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SE ESTRENA HOY “LA BERNHARDT”
El ocaso de una diva

Los actores Alicia Berdaxagar y Jorge Suárez explican por qué
�La Bernhardt� pone el foco en
la relación enfermiza que unía a la estrella francesa con su secretario, hacia fines de su vida.

La acción de “La Bernhardt”, que se estrena hoy, transcurre en 1922.
Bernhardt fue una superestrella de comienzos del siglo pasado.

Por Hilda Cabrera

”No tengo la voz ni la altura ni los ojos verdes de Sarah Bernhardt. No trabajé queriendo parecerme a ella sino pensando en este personaje de Murrell que propone un juego para recuperar la memoria”, dice la actriz Alicia Berdaxagar, protagonista de La Bernhardt –que se estrena hoy en el Multiteatro, de Corrientes y Talcahuano– junto al actor Jorge Suárez en el papel de Georges Pitou, secretario de la artista francesa que encandiló a los espectadores de su época. Basada en Memoir (1974), del estadounidense John Murrell, la obra no pretende ser una biografía sino la captación de un momento en la vida de Bernhardt: el de su ocaso. La musicalización apunta a ese clima: se escuchan fragmentos de Melodía (“Danza de los espíritus bienaventurados”, de Orfeo y Eurídice), de Gluck. La acción transcurre en 1922, un año antes de su muerte en Francia, a los 78 años, cuando enferma pero todavía rebelde propone a su ayudante de cámara jugar escenas del pasado “para refrescar su memoria y sentirse viva”. Su imagen no es aquí la misma que el checo Alphonse Mucha realzó en sus posters de sinuosas líneas, donde la mostraba con exóticas flores y plantas adornando sus cabellos al mejor estilo Art Nouveau. Aquello que intenta rescatar la obra de Wilson se suscita en el ámbito de los sentimientos, tal como lo expresan ante Página/12 Berdaxagar y Suárez. “Pitou la admira y respeta, pero tiene sentimientos encontrados. La ama y la odia. Su vida adquiere sentido ante la luz que desprende Sarah”, puntualiza el actor. Bernhardt es aquí una anciana lisiada, que pide atención “como cualquier enfermo terminal a sus incondicionales”. Este tratamiento “humanizado” de la venerada Sarah los apasiona.
–Sin embargo, este ocaso sigue siendo el de una mujer famosa...
Alicia Berdaxagar: –Es cierto, pero lo que le sucede a esta Bernhardt puede ocurrirle a cualquier otra persona. ¿Quién no ha tenido su pequeño momento de fama, aunque sea dentro del núcleo familiar? La situación que plantea la obra puede ser también la de quien ha tenido alguna vez una familia y se ha quedado solo, o sobresalió de joven y empieza a sentir que el calendario se le vino encima. Para componer a Sarah traté de olvidarme del mito.
–¿Quiso dejar atrás también las excentricidades del personaje?
A.B.: –Quise ser fiel al texto. Lo otro es documentación. En esta obra no viajo en globo ni me interno en la selva para cazar animales (como se cuenta de Bernhardt). Se mencionan esas cosas, pero no son las que importan. Lo interesante es la relación que ella necesita mantener con su mayordomo o asistente. Este es el bastón que le ayuda a seguir viviendo.
Jorge Suárez: –Sarah se apoya en Pitou como si fuera una muleta, y no le importa lo que le pasa a él.
–Tampoco le importa parecer egoísta...
J.S.: –Sin embargo, tiene momentos de afloje: cuando se pregunta por qué nadie la quiso y habla de sus piernas. Ahí es donde aparece la historia de la amputación, que es más terrible todavía porque fue la consecuencia de un accidente en un escenario. Pero lo que importa en esta obra es el vínculo que se da entre Sarah y Georges, semejante al del amo y el esclavo, quizás al de dos hermanos que compiten, o el de un marido y su mujer, un médico y su paciente. Esos vínculos en los que uno fagocita al otro o busca venganza. Por eso algunos de los momentos más dramáticos de la obra provocan risa. Por algún lado tiene que salir la angustia. Traté de componer a Pitou y a los demás personajes con cuidado. El director Eduardo Gondell se ocupó de que éstos no se conviertan en una galería, que no fueran producto de mi histrionismo.
–¿Temía desprender a los personajes del contexto?
J.S.: –Me costó imaginarme a Pitou haciendo de madre o de empresario, porque él debía encarnarse en esos textos. Estos eran la única vía que le permitía canalizar la bronca.
–Composiciones que además deben surgir con fluidez...
J.S.: –Porque el contexto que crearon Graciela Galán (vestuarista y escenógrafa) y Ernesto Diz (iluminador) es de una gran delicadeza. Tiene ese clima de fines del siglo XIX y comienzos del XX en que se le daba importancia al glamour. Uno tiene la imagen de que la Bernhardt era una actriz grandilocuente, cuando fue una innovadora y exigía respeto para su trabajo. En uno de sus viajes a Estados Unidos se molestó porque el público no guardaba silencio, y amenazó a los espectadores con hacer morir a su personaje antes de tiempo si no se callaban.
–¿Qué significa poner hoy una obra con Sarah Bernhardt como figura?
J.S.: –Poner una obra de estas características en Buenos Aires puede parecer una locura, del empresario (Chiche Aisenberg) y nuestra. El clima y el color que se eligieron para La Bernhardt son una propuesta muy parecida al remanso, y sabemos que no hay mucha gente preparada para entender que hay que parar esta vida loca que llevamos.

 

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