Por Pablo Vignone
Bernie Ecclestone es tan inglés
como John Le Carré, pero jamás habrá imaginado que
en su Fórmula 1 pudieran cocinarse historias dignas
de la pluma del célebre novelista, experto en temas de espionaje
internacional. Fuentes del equipo Benetton, propiedad de la Renault francesa,
denunciaron que fueron antiguos miembros de la Stasi, la temible Policía
Secreta de la Alemania Democrática, los que robaron secretos del
motor francés para un fabricante rival. El caso de espionaje fue
denunciado hace tres semanas por el director técnico de Renault,
Jean-Jacques His, en ocasión del Grand Prix de Inglaterra, pero
la participación de los espías alemanas fue revelada a Página/12
en esta semana.
La Stasi, el cuerpo policiaco que controlaba la vida política de
la Alemania comunista, empleaba oficialmente a 200 mil personas, aunque
la cifra real llegaba a 500 mil, entre burócratas, espías
e informantes, y se decía que la mitad de la población de
la ex-RDA trabajaba para la Stasi espiando a la otra mitad. Fue disuelta
en enero de 1990, varios meses después de que su mítico
regente, Markus Wolf, desertara a Moscú.
No es la primera vez que se menciona la presencia de servicios de inteligencia
en la Fórmula 1: el año pasado, dos agentes del servicio
secreto francés, el SIS, trabajaron para la Benetton en el Grand
Prix de Malasia, buscando fugas de información; por entonces, corrieron
fuertes rumores de que el sistema de comunicaciones de radio que utiliza
Ferrari fue provisto por el Mossad, el servicio secreto israelí.
Desde el final de la Guerra Fría, en 1989, y la disolución
de la URSS, en 1991, los espías se han reciclado: la tendencia,
largamente denunciada por especialistas (y hasta por novelistas como Le
Carré), fue enrolarse en el espionaje industrial. La Fórmula
1, como cumbre tecnológica, constituye terreno fértil para
esas actividades jugosamente rentables.
Las sospechas de Renault ante la fuga de información se inclinaron
primero hacia un topo, alguno de los empleados del sector en la factoría
de Viry-Chatillon, cercana a París. Pero una investigación
de inteligencia convenció a los directivos de que fueron antiguos
miembros de la Stasi, entrenados en espionaje de altísimo nivel,
pagados por una firma rival para robarse secretos del motor Renault, de
arquitectura radical. Los agentes hackearon las computadoras dónde
se guardaba la información.
El descubrimiento de la fuga obligó a los franceses a cambiar algunos
parámetros de su motor, lo que habría incidido en la falta
de performance que los Benetton-Renault han exhibido este año,
en el que han peleado más a menudo con los Minardi y los Prost
que con Ferrari o McLaren.
La información a la que accedió Página/12 da nuevo
significado a la intervención del SIS, el servicio secreto francés,
en las actividades de la Fórmula 1. En octubre, el SIS respondió
al pedido de Renault enviando dos agentes al Grand Prix de Malasia. Los
espías revisaron a fondo los boxes del equipo Benetton, buscando
posibles puntos de fuga de información. A la luz de las nuevas
revelaciones, resulta obvio ahora que la Renault buscó contrarrestar
el trabajo de profesionales del espionaje con personal especializado de
la misma clase.
El nivel de secreto que domina hoy en la Fórmula 1 es altamente
obsesivo. Los equipos invierten cifras millonarias para desarrollar soluciones
técnicas que puedan hacerles ganar medio segundo de ventaja, y
por eso tratan de mantenerlas ocultas, aún cuando tengan que estar
a la vista, como un alerón o una suspensión. Esa es la razón
por la cual los boxes de la Fórmula 1 están cada vez menos
expuestos al público, con paneles que tapan la vista y guardias
de seguridad que impiden el ingreso. Los coches se tapan con lonas apenas
ingresan a los boxes. En el reciente GP de Canadá, en junio, los
organizadores suspendieron la habitual caminata del público del
domingo por la mañana, a causa de la manera en la que los teams
habían cubierto sus autos y su equipamiento.
Una amenaza a la seguridad
nacional
Por P. V.
Renault no formuló denuncias sobre el accionar de la
marca rival que estuvo robándole los secretos de su motor,
y ni siquiera dio a conocer el blanco de sus sospechas. Pero ya
en 1999, la empresa francesa mostró su recelo con la Bayerische
Motoren Werke, la BMW, que en esta temporada dispone de los motores
más rápidos de la Fórmula 1.
Cuando hace dos años apareció el primer motor de los
alemanes, que se habían retirado en los 80, Renault
lo encontró demasiado parecido a su viejo motor Supertec,
que había sido el motor oficial de los franceses hasta 1997.
Esos Supertec equiparon a los Williams durante 1998 y 1999, el año
en que los bávaros cerraron trato con Sir Frank Williams
para proveerlo de impulsores. Parecía mucha casualidad.
Cuando los franceses compraron Benetton el año pasado, extremaron
las medidas de seguridad en la planta de Enstone, en el condado
de Oxford. Esto incluyó un control más estricto del
ingreso y egreso del personal y la colocación de cámaras
de TV. pero, para entonces, ya tenían sospechas de que información
referida a su nuevo y revolucionario motor en V a 111º estaba
siendo robada.
En lugar de hacer denuncias públicas ante la Federación
Internacional del Automóvil, Renault obtuvo el concurso del
SIS; dado que el Estado francés conserva una participación
accionaria en la empresa, el espionaje fue considerado como una
amenaza a la seguridad nacional, y por eso se produjo el envío
de agentes a Malasia.
Los agentes investigaron también la manera en que los equipos
de Fórmula 1 interceptan las comunicaciones de los rivales.
Unos meses antes, la escudería Mclaren había contratado
a un especialista francés en contraespionaje, llamado Gilles
Flers, que había trabajado recientemente para el ejército
de su país. La versión oficial fue que Flers iba a
organizar las comunicaciones radiales de McLaren; pero la sospecha
es que el especialista estaba abocado a interceptar el tráfico
de radio de Ferrari, su principal rival en la Fórmula 1.
El sistema de comunicaciones de los italianos habría sido
proporcionado por el Mossad, con un código cuyo sistema de
desciframiento está depositado y custodiado en el edificio
de las Naciones Unidas, en Nueva York.
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