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COMO VIVIRAN ESTE LUNES LOS SEIS ACTORES DEL DRAMA ECONOMICO NACIONAL
Con déficit cero, o casco y salvavidas

Domingo incierto, ¿lunes
de alivio o terror? La posible aprobación del ajuste por el Senado descomprimiría la tensión, pero sin despejar el cielo. Si los mercados siguiesen cerrados para el país y la economía no se reactivara, las peores hipótesis volverían. Por ahora, el futuro es una incógnita.

Por Julio Nudler

Mañana se alza el telón sobre un nuevo acto del drama. Actores en escena: el Gobierno, que si pese a todo consigue amanecer con la ley de Déficit Cero en la mano, o al menos en camino, ejecutará el ajuste sin anestesia; los políticos, incluyendo gobernadores y parlamentarios, que habrían entregado lo reclamado y ahora exigirán que los prometidos efectos benéficos aparezcan; los mercados, que deberían aflojar la presión si son coherentes con las declaraciones de sus voceros, esos economistas clonados que trabajan para bancos y fondos de inversión, y vinieron demandando la eliminación del déficit; el público local, que verá si se desembaraza del pánico e interrumpe la corrida contra los depósitos bancarios (que en las últimas tres semanas se llevó 6000 millones) y el frenético pasaje de pesos a dólares; los sectores sociales más castigados, que por el contrario pueden sentir más necesario que nunca resistir las medidas con paros, marchas y piquetes; y los gendarmes económicos y financieros del mundo, como el gobierno de Estados Unidos y el Fondo Monetario, que evaluarán ante la nueva situación si merece la pena ayudar a que Buenos Aires no caiga en el impago de su deuda. En principio, para cuatro de estos seis actores (gobierno, mercados, ahorristas y mandantes globales), el Déficit Cero es, si llega a aprobarse, una buena noticia, ante la cual posiblemente reaccionen con cauta satisfacción, descomprimiendo la hipertensión financiera.
Aunque el abrupto cierre de las cuentas del sector público no resuelva sino un aspecto del problema, e incluso amenace con agravar otros, lo que cuenta es la comparación con lo que sucedería mañana con la cotización de los títulos argentinos y con las colas ante las ventanillas bancarias de no aprobarse la nueva ley de ajuste. La tenebrosa perspectiva de un lunes negro es, precisamente, la mayor arma política con que contaron en las últimas horas los impulsores de la poda. Una desenfrenada crisis de confianza sólo permitiría esperar la ruptura de la convertibilidad, la devaluación del peso (a través de una flotación de la paridad) y la declaración de una moratoria unilateral de la deuda. Complementariamente, medidas para auxiliar a los bancos, que incluirían alguna forma de incautación, licuación o canje forzoso por bonos de los depósitos en dólares. Sin embargo, Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo podrían intentar evitar todo este trauma disponiendo la dolarización de la economía, como querían Carlos Menem y Pedro Pou. Es probable que, si prefiriesen dejarle la decisión al público, las reservas del BCRA no alcanzaran, al tipo de cambio actual, para convertir a dólares todos los pesos existentes en una dolarización espontánea, resuelta por los argentinos antes que por sus gobernantes. Es obvio que una devaluación podría remediar la insuficiencia de reservas al licuar la masa monetaria local, además de reducir los salarios en dólares.
¿Toda esta aterradora perspectiva se reducirá a mera pesadilla por la sanción del Déficit Cero? Incluso muchos partidarios a ultranza de las políticas de ajuste dudan hoy sobre la eficacia de esta medicina. Su aprensión surge de varias posibilidades:
Que este ajuste sobrevenga troppo tardi, porque el deterioro argentino llegó ya demasiado lejos y todo el mundo está convencido de que el país va a quebrar.
Que agrave la depresión y prolongue así una espiral descendente del gasto público y la demanda, conduciendo a un caos social.
Que los mercados atenúen su veredicto adverso, pero igualmente sigan cerrados para el país, y se mantengan así más tiempo que el soportable para la Argentina, que en algún momento deberá refinanciar el vencimiento de un título. Por otra parte, si a pesar de su sacrificio fiscal el país continuara sin recibir financiamiento, se debilitaría el sostén de la política de ajuste.
Que la ya muy preocupante situación de Brasil siga su propio curso de deterioro, y el vecino termine cayéndose sobre la Argentina si antes no ocurre lo inverso.
Que los problemas del sector externo argentino presionen sin tregua sobre el peso. Según acaba de calcular la consultora Ecolatina, entre el comienzo de 1999, cuando fue devaluado el real, y el segundo trimestre de 2001 la competitividad de las exportaciones argentinas destinadas al mercado brasileño descendió casi un 24 por ciento, y casi otro tanto menguó la competitividad de la producción argentina para enfrentar en el mercado interno a las importaciones provenientes de Brasil.
Las garantías verbales que reitera Cavallo, asegurando que no habrá cesación de pagos, devaluación ni requisa de depósitos dejaron de ser creídas hace ya varias semanas. La gente se fue convenciendo de lo contrario, y así la huida se extendió de los ahorristas más sofisticados a los más simples, mientras que la precipitada mudanza de pesos a dólares, y la ampliación de la brecha de tasas entre una y otra moneda, indican un creciente temor cambiario.

 

John bueno vs Paul malo

John Taylor, subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, reiteró ayer, en declaraciones de tono respaldatorio, que la Argentina puede obtener desembolsos anticipados del Fondo Monetario Internacional si los solicita. El colaborador del cáustico Paul O’Neill, quien hace poco fue lapidario respecto del país, ya se había expresado de modo similar el martes, luego de atender al viceministro de Economía argentino, Daniel Marx. Taylor habló con la prensa mientras volaba de regreso a Washington desde Moscú junto a su jefe, y mencionó a los periodistas que la Argentina cumplió en el segundo trimestre las metas comprometidas en el acuerdo con el FMI.
Es el correspondiente desembolso del blindaje el que podría acelerarse, dadas las circunstancias. Las entregas de fondos por parte del organismo multilateral son cruciales para que el país pueda prescindir de los mercados de crédito voluntario, que le tienen vedado el acceso. De esta manera, la plata prestada por el FMI permite cumplir con los vencimientos de la deuda y evitar la cesación de pagos. El megacanje, a su vez, contribuyó a estirar los plazos. Pero con todo eso el país sucumbiría a la falta de crédito si ésta se mantuviera durante el año próximo.

 

PARA REACTIVAR TRAS EL AJUSTE
Pedirle más apoyo al FMI

Por J.N.

–¿Qué ocurrirá a partir de mañana si es sancionada la ley de Déficit Cero? –le preguntó Página/12 a Juan José Llach, quien fue hasta 1996 secretario de Programación de Domingo Cavallo y luego presidió el Ieral, de Fundación Mediterránea.
–Es probable que se descomprima la situación, pero el riesgo país no caerá drásticamente –a la mitad, digamos– mientras no aparezcan señales de reactivación. En esta cuestión crucial va a centrarse la atención. Será el segundo round. Y para eso sería fundamental acompañar el ajuste con un apoyo externo complementario, proporcionado por el Fondo Monetario.
–¿Qué forma podría tomar?
–El canal sería una ampliación del programa vigente, para lo cual el FMI dispone de mecanismos, como la Contingency Credit Line o la Supplementary Reserve. A Turquía le ofrecieron 15 mil millones, que es cinco veces la cuota argentina en el Fondo, y creo que podría ser algo parecido.
–Pero el ánimo internacional no favorece hoy un rescate...
–La catarata verbal estadounidense de la anteúltima semana, con cinco altísimos funcionarios de Washington hablando un mismo día de la Argentina como si fuéramos la peste, correspondió a una maniobra para aislar a Brasil de un contagio. Pero si no hay claras señales de que la crisis argentina se arregla, el problema brasileño estará permanentemente sobre el tapete. Y yo sigo pensando que al mundo desarrollado no le conviene, y mucho menos en estos momentos de desaceleración, que la Argentina cese en sus pagos, por más cordón sanitario que le tiendan alrededor.
–¿No cuenta la postura antisalvataje de la Administración Bush?
–Llegado el momento, ese criterio puede ser modificado, sobre todo si la Argentina muestra voluntad política.
–¿Este nuevo ajuste no agravará la recesión?
–Primero hay que decir que lo imponen las circunstancias. No hay opción. Segundo, que el ajuste necesario para eliminar el déficit es mucho menor que la retracción del gasto agregado (consumo, inversión) provocada por las malas expectativas. Es cierto que los planes procompetitivos mejoran la ecuación económica de varios sectores, pero su efecto se diluye en medio de la desconfianza.
–¿Hay medidas que deberían tomarse y no se han tomado?
–Como política de coyuntura no hay mucho más que hacer, pero creo relevante que el Gobierno le presente al país una agenda de futuro, que incluya como temas mayores la reforma del Estado y una estrategia más clara de inserción internacional del país, de agresividad exportadora. Mostrar que se trabaja con un horizonte más largo ayudaría a combatir esta sensación de que lo único que hay es el ajuste, que la Argentina no tiene libreto. Hay que contrarrestar este fenómeno de “descontratación”: la gente sacando los depósitos de los bancos y los chicos planeando emigrar.

 

OPINION
Por Miguel Bonasso

El costo de no pensar

Con su triunfo en la consulta popular para eliminar el Senado provincial y reducir el número total de legisladores, José Manuel de la Sota afianzó sus posibilidades como presidenciable. No lo dice solamente José Claudio Escribano en el diario La Nación, sino la mayoría de los observadores, aun los que están algo más alejados de la Asociación Argentina de Bancos. Las chances del cordobés aumentan, también, en relación directamente proporcional a las limaduras que trabajan el perfil de su rival número 1, el bonaerense Carlos Ruckauf, un gobernador que ya no se cotiza en pesos sino en patacones.
Aunque el ausentismo fue alto en el plebiscito (31,18 por ciento), el voto afirmativo superior al 60 por ciento revela que los cordobeses (argentinos al fin) han comprado el verso gerencial sobre “el alto costo de la política”. Un slogan que los grandes medios vienen fogoneando desde hace tiempo con el mismo fervor que Bernardo Neustadt desplegaba en la infancia del menemismo en favor de las privatizaciones.
“Lo más grave de esta época es que nadie piensa”, escribía Martín Heidegger en Alemania y hace muchos años, aunque sus palabras le van como un guante a buena parte de la sociedad argentina del presente. Pensar significa separar la paja del trigo y no correr como borregos tras los cantos de sirena que conducen al matadero. Es verdad que a comienzos de los 90 el viejo Estado nacional, saqueado –entre otros– por la patria contratista, mostraba claros signos de ineficacia y debilidad, pero eso no autorizaba a rematar los activos públicos y entregar todo, incluido el petróleo (cuyas reservas corren el peligro de ser agotadas en pocos años), al saqueo de un capital foráneo y aventurero que, en vez de crear fuentes de trabajo, las cegaría.
Del mismo modo: nadie duda de que un alto porcentaje de la clase política argentina ha gozado y goza aún de irritantes privilegios en una época de malaria generalizada; que muchos son corruptos y obsecuentes de los poderosos, pero eso no puede llevarnos a minar el sistema democrático y republicano de gobierno, con su división de poderes y funciones claramente establecidas en nuestros sucesivos textos constitucionales. Valga la tautología: el Parlamento parlamenta, aunque sus tiempos de discusión impacienten a los mercados, al Regente Cavallo o al propio Fernando Séptimo. Los jueces interpretan la ley y administran justicia. Y está en sus funciones constitucionales opinar acerca de lo que es constitucional o no. Aunque esté acicateado por gerentes, banqueros y tecnócratas, el Poder Ejecutivo no se puede pasar por la entrepierna que los diputados fijen un piso de 1000 pesos para el recorte, argumentando que su decreto que se clava en 500 vale mientras no haya ley. Tampoco es válido ese mismo argumento para descalificar dos fallos del fuero laboral que plantean la inconstitucionalidad del séptimo decreto de ajuste.
Extremar la “urgencia” administrativa del Ejecutivo con la repetida imagen del “Titanic” conduce a una dictadura. Que ya no necesita vestir gorras anacrónicas sino la adaptación vernácula de Fujimori, con un Montesinos incluido. Que es lo que Raúl Alfonsín teme en privado y, según su inveterada prudencia, no se anima a decir en público.
El costo de los banqueros, los gerentes y los tecnócratas, con sus circuitos internacionales de lavado de dinero y su cadena de endeudamiento, es mil veces más oneroso para la sociedad argentina que el llamado costo de la política. Un estudio que realizan José Nun y otros investigadores revelaría que los gerentes de las grandes empresas perciben unos mil ochocientos millones de dólares por año. La cifra debe ser suculentamente mayor si se incorporan las ganancias de diversos banqueros, intermediarios y empresarios, porque las estadísticas indican que el 80 por ciento de la riqueza nacional se concentra en el 25 por ciento de la Población Económicamente Activa. Y el otro 20 que le queda al 75 por ciento de los argentinos tampoco está distribuido de manera equitativa. Algún imbécil podrá argumentar: “Está bien, pero esos sueldos no los paga el Estado”, como si las fabulosas ganancias del oligopolio telefónico –para citar un solo ejemplo– no las pagara el conjunto de la sociedad con las tarifas más altas del universo. En un reciente reportaje concedido a Página/12 el ex jefe de Gabinete de este gobierno, Rodolfo Terragno, comentaba que aunque se cortaran de un tajo todos los sueldos “políticos”, desde el que percibe el Presidente hasta el que cobra el último concejal de Quemú-Quemú, el ahorro no representaría ni el equivalente a los intereses de la deuda externa que se esfuman cada 50 días. Terragno, vale la pena aclararlo, está lejos de ser un piquetero intelectual y en esa misma entrevista comete el desliz de elogiar a ciertas compañías extranjeras, como Telefónica, porque “crean trabajo”. (Será en Murcia, porque lo que es acá...)
Esto no lo sabe el electorado cordobés que apoyó a De la Sota, afianzando el ascenso a nivel nacional de este político que militó en su juventud en grupos de la derecha peronista y fue el responsable del ingreso de Domingo Cavallo a la política bajo la generosa bandera del justicialismo, un pabellón que suele cubrir cualquier mercancía. Y es curioso, en verdad, porque recientes encuestas parecerían demostrar que los ciudadanos cordobeses repudian la privatización de las obras sociales ejecutada por De la Sota, así como su actual decisión de privatizar la empresa de energía. Es probable que un mismo ciudadano lo aplauda por una medida y lo critique por otra. A ese ciudadano conviene recordarle que el ingreso mayor que reciben algunos políticos no es el que cobran en blanco por sus sueldos o dietas, sino el que se paga como soborno para beneficiar a las petroleras y exprimir a los trabajadores.

 

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