Por Eduardo Febbro
Desde
París
Todavía siento
el olor de los excrementos de las personas detenidas a las que les prohibíamos
que fueran al baño. Esta confesión es apenas una parte
de la extensa declaración hecha por un policía italiano
que contó en detalle la feroz represión policial con que
se castigó a los manifestantes antiglobalización detenidos
en la pasada cumbre de Génova. El escándalo provocado por
lo que muchos llaman ya la noche chilena es tal que el conjunto
de las capitales europeas comienza a movilizarse para encontrar una respuesta
jurídica a los abusos cometidos. Por el lado oficial, el ministro
italiano de Interior, Claudio Scajola, ordenó ayer una investigación
específica sobre los abusos policiales al tiempo que, presionado
por izquierda y derecha, el presidente del Consejo italiano, Silvio Berlusconi,
garantizó que su gobierno no protegería a los responsables.
De hecho, para muchos observadores y protagonistas, todo apunta a demostrar
que los desórdenes de Génova son el resultado
de una operación policial perfectamente coordinada con el fin de
romper la coherencia del movimiento contra la globalización ultraliberal.
Sin embargo, el horror vivido por los militantes detenidos, las pruebas
filmadas de la evidente colaboración entre la policía y
los grupos de extrema derecha que sembraron el caos, la influencia de
las ONG que componen la galaxia protestataria más la intervención
de altos responsables políticos del Viejo Continente no auguran
días fáciles para Berlusconi. El diputado ecologista alemán
Hans-Christian-Strobele está hoy a la cabeza de los partidos políticos
que exigen la creación de una comisión de investigación
internacional para determinar el grado de responsabilidad de la
policía italiana. Según Strobele, lo ocurrido en Génova
recuerda las descripciones de los malos tratos que sufrieron los
detenidos durante la dictadura militar argentina. El diputado verde
denuncia la saña con que la policía golpeó a decenas
de manifestantes indefensos y pacíficos hasta dejarlos en
estado de ir al hospital. En Francia, el mundillo político
de izquierda hierve con las mismas iniciativas. Los verdes, los comunistas
y la Liga Comunista Revolucionaria partieron en cruzada contra las fuerzas
del orden. El diputado ecologista francés Noël Mamère
presentó ayer en la Asamblea Nacional un pedido para que se cree
una comisión especial encargada de investigar las condiciones en
que un joven manifestante fue asesinado en Génova. Los comunistas
se dirigieron expresamente a la presidenta del Parlamento Europeo, Nicole
Fontaine, al tiempo que el presidente francés, Jacques Chirac,
y el primer ministro socialista Lionel Jospin se encuentran también
en el ojo de la tormenta. Diputados y asociaciones les exigen que presionen
a Italia y a Europa para que se conozca la verdad.
Los hechos son de una gravedad extrema para un país que pertenece
a la Unión Europea, la cual, a su vez, se vende como la cuna de
la democracia mundial. Ni Estado de derecho, ni respeto. Fue simplemente
un crimen organizado y planeado desde las esferas del poder, aseguran
los miembros de la Liga Comunista Revolucionaria francesa. Francis Bavay,
portavoz de los ecologistas franceses, afirma que las grandes reuniones
no deben ser espacios sin derecho reservados a quienes se toman por los
grandes del mundo. Si los manifestantes rompieron bienes, la policía
rompió a los manifestantes. Christophe Aguiton, responsable
de relaciones internacionales de la ONG Attac, arguye que pocos días
antes de la cumbre del G-8 todo indicaba que nos dirigíamos
hacia una estrategia de la tensión. Según Aguiton,
nada de lo ocurrido en Génova es gratuito. Parael responsable de
Attac, no se puede creer en un simple enfrentamiento policial. La
violencia que se de desató en Italia marca la voluntad de los Estados
occidentales, cuyas policías se coordinan, de poner término
a las protestas contra la globalización liberal.
Los testimonios no dejan lugar a dudas. Los manifestantes franceses detenidos
en Génova y liberados en las últimas horas ofrecieron un
relato patético de lo ocurrido en el centro de detención
de Bolzaneto, situado a 20 kilómetros de Génova. Vincent
Bonnecase, miembro del grupo no violento Pinks, contó que lo llevaron
a un edificio donde había cuatro celdas. en una de ellas
muchos jóvenes estaban parados en fila contra el muro. En otra
de las celdas había unas 50 personas con la frente y las manos
pegadas al muro. Se les había ordenado mantener las piernas abiertas
y no moverse. Me dejaron así durante cinco horas. La policía
pasaba todo el tiempo y nos golpeaba en las heridas. Nos golpeaban todo
el tiempo la cabeza contra la pared. Vi como me manaba la sangre y cuando
pedí un abogado me volvieron a golpear.
DE
MAL GRADO, BERLUSCONI CEDE A SUS CRITICOS
Está bien, voy a investigar
Por Rory Carroll
*
Desde
Génova
El primer ministro italiano
Silvio Berlusconi reconoció ayer la indignación internacional
por la brutalidad policial en la cumbre del G-8 del pasado fin de semana
en Génova, sugiriendo que purgaría a los comandantes responsables
de los hechos. En una nerviosa presentación ante el Parlamento,
prometió que no habría un intento de tapar el ensangrentado
desastre de relaciones públicas que ha manchado su gobierno de
dos meses de existencia. Si hubo abusos, excesos y violencia, que
pueden salir a la luz en investigaciones internas del Ministerio del Interior
y del Poder Judicial, no habrá encubrimiento para quienes violaron
la ley.
La presión sobre el gobierno italiano se reforzó cuando
el canciller británico Jack Straw amenazó con formular una
protesta oficial sobre el trato a los manifestantes británicos.
Straw ha preguntado al embajador italiano en Londres por qué los
británicos debieron esperar más que los detenidos españoles
para poder entrevistarse con su cónsul. Y la presión para
protestas oficiales está aumentando también en Alemania,
Francia y España. Ayer Berlusconi, visiblemente impactado, dijo
que aquellos que cometieron errores pagarán el precio, aunque observó
que los jefes de la policía y de los carabinieri (policía
militar) habían sido nombrados por el gobierno anterior. Sin embargo,
Berlusconi resistió los llamados de la oposición en favor
de una comisión parlamentaria de investigación.
Uno de los manifestantes fue asesinado y una multitud fue golpeada por
los policías que custodiaban la cumbre del Grupo de los Ocho en
Génova, lo que levantó condenas tanto de políticos
europeos como de grupos de derechos humanos. Alemania pidió a Roma
una explicación a nivel oficial. La Justicia italiana abrió
tres investigaciones sobre las acciones de la policía.
Berlusconi dijo que estaba sho- ckeado por lo que vio en televisión:
kilómetros de imágenes de la crueldad policial durante el
asalto a la escuela que era utilizada como centro de prensa por la principal
organización antiglobalización de Génova, el Foro
Social de Génova. El magnate mediático también se
manifestó furioso de que su propio canal, Canale 5, y la estatal
RAI 1 transmitieran imágenes que dañan directamente a su
propio gobierno. Sin su ebullición característica, Berlusconi
le dijo al Senado italiano que sus predecesores en el gobierno también
son culpables de lo ocurrido al elegir como sede de la cumbre a una ciudad
portuaria medieval donde era fácil para los grupos anarquistas
convertir la protesta antiglobalización en un pandemonium. Pero
creo que todos estamos de acuerdo en que no debería haber confusión
entre quienes atacaron y quienes fueron atacados.
Las miradas de los ministros de gobierno se dirigieron hacia el ministro
del Interior, Claudio Scajola, un protegido de Berlusconi, que ya soportó
varios pedidos de renuncia. El jefe de policía Gianni de Gennaro
dijo que Scajola estuvo informado cada minuto de lo que ocurría
en el asalto a la escuela, pero el ministro lo niega. Los gobiernos de
Alemania, Francia, España y Gran Bretaña están presionados
para que protesten formalmente por el trato que se les dio a sus ciudadanos.
Además, la credibilidad de la policía italiana se hizo pedazos
cuando la justicia estableció que sólo uno de los 93 detenidos
en el asalto era un anarquista violento, y por lo tanto fueron liberados
inmediatamente.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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