Todos apuntan contra el Ejército
brasileño. Por primera vez, desde el fin de la dictadura militar,
sale a la luz que los mecanismos ilegales de inteligencia de entonces
siguen intactos, aun cuando la versión oficial indicaba la extinción
del Servicio Nacional de Informaciones (SIN) que funcionó hasta
1985. La preocupación actual de los uniformados son los movimientos
sociales como el MST, a los que el Ejército califica
como fuerzas adversas comparables al narcotráfico
y al crimen organizado que en ciertas ocasiones pueden ser eliminados.
El informe se permite -además un exabrupto con la figura
clave de la democracia: (para salvaguardar el orden público)
muchas veces es necesario hasta arañar derechos de los ciudadanos.
Así lo destacan documentos militares secretos que reveló
el diario Folha de Sao Paulo. A este controvertido escenario, se sumó
la oposición de la Policía Militar que mientras continúa
con su reclamo salarial rechaza la iniciativa gubernamental que
quiere concederle más atribuciones al Ejército, tras la
seguidilla de rebeliones policiales de las últimas semanas.
El Ejército brasileño tiene sus propias definiciones: las
fuerzas adversas, son grupos, movimientos sociales,
entidades y organizaciones no gubernamentales y cualquier persona que
provoque reflejos negativos para la seguridad nacional. Y ejemplifica:
Actualmente se verifican ejemplos de esas entidades en el crimen
organizado, en el narcotráfico y en los movimientos populares como
en el MST (Movimiento de los Sin Tierra) ya que en palabras
de la cartilla confidencial dichos grupos pueden promover actos
de sabotaje contra instalaciones militares para apropiarse de documentos,
armas y municiones. Por último, las recomendaciones del caso: repeler
o eliminar la fuerza adversa e, incluso, para alcanzar los
objetivos, muchas veces es necesario hasta arañar derechos de los
ciudadanos, en una especie de arbitrio necesario.
Los documentos capturados también se expiden sobre la metodología
necesaria para las operaciones de inteligencia e indican que es legal
mentir, falsificar documentos, crear empresas falsas y alquilar inmuebles
con el fin de combatir a los movimientos sociales. Siguiendo estrictamente
esas normas, el Ejército cuenta hoy con siete Compañías
de Inteligencia, localizadas en Porto Alegre sede emblemática
de los movimientos sociales internacionales, Río de Janeiro,
San Pablo, Manaus, Recife, Campo Grande y Brasilia. A su vez, cada compañía
cuenta con un cierto número de subsidiarias llamadas grupos
destacados, formando un total de 22. El Ejército, mientras
tanto, se niega a hacer declaraciones sobre el episodio pero ya abrió
una indagación militar-policial para investigar las circunstancias
que llevaron al ministerio público a ordenar el allanamiento por
el cual se obtuvieron los documentos secretos. La pesquisa se hizo el
mes pasado en un cuartel secreto que los militares habían montado
en Marabá, al sur del estado de Pará región
donde el MST tiene gran actividad, que operaba camuflado como una
agencia de noticias. En un comunicado, el Ejército se limitó
a desmentir que allí funcionaba una oficina de inteligencia y,
en cambio, declararon que en la zona sólo realizan actividades
cívico-militares.
Otro frente de tormenta es la Policía Militar, que se niega a cederle
poder al Ejército por entenderlo como un retroceso histórico.
Así lo expresaron los 27 comisarios nacionales en una carta pública,
donde reclaman recursos fijos para la Seguridad y un piso salarial pero
rechazan la propuesta gubernamental de crear una Guardia Nacional.
El responsable del Gabinete de Seguridad Institucional, general Alberto
Cardoso, salió a ponerle trapos fríos al asunto y señaló
que debe ser mejor estudiado por ser un tema polémico
y descartó la idea de promover de inmediato una unificación
de las dos instituciones policiales (civil y militar). El presidente del
Superior Tribunal Militar (STM), Olympio Pereira da Silva Junior, mostró
que no esa era la solución al problema y explicó: sóloocurrieron
nuevas huelgas porque los gobernadores no castigaron a los involucrados,
una actitud que fortaleció los líderes huelguistas.
GUATEMALA
EN REVUELTA CONTRA UN IMPUESTAZO
La dictadura por otros medios
Por José
Elías
Desde
Guatemala
Una jornada nacional de protestas
en contra de un alza impositiva y la escandalosa corrupción que
ha caracterizado al régimen degeneró en actos vandálicos
en la ciudad de Totonicapán, 201 kilómetros al noroeste
de la capital guatemalteca, donde las turbas desbordaron la presencia
policial y quemaron una estación de radio y la casa del diputado
Iván Arévalo, miembro del partido de Efraín Ríos
Montt en el poder. Al cierre de esta edición, la policía
ha recibido refuerzos y recuperaba la ciudad, en manos de la turba durante
casi dos horas, y se han producido las primeras capturas, según
reportes de emisoras de radio.
Los hechos ocurrieron en medio de un paro nacional de todas las actividades
productivas, el cual es acompañado por masivas manifestaciones
de protesta tanto en la Ciudad de Guatemala como en capitales y poblaciones
del interior del país, donde miles de personas protestan en las
calles por la entrada en vigencia de un paquete tributario que aumenta,
entre otros gravámenes, el Impuesto al Valor Añadido (IVA)
del 10 al 12 por cien y castiga el consumo de cigarrillos, refrescos embotellados
y bebidas alcohólicas.
Pero por encima de la natural oposición a cualquier alza impositiva,
es el rechazo a la corrupción del riosmonttismo el sentimiento
que ha unificado a los guatemaltecos y permitido que salieran a las calles,
tomados de la mano, sectores con intereses tan disímiles como el
Comité de Asociaciones Comerciales, Industriales y financieras
(CACIF, la poderosa patronal), con dirigentes sindicales y estudiantiles,
sin precedentes en la historia de Guatemala.
No nos oponemos a los impuestos. Nos oponemos al abuso, al saqueo
y a la corrupción del gobierno, editorializó el matutino
Nuestro Diario, el de mayor circulación del país, resumiendo
el sentimiento generalizado.
Ocurre que la prensa independiente ha documentado escándalos mayúsculos
de corrupción protagonizados en las más altas esferas del
Frente Republicano Guatemalteco, el partido-iglesia del inefable general
Efraín Ríos Montt, que llegó al poder gracias a su
lema de no robo, no miento y no abuso, para dar muestras de
todo lo contrario al apenas asumir el Gobierno, en enero de 2000.
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