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INSOLITA TEMPERATURA DE 30.5 GRADOS EN INVIERNO
Un clima a tono con el país

Un sistema de alta presión y el viento Norte convirtieron a agosto en pleno verano. Hace cinco días, la temperatura era de 4 grados. Según el pronóstico, habrá calor hasta el domingo.

En Plaza de Mayo, la gente aprovechó para tomar sol y refrescarse con el agua, como en enero.

En pleno invierno, Buenos Aires ardió. Ayer a las 4 de la tarde, el termómetro se clavó en la insólita marca de 30.5 grados, y si bien algún insidioso quiso atribuir las altas temperaturas al momento caliente que se vive en el país, acusando amenazas de default, piquetes y recesión, los que saben explicaron que el calor fue provocado por “un sistema de alta presión ubicado frente a las costas del sur de Brasil, que despejó el cielo, y a la acción cálida del viento Norte”, según puntualizaron desde el Servicio Meteorológico Nacional. Lejanos a toda explicación científica, los porteños disfrutaron del veranito tomando sol en las plazas y saboreando refrescantes helados, pero hartos de cargar con sus abrigos.
Las altas temperaturas sorprendieron a casi todos. Jorge llevaba su saco y un chaleco sobre su maletín, a la vez contento por la agradable temperatura y enojado porque no aguantaba más cargar con los abrigos. Secándose el sudor de la frente, y relojeando a una señorita que, prevenida, andaba en pollera corta y remerita, intentó dar su punto de vista: “Los argentinos estamos tan calientes por todo lo que nos pasa que provocamos el calor en pleno invierno”, dijo, entre enojado y sonriente. “Como mata el viento norte cuando agosto está en el día”, decía una vieja canción de Charly García, sin saber que serviría para contar la realidad de un singular 2 de agosto, que se disfrazó de enero y le regaló a una vasta zona del país un impensado y veraniego día. Y todo gracias al viento Norte, que sopló su calidez y, con la ayuda de la alta presión en el sur de Brasil, elevó a 30 grados una temperatura que hace apenas cinco días arañaba los 4.
Si bien la marca no significó un récord histórico –el 24 de agosto de 1996 se registraron 33.7 grados–, significó un fenómeno particular para esta época del año, “no esperado”, aseguraron en el SMN. En la Plaza de Mayo un grupo de chicos aprovechó para tomar sol: “Me encanta –dice Juan Manuel, cadete, con la remera como almohada–. Aprovecho que tengo que hacer unos trámites y me tiro un ratito”. A los pocos metros, Alicia Barral está sentada sobre el pasto con una pila de camperas y buzos a su lado: “Son de mis hijos, que están jugando por ahí. Ya no tengo más cosas para sacarles”.
Un grupo de oficinistas camina a paso rápido con sus sacos en la mano, pero algunos van con las camperas puestas. “¿O no estamos en invierno?”, argumenta una mujer que ya cruzó los cincuenta y se sorprende por la marca: “¿30 grados?. Yo no los siento. El calor es psicológico”, concluye. Y no está tan errada: el calor no se siente tan intensamente como en pleno verano, cuando con 30 grados el asfalto parece derretirse. “Cuando se presenta un cambio brusco de temperatura, hacen falta unos días para que el cuerpo se adapte al nuevo clima y lo sienta en su máxima intensidad -explica Daniel Cardinali, profesor de Fisiología de la UBA–. Las altas temperaturas se sienten más cuando se ponen en marcha los mecanismos corporales de disipación del calor, y eso no ocurre en un solo día”.
La vedette del día fueron, sin dudas, los helados. En la puerta de un local de comida rápida donde los venden a 50 centavos, la gente hacía cola, y en una heladería que vende café para pasar el invierno, la cajera comentó que ayer todo fue vender helados, y muy pocos cafés. Saboreando uno de dulce de leche, Mariana se pone seria y adjudica el veranito “al recalentamiento de la tierra”. Valeria lucha contra su piloto, intentando no mancharlo, mientras maldice a la televisión: “A la mañana temprano anunciaron lluvia, y yo con esto todo el día en la mano”, se enoja, mientras una mujer policía hace su ronda en la calle con el camperón puesto: “Lo tengo desde la mañana y aunque me muero de calor no me lo puedo sacar, no puedo tener las manos ocupadas”, se lamenta.
La altas temperaturas no sólo afectaron a Buenos Aires sino que se extendieron a todo el centro y norte del país. En el Chaco, la temperatura llegó a los 34.6 grados. Hasta el domingo, para cuando se pronosticaron algunas precipitaciones y descenso de la temperatura, se mantendrá el calor. En tanto, los habitantes de la Patagonia vivieron ayer una jornada agradable, pero a partir de hoy volverán las malas condiciones, ya que se prevén lluvias y algunas nevadas.

 


 

EL PROFESOR DE 48 QUE SE FUE CON SU ALUMNA DE 14
Una relación de larga data

No es Lolita, la novela de Nabokov, porque la historia es real. Una alumna de 14 años del Instituto Secundario Privado Empalme, de Córdoba, se fugó con su profesor de física, de 48 años. La Justicia dictó una orden de captura y toda la policía mediterránea rastrea sus pasos, con un acicate: el padre de la niña, Gabriel Soria, es de la caminera local. Ayer, Soria sostuvo que “el colegio ocultó la relación porque lo obligó (al profesor) a renunciar para que no le caigan denuncias judiciales”. Entretanto, las versiones de presuntos testigos oculares de la parejita comenzaban a desparramarse a lo largo y ancho de la ciudad.
Al parecer, eran muchos los que ya conocían la relación entre profesor (Ramón Castro) y alumna. Soria sostiene que “es un depravado. Además de con mi hija, salía con una compañera de ella”. En la familia sospechaban porque los veían “demasiado amigos”. Amigos hasta que la chica confesó su relación. A partir de entonces, se inició un férreo seguimiento que tuvo sus grietas: el martes pasado, la madre de la joven vio a su hija, en la esquina, conversando con el profesor. Corrió y gritó para que se apartara de él. La vieron, entraron al auto del ex docente, y desaparecieron.
Desde entonces, no se supo nada más de ellos. La justicia cordobesa dictó una orden de captura contra Castro. Ayer, un vecino sostuvo haber visto al Gol rojo de Castro, en el barrio Bella Vista, dentro de la capital cordobesa. El conserje de un hotel del barrio residencial Nueva Córdoba también admitió haberlos visto: asegura que la pareja intentó alojarse en el establecimiento, pero que él les negó la posibilidad porque advirtió que la mujer era menor.
Mientras policías y gendarmes se despliegan por toda la provincia, Soria apuntó contra el colegio. “Ellos sabían lo que pasaba y lo obligaron a renunciar para que no les cayeran juicios”. Gloria, la madre de la menor, prefiere la hipótesis de que “se asustaron cuando me vieron, por eso se escaparon”. Entre tanto, Eva de Castro, esposa del profesor, apenas atina a decir: “Es una pesadilla”. E imagina a Lolita: “Y qué tal si todo es al revés y la que lo acosa es ella”.

 

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