OPINION
Por
Miguel Esteban Hesayne
�Que
paguen los empresarios�
En la Argentina
de hoy, para conjurar la grave crisis socio-económicapolítica
que se está padeciendo además de las repetidas denuncias
de la corrupción de sectores de la sociedad, el Episcopado Argentino
ha iniciado una pública campaña de Oración
por la Patria. Nadie se engañe. Un auténtico discípulo
de Jesús no cree en la oración mágica. La Oración
por la Patria no será eficaz si los corazones de los responsables
de la miseria que están padeciendo millones de argentinos no se
convierten a la justicia social por donde pasa la auténtica solidaridad
humana.
El mismo poder de Dios del cual habla San Pablo, queda bloqueado
por los bautizados argentinos que vendieron al capitalismo financiero
la dignidad de millones de argentinas y argentinos. Dios, el Dios de Jesucristo,
no es un fabricante de dólares que con nuestra Oración
por la Patria va a venir en ayuda del riesgo país.
La Oración por la Patria nos tiene que mover no simplemente
a informarnos del hambre y postración de millones de argentinos,
sino a buscar las causas reales de esta situación y no dejarnos
llevar de falsas e interesadas razones de no pocos de nuestros dirigentes
que siguen acumulando riquezas, robando a quienes tienen que servir por
mandato electoral.
Ha llegado el momento que los electores deben exigir a sus gobernantes
lo que prometieron y tanto más si han jurado por Dios y los Santos
Evangelios. Ha llegado el momento que el pueblo que padece la injusticia
implorando a Dios la verdad, la justicia, la libertad desde un profundo
amor solidario y liberador, tenga la lucidez y el valor de exigir sin
violencias de las armas que la Deuda Externa la paguen los empresarios,
funcionarios del Estado y otros dirigentes que han aprovechado los préstamos
que se vienen otorgando desde 1976 hasta nuestros días. Los Obispos
argentinos debemos exigir el diezmo de las ganancias a nuestros empresarios
y financistas porque no hay caridad sin justicia social. Dinero
que deben entregar a organismos promotores de trabajo digno.
Comparto con ustedes esta estadística social en la Argentina de
hoy, para vivir a flor de conciencia más que el riesgo país
la desnutrición y mortalidad de hermanos y hermanas si tenemos
Fe Cristiana, de ciudadanas y ciudadanos, si sentimos la Patria.
Un argentino de cada diez es indigente: no percibe lo necesario ni siquiera
para nutrirse. Sea niño o niña, hombre o mujer, adulto o
anciano, ese compatriota está en inminente riesgo de enfermedad,
y aún de una muerte injusta y prematura. Dos de cada diez pertenecen
a familias cuyos jefes carecen de trabajo. Otros dos, a familias con jefes
subocupados o víctimas de empleo basura.
Dos de cada diez pesos que haya captado o capte el Estado de ahora hasta
fin de año serán destinados al pago de la deuda externa,
que fue declarada ilegítima por la justicia, aunque nadie en Economía
se haya dado por enterado. Dichos pagos, a su vez, no rebajarán
en un solo peso el capital adeudado, no reducirán la velocidad
del nuevo endeudamiento y no harán más que profundizar la
brutal recesión que nos asfixia.
Tres empresas nacionales de cada diez quebrarán o cerrarán
sus puertas antes de finalizar el año en curso. Cuatro argentinos
de cada diez, catorce millones de personas, están bajo la línea
de pobreza. Sus ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades mínimas
de vestido, vivienda, educación, transporte y salud. Dos de cada
diez, por lo contrario, se quedan con el 60 por ciento del ingreso total.
Uno de ellos consume veinticinco veces o más que su compatriota
más pobre.
Cinco argentinos de cada diez con trabajo están fuera del mercado
de empleo formal: no tiene derechos laborales, carecen de cobertura médica,
no hacen aportes previsionales ni nadie los hace por ellos; no existen
para el Estado, o sólo cobran existencia cuando se los considera
evasores.
Y, sobre todo, no tienen futuro.
* Obispo emérito de Viedma
OPINION
Por Luiz Carlos Bresser-Pereira*
Hay que ayudar a Argentina
La crisis económica
y financiera de la Argentina es grave, pero podría ser atenuada
si se abandonara la currency board (caja de conversión o convertibilidad
entre el peso y el dólar) y si se sumara al ajuste fiscal la fluctuación
del peso, con el apoyo de los países desarrollados, del Fondo Monetario
Internacional y de Brasil. La mera realización de un ajuste fiscal
de cinco mil millones de dólares no resolverá el problema.
En verdad, solamente postergará una situación insostenible.
De acuerdo con lo que observó Luis Nassif en un artículo
reciente, la lógica de la especulación practicada por el
sistema financiero internacional en relación a los países
en desarrollo consiste exactamente en lo que está sucediendo con
la Argentina. El sistema financiero obtiene grandes ganancias con las
tasas, a partir de la existencia de un riesgo país elevado. Al
mismo tiempo, niega que el problema a enfrentar sea esencialmente cambiario,
que esté directamente relacionado con la deuda externa y con el
déficit de las cuentas corrientes. De esa forma, posterga lo más
posible el ajuste cambiario que se necesita, insistiendo que lo importante
es el ajuste fiscal. Para esto cuenta con el apoyo del propio FMI, cuyos
economistas entran en el juego (que también es ideológico)
de negar el problema financiero internacional y afirmar que se trata,
apenas, de un problema fiscal interno. Cuenta también con el apoyo,
a disgusto, del gobierno norteamericano, que apoya programas de salvamento
o blindaje del país en crisis. Logra, así, que
la situación se mantenga por más tiempo, y eso le permite
continuar obteniendo ganancias financieras extraordinarias. Cuando la
situación se torna insostenible, los capitales volátiles
se retiran a tiempo, o establecen los hedges necesarios, de modo que la
desvalorización pueda producirse sin perjuicios mayores para quien
ya obtuvo ganancias enormes.
Esa lógica perversa del capital financiero internacional, que no
representa ninguna teoría conspirativa de la historia sino que
es, solamente, el resultado del comportamiento racional de agentes mal
regulados, tiene un nombre elegante en la teoría económica
moral hazard, daño moral, y ha sido tema de preocupación
de economistas eminentes como Alan Meltzer. Meltzer encabezó la
comisión creada por el Congreso norteamericano la Comisión
de Asesoramiento sobre las Instituciones Financieras Internacionales
que estudió la acción de los organismos mundiales partiendo
exactamente de la premisa de que es necesario combatir ese tipo de prácticas.
La demostración de incompetencia y de falta de coraje de las autoridades
económicas locales de enfrentar los verdaderos problemas del país
es esencial para explicar por qué los países en desarrollo
continúan distanciándose de los países ricos en términos
absolutos y relativos. No son solo los intereses y la corrupción
los factores que explican nuestro desempeño económico: es
también la incompetencia de nuestras élites dirigentes,
que no saben defenderse de la dominación ideológica y de
las acciones especulativas del sistema financiero internacional. La situación
insostenible, que lleva a que los capitales internacionales se retiren,
ya se consumó en el caso de la Argentina. A diferencia de lo que
sucedió en Brasil, en la Argentina probablemente no será
suficiente la devaluación de la moneda local. Todo indica que,
adicionalmente, será inevitable una moratoria externa e interna.
Los perjuicios causados por la crisis serán menores si la Argentina
contase con el apoyo de los Estados Unidos. Esta fue la preocupación
principal del presidente Bill Clinton cuando visitó recientemente
Brasil. Pero, como dije entonces, es preciso que ese apoyo aparezca después
de la fluctuación del peso, no antes. Es inútil evitar la
crisis: hay que resolverla. Cuando existe un problema de endeudamiento
externo y de crisis de balance de pagos como en el caso de la Argentina,
la única forma de resolver el problema es a través de una
devaluación real, que cambie los precios relativos, reduciendo
en términos reales los salarios de toda la economía no
sólo los del sector público permitiendo que se retomen
los flujos económicos. Ese era el caso de Brasil en 1998. Si el
desequilibrio se hubiera agravado en exceso, y si el país tuviera
la mayor parte de su deuda en dólares, como pasa con la Argentina,
no será suficiente la devaluación que se alcance a través
de la fluctuación del peso, sea porque la desvalorización
y la consiguiente reducción de los salarios reales tendría
que ser demasiado grande, y por lo tanto desorganizadora de todo el sistema
económico. En ese caso, la moratoria de la deuda es una solución
de largo plazo, y eventualmente se podría alcanzar a través
de un nuevo sistema de securitización con el apoyo de los EE.UU.
y el FMI.
Hay quien habla de moratoria sin sugerir que, al mismo tiempo, se deje
fluctuar el peso. Como observó Paul Krugman, esta política
representaría un error grave, porque no enfrentaría el problema
fundamental de la economía argentina, que es la currency board
y la convicción fundada de los agentes económicos de que
el peso está sobrevaluado. Un principio fundamental de buena política
económica es que los flujos sean más importantes que los
stocks. La deuda es un stock, que precisa ser resuelto, pero mucho más
importantes son los flujos de exportación, importación y
producción, que precisan ser retomados para que la Argentina supere
la crisis.
Algunos temen que la devaluación implique la vuelta de la hiperinflación.
No creo en esa hipótesis por la simple razón de que un aumento
generalizado de precios no resolverá ningún
problema de la economía argentina, que está altamente dolarizada.
Es importante, por eso, que el mundo desarrollado, parcialmente responsable
por la situación dramática en que se encuentra la Argentina,
participe del apoyo necesario. Y que Brasil continúe con la política
que viene adoptando, de solidarizarse con la Argentina, nuestro socio
económico más importante.
*Ex ministro de Economía de Brasil.
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