Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


EL EX DICTADOR HUGO BANZER SUAREZ DEJA EL PODER DERROTADO POR EL CANCER
El otoño del patriarca (electo) boliviano

Cursó sus estudios militares en la Argentina, donde también estuvo exilado, y fue un activo participante del Plan Cóndor, la internacional represiva de las dictaduras latinoamericanas. En 1997, Hugo Banzer fue elegido presidente de Bolivia, pero ayer anunció su dimisión.
Así se divulgó en La Paz la noticia de la renuncia del general Banzer, tras 27 días de angustia. Los empresarios habían pedido expresamente que el ex dictador, enfermo de cáncer, dejara la presidencia.


Por Oscar Guisoni
Desde La Paz

Es oficial: el general Hugo Banzer renunciará a la presidencia de Bolivia el próximo 6 de agosto, la fecha patria nacional, exactamente un año antes de la fecha en que debía terminar su mandato. La noticia la dio a conocer ayer por la mañana el ministro de Informaciones, Manfredo Kempff, en conferencia de prensa desde Washington, donde el ex dictador se encuentra internado en un hospital militar desde hace 27 días, luego de que se le diagnosticara un avanzado cáncer en el pulmón con metástasis en el hígado. Con esta decisión se pone fin a un mes de incertidumbre, en el que el país estuvo al mando formal del vicepresidente Jorge “Tuto” Quiroga, quien es duramente cuestionado por el ala más conservadora de la oficialista Alianza Democrática Nacionalista (ADN). Y se cierra un período de la historia boliviana del siglo XX, el del único país de la región que eligió democráticamente a un ex dictador de los años de plomo.
Los rumores sobre la inminente renuncia de Banzer habían cundido en La Paz en los últimos días. El domingo, el diario La Prensa dio una primicia que sacudió el tablero político: a principios de julio, sostenía el matutino, Banzer había sufrido un ataque que casi acabó con su vida, mientras se le practicaba una punción en el hígado, en el hospital militar Walter Reed de Washington. Durante 20 segundos, la falta de irrigación al cerebro, provacada por una hemorragia, le habría causado al primer mandatario una muerte clínica, que dejó seriamente afectadas sus capacidades mentales durante unos días. El gobierno reaccionó con violencia a la publicación de la noticia y afirmó que Banzer no renunciaría y que su salud era buena. Aunque reconoció que el presidente había sufrido el ataque, el Palacio Quemado dijo que creyó irrelevante informarlo a la población.
Las noticias contradictorias sobre la salud presidencial fueron la norma desde un comienzo. Primero se habló oficialmente de un tumor, al día siguiente se reconoció que era cáncer. Y luego, el entorno familiar del ex dictador trató por todos los medios de negar la contundencia de la enfermedad, dando un espectáculo patético, con la intención de retrasar la inevitable renuncia, ganando de ese modo tiempo para cerrar sus asuntos particulares, antes de que Jorge Quiroga se hiciera con el mando. La familia considera al vice como un hombre adverso, que apenas asuma les quitará la protección de la que gozaban con Banzer. De hecho, su yerno, el ex Prefecto de La Paz, Chito Valle, vendió su mansión paceña en los últimos días y habría puesto en venta el resto de las propiedades, con la intención de trasladarse a Miami, donde tiene sus inversiones. Valle, que esta casado con Patricia Banzer, abandonó su cargo de Prefecto (una figura equivalente a la de un gobernador en Argentina) el año pasado, acusado de ser uno de los personajes más corruptos del régimen.
Otros que estaban sumamente interesados en postergar la renuncia de Banzer eran los “dinosaurios” de ADN (Alianza Democrática Nacionalista): la vieja camada del partido de Banzer, que acompañó al ex dictador durante su gobierno de facto entre 1971 y 1978 y que ocupa ministerios clave, como los de Gobierno, Presidencia e Información (Guillermo Fortún, Marcelo Pérez Monasterio y Manfredo Kempff, respectivamente). Los intereses de este triunvirato, auténtico poder en la sombra durante estos últimos 27 días, eran estrictamente políticos. Las relaciones de los “dinosaurios” con los “pitufos” (como se los conoce a los seguidores del joven vicepresidente Tuto Quiroga) son pésimas y se presume que Tuto no los tendrá en cuenta a la hora de conformar el nuevo gabinete. En La Paz se comentaba que el entorno hacía con el ex dictador lo mismo que los seguidores del Cid Campeador habían hecho con el mítico guerrero, cuando lo subían muerto a su caballo para que su figura aterrorizara a sus viejos enemigos. Pero las presiones para que Banzer renunciara y despejara el panorama político local aumentaban día a día. El miércoles, los empresarios privados pidieron abiertamente la dimisión del presidente y durante la semana anterior lo hicieron también muchos partidos opositores y algunos medios de comunicación. La mismísima Iglesia Católica había insinuado, con la diplomacia que la caracteriza, que era conveniente que el vicepresidente Quiroga tuviera las manos libres para gobernar un país sumido en una grave crisis social y económica.
De hecho, la indefinición había sido aprovechada en los últimos tiempos por los movimientos indígenas, que sostuvieron un prolongado bloqueo de caminos en la zona del Altiplano. Y el máximo líder indio, Felipe Quispe, estrechó filas con otros dirigentes sociales adversos al gobierno, como el cocalero Evo Morales y el sindicalista Oscar Olivera, tratando de sacarle el máximo provecho a la debilidad del gobierno. Por cierto, uno de los pocos éxitos que puede atribuirse la administración civil de Banzer, que es la erradicación de los cultivos de coca, bajo un programa asistido por Estados Unidos, resultó uno de los principales motores de la revuelta campesina, mientras Washington conseguía poco más que el desplazamiento de las plantaciones hacia otros países.

 

El fantasma del Che

Era una velada estrictamente literaria en la ciudad de México. Se presentaba el libro Plaza Cuicuilco y otros cuentos de Carlos Véjar, director de la revista Archipiélago. Estaban presentes una docena de embajadores y agregados diplomáticos de América latina. A la hora del vino de honor, el brindis se complicó. Ese evento absolutamente previsible se convirtió, subrepticiamente, en un escándalo. “¡A la salud del Che, asesino!” le gritó un invitado a otro mientras le tiraba una copa de vino en la cara. El insulto fue para el militar Gary Prado, actual embajador boliviano en México, quien, antes del incidente, se paseaba en su silla de ruedas saludando a los diplomáticos presentes. El crítico de arte Alberto Híjar lo vio, dudó de que se tratara de quien él estaba pensando, pero finalmente lo reconoció. Y le tiró la bebida encima, en un súbito impulso. El general Prado fue quien pasó a la historia por participar en la captura del Che Guevara en la Quebrada del Yuro, en Bolivia, el 8 de octubre de 1967 y quien después relató el episodio, con detalles, en un libro testimonial titulado Cómo capturé al Che. “Los asistentes enmudecieron. Los embajadores procedieron a retirarse sigilosamente y los guaruras (guardaespaldas) del mayor Gary Prado lo alzaron en vilo y se perdieron en la noche”, describió el periódico La Jornada.

 

DESDE VICTOR PAZ ESTENSSORO HASTA JAIME PAZ ZAMORA
Siempre flirteó con políticos

Por O. G.
Desde La Paz

Hugo Banzer Suárez nació el 10 de mayo de 1926 en el tropical departamento de Santa Cruz. Después de cursar la Escuela Superior de Guerra en la Argentina, y siendo ya militar de carrera, ocupó el Ministerio de Educación entre 1964 y 1966, durante el gobierno del general René Barrientos. Eran años de convulsión política en la región y la guerrilla del Che Guevara atemorizaba a los militares bolivianos, que acabaron con la vida del dirigente revolucionario el 8 de octubre de 1967.
En 1971 se hizo cargo del gobierno el general izquierdista Juan José Torres, apoyado por la Central Obrera Boliviana y los grupos políticos más radicales del país. Torres contaba con la oposición del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Víctor Paz Estenssoro (hoy recientemente fallecido), quien había protagonizado la revolución nacionalista de 1952. Fue este partido el que invitó a Banzer a dar un golpe de estado, el 21 de agosto de 1971. El general se hizo cargo de un gobierno a tono con los que comenzaban a instalarse en toda la región, con el apoyo de los Estados Unidos. Desapariciones, asesinatos, detención de opositores y miles de exiliados, caracterizaron sus siete años en el poder. En 1974 expulsó del país al mismísimo Paz Estenssoro y conformó su gobierno sólo con el apoyo de las fuerzas armadas. Eran también los tiempos del Plan Cóndor. La coordinación para la represión que practicaban los gobiernos de Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Brasil y Bolivia, daba sus frutos y el ex presidente Torres los sufrió en carne propia en la madrugada del 6 de junio de 1976, cuando fue acribillado a balazos debajo de un oscuro puente, en la ciudad de Buenos Aires, por agentes de inteligencia bolivianos y argentinos.
En 1978, una huelga de hambre realizada por las mujeres mineras, encabezadas por la mitológica Domitila Chungara, lo obligó a dictar una amnistía general para los presos políticos y convocar a elecciones. Con un fraude escandaloso, se hizo con la presidencia su delfín Juan Pereda Asbón. Pero las presiones internacionales fueron tan fuertes que Banzer decidió anular los comicios. A los pocos días, Pereda Asbón lo derrocó. Eran los tiempos en los que los presidentes bolivianos duraban meses o días.
En 1979, el diputado socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz le inició al ex dictador su famoso Juicio de Responsabilidades. Meses después, Quiroga Santa Cruz fue asesinado. Para protegerse políticamente, Banzer armó la Alianza Democrática Nacionalista. En 1982, luego de otro período de inestabilidad, golpes de estado y elecciones frustradas, se abrió la actual etapa democrática. Banzer luchó por retornar a la presidencia y luego de seis intentos fallidos, finalmente lo logró en 1997.
Su último período al frente del gobierno fue caracterizado por la división dentro de la coalición gobernante (su principal aliado fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Jaime Paz Zamora, un partido surgido a principios de los 70 con el objetivo de combatir la dictadura del general) y una crisis económica galopante que, a pesar de los buenos resultados macroeconómicos, acentuó la extrema pobreza en la que vive la mayoría de los habitantes del país. Una revuelta popular, ocurrida en abril del 2000, puso de manifiesto las limitaciones de la administración banzerista para resolver las dificultades nacionales, mientras las rebeliones campesinas daban cuenta de los resultados últimos de su campaña de erradicación de cultivos de coca, espoleada por presiones económicas y políticas de Washington.

 


 

DE LA REPRESION Y EL GOLPISMO A LAS URNAS
Los émulos en la Argentina

Por Verónica Gago

En la Argentina, en lo que va de la saga democrática, varios militares y partícipes de la dictadura atravesaron victoriosos la prueba de las urnas: Antonio Bussi y Luis Patti son los casos más sonados, pero no los únicos. Hugo Banzer fue el militar que más lejos llegó en el arte de travestismo democrático: alcanzó gracias a los votos el sillón presidencial once años después de ser derrocado su régimen de facto; sin embargo, el fenómeno parece tratarse de una tendencia latinoamericana de la que Argentina no es excepción. Las condiciones que propician tales reciclajes parecen tener más que ver con la debilidad de las democracias del continente que con las habilidades personales de los candidatos.
Que Banzer haya egresado del Colegio Militar de Argentina en 1947 para después continuar su formación en la Escuela de las Américas es un dato que emparenta su biografía con la de muchos militares vernáculos; su posterior conversión democrática también. Antonio Domingo Bussi, en 1995 ganó la gobernación de la misma provincia en la que se desempeñó como dictador con dos décadas de diferencia. Sólo que este segundo mandato estuvo refrendado por un 45 por ciento del voto popular. En aquel momento se convirtió en un escándalo que parecía no tener explicación. Sin embargo, a medida que la democracia se consolidaba –por paradójico que esto parezca–, las candidaturas de ex militares devenidos actores políticos democráticos se hicieron más frecuentes. Roberto Ulloa, ex oficial de la Armada, también fue dos veces gobernador de Salta: una de facto y otra de iure y, luego, ocupó una banca en el Senado de la Nación. También José David Ruiz Palacios, primero subsecretario del Interior cuando ese ministerio estaba a cargo de Albano Harguindeguy y luego gobernador del Chaco hasta 1983, fue electo diputado de esa provincia por el partido Acción Chaqueña.
El ex comisario Luis Patti tuvo varios “padrinos” democráticos que avalaron su ascenso en el escenario de las candidaturas nacionales. Sus triunfos electorales –y su vigencia en el cargo de intendente de Escobar- se sustentaron en una arenga contra la inseguridad, en un contexto generalizado de criminalización de la pobreza, que tiene como resultado una sólo consigna: reforzar la represión. El mismo recurso utilizó el ex carapintada Aldo Rico para conseguir la intendencia de San Miguel. En este sentido, se puede decir que los ex militares a la hora de legitimarse electoralmente no innovan tanto. O, más bien, se esmeran en la vieja treta de renovarse sin cambiar. Pero, a pesar de estrategias camaleónicas más o menos astutas, pareciera ser el propio sistema político –perverso o deforme– el que habilita las reapariciones de viejos cuadros políticos de las dictaduras militares. Y aún más: es la propia decisión popular la que los lleva al poder. Las explicaciones son muchas: ciudadanos aterrorizados que piden “mano dura” ante una sensación de caos económico y social, falta de memoria sobre el pasado, asesores de imagen habilidosos, claudicaciones de una ciudadanía irresponsable o golpes mediáticos. En Argentina, sin embargo, no escapan a ser el blanco principal de los escraches de las agrupaciones de derechos humanos.
En América latina hay varios casos emblemáticos. En 1999, Francisco Flores en El Salvador ganó la presidencia con casi el 52 por ciento de los votos, siendo el tercer candidato consecutivo electo –después del fin de la guerra civil– de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), el brazo político de los Escuadrones de la Muerte; en Guatemala, el ex dictador y actual diputado Efraín Ríos Montt fue el gran ganador de los comicios presidenciales de 1999 –bajo el auspicio del Frente Republicano Guatemalteco (FRG) que él mismo fundó–, aun cuando no pudo ocupar el cargo por su condición de ex golpista. Más cerca aún, el ex almirante Jorge Arancibia renunció hace un mes a su comandancia de la Armada chilena para postularse como candidato a senador por Valparaíso del partido más pinochetista del arco político: la Unión DemócrataIndependiente (UDI). Más allá de que la mayoría logra evitar o salir ilesos de la justicia de sus propios países, ése es sólo el primer escalón de sus carreras en épocas de democracia; después vienen los votos.

 

PRINCIPAL