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AYER FUE LA ASUNCION SIMBOLICA DEL PRESIDENTE PERUANO ALEJANDRO TOLEDO
Nuevo Inca en las alturas de Machu Picchu

 

El flamante presidente peruano, el �Cholo� Alejandro Toledo, celebró ayer el éxito final de sus cinco campañas electorales con una toma de mando presidencial en Machu Picchu, observando las tradiciones incaicas de sus antepasados. �Esta es la primera promesa que cumplo�, proclamó el primer mandatario indio.

 

Página/12
en Perú

Por Carlos Noriega
Desde Cuzco

Flanqueado por las inmensas montañas verdes que rodean la impresionante ciudadela de piedra Inca de Machu Picchu, en el Cuzco, Alejandro Toledo tuvo ayer su segunda toma de mando presidencial. Fue una ceremonia simbólica, con la cual el presidente peruano de raíces indígenas agradeció a los dioses andinos “la fuerza y el coraje que me dieron los Apus (montañas) y la tierra para luchar cinco campañas en el camino a recuperar la libertad y la democracia”. Con la llegada de Toledo poco después del mediodía a Machu Picchu culminó un milenario ritual que había comenzado con la salida del sol, en el cual los “sacerdotes” andinos realizaron “el pago a la Pachamama (tierra) y a los Apus”, deidades andinas, para agradecerles por la elección de un descendiente de indígenas como presidente y pedirles que alejen las energías negativas y llenen de positivas al nuevo mandatario peruano.
Toledo llegó a las alturas de Machu Picchu acompañado por su esposa Eliane Karp y los presidentes de Chile, Ricardo Lagos, y de Costa Rica, Miguel Angel Rodríguez, que fueron los únicos de los doce mandatarios latinoamericanos que se quedaron para asistir a la segunda ceremonia de asunción del presidente peruano. También lo acompañaban el príncipe de España, Felipe de Borbón, y el canciller de Israel, Shimon Peres. Catorce “súbditos del Inca”, vestidos con ponchos rojos y sombreros, los recibieron tocando sus “pututos”, caracoles marinos traídos desde la costa norte del Perú y que se usan en las ceremonias andinas desde los tiempos de los Incas. Al ingreso, a cada uno de los presidentes y a los ministros del gabinete de Toledo les regalaron unos bastones de madera que simbolizan el poder. Con una mueca de dolor en el rostro, el presidente peruano utilizaba el suyo para ayudarse a caminar por los estrechos senderos que llevan a la plaza principal de Machu Picchu, donde se realizó la ceremonia. La noche anterior, mientras recibía de pie el interminable saludo de autoridades y diplomáticos, Toledo se resintió de la rodilla que se había lastimado días antes al resbalar en su casa.
Dos de los “sacerdotes”, que desde hace más de seis horas habían iniciado el ritual de “agradecimiento y pedido” a los dioses andinos, llegaron hasta el estrado oficial con las ofrendas envueltas en dos tejidos para pedirle al presidente permiso para iniciar la quema de las mismas, acto que marcaría el final del ritual. Luego el alcalde de la zona le entregó diversos obsequios al presidente: un hacha dorada, símbolo de mando usado por el Inca Pachacútec, con quien sus partidarios comparan a Toledo; un collar y una Chacana (cruz andina que tiene un agujero en el medio como representación del centro del mundo). La Chacana, además de formar parte de la simbología incaica, ha sido adoptada por Perú Posible como el símbolo de su partido. Acto seguido, representantes de los cuatro suyos (puntos cardinales en la tradición andina) llegaron con ofrendas para el nuevo presidente.
Toledo inició su breve discurso de diez minutos recordando que estaba en ese lugar, al que calificó como “el más emblemático del Perú profundo”, porque “en la campaña dije que si era elegido presidente vendría a inaugurarme en las alturas de Machu Picchu y ésta es la primera promesa que cumplo”. Fue un mensaje marcado por la defensa de la cultura indígena y la necesidad de su integración sin perder identidad al mundo moderno. “Las sociedades modernas tienen el enorme reto de hacer frente a las exigencias del mundo globalizado. La cibernética, la informática, la nueva cultura CNN, la cultura Internet, tienen que caminar de la mano con las culturas que tienen raíz e identidad nacional. La modernidad sí, laglobalización sí, la competitividad sí, pero sin desgarrar los rasgos de nuestra identidad nacional”, dijo, al tiempo que alzaba la mirada al cielo, que luego de dos días de lluvias se había despejado esa mañana. Abriendo los brazos y tal vez sintiéndose más Pachacútec que nunca, remató: “Pongo como testigo ante el Perú y ante el mundo estas murallas milenarias, gloria de nuestro pasado, de que haré todo lo que esté a mi alcance para compatibilizar esos dos objetivos y luchar por derrocar a la pobreza”.
Antes de culminar, el nuevo presidente peruano aseguró que además del objetivo “místico, simbólico, que tiene que ver con mis raíces” de la ceremonia, había una segunda intención “muy pragmática” que tenía que ver con la promoción del turismo. “Hay que decir a través de los medios de comunicación que aquí hay un centro de atracción turística extraordinario”, señaló y luego prometió incrementar la afluencia de turistas de 600 mil al año a 3 millones durante los cinco años de su gobierno.
Antes de Toledo había hablado su esposa, la antropóloga belga Eliane Karp. Lo hizo por sólo cinco minutos, primero en quechua y luego en español. Hablando a pocos metros del príncipe español, reivindicó a “los últimos resistentes contra la colonización española”. “Ha regresado el tiempo de la Chacana, hemos cumplido. Hemos traído el tiempo del décimo Pachacuti a la modernidad, con equidad e igualdad para todos los pueblos del Gran Tahuantinsuyo, para que vuelva el trabajo, la comida, la alegría”, aseguró con tono firme. En la tradición andina, “Pachacuti” es la nominación que se le da a los ciclos históricos. Hay “Pachacutis” que traen desastres y otros que marcan tiempos de prosperidad. Antes que culmine esta segunda toma de mando presidencial, el ministro de Relaciones Exteriores, Diego García Sayán, leyó el “Acta de Machu Picchu”, en la cual los cinco presidentes de los países andinos se comprometen a defender la democracia, los derechos humanos y los derechos de los pueblos indígenas. La ceremonia fue breve, duró apenas 30 minutos, y para muchos pasó tan rápido que dejó una sensación de decepción, luego de tanta expectativa y preparativos. Del esperado ritual andino no se pudo ver mucho.
Este ritual había comenzado a las seis de la mañana. Junto a uno de los muros de la ciudadela de Machu Picchu los “sacerdotes” comenzaron a colocar las distintas ofrendas para la Pachamama (la tierra, que representa el mundo femenino) y para los Apus (las montañas, que representan el mundo masculino). Semillas, maíz de diferentes colores, azúcar, granos diversos, flores, hojas de coca, lentejuelas metálicas, lazos de oro y de plata, fetos de llama embadurnados en cebo del mismo animal, se juntaron en un proceso lento sobre dos tejidos, según el género de cada ofrenda. Uno de los “sacerdotes” tomó chicha (bebida de maíz fermentado) en quero (vaso ceremonial Inca) y la escupió a la tierra en señal de agradecimiento. Finalmente las ofrendas fueron envueltas en dos tejidos y quemadas para que las cenizas se eleven a los dioses. Aurelio Carmona, antropólogo cuzqueño que dirigió la ceremonia junto con el campesino Nazario Turpo, dialogó con Página/12 sobre el significado de este ancestral ritual: “Esta es una ceremonia de origen Inca que se hace para agradecerles a los dioses y pedirles algo. En este caso, el propósito es agradecerles la elección por primera vez de un presidente andino y pedirles que le den energía para que gobierne bien en estos tiempos difíciles”. Carmona destacó la importancia de que por primera vez una ceremonia religiosa andina forme parte de un acto oficial. “Esta ceremonia se ha practicado siempre, pero muchas veces en forma semiclandestina porque ha existido una discriminación y rechazo a la cultura andina. Por eso es muy importante que el presidente participe en esta ceremonia porque eso implica un reconocimiento a las tradiciones culturales y religiosas del mundo andino”, señala. Toledo regresó de Machu Picchu al Cuzco en helicóptero y del aeropuerto fue directo a las ruinas de Sacsayhuaman, ubicadas en las afueras de la ciudad. Ahí, sobre un estrado colocado al lado de las inmensas piedras de la fortaleza Inca, dirigió un nuevo discurso ante una multitud que lo escuchaba apostada en las laderas de los cerros. En el lugar flameaban las banderas peruana y las del Tahuantinsuyo, que tiene los colores del arco iris. El discurso siguió la misma línea de reivindicación de la cultura andina. Como novedad estuvo el anuncio de que los idiomas quechua y aymara “serán reincorporados como una opción” en la educación escolar. La fiesta continuó con Toledo cantando huaynos (música típica de las comunidades andinas), y su esposa y otros miembros de la comitiva oficial bailando entusiasmados.

 

 

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