Agosto
es el mes de hacer o deshacer para la ambiciosa revisión
estratégica encarada por el secretario de Defensa norteamericano
Donald Rumsfeld. O más bien, el mes de hacer y de deshacer.
En otras palabras, el jefe del Pentágono tiene que empezar
a construir su polémico escudo antimisiles ya, porque de
otro modo una tijera muy peligrosa empezará a cerrarse sobre
él. El tiempo apremia.
Una hoja de la tijera empezó a girar en junio con la nueva
mayoría demócrata al frente del Senado y de sus críticas
comisiones de Relaciones Exteriores y de Fuerzas Armadas, que distan
de estar convencidas del escudo antimisiles pese a la exitosa prueba
de intercepción consumada sobre el Pacífico hace dos
semanas. Sin embargo, el cambio de mayoría no sería
nada si al mismo tiempo no hubiera empezado a girar la otra hoja
de la tijera: la oposición de las fuerzas armadas y
particularmente de la Marina a la revisión estratégica
dentro de la cual el escudo antimisil es la clave. Hay que entender
que el plan de Rumsfeld implica el desmantelamiento progresivo de
bases en el exterior, que serían reemplazadas por fuerzas
de reacción ultrarrápidas en que las armas antimisiles
a desplegarse en aire, mar, tierra y espacio exterior son un ingrediente
cardinal. Y a ningún comandante le gusta que se desarticule
la fuerza sobre la que comanda, porque entonces deja de ser comandante.
La oposición más vocal y explícita ha venido
del almirante Dennis Blair, comandante de las fuerzas navales norteamericanas
en el Pacífico. Y no es casual, ya que Rumsfeld identifica
precisamente al Pacífico como el principal teatro de operaciones
estadounidenses del siglo XXI, al tiempo que aborrece una actual
configuración de fuerzas basada en pesados y costosos portaaviones
y en bases militares que se vuelven cada vez más conflictivas
y repudiadas en los países que las acogen, como en el caso
de Japón con la base de Okinawa. Aliado a otros sectores
que resisten ferozmente el guadañazo presupuestario que Rumsfeld
se propone aplicar sobre la totalidad de las fuerzas convencionales,
el almirante Blair ha salido a desafiar a su jefe civil más
o menos en público, y su destino dentro de la terna que compite
por la próxima jefatura del Estado Mayor Conjunta será
un indicador del desenlace de la puja. Dentro de esto, y para evitar
que la tijera de intereses creados militares y parlamentarios se
cierre sobre él (el viejo complejo militar-industrial, en
un rol paradójico), Rumsfeld violará el tratado ABM
contra sistemas antimisiles en agosto, para crear una
situación irreversible.
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