Por Eduardo Fabregat
El día que llegaron
al cine llevaban 24 años de experiencia en el escenario, exprimiendo
hasta la última gota del jugo de vodevil y convirtiéndose
en la apuesta artística más subversiva en un género
que daba para subvertir varias cosas. Eran cinco hermanos, pero ganaron
fama como cuarteto y finalmente quedaron los tres más fuertes:
un embaucador que caminaba a largas zancadas, con bigote pintado y cigarro,
capaz de demoler un edificio con una sola frase; un italiano
rápido para la trampa y con un increíble talento para el
piano, y un mudo zarrapastroso que daba la pierna en vez de la mano, se
expresaba con cornetas y podía sacar una legión de objetos
de su abrigo, además de arrancar magia de un arpa. Muy pocas figuras
de ese momento en que la escena teatral estadounidense comenzó
a alimentar a Hollywood atrajeron tanta atención como los Hermanos
Marx: una atención traducida en una montaña de merchandising,
libros, revistas, ensayos, artículos periodísticos, boletines
de fans como el Freedonia Gazette y reediciones de toda clase de material
escrito, hablado o filmado. Marxismo puro.
Quizá por eso es tan llamativo Monkey Business, el libro de Simon
Louvish (lanzado por T&B Editores a comienzos de año en España,
y ya por la tercera edición) que da un campanazo más o menos
definitivo sobre la ambigua historia de Julius (Groucho), Adolph (Harpo),
Leonard (Chico), Milton (Gummo) y Herbert (Zeppo). Un grupo de cómicos/músicos
que aún hoy (basta con echar un vistazo a la Sopa de ganso entregada
en la edición de julio de Página/30) pueden provocar una
carcajada sin edad. Desde el censo del 8 de junio de 1900 en la casa familiar
de Samuel Marx y Minnie Schoenberg primera pista sobre lo que el
autor llama El Misterio de las Fechas de Nacimiento de los Hermanos
Marx, Louvish se lanza a la aventura de reconstruir el historial
de unos tipos que gozaron como nadie inventando sobre la marcha. Y afronta
la tarea con la convicción de un perro sabueso, tratando de verificar
cada dato y citando los posibles caminos ante cada enigma, sea la edad
de los Marx, las verdaderas razones de las renuncias de Gummo y Zeppo
o la paternidad de cada gag o línea de diálogo en una verdadera
jungla de escritores contratados por el grupo.
Afortunadamente, Monkey Business no es un mero recorrido estadístico,
aunque ofrezca una completa filmografía, bibliografía y
hasta el árbol genealógico de los Marx. Louvish se interna
también en los guiones registrados en la Biblioteca del Congreso
de Estados Unidos, sacando a la luz (ver aparte) pequeñas joyas
que no sobrevivieron al pasaje de la escena al cine o perdieron en el
filtro de los macarthistas o los guardianes de la moral, que se asustaban
cuando Groucho decía ¿Su marido tiene turnos de 24
horas y tienen diez hijos? Alégrese de que no trabaje en casa.
Y da una sabrosa visión íntima del método de trabajo
de los Hermanos, a la vez que retrata los costados menos conocidos de
los que quedaron en el camino o la verdadera historia de Margaret Dumont,
la sufrida partenaire de Groucho, o el trágico destino de su ocasional
reemplazante Thelma Todd, muerta en circunstancias por demás misteriosas.
Los problemas con la censura, las investigaciones del FBI sobre Groucho,
Chico y el picapleitos Zeppo (y, curiosamente, no sobre Harpo, quien llegó
a hacer una gira solista por la Unión Soviética), la tormentosa
vida familiar de los bufos, los problemas de Chico con el juego y de Groucho
con el insomnio, la relación amor-odio con Charles Chaplin (quien
pasó toda una obra de los Marx leyendo el diario y a la semana
siguiente debió enfrentarse a una platea en la que había
cuatro judíos ortodoxos, impávidos en sus vestimentas típicas),
el papel de la matriarca Minnie sobre el destino de sus hijos y la decisiva
influencia del tío Al Shean (figura del vodevil cuando los Marx
daban sus primeros pasos), la abortada colaboración con Salvador
Dalí, el triunfo final del Groucho solista al frente del mítico
programa televisivo You bet your life (Apueste su vida), todo
eso y mucho más encuentra en Monkey Business uno de los mejores
retratos marxistas que se haya hecho desde que Una noche en la ópera
(1935) los convirtió en superestrellas.
El libro, también, ofrece la mejor versión sobre cómo
fue que Harpo dejó de hablar en el escenario, refrendada por Groucho...
lo cual, otra vez, no es ninguna garantía. En un artículo
de Los Angeles Times de diciembre de 1948, el hombre del cigarro da cuenta
de un conflicto de 1916 con un empresario del medio oeste, Jack Wells,
quien terminó enviándoles la paga de una semana (112 dólares)
en monedas de diez centavos, al borde de la salida de su tren. Desde el
vagón, Harpo gritó: Adiós, Sr. Wells. ¡Espero
que su asqueroso teatro arda entero!. A la mañana siguiente
descubrimos que el teatro había ardido hasta quedar reducido a
cenizas. A partir de entonces decidimos no dejar hablar más a Harpo,
cuenta Groucho. De todos modos, uno de los mejores resúmenes marxistas
llega en la voz de George Folsey, uno de tantos colaboradores en The cocoanuts:
Con los Hermanos Marx nadie podía estar tranquilo.
Ni siquiera hoy.
Borrador
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Groucho: Bueno, ¿y cuántos hombres tiene en
su ejército?
Chico: Bueno, tenemos cien mil hombres.
Groucho: No es justo, nosotros sólo tenemos cincuenta
mil.
Chico: Está bien. Les damos veinticinco mil y estamos
en paz.
Groucho: Eso es, al cincuenta por ciento. ¿Y cuántos
batallones tienen?
Chico: Tenemos dos batallones y un francés.
Groucho: Me gustaría que trabajara para mí, así
podría despedirlo. ¿Cómo andan de caballería?
Chico: Tenemos cinco mil hombres, pero ningún caballo.
Groucho: Qué gracia, yo tengo cinco mil caballos y ningún
hombre.
Chico: Entonces que sus hombres monten nuestros caballos.
Groucho: No es mala idea. Si sus caballos se cansan, pueden
cabalgar a nuestros hombres para variar. (Chico asiente con
la cabeza.) No me importa prestarle nuestros caballos, pero tiene
que prometerme que van a hacer sus maniobras.
Chico: Oh, claro. Tenemos maniobras de caballos todas las mañanas.
(Hielo quebrado, un borrador de Sopa de ganso.) |
Lo que no llegó al cine
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Groucho: Ravelli, ¿qué está cantando?
Chico: Hogar, dulce hogar.
Groucho: Suena espantoso.
Chico: Es que mi hogar es espantoso.
Groucho: ¿Y para qué canta?
Chico: Para matar el tiempo.
Groucho: Sin dudas, tiene una buena arma. ¿Qué
estuvo haciendo aquí toda la semana?
Chico: Persiguiendo camiones de hielo.
Groucho: Creí que lo había mandado a perseguir
ambulancias.
Chico: Sí, pero las ambulancias iban demasiado rápido.
(Del programa radial Flywheel, Shyster & Flywheel,
1932.)
Groucho: ¿Dónde cree que debemos mantener esta
guerra?
Chico: También estuve pensando en eso. (Manipula una
pizarra y chinches, y los dos empiezan a sacar hombres como fichas.
Chico se come todos los hombres de Groucho.) ¿Quiere jugar
otra partida?
Groucho: No, ya es suficiente. ¿Cuánto le debo?
Chico: Treinta y seis dólares.
Groucho: Muy bien. Mire, usted necesita municiones para luchar
en esta guerra, ¿no?
Chico: Sí.
Groucho: Usted me compra municiones y yo olvido lo de los 36
dólares.
Chico: Me parece justo. ¿Qué clase de municiones
tiene?
Groucho: Déjeme enseñarle unas muestras. (Entra
Harpo arrastrando numerosas muestras de municiones con una cuerda.)
Este es nuestro último modelo, nuevo fusil Horowitz de 16 pulgadas.
(Harpo mete pólvora y dispara aun fusil hacia un blanco en
la pared, pero el fusil dispara hacia atrás y hace un agujero
en la pared trasera.) Con un fusil así puede matar a algunos
de sus hombres.
Chico: Eso está muy bien. Me llevo una docena. (Groucho
escribe el encargo en un cuaderno) ¿Tiene fusiles Gatling?
Groucho: Sí, pero no se los recomiendo. No son frescos.
¿Y unas granaditas?
Chico: No puedo permitírmelas enteras, pero me llevaré
medias.
Groucho: (escribiendo) ¿Algo más?
Chico: Sí, una gruesa de balas, dos docenas de granadas
de mano, tres barriles de pólvora y eche unos fósforos
dentro.
Groucho: Salgo ahora mismo y le mando este pedido a mi empresa
para que pueda recibir la munición a tiempo para la guerra.
Por cierto, ¿cómo anda de espías?
Chico: Muy bien. Lo tenemos a él (señala a Harpo).
Groucho: Así que también él está
de su parte.
Chico: Claro.
Groucho: Con ustedes dos al otro lado no creo que tenga problema
alguno en mantener al lobo fuera de la puerta.
(Diálogo del borrador original de Sopa de ganso,
descartado porque Groucho prefirió no encarnar a un traficante
de armas.)
Chico: (ofreciendo un servicio de taxi-camello)
Veinte francos por un camello con dos jorobas, y diez francos por
un camello con una joroba.
Groucho: ¿Cuánto cobra por un camello sin joroba?
Chico: Un camello sin joroba es un caballo.
(Diálogo de Una noche en Casablanca que quedó
fuera de la edición final.) |
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