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�La computadora es sólo una gran herramienta�

El músico italiano Riccardo Bianchini dice que no cree en las barreras entre la vanguardia, lo �culto� y los géneros populares.

Por Pablo Plotkin

A juzgar por su currículum eminente, nadie espera encontrarse con ese italiano afable y de modos inseguros que es en verdad Riccardo Bianchini. Pianista, compositor contemporáneo, profesor de música electrónica, programador informático, ingeniero mecánico y escritor de libros didácticos, este milanés de 55 años visita anualmente la Argentina desde 1995 para dictar clases magistrales y dar conciertos en que combina secuencias disparadas por computadora y ejecución de instrumentos tradicionales. En el laboratorio de investigación musical del Centro Cultural Recoleta –donde desarrolla casi todas sus actividades en Buenos Aires–, Bianchini analiza el estado de las cosas en la música “de vanguardia” y en los géneros populares.
“La informática llegó tanto a la música de vanguardia, la música culta o como se la quiera llamar, como al pop y la música para películas, televisión, multimedia y videojuegos. La música electrónica surgió a fines de los años cuarenta, por supuesto no se desarrollaba con computadoras personales. En 1966 sale Sgt. Pepper Lonely Hearts Club Band, el primer disco que no se puede tocar en vivo. Y allí los Beatles usan técnicas desarrolladas años atrás por músicos como Stockhausen y tantos otros. Eso sí: la computadora es sólo una gran herramienta, porque es el hombre el responsable de la creatividad”, sostiene en la entrevista con Página/12.
–Cada vez son más los discos concebidos desde una computadora personal.
–Sí, claro. Pueden sonar más fríos que los álbumes que incluyen música instrumental, pero la diferencia está en la cabeza del artista. Se puede hacer música fría y fea con un piano, un violín o una guitarra. Y se puede hacer música hermosa, caliente y expresiva con una computadora.
–¿Qué papel ocupa la llamada “música culta” en la sociedad actual?
–Pequeño, pero casi siempre ha sido así. Lo importante es el mercado. Es más rentable seguir dándole al público el mismo producto que no haga pensar. Las cosas distintas tienen un éxito muy limitado.
–¿Y qué cree del nivel medio de la música popular?
–Como siempre, hay cosas muy buenas y otras muy malas. Lo que me molesta es la concepción efímera de la música actual. Son productos diseñados para usarse seis meses y descartarse.
–¿No es natural que surja otra manera de concebir el arte, distinta a la de la música clásica, por ejemplo, pensada para trascender los siglos?
–Sí, pero hay casos de la música popular –los Beatles, Pink Floyd, U2- que son más perdurables. Y hay música de vanguardia que fue olvidada, porque era música fea. No creo en la división de la música por géneros.
–¿Qué impresión se llevó en estos años de la música argentina?
–Hay muchas cosas buenas. El tango me gusta. No sólo el clásico, sino todo lo que generó después, con Piazzolla como máximo ejemplo. No conozco suficiente rock argentino, pero Charly García me gusta mucho, y Fito Páez, bastante. Y de música clásica, escuché algunas obras muy buenas, pero como siempre hay una gran diferencia entre Buenos Aires y el Interior.
–¿Qué diferencias ve entre la manera de entender la música entre los europeos y los sudamericanos?
–El público sudamericano me parece más abierto. Y los compositores también. En Europa, la división de géneros es mucho más estricta. Es casi imposible, en Europa, que una obra de características clásicas introduzca elementos folklóricos, o populares, mientras que acá se puede. La música tiene que servir para comunicar. No creo en la música abstracta.

 

 

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