Por Hilda Cabrera
El intercambio entre autores
contemporáneos franceses y argentinos sigue siendo una realidad.
Un ciclo dedicado al francés Philippe Minyana (nacido en Besançon
en 1946), organizado por la Alianza Francesa y la Embajada de Francia,
con auspicios institucionales, permite acceder a esta nueva escena
a través de una serie de lecturas y semimontados. La contrapartida
a esta propuesta es el montaje de obras de autores argentinos en Francia.
Esta vez el elegido es Minyana, creador de unas treinta obras, también
actor y director, quien se encuentra en Buenos Aires acompañado
por el francés Robert Cantarella, puestista de varias creaciones
de Minyana, la última Pièces, que se estrena en octubre
en el Théâtre Ouvert de París.
Luego de las presentaciones de André, Volcán y La casa de
los muertos (dirigidas por Francisco Javier en el Instituto de Artes del
Espectáculo de la UBA) e Inventarios (conducida por Laura Yusem
en Patio de Actores), se podrá ver hoy, siempre en el formato de
semimontado y con entrada gratuita, Obras breves, según una puesta
de Daniel Veronese (en el Callejón de los Deseos, Humahuaca 3759,
en el mismo horario). En la presentación del autor, realizada en
la sede de la Alianza Francesa, la investigadora y traductora Françoise
Thanas relacionó la escritura de este autor con la de los argentinos
Eduardo Pavlovsky y Griselda Gambaro en el sentido de que todas suenan
como música y la palabra llega al espectador primero
como sensación y después como sentido. Thanas marca
la diferencia entre el cómo dice y el qué
dice.
Para el director Francisco Javier, otro participante del encuentro, se
trata de un teatro revolucionario en cuanto a su forma y desconcertante
por su visión de lo real a partir de lo ambiguo. En
diálogo con Página/12, Minyana opinó, entre otros
temas, sobre el porqué de la falta de puntuación en la escritura
de Volcán, una obra breve donde las referencias mitológicas
(se habla de Teseo, Fedra e Hipólito) se cruzan con otras actuales,
incluso de corte político: Tomo a los personajes como seres
cotidianos, dejando fluir las palabras. La puntuación es la que
modifica esencialmente el sentido de lo que se dice, y yo prefiero darle
al actor la libertad de encontrar por sí mismo la energía
que contiene la palabra escrita. De esa forma, el que escucha tiene la
impresión de que eso que oye es real, puntualiza.
Se ha dicho que la puntuación es un rasgo de autoritarismo.
Sí, es una imposición, y especialmente en el teatro,
que es palabra en acción. Pero no escribo así todas mis
obras. Volcán es una excepción. Formaba parte de un tríptico
y la imaginé para ser cantada. Es una interrogación sobre
nuestra época y sobre el poder.
¿Qué relación hay entre este trabajo, de cámara,
con los basados en reportajes, como Habitaciones (1986), hechos a trabajadores
en las fábricas de Peugeot, y Sala de fiestas (l995), a las viudas
de guerra y ex combatientes?
Me interesa la epopeya de los habitantes de las sociedades de hoy
y la diversidad de sus lenguajes. En esos reportajes encontré tantas
diferencias de pensamiento y dicción como en una partitura. Esas
voces tomaban forma y sonaban como un único poema. La relación
entre mis obras está en la música que pretendo hallar en
las palabras. Mi escritura es cambiante y mis obras, distintas entre sí.
¿Es exigente con los traductores?
Pienso que sí, pero cuando encuentro quien me traduzca confío
en él, como ahora en Francisco Javier, que se ocupó de La
casa de los muertos. Sé que no es fácil, porque mezclo lo
cotidiano con lo literario. Es un poco sofisticado.
¿Cómo es hoy su trabajo?
No me interesan las modas literarias. Mi búsqueda
está en descubrir la energía en la palabra. Escribo a mano,
que es como escribir con el cuerpo, rodeado de los libros de mis maestros.
Me he vuelto lacónico en la escritura. Pienso en los años
80, cuando se produjo una explosión de literatura confesional,
y en lo que se hace actualmente: ha habido grandes cambios. Se diría
que en épocas de confusión, como ésta, nuestra necesidad
pasa por dar y recibir respuestas breves. Pienso en autores como Samuel
Beckett o Thomas Bernhard y veo que mi interés está en elaborar,
como ellos, una escritura de vacíos, que pueda ser completada por
la gente y reconstruida con su lenguaje oral.
Katharine
se siente mejor
Tras nueve días
en un hospital de Hartford (Connecticut) para ser tratada de una infección,
la nonagenaria actriz Katharine Hepburn recibió ayer el alta médica,
informó el portavoz del centro, James Battaglio. El vocero agregó
que la actriz, de 94 años y ganadora de cuatro premios Oscar, fue
dada de alta en la mañana de ayer, pues sus progresos parecen
suficientemente satisfactorios como para que vuelva a su casa. La
inolvidable protagonista de La adorable revoltosa y Pecadora equivocada
ingresó en el centro médico de Hartford, la ciudad donde
reside, el pasado 19 de julio, aquejada de una infección, de la
que ya se ha repuesto, y también recibió algunas sesiones
de terapia física, ya que el tratamiento con antibióticos
le debilitó. Katharine Hepburn nació el 12 de mayo de 1907
en esa ciudad de Connecticut y su padre y su hermano fueron médicos
en el hospital donde ha sido tratada. Hepburn, una actriz admirada por
su belleza atípica y por la interpretación de mujeres de
fuerte personalidad, ha logrado en cuatro ocasiones un Oscar. El máximo
galardón que otorga Hollywood lo obtuvo por sus papeles en Gloria
por un día (1933), Adivina quién viene a cenar esta noche
(1967), El león en invierno (1968) y En la laguna dorada (1982).
Katharine Hepburn, a quien se considera la primera dama del cine estadounidense,
anunció su retiro en diciembre de 1994, durante el rodaje para
televisión de One Christmas.
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