Por Pablo Plotkin
Si bien homenajear a un muerto
podría parecer un contrasentido para el punk el lema vivir
rápido y morir joven presupone cierto desprecio por los epitafios,
hay que decir que la desaparición física de Joey Ramone,
el 15 de abril pasado, exaltó las emociones más puras de
los representantes del género. La Argentina es, probablemente,
el país más ramonero del mundo, con una multitud de seguidores
y un amor que se mantuvo inflexible hasta los últimos y no del
todo elegantes días de la banda neoyorquina. El efecto póstumo
del romance llegó a su punto culminante este fin de semana. El
jueves por la noche, en Liniers, el baterista Marky Ramone y Jerry Only,
de Misfits, encabezaron el tributo gringo al desgarbado cantante. Hoy,
desde las 22, los músicos argentinos concretarán la segunda
función (ayer fue la primera) de su propio homenaje: miembros de
Attaque 77, El Otro Yo, Flema, Cadena Perpetua, Doble Fuerza, Expulsados,
Oconnor, Buitres, Carajo, Horcas y Superuva desfilarán por el escenario
de Cemento para reproducir íntegramente el último show de
Los Ramones en el Monumental. Que nadie se sorprenda si se piantan un
par de lagrimones.
La cosa es más o menos así: un trío integrado por
Mariano Martínez (guitarrista de Attaque), Ray Fajardo (baterista
de El Otro Yo) y el bajista de Katarro Vandáliko funciona como
soporte del resto de los músicos tributarios. Las canciones de
menos de dos minutos como cortina de una velocísima melancolía
y los cientos de seguidores de los Ramones que siguen reproduciéndose,
basta verles el acné a muchos de ellos como los verdaderos
protagonistas del asunto. Pasará mucho tiempo hasta que una banda
extranjera genere semejante fanatismo en el público argentino,
tal vez sólo superado por la religión stone. Pero la familiaridad
entablada entre los porteños y los flequilludos vestidos de negro
excede por mucho la distancia estelar de Jagger y Richards: a Joey uno
se lo podía cruzar en la calle. Joey era alguien como vos,
dijo Patricia Pietrafiesa, cantante de She Devils, dos días después
de que un cáncer linfático terminara con él.
Lo cierto es que Buenos Aires se había convertido en el puerto
comercial más rentable para los Ramones, al punto que tocaron veintiséis
veces aquí y sus discos nunca dejaron de venderse. La muerte de
Joey además de elevar a 20 mil la cifra de discos vendidos
de una antología de los Ramones, una fortuna en medio de la recesión
argentina, agitó los fantasmas de una banda que a los punks
porteños se les había antojado inmortal. Ricky Espinosa,
líder de Flema y partícipe del homenaje, no lo considera
exactamente un referente (él cantaba bien, y yo canto mal,
dice), pero no puede evitar llorar cada vez que ve un video de los Ramones.
Uno a veces no cae, porque se trata de una persona algo lejana,
pero es muy triste que ya no esté.
Poco adepto a la nostalgia y a esta clase de tributos (no me gusta
ir al cementerio, ni llamar a mis amigos en el Día del Amigo),
Ricky dijo sí sencillamente porque tenía ganas
de cantar algún tema de los Ramones en público. Así
y todo, el músico es el único que no cobra un peso en estos
festivales. Como somos tipos sensibles, se nos conforma con rendirle homenaje
a un héroe caído. Entonces para la gente debería
ser gratis, sugiere. El homenaje al héroe caído bien
puede verse como el último soplo de una época en que una
leyenda grande del rocknroll hilvanó una relación
sentimental (además de comercial) con los argentinos, cosa que
probablemente no vuelva a suceder jamás.
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