Por José Natanson
Aliviados por el respaldo internacional,
en el Gobierno comenzaron a pensar en el futuro inmediato: según
admiten sus funcionarios, los próximos meses estarán marcados
por una nueva ofensiva de los organismos internacionales, centrada esta
vez en la necesidad de apurar las denominadas reformas estructurales,
lo que en buen criollo significa la privatización parcial del PAMI
y la ANSES. Estamos más tranquilos, pero los que piensan
que la ayuda es gratis se equivocan, aseguraba ayer un ministro
cercano a Fernando de la Rúa.
La debilidad política y económica es grande. El apoyo
de Estados Unidos, del FMI, el Fondo Patriótico, nos permitió
superar la crisis, pero también implican un costo. En el mejor
de los casos, si el panorama se estabiliza, se viene un período
de muchos condicionamientos, explicaba una fuente de diálogo
habitual con el Presidente. Las exigencias no se limitarían a respetar
el evangelio del déficit cero, sino que se ampliarán con
un análisis minucioso y cotidiano de los gastos del Gobierno. Esto
implicaría un margen estrechísimo para cualquier intento
de encarar políticas activas y, sobre todo, un presión renovada
para reformular dos organismos claves: el PAMI y la ANSES.
Aunque a menudo se incluyen en el mismo paquete, son dos cuestiones bien
diferentes.
Con 2400 millones de pesos por año de presupuesto y unos 4 millones
de beneficiarios, el PAMI es la obra social más grande del país.
La única forma de bajar costos en serio es meterse con la
política de medicamentos. Si no se hace, y no se va a hacer porque
nadie se quiere enfrentar a los laboratorios, entonces queda echar gente
o reducir servicios, explicó a Página/12 una fuente
que conoce a fondo el funcionamiento de la institución. Trabajan
11 mil personas y puede manejarse con 3 mil. Pero para echarlos hay que
asumir el costo de generar más desempleo, agregó la
fuente.
Por eso, la ofensiva pro privatización apuntaría a transferir
las prestaciones sociales (representan unos 362 millones de pesos anuales)
a Desarrollo Social, de manera tal que el PAMI conserve sólo los
servicios de salud. Es lo que siempre reclaman porque, a diferencia
de los servicios sociales, los de salud son fáciles de tercerizar.
Es el paso previo a privatización, aseguró un encumbrado
funcionario.
El ANSES se encarga de pagar las jubilaciones, pensiones y asignaciones
familiares, y además administra un seguro de desempleo. Tiene 200
delegaciones en todo el país y un presupuesto de 23 mil millones
de pesos.
Según explicaban en el Gobierno, la privatización, aunque
más difícil, también es posible. La ofensiva
es para tercerizar el pago de las jubilaciones, eliminar el seguro de
desempleo y los programas de trabajo. Pero siempre el último control
tiene que quedar en el estado. Puede que también quieran eliminar
el sistema de reparto, algo que muchas veces se intentó y nunca
pasó la barrera del Congreso, señalaba un ministro.
Más allá de las presiones, la discusión está
cruzada por un tema delicado, del que el Gobierno apenas se atreve a hablar:
el indeterminado número de ñoquis y punteros que pueblan
las estructuras administrativas de los dos organismos.
Otra vez conviene marcar las diferencias. El PAMI tiene una estructura
reducida y más depurada. Debe haber entre 500 y 1000 ñoquis.
Es mucho, pero no implica una reducción de costos como la que reclaman
los organismos, explicó un funcionario que conoce el tema.
El ANSES es diferente. Un ministro y un hombre cercano a De la Rúa
coincidieron en que la cantidad de ñoquis es enorme. Es como
el PAMI, pero multiplicado por cien. Hay de todo, especialmente punteros
y dirigentes de la provincia de Buenos Aires, explicó el
integrante del Gabinete. No es casual que cada vez que se habla
de meter mano los primeros en reaccionar sean (Leopoldo) Moreau y (Raúl)
Alfonsín, sostuvo. Esto explicaría, al menos en parte,
que los cambios en las autoridadesfueran precedidos por intensos tironeos
entre Domingo Cavallo y el radicalismo: en mayo, luego de un mes de indefinición,
De la Rúa designó a Douglas Lyall (un hombre cercano a Patricia
Bullrich pero de buena relación con Cavallo y Armando Caro Figueroa)
al frente de la ANSES. En el PAMI, Federico Polak fue reemplazado por
dos funcionarios que responden a Héctor Lombardo, aunque Cavallo
cuenta con los responsables del área económica del organismo.
La UCR dice que quiere evitar la privatización pero también
defiende la estructura de clientelismo. Cavallo dice que quiere limpiar
los ñoquis pero busca cumplir con los reclamos y privatizar. Es
una mezcla difícil de determinar, resumía un funcionario.
OPINION
Por Julio Bárbaro *
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Piqueteros, a medio
camino
Los piquetes son una expresión del dolor y la injusticia,
un grito de rebeldía necesario, pero lejos están de
ser una solución política. Hoy la rebeldía
como ayer la denuncia expresan la vitalidad de una sociedad, pero
no se aproximan siquiera a ser una alternativa. Si el dolor transitara
el silencio, los enfermos de ambición que hoy nos conducen
podrían seguir opinando como Mariano Grondona: son
dolores de parto. El grito está presente como un límite
a la injusticia. Pero surge el peligro del exceso, porque si las
rutas se cortan demasiado encontrarán la bronca de aquellos
que todavía sobreviven, y podría terminar en un enfrentamiento
entre pobres con riesgos de que resurja el fascismo. Entre los adoradores
del mercado, como los ortodoxos de FIEL y CEMA, y los piqueteros,
queda el enorme espacio de los que sueñan con una sociedad
más justa.
Y ese sueño tiene decenas de dueños de verdades aunque
carece de una propuesta convocante, de una idea fuerza que exprese
la cordura de los que intentan construir una verdad entre todos,
de los que saben que la duda es el único camino hacia la
certeza compartida.
La crisis es un desafío para generar un nuevo proyecto, donde
el estado y el mercado sean instrumentos al servicio del conjunto
y no consignas de intereses corporativos. El piquete es una respetable
expresión de la injusticia, pero no el camino hacia un nuevo
modelo de sociedad más justa.
Entre el capitalismo que desprecia a los hombres y el socialismo
que no respeta el esfuerzo, existe el espacio de un capitalismo
con producción, trabajo y equidad. Ese espacio es el que
hoy no contienen los partidos, tampoco los ortodoxos ni los piquetes.
Necesitamos que los piqueteros sean un componente de lo que nace
y no una expresión de lo que muere.
* Dirigente peronista
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