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OPINION

Israel, la dictadura y los consejos de Avivi

Por Héctor Timerman

En el reportaje al responsable de la Comisión Israelí sobre Desaparecidos en la Argentina, Pinjas Avivi, publicado ayer en Página/12, el diplomático israelí responde como si nada hubiese cambiado desde los años de la dictadura. Tal vez nada haya cambiado en la política exterior israelí, pero no le auguro un buen futuro a dicha Comisión si pretende repetir la conducta del Estado israelí de aquellos años en la Argentina actual.
Es verdad que Avivi le aconsejó a mi padre, Jacobo, mientras lo acompañaba al aeropuerto
en 1979, que no denunciase al gobierno militar.
Pero falta agregar algunos datos para completar la historia.
Avivi nunca estuvo a solas con mi padre y tal “consejo” fue realizado rodeado de los militares
que lo trasladaban al aeropuerto. Cuando mi padre llegó a Madrid dio la conferencia de prensa que menciona el funcionario. Unos minutos antes me llamó por teléfono a Nueva York, furioso porque consideraba el “consejo” como una amenaza.
Me dijo textualmente: “Los israelíes están locos si creen que me voy a callar”. No era la primera vez que le pedían que no hablase. Antes nos habían dicho a sus familiares y amigos que nuestra campaña en el exterior empeoraba sus posibilidades de ser liberado.
Avivi no puede desconocer que casi un año antes de ese episodio el entonces embajador de Israel Ram Nirgad, el rabino Marshall Meyer y mis padres se reunieron en el departamento donde él comenzaba a cumplir su arresto domiciliario luego de más de un año en prisiones militares y centros clandestinos de detención. Nirgad trató de convencerlo de firmar una carta asegurando que había sido bien tratado y que no tenía ningún reclamo que realizar al gobierno. Mi padre se negó y ante la insistencia de Nirgad le dijo que prefería seguir preso antes que firmar. Siguió preso un año más.
Durante el tiempo que duró su detención varias veces me reuní con funcionarios de la Cancillería israelí para discutir cómo difundir su situación. En una discusión con Israel Gur Arieh, amigo personal de mi padre y entonces Director General del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, directamente le pregunté por qué en el caso de los disidentes rusos la campaña era pública y se movilizaban todas las organizaciones judías de la diáspora mientras que en el caso argentino se prefería una campaña silenciosa. Muy simple: la Unión Soviética estaba en el campo enemigo y la Argentina era una aliada estratégica. Me preguntaba si era por eso que la Argentina podía torturar prisioneros por ser judíos. Israel utilizaba la denuncia y el silencio como parte de su política exterior y de seguridad.
Decir que denunciar públicamente los actos criminales de la dictadura era un error y achacarle a la conferencia de mi padre “la imposibilidad de seguir sacando judíos de las cárceles” no le va a granjear a Avivi la simpatía de muchos en su próxima visita al país, especialmente entre los familiares de las víctimas que supuestamente vienen a localizar. El reloj de Avivi atrasa muchos años si no reconoce que ya nadie discute que denunciar públicamente fue más efectivo que la diplomacia silenciosa. Ni más ni menos que la diferencia entre la política de James Carter y la de Ronald Reagan.
Tampoco lo ayudarán mucho sus explicaciones sobre que las armas que triangulaba Israel y abastecían a la dictadura las vendían empresas privadas sin el conocimiento del Ministerio de Relaciones Exteriores. Alguien tendría que avisarle que llega a un país donde hay un ex presidente y un ex ministro presos y varios ex funcionarios más bajo investigación por utilizar la misma mentira.
Tal vez Avivi no quiera recordar que al menos en una oportunidad la ex subsecretaria de Estado para Derechos Humanos del Gobierno de James Carter, Patricia Derian, debatió con el gobierno israelí las ventas dearmas a la Argentina y recibió por respuesta que Israel no discute temas de seguridad y que las ventas de armas caen en dicho campo. Cuando finalizaba una de esas reuniones, Derian les dijo que las armas en cuestión eran utilizadas para matar prisioneros judíos. Y todo esto ocurrió varios años antes de la guerra de las Malvinas, cuando el único “enemigo” de la dictadura éramos aún los disidentes.
Ocurrió lo mismo en otros países de América latina. Israel fue un declarado sostenedor de la dictadura de Anastasio Somoza desde la década del 50 y también colaboró, esa vez públicamente, en una repugnante campaña a pedido de Ronald Reagan buscando demostrar que los sandinistas eran antisemitas. Avivi menciona mucho a Marshall Meyer. Vale la pena recordarle que fuimos juntos con Marshall a Managua a denunciar tal campaña. Esa vez, un día antes de partir me llamó un ex cónsul israelí en la Argentina, Herzel Imbar, para decirme que estaba por cometer un acto hostil contra Israel y contra el pueblo judío. Con un exagerado dramatismo juvenil le comenté que los colonos judíos de Palestina que fueron a pelear por la República en España no pensarían igual que él sobre dónde debían estar las lealtades de un judío.
Luego de leer las declaraciones de Avivi me temo que algunos miembros de dicha delegación que son funcionarios del Estado israelí vienen más a custodiar que no se investiguen las conductas de Israel que a buscar la verdad de lo que pasó con los desaparecidos judíos. Es llamativo que esa comisión la integren miembros de los ministerios de Relaciones Exteriores y de Justicia y ningún representante de las formidables organizaciones de defensa de los derechos humanos que funcionan en Israel y que tienen amplia experiencia en las tácticas de la diplomacia israelí para ocultar ciertas vergüenzas de su accionar.
Hay que reconocer, sin embargo, que uno de sus miembros, Edy Kaufman, siempre denunció en Israel las aberraciones de la dictadura militar, y recuerdo que en 1972, siendo mi profesor en la Universidad Hebrea, fuimos juntos a una de las primeras protestas públicas por el maltrato a los palestinos y por su derecho a su libre determinación.
Por supuesto estoy a disposición de la Comisión si quiere que declare lo que sé sobre lo sucedido en aquellos años. Dudo que sepa mucho más que Pinjas Avivi, como también dudo de su objetividad. Más que a investigar, Avivi debería ponerse a disposición de una comisión que analice en serio el comportamiento de la diplomacia israelí durante la dictadura.


 

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