Por David Cufré
Por ahora hay miradas, gestos,
sonrisas. Todo muy sugerente, pero también muy medido. El Gobierno
siguió acumulando ayer muestras de apoyo desde Estados Unidos,
Europa y de las autoridades del FMI, pero sin que ninguno de esos mensajes
estuviera acompañado por el anuncio concreto de un próximo
socorro financiero. El mundo no se maneja como un almacén,
dijo el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, cuando le preguntaron por
tercera vez si habrá o no ayuda internacional. Con desdén,
explicó que hay reglas diplomáticos que seguir, no
se arregla todo por teléfono. Pero es muy malo crear
tantas expectativas, agregó, en referencia a lo que se convirtió
en el tema excluyente de la economía para hoy: si el subsecretario
del Tesoro de Estados Unidos, John Taylor, comunicará a su llegada
al país que su gobierno está dispuesto a poner fondos, o
que lo recomendará al FMI.
Ayer desde Washington, antes de partir, Taylor aseguró que hay
buenas chances de que el Fondo, por lo menos, adelante desembolsos
previstos para setiembre. También afirmó que hay una
amplia gama de discusiones en desarrollo, y que el Gobierno ha tomado
decisiones extraordinariamente buenas.
Taylor estará desde la mañana y hasta el almuerzo reunido
con Domingo Cavallo y el equipo económico. Por la tarde se encontrará
con las autoridades del Banco Central y luego con otros funcionarios de
gobierno. Después que el presidente George Bush le transmitió
a Fernando de la Rúa sus congratulaciones por la ley de déficit
cero, y le informó que enviaría a Taylor como señal
de respaldo, los mercados se apaciguaron. El riesgo país terminó
ayer en 1601 puntos, 87 por debajo del día anterior. Pero la expectativa
se trasladó a si el apoyo se materializará en dinero contante
y sonante. Una alta fuente de Economía le dijo a Página/12
que la apuesta de algunos actores financieros contra la Argentina
es muy fuerte. En estos momentos es cuando debemos ser más consistentes
y reafirmar lo que hemos aprobado. Obviamente, seríamos aún
más fuertes para enfrentar la corrida si tuviéramos dinero
desde el exterior.
Pero en Economía sostienen que si los fondos no llegan, de todos
modos podrán aguantar los embates especulativos. Entre consultores
económicos y voceros de la city, en cambio, el ambiente es más
pesimista. En su mayoría opinan que sin un refuerzo de capitales
desde el exterior, la base de sustentación del Gobierno será
muy endeble. El Gobierno maneja distintos escenarios en sus negociaciones
con el FMI, el Tesoro de Estados Unidos y países europeos:
La expectativa más conservadora
es que el FMI adelante los desembolsos previstos para setiembre y noviembre,
cada uno por 1250 millones de dólares. Son fondos acordados en
el blindaje financiero, por lo que no habría un socorro adicional.
Como el FMI apuraría sus envíos, el Banco Mundial y el BID
harían lo mismo, constituyendo un paquete de 4 mil millones. Como
gesto de ayuda, sería bastante débil. Ayer el vocero de
Horst Kohler, director gerente del Fondo, sostuvo que por ahora no hay
nada definido, aunque sí podría adelantarse el envió
del desembolso pautado para setiembre.
La opción intermedia
es que Estados Unidos y los miembros europeos del FMI, encabezados por
España y Alemania, hagan aportes al FMI para ampliar el blindaje
financiero en 5 mil millones de dólares. El gobierno estadounidense
insinuó que aceptaría colaborar, pero las declaraciones
son demasiado cautas para extraer conclusiones en uno un otro sentido.
Con algo menos de cautela, el gobierno alemán está dejando
entrever su escasa disposición a sumarse al eventual rescate. El
ministro de Finanzas, Hans Eichel, sostuvo ayer desde Berlín que
su gobierno respaldaría el pedido de Argentina de acelerar los
desembolsos del FMI (aquellos 2500 millones), pero se negó a adelantar
su posición en cuanto a un aporte adicional.
El mejor acuerdo imaginable
es que los mismos participantes del punto anterior integren 10 mil millones
de dólares. Si Argentina tuviera esosfondos a su disposición,
en la city afirman que ganaría la pulseada con el mercado.
Pero mientras estas negociaciones se definen, el Gobierno sigue procurando
instalar en la opinión pública la dicotomía ellos
o nosotros. La ventaja de poner las cosas en esos términos
es que, si la gente lo cree, estará más dispuesta a tolerar
sacrificios, los ya impuestos y otros adicionales, si hiciera falta. Colombo
enfatizó anoche tras una reunión de gabinete que la
Argentina está sufriendo una corrida especulativa contra sus bonos
de deuda. No estamos dispuestos a perder esta batalla, y les
vamos a ganar porque muchos no creían que los argentinos seríamos
capaces de reaccionar a este ataque especulativo como lo hicimos,
subrayó. Ante la pregunta de si el recorte de salarios y jubilaciones,
actualmente de 13 por ciento, podría elevarse al 20 o a cualquier
otro nivel en caso de que la recaudación siga en picada, el jefe
de Gabinete respondió que se harán todos los esfuerzos para
que la recaudación no caiga, pero que se tomarán todas
las medidas que sean necesarias para cumplir con el déficit cero.
El Gobierno se muestra cohesionado en la defensa de esa política.
Desde Economía señalaron a Página/12 que estamos
trabajando con una regla y la vamos a mantener. Queremos que aumente la
recaudación, pero llegada la circunstancia de que haya que profundizar
el ajuste de jubilaciones y salarios, lo haremos.
No parece posible que puedan sostenerlo política y socialmente.
¿Cómo harán? preguntó este diario al
funcionario.
Somos conscientes de la resistencia, de que será difícil,
y sobre todo de que no nos resulta nada placentero. Pero la sociedad también
es consciente del momento que se está viviendo. Y si le explicamos
que las consecuencias del default serían mucho peores, nos va a
comprender se esperanzó.
Conozca al amigo americano
¿Quién es John B.Taylor? Es el subsecretario para
Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro, cargo que ocupa
desde el 1º de junio de este año cuando prestó
juramento ante el secretario Paul ONeill. Taylor es considerado
el principal asesor de ONeill en una amplia gama de temas
internacionales. Asimismo, tiene a su cargo el desarrollo de políticas
y conducción de actividades en las áreas de finanzas
internacionales, asuntos económicos y monetarios, comercio
y política de inversiones, deuda internacional y participación
de EE.UU. en instituciones financieras. Taylor, un economista egresado
de la Universidad de Stanford, es reconocido como un experto en
política monetaria internacional. Previamente, se desempeñó
como economista ejecutivo en el Consejo de Asesores Económicos
del presidente Henry Ford, en 1976, y como miembro del Consejo de
Asesores Económicos del presidente George Bush (padre), entre
1989 y 1991. Fue integrante además del Consejo de Asesores
Económicos del Gobernador de California, entre 1996 y 1998.
Anteriormente a su incorporación como académico en
la Universidad de Stanford, en 1984; Taylor fue profesor de economía
de las Universidades de Princeton y Columbia. En tanto, recibió
una beca de la Fundación Guggenheim para realizar investigaciones
y fue integrante de la Academia Norteamericana de Artes y Ciencias
y de la Sociedad Econométrica. Taylor, casado con dos hijos,
nació el 8 de diciembre de 1946 en Yonkers, Nueva York.
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OPINION
Por Julio Nudler
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Argentina, presa fácil
Los partidarios del moral hazard o riesgo moral siempre condenaron
los salvatajes a países subdesarrollados con un argumento
antipático: no alentar conductas irresponsables de endeudamiento
por parte de los gobiernos periféricos, y otro simpático:
no hacerles el caldo gordo a los prestamistas, porque salvar al
deudor es en última instancia rescatar al acreedor, convirtiéndole
en seguro un negocio que debiera ser azaroso, y ello a costa de
fondos públicos. Ahora, sin embargo, la cuestión es
exactamente la inversa: si las potencias centrales y su herramienta
predilecta, el Fondo Monetario, no acuden en auxilio de la Argentina,
los especuladores que juegan a tumbarla van a salirse con la suya,
sencillamente porque el país no tiene cómo defenderse
demasiado tiempo más del acoso.
Para comprender esto es preciso distinguir entre la Argentina y
los argentinos, o al menos aquellos argentinos con ahorros acumulados,
cualquiera sea su origen. Es decir, de la clase media para arriba.
Como la presión especulativa contra los bonos nacionales
se traduce, vía riesgo país, en una corrida de depositantes
locales, éstos terminarán oficiando de verdugos del
conjunto en su lógico afán por salvarse individualmente.
En realidad, quienes ahora retiran su dinero fueron precedidos en
la estampida por otros más opulentos y avisados y, mucho
antes de esta crisis, por los compatriotas que mantienen en el exterior
por lo menos tantos dólares como toda la deuda del Estado
nacional.
La extensión de la fuga a estratos sociales más amplios
da una medida de la fractura que existe entre la sociedad y los
gobernantes, con consecuencias que castigan con especial dureza
a los estratos más bajos, que ni cancelan plazos fijos ni
gobiernan, y que volverán a pagar el peor precio si la marea
especulativa finalmente doblega a la Argentina. Ahora lo único
que puede cambiar el final de esta película es alguna acción
concreta de Washington y el resto del G-7, aunque sea porque comprendan
que les resultará más barato blindar a la Argentina
que montar un cordón sanitario que ataje el contagio de Brasil
y otros emergentes, y de ese modo evite que se complique aún
más una economía global en desaceleración.
En este sentido, y aunque suene desmedido, la visita de John Taylor
implica una acción autodefensiva de los gobiernos de Estados
Unidos, la Unión Europea y Japón, y de protección
de las ganancias de las multinacionales, que están sufriendo
con los asomos recesivos. Ninguno de ellos quiere experimentar el
moral hazard en carne propia.
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MORATORIAS
Y DEUDAS CON EL FISCO SE PAGARIAN CON BONOS
Estrategia antiespeculadores
En Economía
están convencidos de que en esta fase de la crisis financiera,
la Argentina está padeciendo una fuerte corrida especulativa que
derrumba artificialmente las cotizaciones de los títulos públicos
y, por lo tanto, dispara el riesgo país a niveles astronómicos.
Así lo expresó públicamente el jefe de Gabinete,
Chrystian Colombo: el país está sufriendo una corrida
especulativa contra sus bonos de deuda, asegurando que no
estamos dispuestos a perder esta batalla. Para ello, Cavallo está
estudiando una serie de medidas antiespeculación, entre las que
se destaca la posibilidad de pagar moratorias y deudas con la DGI con
títulos públicos.
En un renovado y particular mecanismo de capitalización de deuda,
sistema que se utilizó a fines del 89 para financiar proyectos
productivos y luego en los 90 para comprar empresas estatales, Cavallo
vendería activos públicos (acreencias del fisco) recibiendo
a cambio bonos. La idea de Economía es fijar un piso a las cotizaciones
de los bonos puesto que con esa iniciativa se incrementaría supuestamente
la demanda por esos papeles. Y así se daría un fuerte golpe
a los operadores que especulaban a la baja con los bonos argentinos, en
operaciones que, según estimaciones, superarían los 12 mil
millones. Cavallo tiene en su escritorio la idea de que las moratorias
impositivas o deudas ya tomadas puedan ser abonadas con bonos, afirmó
un colaborador del ministro, aunque aclaró que aún
hay que ver el valor con que se tomarían esos títulos.
Dato, este último, clave para el éxito o fracaso de esa
operación.
Además, Cavallo evaluó otras alternativas destinadas a frenar
la ola especulativa a través de la venta masiva de títulos
públicos alquilados, que posteriormente son recomprados a precios
más baratos. Junto con técnicos del Palacio de Hacienda,
estudia dos alternativas para frenar y detectar quienes provocan esta
especulación:
Implementar una norma que establezca
la obligatoriedad de registrar todos los bonos en la Caja de Valores,
donde al existir subcuentas, es fácil detectar quien compró
y quien vendió. Actualmente la mayoría de los bonos globales
están registrados en las instituciones de custodia extranjeras:
Euroclear y ClearStream, y en menor medida en la estadounidense DTC, a
través de la Caja de Valores.
Emitir una instrucción
al Banco Central y a la Superintendencia de AFJP para que los títulos
que esténdepositados para su cobro en el vencimiento (a finish)
queden congelados y no puedan ser alquilados.
ELSZTAIN,
DE IRSA, CONTRA ONEILL
Bocas cerradas
No es lo más
común ver a grandes empresarios produciendo hechos políticos.
Mucho menos si se trata de criticar a otros gobiernos. Y menos aún
si ese otro gobierno es el de los Estados Unidos. Pero las últimas
declaraciones del secretario del Tesoro estadounidense, Paul ONeill,
sobre la Argentina (dijo que el país está como está
porque a los argentinos les gusta ser como son) provocaron
la reacción de Eduardo Elsztain, presidente del grupo Irsa, que
tuvo como socio a George Soros y ahora a otro inversor americano. A continuación,
los párrafos más destacados de una carta que el empresario
envió al Financial Times.
Hemos tomado un camino
sin precedentes para reducir los salarios de los empleados públicos
y hemos hecho de los pagos de intereses de la deuda una prioridad.
Funcionarios de los Estados
Unidos no deberían forzar a la Argentina para hacer cosas que no
quiere. Pareciera que quieren que la Argentina sea un ejemplo de país
que colapsa.
Apreciamos la ayuda y
el dinero que hemos recibido en el pasado y entendemos que la ayuda financiera
y económica no será por siempre. Pero esta vez sería
suficiente mantener ciertas bocas cerradas.
Cuando importantes funcionarios
como Powell, Greenspan y ONeill, el mismo día, repiten que
el mundo no sufrirá un efecto contagio, es cuando nosotros más
tememos que esto efectivamente pase.
Todos conocemos la importancia
de las expectativas en eventos económicos y también sobre
profecías auto cumplidas. Esperamos que las observaciones del Sr.
ONeill no se conviertan en eso.
Muchas crisis se originaron
desde lugares lejanos. ¿Será ésta una más?.
Entre
la depresión y el golpe final del mercado
Aun si la Argentina se salva del default, en Economía manejan
cifras que muestran que la recesión es brutal.
Si
todo sale bien para Cavallo, en tres años el producto caerá
casi 6 por ciento. Podría ser peor.
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|
Por
Maximiliano Montenegro
Cuando llegó
al Ministerio, Domingo Cavallo decía que en los últimos
meses del año la economía crecería a ritmo superior
al 5 por ciento, alcanzando para todo el 2001 un incremento del PBI de
2,5 por ciento. Hace un mes, el equipo de Cavallo, en secreto, revisó
los números con funcionarios del Fondo Monetario. Y acordaron que
no había chances ya de que la economía creciera: -0,1 por
ciento fue el nuevo pronóstico que fijaron para todo este año.
Hace dos semanas, cuando diseñaron el recorte de salarios y jubilaciones
consistente con el déficit cero, terminaron de blanquear el asunto:
asumieron que, en el mejor de los casos, el producto caería 1,4
por ciento. En este último escenario, por supuesto, no hay default
ni devaluación. Pero supone, además, que la fuga de depósitos
de los bancos se detiene y que la tasa de interés baja lo suficiente
como para permitir el repunte de la recaudación. Es decir, en el
mejor de los casos, según los propios cálculos del Ministerio,
la economía argentina se achicaría casi 6 por ciento en
los últimos tres años. El consuelo es que podría
ser peor.
En los últimos días, la preocupación de Cavallo dejó
de ser cómo hacer para encontrar la autopista del crecimiento para
focalizarse en cómo tirarse a la banquina del camino del default.
Sin embargo, quienes en el equipo económico piensan más
allá la crisis financiera del día a día no ven donde
está la salida de la recesión. Más aún, en
el mejor de los escenarios posibles, manejan los siguientes pronósticos
para este año:
El producto se contraería
otro 1,4 por ciento; sobre el 0,5 por ciento del año pasado; y
3,6 por ciento en el 99.
Esto significa que Argentina
concluiría el año con el mismo nivel de producto que a mediados
de 1997, una involución de cinco años.
Como la población crece
a razón de 1,9 por ciento anual, el PBI per cápita, un indicador
más aproximado del nivel de vida de la población, caería
más del 10 por ciento en tres años.
En este contexto, más de un funcionario hoy se plantea las siguientes
preguntas. ¿Por qué Brasil con 900 puntos de riesgo país
crece y Argentina con 600 puntos, que había después del
blindaje de Machinea, no podía salir de la recesión? ¿Cuánto
tendría que caer el riesgo país o sea, la tasa de
interés, que ahora ronda los 1600 puntos, para que la economía
arranque? El punto no es trivial, porque de ello depende también
que el plan Cavallo no termine derrumbándose con una imparable
corrida bancaria y cambiaria. De otro modo: como los acreedores tampoco
ven crecimiento en el horizonte, aunque el gobierno diga que tiene cerrado
el financiamiento para cubrir los vencimientos de la deuda hasta fin de
año, nadie confía en que Argentina pueda conseguir en el
futuro los recursos necesarios para honrar la deuda sin el
respirador artificial del Fondo Monetario o el Tesoro norteamericano,
que se sabe se enciende solo por poco tiempo.
Si la economía no repunta, la recaudación seguirá
en el tobogán porque todos impuestos son superdependientes del
nivel de actividad. Así, para cumplir la regla del déficit
cero se gasta sólo que se recauda sería necesario
un ajuste extra sobre salarios y jubilaciones, lo que sería inviable
política y socialmente, o profundizaría la recesión,
y así hasta que el golpe final del mercado acabe con
el juego. Pero la crisis financiera de las últimas semanas, con
la fuga de depósitos incluida, le agrega un elemento adicional
a ese círculo vicioso. Con tasas de interés tan elevadas,
a las empresas les conviene financiarse contra el fisco pagando
los punitorios por mora de la AFIP, con lo cual la recaudación
se derrumba mucho más rápido.
En este punto, en Economía saben que o se frena la huida de depósitos
y bajan las tasas de interés, o es cuestión de semanas para
que se dispare la corrida final. Y a esta altura, creen que eso solo puede
lograrse con un paquete de asistencia financiera internacional encabezado
por el Fondoy el Tesoro norteamericano, con el fin de calmar a inversores
y depositantes.
Pero una vez pasado el alivio temporal de alejarse unos pasos del precipicio,
como ocurrió después del blindaje y del megacanje, las preguntas
serían las mismas que al principio.
La respuesta de por qué, a diferencia de Brasil, el país
no podía crecer ni siquiera con un riesgo país a la mitad
del actual es, según los técnicos de Economía, un
problema de expectativas y de dinero en el bolsillo. Para que la gente
consumo y los empresarios inviertan, en Argentina se necesita mucho más
que una baja de la tasa de interés. Antes que obsesionarse con
bajar algunos puntos el riesgo país, admiten que falta un proyecto
para los argentinos.
Entre los economistas del Ministerio circula un chiste que no debe hacer
nada de gracia al ministro. Con tal de convencer a los acreedores, en
el 95, Cavallo se paseó por todo el mundo proclamando que
Argentina no es México. En el 98, Roque Fernández
se cansó de repetir Argentina no es Rusia. Ahora, hay
funcionarios que se quejan de que Argentina no es Nigeria.
¿Quién se atreverá a decir que Argentina no
es Argentina?
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