Por Horacio Cecchi
Una suerte de camarilla
vinculada a la noche y a las fiestas con mujeres jóvenes.
El giro utilizado por su señoría fue elocuente, y forma
parte de sus fundamentos para dictar la prisión preventiva a Oscar
Echenique, sargento primero en disponibilidad, y a Ricardo el Mono
Suárez, sólo sargento primero, ambos de la Bonaerense de
Miramar y detenidos por el asesinato de Natalia Melmann. Entre las pruebas
aportadas por los investigadores, figura una almohada secuestrada de un
aguantadero policial en la que se hallaron cabellos del mismo
largo, grosor, color y forma que los de Natalia. Falta aún determinar
a quién pertenecían los restos de sangre hallados en los
autos particulares de Echenique y el Mono, en la casa allanada de otro
policía, y en el patrullero que según testimonios participó
en el Operativo Natalia. Las autoridades policiales jamás recordaron
el recorrido del patrullero durante aquella noche, jamás recordaron
los nombres de sus ocupantes. Y, cuando el caso se desató en los
medios, curiosamente el móvil perdió el número 35
que lo identificaba bajo una artesanal manita de pintura.
A nadie sorprendió el allanamiento a la casa sin número,
sobre la calle sin nombre del barrio Copacabana. A nadie, no por la fuerza
de la costumbre, sino porque en medio kilómetro a la redonda sólo
hay bosque y campo. La casa, modesta, de paredes blancas y techo a dos
aguas, con una pequeña ventana y una puerta de madera en el frente,
y un horno de ladrillos en los fondos, es en apariencia una casa abandonada.
Alejada del casco urbano miramarense y de cualquier signo de vida, se
encuentra en los confines literales de Miramar: a tres cuadras del arroyo
Las Brusquitas que separa el partido de Alvarado del de General Pueyrredón,
a 2200 metros de la ruta 11 hacia el oeste, y a 200 metros de la única
arteria con nombre en el barrio Copacabana y que por carencias imaginativas
o por añadidura se llama Boulevar Copacabana.
El origen que filtró el dato de la casa es celosamente guardado
por los investigadores. Su uso, no tanto: era un aguantadero policial.
El juez Marcelo Riquert consideró que Echenique y Suárez,
junto con otros policías (menciona a Anselmini, Abraham y Caravallo),
conforman una suerte de camarilla vinculada a la noche y a las fiestas
con mujeres jóvenes.
Dentro de la casa se descubrió una almohada de gomaespuma, entre
cuyos poros quedó aprisionada una maraña de cabellos. Se
secuestraron dos trozos. Aunque no se determinó aún el ADN,
algunos de esos cabellos eran de unos 27 centímetros de largo,
tallo rectilíneo, aspecto ligeramente ondulado, color castaño
y de 70 micras (una milésima de milímetro) de diámetro.
Si hasta recordaban a la malograda Natalia, por la curiosa y exacta coincidencia
con los cabellos de la joven.
Los cabellos fueron considerados como parte de la semiplena prueba que
fundamentó la prisión preventiva. Los restantes cabellos
de la almohada, y otros obtenidos de una rejilla son analizados para determinar
si recuerdan alguno o ambos sargentos primero, además de a algún
otro colega (ver aparte).
Los dos detenidos negaron terminantemente su participación. En
su declaración indagatoria, Echenique ofreció testigos de
que había estado de compras en un hipermercado en Mar del Plata
y que después durmió en su casa. Pero, sea porque sus testigos
no se llamaban Funes ni eran memoriosos, o porque otros testimonios ajenos
señalaron a Echenique de compras pero en la zona de los bares de
Miramar, y entre la 1.30 y 1.45 del lunes 5 de febrero saliendo en su
Peugeot 404 gris del vivero municipal, horas después de la desaparición
de Natalia, lo cierto es que Riquert lo consideró involucrado.
El juez consideró vinculadas, además, la serie de irregularidades
e ineficiencias detectadas respecto a la actuación policial.
Se refería, entre otros hechos, a la aparición en el vivero
de una prenda interior con sangre que nunca fue incorporada al expediente
y al hallazgo de la zapatilla desaparecida, que fue incorporada tardíamente.
Habrá que agregar otra coincidencia casual: la historia del patrullero
que desde un principio fue mencionado en la causa, y que según
testimonios (incluyendo el del Gallo Fernández, el primer detenido
en el caso) fue utilizado para transportar a Natalia. Hasta que el caso
Melmann se desató con furia en las narices de la comisaría
local, el auto llevaba el número de identificación 35. Cuando
traspasó el silencio, una mano negra pero artesanal decoró
con bandas de pintura azul sobre el número del ex 35. Y su interior
fue pulcramente aseado. De todos modos, existe el Luminol: un producto
químico en aerosol con el que las células sanguíneas
(vivas o muertas) reaccionan, volviéndose fluorescente. Y así,
algún sector del ex 35 brilló como una marquesina de la
vieja avenida Corrientes.
Dentro del Peugeot 404 de Echenique, como dentro del Gol de Suárez,
el Luminol volvió a hacer su trabajo. También, en lo de
Anselmini, otro suboficial de la misma comisaría, se detectaron
algunos intersticios de las baldosas de su casa con un material semejante
a la sangre. Las pericias deberán ahora demostrar a quién
pertenecen esos restos.
En sus fundamentos, Riquert consideró que tanta coincidencia de
equívocos y tanta sumatoria de pruebas, a esta altura ya
no parece casual.
Pericias en duda
Las pruebas de sangre y los cabellos fueron enviados a periciar
al Departamento Vucetich de la Policía Científica
marplatense. Cuando los abogados de la familia Melmann fueron citados
para iniciar la pericia, se toparon con una serie de casualidades
que terminaron con la denuncia contra una perito y el pedido de
impugnación de pericias.
Este no porque si lo tironeo lo rompo, éste no porque
es de gato o de perro, comentaba la perito delante de los
abogados, mientras seleccionaba qué pelos analizaría
de la gomaespuma. Algunos se le cayeron sobre la mesa y pasó
la mano para limpiar el escritorio, tirándolos al piso. Lo
que se había tomado de la rejilla directamente no lo quiso
analizar, aseguró Laura Izcovich, abogada de los Melmann
a Página/12. La perito fue denunciada. Pocos días
después, los defensores de Echenique y Suárez solicitaron
que se realizara el ADN de los dos detenidos, para cotejar con los
restos hallados en el cuerpo de Natalia y así demostrar su
inocencia (la de los detenidos). Casualmente, Izcovich pasó
por la Vucetich, y descubrió que la extracción de
sangre a los detenidos la realizaba la misma perito denunciada por
destruir pruebas. Impugnaron entonces las pericias y solicitaron
la utilización de un convenio de la Policía Federal
con el FBI, para que las muestras fueran analizadas por los federales
del norte. En la fiscalía lo admitieron, pero preguntaron
quién se haría cargo de los gastos. Son pruebas
caras sostuvo Izcovich, pero esa pregunta me dio a entender
que sólo las víctimas con dinero tendrán justicia.
Respecto a los ADN de Echenique y Suárez, solicitaron que
se realicen en un lugar competente: el hospital Durand,
en Buenos Aires.
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SACARAN
DOCE BUQUES HUNDIDOS Y OTROS 78 INACTIVOS
A limpiar de barcos el Riachuelo
A casi tres mil días
de la célebre promesa de María Julia, fue relanzado el Plan
de Gestión Ambiental de los ríos Matanza y Riachuelo con
el reflotamiento del primero de un total de doce barcos hundidos en la
desembocadura de la cuenca. El programa también contempla el retiro
de 78 barcos que se encuentran inactivos y su traslado a una dársena,
y la limpieza de la superficie, de la que se recogen 18 toneladas de basura
por día. En un acto realizado en la Vuelta de Rocha, la Prefectura
presentó además su barco-laboratorio, que realizará
el monitoreo de la contaminación de las aguas, actividad que será
financiada con fondos del Comité para el Saneamiento del Matanza-Riachuelo.
El jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra, y el diputado
bonaerense Osvaldo Mercuri presenciaron el reflotamiento del alíscafo
Colonia del Sacramento, uno de los buques hundidos en la cuenca. Los cascos
rescatados serán desguazados y enviados al horno de la ex-Somisa,
donde se convertirán en bienes de uso durables. En cuanto a los
barcos inactivos, son embarcaciones que tienen dueño, pero
que están abandonados. A partir de ahora se les cobrará
alquiler por el lugar que ocupen y a los que no paguen se les ejecutará
la unidad, dijo a Página/12 Eduardo Epszteyn, director ejecutivo
del Comité Matanza Riachuelo.
El Comité tiene a su cargo la ejecución del Plan Ambiental
que se lleva a cabo con financiamiento del BID, pero que hasta ahora estuvo
virtualmente paralizado. María Julia gastó 32 millones
de dólares en estudios, pero prácticamente no se realizaron
obras, afirmó Epszteyn. El titular del organismo anunció
que enviará un proyecto de decreto para que sea ese Comité
el encargado del control de la contaminación, hoy diluida en una
decena de organismos nacionales, provinciales y municipales.
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