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GOLPES, HUMILLACIONES Y AMENAZAS DE VIOLACION EN GENOVA
Así tortura la policía de Berlusconi

Italia es una democracia, pero a la hora de reprimir a los manifestantes de Génova no vaciló en usar algunos de los métodos de las dictaduras, según testimonios coincidentes.

Un manifestante globalización
sangra en las manos de un policía
de bastonazo fácil.

Por Steven Morris y Rory Carroll*
Desde Londres y Génova

Maltratados, con moretones y enojados, cuatro británicos arrestados en Génova durante las manifestaciones anti-capitalistas regresaron ayer a su país afirmando que habían sido golpeados y torturados por la policía italiana. Los manifestantes contaron habían estado detenidos en celdas de hormigón, casi sin alimentos y ordenados a permanecer de pie, con los brazos y piernas separados, hasta por dos horas. Durante el tiempo que estuvieron detenidos se les negó el acceso a abogados o a personal del consulado. Un quinto manifestante que todavía está demasiado malherido para regresar describió en vívidos detalles los horrorosos golpes que recibió cuando trató de huir de la policía.
En Génova hay una preocupación creciente sobre las acciones de la policía después de que un oficial le dijera a los periódicos que habían atacado a manifestantes pacíficos en venganza por la violencia previa, habían cantado canciones fascistas y amenazado a las mujeres con violarlas. Los cuatro británicos que regresaron ayer, Daniel McQuillan de 35 años, Jonathan Blair de 38, Richard Moth de 32 y Nicola Doherty de 27 se contaban entre los 93 arrestados el sábado a la noche cuando la policía irrumpió en una escuela que estaba siendo usada por el Foro Social de Génova, para ayudar a coordinar las manifestaciones de la cumbre del G-8. Los fiscales, que declararon que se encontraron en el edificio cocktails Molotov, dijeron que los detenidos podrían enfrentar acusaciones que iban desde conspiración a la posesión de explosivos, pero cuando los manifestantes fueron llevados frente a un magistrado el miércoles fueron interrogados brevemente y luego liberados.
Los cuatro, en una declaración conjunta, compararon la habitación en la que primero estuvieron detenidos como “un hospital de campaña de la guerra de Crimea”. La declaración dice que “la mayoría de los presentes requería tratamiento hospitalario. Varios eran llevados en camillas. Había gente con huesos rotos y heridas en la cabeza y muchos estaban cubiertos de sangre”. McQuillan, un consultor de computación para una sociedad de caridad e hijo de un ex médico honorario de la reina, mostró su camisa manchada con sangre, que se vio obligado a usar durante cuatro días. Hablando del ataque, que se llevó a cabo cuando los manifestantes dormían, dijo: “Fue terrible, podíamos oír los gritos y los golpes”. Afirmó que un oficial de policía lo golpeó en la cabeza con un bastón: “Caí al suelo sobre mi lado izquierdo y siguieron golpeándonos”. Sufrió heridas en la cabeza, los brazos y las piernas. Mientras estaba atado a una camilla en el hospital, su dinero y pasaporte fueron confiscados. Luego lo pusieron en una celda de detención. “Estábamos en una habitación grande con la ropa que llevábamos puesta y nada más, ninguna bolsa de dormir y sin comida durante 36 horas. Fue algo como una prisión chilena.”
Un quinto británico todavía está hospitalizado en Génova. Mark Covell, un diseñador de web para la página IndyMedia de los manifestantes de Génova, contó que él y un amigo habían escuchado cuando llegaba la policía y trataron de escapar de la escuela. Sintió, más que vio, a unos 300 policías antidisturbios corriendo hacia él desde las dos puntas de la calle. “Un carabinieri me golpeó en el cuello y con su escudo me empujó contra la pared –dijo–. Caí al suelo y cuatro o cinco carabinieri comenzaron a patearme, bien fuerte, en el pecho, las piernas y la espalda. Tenía los brazos en alto, diciendo ‘no me golpeen, no me estoy resistiendo’. Lo podía decir solamente en inglés de manera que supongo que no entendían. Había un sonido extraordinario cuando golpeaban sus escudos y pegaban.” Luego lo golpearon una segunda vez. “Sentí que se rompían mis costillas, como fósforos de madera. En esta etapa todavía estaba consciente. Corren y te patean como pateando una pelota de fútbol.” Alguien lo arrastró entonces por el cuello hasta el frente de la escuela y nuevamente fue golpeado. “Esto fue de lejos lo peor. Pensé, mi Dios, ya está, me voy a morir.” Trató de mantenerse acostado sobre su lado derecho. Dijo: “Sabía que si me daba vuelta, moriría. Y pensé que si podía mantener un ojo abierto, me mantendría vivo”.
Perdió la conciencia y despertó en el hospital San Martino. Tenía cinco costillas fracturadas, algunas que le perforaban su pulmón y posiblemente el bazo roto. No se ha podido levantar desde entonces y perdió 10 dientes. La policía quería mudarlo al ala militar del hospital pero los médicos la disuadieron. Covell dijo: “Quiero que los carabinieri sean acusados de intento de asesinato. No me importaron los golpes la primera vez, pero la segunda y la tercera trataron de matarme”.
Stephen Jakobi, del grupo de apoyo legal Juicios Justos en el Exterior, dijo que la falta de acceso consular era “barbárico” y le pidió a la Unión Europea que examinara si las autoridades italianas había contravenido la Convención de Viena. Amnesty Internacional está monitoreando las acciones de las autoridades italianas y pedirá una comisión independiente para que investigue si siente que sus investigaciones resultan insatisfactorias. En Italia hay una creciente consternación por como fueron tratados los británicos, especialmente después de la “confesión” de un oficial anónimo en el diario La Repubblica. El oficial sostuvo que “ellos (la policía) los alineaban contra la pared. Orinaban sobre una persona. Golpeaban a la gente si no cantaban, Facetta Nera, (una canción fascista). Una chica estaba vomitando sangre, pero el jefe del escuadrón solamente miró. Y amenazaron con violar a las chicas con sus bastones”.

*De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère

 

Claves

Las manifestaciones del viernes y sábado pasado en Génova fueron las más violentas del movimiento antiglobalización y las primeras en que se registró un muerto, a manos de la policía.
Testimonios coincidentes de manifestantes que vuelven a España, Gran Bretaña, Alemania y otros países indican que la policía y los carabinieri italianos los golpearon repetida y salvajemente, los encerraron sin permitirles el acceso a abogados o consulados y los torturaron de diversas formas.
Esto ocurre bajo el gobierno de Silvio Berlusconi, que incluye a un partido posfascista en su coalición.

 

LOS UNIFORMADOS CON LICENCIA PARA CASI TODO
Sea eficaz, contrate fascistas

Por R. C.

A los matones de grupos extremistas de derecha, usados por la policía, sus superiores les dijeron que podían castigar brutal e impunemente a los manifestantes detenidos durante la cumbre del G-8 en Génova. Y los matones convertidos en policías aprovecharon la oportunidad para golpear, aterrorizar y humillar a decenas de personas porque les habían asegurado que estaban “cubiertos”, según informó ayer el diario romano La Repubblica. Un oficial de policía, que conservó el anonimato, confirmó los relatos de tortura que hicieron los manifestantes que fueron liberados, lastimados, de la prisión. “Desgraciadamente, todo es verdad”, dijo.
El oficial que habló dijo que cuando las víctimas se desmayaban o no resistían más, él les pedía a sus colegas que pararan. Dice que le respondían: “No tenemos que preocuparnos, porque estamos cubiertos”. Admitió que sus hombres habían causado destrozos en el cuartel general de los manifestantes, pero sostuvo que la tortura en el centro de detención de Bolzanetto estuvo a cargo de GOM, la policía penitenciaria. Dijo que los del GOM llevaban guantes negros y se jactaban por anticipado de la lección que iban a darle a los anarquistas.
Las tres investigaciones ya en curso tienen como finalidad determinar quién dio las órdenes. Pero de lo que no hay dudas es de que muchos policías estuvieron muy de acuerdo en obedecer al pie de la letra esas órdenes. La pregunta de cómo fue posible que esa sed de sangre consumiera a algunos miembros de la policía y a carabinieri paramilitares provocó discusiones en el Congreso italiano, donde la oposición presiona por una comisión que podría dejar sin trabajo a miembros del gabinete. Francesco Martone, un senador del Partido Verde, dijo a la BBC que fascistas habían infiltrado a la policía.
Los manifestantes italianos, alemanes y españoles liberados ayer contaron historias de cabezas golpeadas contra las paredes, amenazas de violación con cachiporras, detenidos que vomitaban, defecaban o eran orinados encima por sus captores. Los hinchas de fútbol se quejan desde hace mucho del lado oscuro de la policía italiana, pero los sondeos muestran que la opinión pública es muy robusta en su apoyo a la violenta respuesta policial a cualquier presunto exceso hooligan.
Las fuerzas policiales son generalmente de derecha, y tienen a sus espaldas una larga tradición de suprimir las protestas de la izquierda. La coalición del gobierno que preside Silvio Berlusconi incluye a la posfascista Alianza Nacional que ganó la elección de mayo pasado en parte gracias a su plataforma que priorizaba la seguridad. Para algunos analistas, esta coyuntura puede haber favorecido la brutalidad policial.
A los carabinieri se los considera menos politizados, pero no menos machistas. En Italia, en todas las cenas se cuentan chistes sobre su estupidez. La decisión de desplegar conscriptos en Génova demostró ser una metida de pata mayúscula. Era muy fácil asustarlos y provocarlos, y después de dos días de recibir pedrazos, los jóvenes conscriptos querían la revancha. Muchos son del sur, donde la pobreza, la falta de educación y el conservadurismo hicieron de ellos enemigos declarados del movimiento antiglobalización. Y los servicios de inteligencia los habían precalentado contándoles historias de tácticas anarquistas como arrojar bolsas de plástico llenas de sangre infectada con HIV.

 

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