Por
Cecilia Hopkins
Las
leyendas son el inicio, las bases que sostienen la complicada arquitectura
de la cultura de un pueblo, recuerda Luis Rivera López, actor
y puestista. Esta es la justificación teórica de Leyenda,
la nueva producción de Libertablas, un grupo que ya ha cumplido
23 años contando historias dirigidas al público infantil.
Con dirección de Gustavo Manzanal, el espectáculo, que divierte
muchísimo a los chicos, cumple temporada en la elegante sala del
Teatro Margarita Xirgu (Chacabuco 875). Uno de sus lujos es que cada uno
de los segmentos en que se divide cuenta con música original interpretada
especialmente para la ocasión por Julia Zenko (zamba), León
Gieco (carnavalito), Teresa Parodi (chamamé) Sandra Mihanovich
(canción) y Rubén Rada (milonga).
En el inicio, los actores encarnan a un grupo de seis narradores provenientes
de diferentes sectores
del país dispuestos a iniciar un ritual colectivo: ir repasando
leyendas de una y otro rincón. El objeto de la reunión es
generar una energía renovadora de las fuentes de la imaginación,
echando a rodar historias para disipar la oscura y pesada sombra
de los tiempos que corren. A partir de esta situación inicial,
los cuentacuentos despliegan sus mejores relatos, situándolos en
las diferentes geografías y culturas que les dieron origen. Las
leyendas recreadas por el grupo tienen en común la voluntad de
subrayar a través de las andanzas de sus personajes valores como
la solidaridad, la memoria, la justicia, el coraje, la defensa del medio
ambiente.
Libertablas conjuga actuación, baile y teatro de títeres,
empleando diversas técnicas. Los aspectos visuales empeñados
en la escenificación de los cuentos son obra de Magda Banach, responsable
del diseño de los muñecos, la escenografía y el vestuario.
Utilizando diferentes recursos, aparecen los cerros del noroeste, la pampa,
las selvas del litoral, los mares australes y la antigua ciudad de Buenos
Aires. Es en ese marco que se suceden las canciones de las grandes figuras
de la música popular que apoyaron este proyecto.
En el primer cuadro, una gran carabela comandada por muñecos recrea
el momento en que los españoles llegan a la costa encendida de
fogatas a la que llamarían Tierra del Fuego, poblada por los onas
que de ese modo llamaban la atención de las ballenas para que atracaran
en sus costas. Luego, el escenario se convierte en los pajonales de las
pampas donde brilla el gran Antu, dios sol y a la vez héroe civilizador
de los mapuches. La redonda figura hace allí las veces de fondo
para la proyección de siluetas a la manera del teatro de sombras
oriental. Son los personajes que intervienen en la leyenda que expresa
la gratitud del tigre que defiende al indio que lo protege, atacando a
los soldados que llegan a conquistar su territorio.
Los chicos festejan las torpezas de los cazadores de llamas y vicuñas
vencidos por el pastor Coquena y el temible Ucumar, seres fantásticos
de la puna. La aparición del duende litoraleño Yací
Yateré desata la algarabía de espectadores,sorprendidos
por la selva y su fauna movediza, animada según las técnicas
del teatro negro. Luego de una historia urbana que protagoniza un Carlos
Gardel convertido en ángel protector, surge del caldero el fuego
que todos estaban esperando, el punto de partida, el comienzo del
teatro mismo.
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