, y ese aval no se diluiría ni siquiera
con un resultado electoral adverso en octubre. Las elecciones sólo
darán un dato más acerca de qué partido gana,
opinó, restándole impacto al comicio para renovar el Congreso,
que podría resultar adverso para la Alianza.
Algunos dirigentes se van. Pero afortunadamente son más los
que perseveran y se quedan. A los que se van, la gente los olvida.
No lo mencionó, pero el sayo bien le cabe a Alvarez, uno de los
promotores del acercamiento entre Cavallo y la Alianza antes de retirarse
de la vida política. Pero quien le sigue inspirando la más
fuerte inquina es el ex presidente Menem, al que ayer aludió más
de una vez en su encuentro con los corresponsales. Cómo será
la fortaleza institucional argentina que, a pesar del envión con
el que venía, Menem no pudo conseguir un tercer mandato,
resaltó.
RODRIGUEZ,
DE AFIP, ADMITE QUE CAERA LA RECAUDACION
El default llegó a los impuestos
La recaudación tributaria
de julio será un 4 por ciento inferior a la del mismo mes del año
pasado, según la proyección del propio titular de la Administración
Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Héctor Rodríguez.
La previsión, con lo pesimista que parece, es todavía más
auspiciosa que la mayoría de los pronósticos formulados
en los últimos días. Otras fuentes de la propia AFIP, con
un criterio más cercano a las hipótesis privadas, diagnosticaron
en tanto que la caída de ingresos será de entre el
5 y el 6 por ciento.
Los ingresos de julio resultan especialmente importantes debido a la vigencia
del déficit cero establecido en el decreto 896/01,
que dispone que los gastos del Estado nacional deben estar sujetos a la
recaudación. Además, jugarán en el balance fiscal
contra egresos que aún no habrán sido sometidos a los recortes
dispuestos por los decretos de los últimos días, tanto en
salarios como en gastos corrientes.
Según Rodríguez, la caída de la recaudación
se explica por la menor actividad económica y a que,
en el transcurso de julio, hubo un paro general, paros de estatales
y tasas de call (préstamos entre bancos) del 200 por ciento,
con lo que es mejor negocio la renta financiera que pagarle al Estado.
El funcionario no computó, en cambio, cómo pesó la
incertidumbre frente a los sucesivos paquetes de ajuste que trastabillaron
y la sensación cada vez más asentada de que Argentina avanza
irremediablemente hacia la cesación de pagos.
Fuentes de la AFIP indicaron, pocas horas después, que información
de último momento ingresada a las bases de datos del organismo
advierte sobre una merma de recursos superior a la que había estimado
Rodríguez. Destacaron las mismas fuentes que un paro general
(como el del 19 de julio) representa una caída de 40 millones en
la recaudación, monto equivalente al uno por ciento.
Respecto del ajuste de gastos en la administración pública,
el titular de la AFIP recordó que el organismo lleva cuatro años
en proceso de reestructuración, en el que perdió personal
y, con ello, recursos humanos para combatir la evasión.
AGARRADOS
DE LA CONVERTIBILIDAD
Una caída sin ruido ni sorpresa
Daniel Marx no tendría trabajo
en el Tesoro estadounidense con Bush, porque no quiere allí
a ningún financista. El populismo de derecha dejará que la Argentina
se estrelle.
�Wall
Street contra Main Street, la
calle comercial contra la financiera.�
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Por Julio Nudler
Como dice Ricardo Schefer, del
CEMA, esto es Main Street contra Wall Street, la calle comercial
contra la financiera. En otras palabras, los sectores reales de
Estados Unidos, opuestos a rescatar deudores sin remedio, como la Argentina,
para que los especuladores financieros, después de haber embolsado
intereses siderales, salven íntegramente el capital que arriesgaron.
Roberto Bouzas, de Flacso, subraya a su vez que el de George W. Bush es
el primer gobierno federal en mucho tiempo que no nombró en los
niveles superiores del Departamento del Tesoro a nadie proveniente de
las finanzas. Es decir, a ninguno que venga de años o décadas
de estar prestándoles plata, entre otros, a los mercados periféricos
o emergentes. Mientras esa clase de personajes, como Daniel Marx y sus
asistentes, son decisivos en el equipo económico argentino, y quienes
se ocupan de los fierros no figuran ni a placé valga
Carlos Sánchez, secretario de Industria, como botón de muestra,
en Washington el peso político e ideológico está
repartido de muy otra forma.
Para Arturo OConnell, analista de temas económicos internacionales,
en Estados Unidos prevalece la decisión de convertir a la Argentina
en un caso ejemplar, paradigmático. Es decir, dejarla caer, teniendo
además en cuenta que sus deudas en verdad involucran una porción
muy pequeña de la cartera crediticia de la banca y de los fondos
mutuos. Es el mismo enfoque sostenido en un reciente informe por el Bank
of England (banca central británica): la Argentina y Turquía,
los dos cucos del momento, reúnen sólo un 4 por ciento de
los préstamos internacionales de la banca de los países
industriales y de los centros off shore. Aun así, este número
general oculta niveles de exposición más preocupantes, como
el de la banca española con la Argentina (y América Latina
en general) o la alemana con Turquía (y también con Rusia).
Con los republicanos entró en boga y apogeo una especie de
populismo de derecha, que dice defender al contribuyente contra los intereses
de la banca, y en el que participan economistas ultramontanos tipo Allan
Meltzer, reflexiona OConnell, quien de todas formas asegura
que los acreedores ya se cubrieron, por lo que cuando finalmente
sobrevenga la devaluación, quienes menos la sufrirán serán
los banqueros. Pero tampoco pagará, como algunos quieren
hacer creer, el contribuyente norteamericano ni primermundista en general,
entre otras cosas porque el Fondo Monetario no regala la plata: la presta,
bajo la elegante forma de un swap (pase) de monedas (compra pesos con
dólares, pactando una operación futura inversa), que incluye
una tasa de interés que es cada vez más alta, según
decidió el FMI.
Para Bouzas, la renuencia estadounidense a acudir en auxilio de la convertibilidad
argentina también obedece a la creciente percepción mundial
tanto en los mercados como en los ambientes académicos
de que los regímenes de tipo de cambio fijo generan más
costos que beneficios. Cuando esto es así, el sistema deja de ser
creíble y sustentable. Todos los economistas, y no sólo
los que escriben informes para las calificadoras de riesgo expone,
ven lo siguiente: que para sostener el tipo de cambio fijo, como pretende
la Argentina, éste debe constituir el único objetivo de
política. No puede importar ni el crecimiento ni la desocupación
ni ninguna otra cosa. El beneficio que se logra es la estabilidad, pero
del lado de los costos se suman la deflación, el desempleo y la
recesión. Es decir, la inviabilidad política y social
del modelo.
En realidad, el descreimiento general en el tipo de cambio fijo, del cual
la convertibilidad es un ejemplo extremo, no es nuevo: viene por lo menos
desde mediados de los 90. Pero la Argentina mantuvo el curso a fuerza
de acumular deuda y soportar los llamados shocks externos negativos, como
las devaluaciones de otros países o la caída en los precios
de las materias primas que exporta y la salida de capitales. Lo que Bouzas
califica de simplismo es creer que todo eso puede compensarse
si se mantiene una buena relación política con Estados Unidos,
que se traduciría en ventajas comerciales y financieras. Washington
sólo interviene dice cuando la crisis de un país
amenaza de manera permanente al sistema o le preocupa estratégicamente.
Si el Tesoro y la Reserva Federal pensaran que la caída argentina
puede arrastrar a otras economías, y esto afectar a la norteamericana
justo cuando se está desacelerando, no se quedarían de brazos
cruzados, ni siquiera con esta Administración.
Pero la verdad parece otra: que las graves dificultades argentinas hace
tiempo que están siendo descontadas por los operadores,
precaución que explica un riesgo país que hace meses cruzó
sin retorno la barrera de los 1000 puntos base y ahora orbita por encima
de los 1500, expresando la torcida relación entre la oferta y la
demanda de los títulos de deuda argentinos. Aunque como los mercados
han mostrado mucha ineficiencia en el pasado, tampoco puede excluirse
del todo que también ahora se equivoquen y la Argentina dispare
finalmente un pernicioso efecto dominó sobre otros emergentes.
La situación del país no es radicalmente distinta
a lo que era en 1998, antes de la devaluación del real recuerda
Bouzas, y sin embargo nadie se mostraba muy alarmado en ese momento.
Ahora, y esta vez respecto de la capacidad de contagio, quizás
estén volviendo a equivocarse.
No obstante, e incluso en el caso de un daño, éste puede
metamorfosearse en beneficio para los norteamericanos. Es ilustrativo
al respecto un trabajo publicado en septiembre de 2000 por la Reserva
Federal de Nueva York, bajo el título Asia crisis post mortem:
where did the money go and did the U.S. benefit? (Crisis asiática
post mortem: adónde fue el dinero, y ¿se beneficiaron los
Estados Unidos?). La respuesta del estudio es que la plata fluyó
a Norteamérica y que, efectivamente, los Estados Unidos se vieron
favorecidos con un crecimiento asombrosamente acelerado y sostenido de
su economía. ¿Qué interés pueden tener en
crear un orden financiero internacional menos defectuoso, y qué
desesperación por evitar toda crisis focalizada, como la argentina?
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