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A VEINTE AÑOS DE TEATRO ABIERTO
La resistencia sigue

Eludiendo la melancolía, el homenaje del Cervantes al movimiento nacido durante la dictadura asumió una voluntad de reclamo político y se transformó en una crítica frontal a los recortes en la cultura.

Cossa: �Hicimos Teatro Abierto para sacarnos de encima la dictadura política... pero no para tener ahora esta dictadura económica�.

Jorge Petraglia evocó al
protagonista de "Decir sí", de Gambaro.
También hubo fragmentos de obras de Cossa, Halac y Raznovich.

Por C.H.

“Serán expertos en armas, pero a los militares esa vez les salió el tiro por la culata” dijo el dramaturgo Roberto Cossa en uno de los momentos más emotivos del homenaje a Teatro Abierto, que se llevó a cabo el miércoles por la noche en el Teatro Cervantes, al cumplirse veinte años del inicio del movimiento que nucleó a teatristas y público en un acto de resistencia al último gobierno militar. Y si aquel acontecimiento teatral “terminó convirtiéndose en un hecho político, en una respuesta contestataria y colectiva en contra de la dictadura”, como apuntó la actriz Marta Bianchi, conductora del acto, junto a Cossa y al dramaturgo Carlos Gorostiza, el recordatorio del miércoles también se propuso ir más allá de los temas estrictamente teatrales eludiendo la evocación melancólica para asumir una voluntad de reclamo político.
Los que dieron el primer paso en ese sentido fueron los trabajadores del Cervantes que, alineados en el escenario de una sala María Guerrero desbordante, se manifestaron en contra de los recortes tanto del presupuesto del teatro como de sus propios salarios, “un hecho que atenta en contra de la continuidad de las actividades del único teatro nacional”, según expresó el comunicado que los presentes recibieron con un aplauso cerrado. “Es bueno recordar y sacar conclusiones de los hechos del pasado –afirmó la directora Alejandra Boero antes del comienzo formal del acto–; si pudimos luchar en contra de los militares, ¿por qué no vamos a enfrentar a esta nueva forma de dictadura que tenemos? Porque pasan los gobiernos y a ninguno le interesa la cultura”, concluyó, en medio de otra ovación. Por su parte, Cossa afirmó: “Hicimos Teatro Abierto como otros argentinos hicieron otras cosas para sacarnos de encima la dictadura política... pero no hicimos Teatro Abierto para tener esta dictadura económica”.
Cossa recordó el inicio de Teatro Abierto situándolo entre otras manifestaciones populares que por la misma época venían organizándose a modo de focos de resistencia: “Ya se había producido una huelga obrera, ya habían comenzado los recitales de música y algunas publicaciones hacían sus críticas desde el humor”, recordó. Fue en ese contexto que cristalizó la idea del dramaturgo Osvaldo Dragún de convocar a 21 autores para que escribieran una obra breve por cabeza, para ser presentadas durante una semana a razón de tres por día, con diferentes elencos y directores. La sala elegida fue el Teatro Del Picadero, ubicado casi en la esquina de Rauch y Corrientes, la misma que reabrirá el próximo sábado. Y si bien se recordó que el ciclo había arrancado con muy buena repercusión por parte del público, apenas se cumplió la primer semana de funciones, sucedió “el incendio de la sala, un clarísimo atentado de la dictadura”, como subrayó Cossa, “que no hizo más que darle a Teatro Abierto una mayor potencia política” (ver recuadro). Entre las 19 salas que ofrecieron algunos empresarios teatrales para no discontinuar el ciclo, la elegida fue la del Tabarís. Allí fue donde Dragún dio a conocer el manifiesto que había escrito Carlos Somigliana, texto que leyó durante el homenaje el actor Jorge Rivera López, en el que se expresaba la intención de demostrar la vitalidad de un teatro argentino comprometido con la realidad. Aquel proyecto pudo concretarse con la adhesión de “los autores que sufríamos el silencio, la humillación y el aislamiento”, según expresó Cossa y los actores que, como Bianchi puntualizó “fueron muchos víctima de ataques y persecuciones, no solamente ellos sino también sus familias”.
El homenaje siguió su curso con segmentos de obras interpretadas por los mismo actores que las estrenaron. Así, Luis Brandoni y Pepe Soriano ofrecieron una secuencia de Gris de ausencia, de Cossa, Jorge Petraglia volvió a encarnar al aterrorizado cliente de la peluquería de Decir sí, de Griselda Gambaro, Virginia Lago y Víctor Laplace entresacaron diálogos de Lejana tierra prometida, de Ricardo Halac, Patricia Gilmour volvió al teclado del piano mudo que Diana Raznovich imaginó para Desconcierto y Jorge Rivera López retomó su personaje de Príncipe azul, de Eugenio Griffero.

 

“Ser utópico es ser realista”

En 1996, Osvaldo Dragún escribió: “En la madrugada del 6 de agosto, mientras Frank Sinatra cantaba para el Buenos Aires de la dictadura y para los comunicadores sociales, los militares y la policía, incendiaron el Teatro del Picadero. Y bajo la llovizna de esa madrugada nos fuimos reuniendo todos, ante las ruinas del teatro. Como habíamos recuperado la vergüenza, no tuvimos vergüenza de llorar. Y cuando Teatro Abierto llamó a conferencia de prensa, el Teatro Lasalle reventaba de gente, de energía, de indignación, de solidaridad. Allí estuvieron también Ernesto Sabato y Pérez Esquivel, nuestro Nobel de la Paz. Y Borges nos envió un telegrama de adhesión. Cuando se leyó la declaración de Teatro Abierto dejando sentada su decisión de continuar con el ciclo, la gente cantó el Himno Nacional. En otro momento podía haber resultado cursi. Esa noche, no. (...) El 21 de septiembre de 1981, el día de la juventud, terminó el primer ciclo de Teatro Abierto. ¿Cómo lo hicimos? Por utópicos. Pero en América Latina ser utópico es ser realista. Si no hubiésemos sido utópicos, ni hubiésemos sobrevivido ni el país flotaría como un corcho, ni hubiésemos hecho nada de lo que hicimos. Teatro Abierto incluido”.

 

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