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PALESTINOS Y JUDIOS ORTODOXOS ENFRENTADOS
A los piedrazos por el Templo

El intento de un grupo ultraortodoxo por poner la piedra miliar del Tercer Templo judío en Jerusalén provocó una batalla en la Ciudad Vieja, con decenas de heridos y detenidos.

Por Suzanne Goldenberg
Desde Jerusalén

La policía antidisturbios israelí irrumpió ayer en el controversial lugar sagrado que está en el origen de la actual intifada palestina, el Monte del Templo, y arrojó granadas enceguecedoras y gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes islámicos que hacían caer una lluvia de piedras sobre los fieles judíos que estaban debajo, orando junto al Muro de los Lamentos. Unos 20 palestinos y más de diez policías resultaron heridos en enfrentamientos que volvieron a poner de relieve un lugar que está en el centro de los diferendos de Medio Oriente. Los combates de ayer fueron poco importantes si se los compara con el sangriento levantamiento que costó la vida a seis palestinos en setiembre pasado, un día después de que el entonces líder de la oposición, y hoy premier, Ariel Sharon, visitara la explanada conocida por los musulmanes como Haram as-Sharif y por los judíos como Monte del Templo. Pero la violencia demostró el poder que incluso un pequeño grupo de extremistas detenta, cuando se trata de inflamar pasiones religiosas.
En el calendario religioso judío, ayer era un día de ayuno y plegaria para marcar la destrucción de dos templos bíblicos. Es la festividad de Tish’a Be Av, que recuerda la destrucción del Templo de Jerusalén, primero por los babilonios y después por los romanos. Este año, los Fieles del Monte del Templo –un grupo judío mesiánico enfrentado tanto con los israelíes laicos como con el grueso de los judíos ortodoxos– habían iniciado una campaña para colocar una piedra miliar de 4 toneladas y media en precisamente el mismo sitio ocupado durante siglos por las mezquitas de al-Aqsa en la explanada de Haram as-Sharif. A los palestinos les pareció imposible ignorar a los Fieles del Monte del Templo. La organización Fatah de Yasser Arafat declaró un “día de ira”, y los líderes musulmanes pidieron a sus fieles que protegieran las mezquitas “con sus cuerpos” en protesta por la injuria a su santuario. Aunque un tribunal israelí prohibió a los Fieles del Monte del Templo que se acercaran a la explanada, el escenario ya estaba listo para una confrontación.
Cuando las plegarias musulmanas de la tarde comenzaron, decenas de palestinos ignoraron los llamados a la calma y arrojaron piedras y botellas de plástico sobre las cabezas de los judíos que rezaban debajo, en el Muro de los Lamentos. Las mujeres que rezaban buscaron refugio bajo el muro mismo, o huyeron con sillas dadas vuelta sobre sus cabezas. Ante este espectáculo, fuerzas de seguridad israelíes entraron en la explanada, arrojaron gases lacrimógenos y golpearon a muchos manifestantes con las culatas de las armas. Unos 20 palestinos resultaron heridos, incluyendo al menos a cuatro que tuvieron que ser evacuados en camillas, sangrando de la cabeza. Según los palestinos, les dispararon con balas de goma, pero la policía israelí denegó esto. Unas 28 personas fueron arrestadas.
A medida que el día llegaba a su fin, las tensiones llegaron a Cisjordania y Gaza. En Ramalá, soldados israelíes desplazaron sus tanques hacia posiciones palestinas durante el fuego cruzado que se abrió después de que incendiaran un jeep del ejército, hiriendo a dos soldados. En Nablus, los manifestantes quemaron una efigie de Sharon. Un auto bomba explotó en un estacionamiento en una colonia judía en los límites norte de Jerusalén, pero no hubo víctimas.
Los enfrentamientos en Jerusalén, después de meses de relativa quietud en la Ciudad Vieja, sirvieron de plataforma para los Fieles del Monte del Templo y para todos aquellos que están en contra del cierre de Haram asSharif a los no musulmanes, como se viene haciendo desde el comienzo de la intifada. En su sentada frente al Muro de los Lamentos, el líder de este grupo ortodoxo entre los ortodoxos, Gershom Salomon, exhortó a Sharon a que preparara el camino para la redención de Israel y permitiera un nuevo templo. Para ello hay que destruir el lugar sagrado del Islam: “Las mezquitas deben ser sacadas de aquí piedra por piedra, no por un grupo sino por el gobierno israelí. Después las reconstruimos. Tenemosmaravillosos ingenieros”, explicó Salomon. Pero otros en la pequeña multitud que se había formado a su alrededor no tenían tiempo para esas concesiones. Entre ellos, había miembros de la organización virulentamente racista Kach, que fue declarada ilegal.
El secretario general de la Liga Arabe, Amre Moussa, afirmó que la decisión del gobierno israelí de permitir la ceremonia en el Monte del Templo era otra prueba de “malas intenciones”. Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores egipcio, Ahmed Maher, sostuvo que su país estaba llevando adelante contactos diplomáticos intensivos con los países árabes e islámicos para lograr apoyo contra lo que denominó las “provocaciones” israelíes.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

 

 

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