Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


EL CONFLICTO POR LOS CHICOS CUANDO UNO DE LOS PADRES SE VA DEL PAIS
Hijos for export

Son separados o divorciados, que a la hora de optar por Ezeiza quieren llevarse a los chicos. Y entran en conflicto con el/la ex que se queda. Cada vez más casos llegan a la Justicia. Los arreglos o fallos hasta pueden contemplar que los viajes del régimen de visitas se descuenten de la cuota de alimentos.

Sofía Harari (a la izquierda) y Eliana Groisman, abogadas especializadas en
derecho de familia, relevaron los casos que llegaron a la Justicia.


Por Horacio Cecchi

La economía ayuda. Economía que en su sentido más localista significa ajuste. Y de la mano del ajuste, un malón de argentinos busca transformarse en producto de exportación. Se los puede ver formando fila frente a las embajadas. No es novedad. Pero desde hace dos años, las filas de la esperanza contienen un fenómeno en expansión: el divorcio con hijos for export. Madres o padres separados que viajan a radicarse al exterior y que establecen acuerdos con el ex cónyuge que permanecerá en el país, por la tenencia de sus hijos y su régimen de visitas a cumplir a diez mil kilómetros de distancia. La mayor parte de los casos se resuelve antes de llegar a la Justicia. Pero también hay fallos jurisprudenciales. Así, el pago de alimentos puede incluir pasajes en avión; el nene pasa sus vacaciones de invierno en España o Estados Unidos, con papá –o mamá– en plenas vacaciones de verano; hay algún canje para las fiestas; el nene manda el boletín escolar vía mail; y una diversidad de arreglos que dependen de las alicaídas performances del vapuleado bolsillo de los argentinos.
Estadísticas al respecto no existen. Ya sea porque el fenómeno es nuevo, ya sea porque la mayor parte de los casos se resuelve en los espacios de la mediación privada, antes de acceder a una sentencia judicial. El lema de “arreglemos antes de que decida alguien (el juez) por nosotros”, suele predominar entre las ex parejas con intenciones de radicación en el exterior. Aunque no todo resulte tan sencillo.
De todos modos, los jueces recurren a una numerología práctica y generalizable: la cantidad de casos que han caído en sus manos. Un promedio de alrededor de 10 casos por juzgado desde hace dos años da alrededor de 200 a 240 casos resueltos en la instancia judicial. “Son todos casos que llegaron en los últimos dos años, a lo sumo tres”, aseguró a Página/12 Marcela Pérez Pardo, a cargo del juzgado civil 12.
“Es una dificultad nueva –sostiene Sofía Harari, abogada especializada en Derecho de Familia–. Antes, en una migración al exterior, iba todo el grupo familiar, o el varón primero conseguía el trabajo y después viajaban su esposa y sus hijos. También, en casos de parejas separadas, el varón se iba por su propia cuenta. Pero ahora se presentan tres fenómenos nuevos: el achicamiento del mundo, todo está al alcance. Además, hay un mayor número de divorcios. Por último, la mujer ocupa otro lugar en la familia. Ahora es muy probable que la que consigue trabajo en el exterior sea la madre, que debe radicarse, y quiere llevar a su hijo”.

El nene se queda acá

Según la abogada Eliana Groisman, también especializada en Familia, “desde la ley de divorcio y la modificación de la patria potestad, que ahora es compartida, se abrió la posibilidad de estos casos: el Código Civil exige el consentimiento de ambos para la salida del país del menor”.
Razones para radicarse en el extranjero sobran. Pero, “es tan injusto impedir a quien convive con sus hijos optar por un proyecto de vida nueva –sostiene Groisman– como obligar a quien no ejerce la tenencia a ver a sus hijos una o dos veces por año, si es que existe la posibilidad de desembolsar un pasaje de ida y vuelta”. En el caso de Marcos Sturze, divorciado y con un hijo de 8, el acuerdo con su ex mujer (pidió radicarse en España con su hijo) estableció que el valor de los pasajes que demandaran las visitas paternas a España formaban parte de los envíos por alimentos (ver aparte).
El requisito del consentimiento se transformará en una carta de negociación de la otra parte, la que se siente perjudicada por el planteo. Si las relaciones entre ambas partes tienen un nivel de adrenalina diluida, lo más probable es que se alcance un acuerdo, trabajoso, peroacuerdo al fin. En caso contrario, una negativa cerrada podría llegar a los estrados.
“Este sistema de acuerdos empezó a usarse ya en la época de la represión –asegura la abogada de familia Carmen González–. Fueron muchos los que tuvieron que exiliarse, dejando o llevando a sus hijos. Se pagaban los alimentos y una parte se ahorraba para la compra de un pasaje. En aquella época era por la represión, ahora es por el hambre. Lo que cambian son los motivos.” González sostiene que “cada vez hay más casos de acuerdos no tradicionales donde se intenta evitar el pago en dinero”, y acuerda en que “actualmente son las mujeres las que provocan la situación, porque accedieron a un espacio profesional al que antes no tenían acceso”.
“Creo que va a haber una proliferación de estos casos, porque hay muchas más mujeres profesionales –acuerda la especialista Haydée Birgin– con la posibilidad de progreso en otros países.” Y, obviamente, pretenden irse. “Esto, junto con que hay una mayor presencia de los hombres de clase media, profesionales e intelectuales, en el cuidado de los hijos. Esto es bueno, aunque el hombre en estos acuerdos termina peleando para pagar menos o no pagar alimentos a cambio de su consentimiento para la migración de madre e hijo.”
Caso 1: él es argentino y ella brasileña. Se conocieron en Bahía. Tuvieron un hijo. Ella trabajaba en la empresa de él, pero al separarse ella quedó sin trabajo y sin su familia de origen. Por lo tanto, volvió a Brasil con su hijo. Se fue quince días de vacaciones y se quedó dos meses. La cuestión llegó al juzgado porque él había dado el consentimiento para salir del país. Ahora se está trabajando en el acuerdo.
Caso 2: ella es científica, argentina, divorciada de un argentino. Tienen una hija de 9 años. Ella recibió una propuesta para trabajar en Canadá. El padre de la niña tiene poca presencia y tampoco es de aquellos preocupados por los alimentos, pero niega el consentimiento de salida. Desde su punto de vista, no tiene medios para costear un viaje para visitar a una hija que rara vez visita estando en el país. En el acuerdo se intenta que la mujer ceda los alimentos para obtener el consentimiento.
Caso 3: él es argentino. Ella, francesa. Ardieron en París, y pasada una temporada se instalaron en la Argentina. Terminaron separados, con una hija que ahora tiene 5 años. Ella siguió viviendo durante un tiempo en el país, hasta que, sin familia, decidió regresar a las orillas del Sena y se llevó consigo a su hija. Finalmente, se estableció un régimen de traslado, que contempla los viajes del padre incluidos como pago de alimentos.

Hágase justicia

Cuando el acuerdo es inviable, el único modo de avanzar tiene la forma de un recurso ante la Justicia. Harari y Groisman realizaron un relevamiento de fallos judiciales ya publicados. “La mayor parte se resuelve antes del planteo judicial”, explican. Aunque también determinaron en qué íes ponen los acentos los jueces.
La edad de los menores. No es lo mismo que el hijo tenga 5 años, 12 o 17. Los jueces deciden la permanencia de los menores, cuando son pequeños, junto a su madre, al grupo familiar y a sus afectos. Pero alcanzando la adolescencia, la cuestión se complica: M.I.S.R. se radicó en Italia y pidió autorización judicial para que con ella se instalaran sus hijas, L. y S.R., de 16 y 19 años, ante el rechazo de H.E.R. (el padre) a dar consentimiento. El juez otorgó la tenencia al padre, pero en diciembre del 90 las dos chicas viajaron a visitar a su madre, se quedaron allá y se negaron a volver. La jueza, de Azul, porque la familia era de Olavarría, tuvo en cuenta los deseos de las dos jóvenes, pero de todos modos envió un exhorto para ordenar su regreso: consideró que habían sido perjudicados los derechos del padre.
La distancia del nuevo domicilio, especialmente si la distancia es “cultural”. Además, los jueces observan cómo y quién pagará los gastos del traslado de la otra parte, para mantener abierto el régimen de visitas.
Propuestas de la otra parte. La tendencia de los jueces es a oponerse a una negativa cerrada al consentimiento. La Cámara Civil resolvió favorablemente el pedido de una madre de trasladarse a Israel, a raíz de una beca obtenida por su hijo, de 17 años. El padre se negaba, aunque no ofrecía alternativas. Para colmo, llevaba 13 años sin mantener contacto con su hijo, aunque vivían en la misma ciudad. Los jueces consideraron que, aun permaneciendo en las cercanías, las visitas paternas no tenían buena perspectiva. Y autorizaron el viaje.
Causas del pedido de radicación en el exterior. Los jueces suelen analizar las posibles ventajas del viaje, incluyendo si la madre (o el padre) decide el traslado para reunirse con su familia de origen, o si se trata de una propuesta laboral que implicará mejoras económicas.
Continuidad educativa. Una alternativa que contemple un plan educativo para el menor en el nuevo país incide sensiblemente a favor de la decisión de los jueces.
Traslado limitado en el tiempo. La radicación por un tiempo determinado es otro factor que toman en cuenta. Incluso, hay fallos en que los mismos jueces acotan el período del viaje.
Derecho del menor a ser oído. Aunque no lo toman como una cuestión vinculante, los jueces prefieren la opinión del menor, de su propia boca, especialmente cuando ya tienen una edad con la madurez suficiente para decidir sobre su futuro. Aunque casos como el de Italia (ver más arriba) indican que el derecho no es una ciencia.
Autonomía de las partes. Si hay acuerdo privado entre las partes, los jueces no se inmiscuyen. Dos fallos de la Corte Suprema sientan jurisprudencia al respecto, anulando sentencias de la Cámara Civil que desconocían el acuerdo entre los padres. Uno de ellos se refiere a una madre que pidió instalarse en Perú con sus hijas pequeñas. El viaje no incluía una oferta de trabajo, pero la mujer sostuvo que se radicaría con su nueva pareja, un ingeniero peruano, divorciado y con una hija. A todo esto, la mujer había obtenido el consentimiento con su ex en forma privada. Pero la Cámara rechazó el pedido de la madre, argumentando que ella no trabajaría, que el marido no tenía obligaciones sobre las dos hijas de la mujer y que, en definitiva, las dos nenas perderían padre y condiciones económicas favorables. La Corte asumió otra perspectiva: rechazó el fallo de la Cámara considerando que la Justicia no tenía por qué entrometerse cuando preexistía un acuerdo entre ambas partes.
Comunicación y derecho a supervisar la educación. La tendencia mayoritaria de los jueces es a resguardar el derecho del padre que no viaja a supervisar la educación de su hijo, y al de mantener el contacto más estrecho posible más allá de la distancia que los separe. Boletines y datos vía e-mail son las soluciones al respecto de los separados del mundo moderno.

 


 

LA MADRE QUE AUTORIZA A LAS HIJAS A VER AL PADRE A CHILE
“Me di cuenta de que no podía más”

Por H.C.

Después de cuatro años de casada y cinco como divorciada, Victoria Bonorino recorre el delicado trayecto de llegar a un acuerdo con su ex. Ambos son padres de dos nenas, F. y D., ahora de 7 y 6 años. Pero a la inversa de la generalidad de los casos, el pedido de consentimiento para que las hijas viajen al extranjero lo reclamó el padre, radicado en Chile. El caso quedó comprometido con un cruce de acusaciones, una secuencia en la que las dos chicas se transformaron en clones de Tupac Amaru, los temores de la madre a que las hijas quedaran de hecho del otro lado de la cordillera, y la escasa perspectiva que le ofrecía su experiencia anterior: “Nunca se ocupó de mis hijas, aunque siempre lo cubrí en su rol de padre. Me parecía importante para ellas”, reflexiona Victoria. La discusión quedó acotada a establecer un régimen de visitas. El padre reclama sus derechos a que las nenas viajen a Chile de vacaciones. Ella, con sus temores a cuestas, pone condiciones.
“Di un paso al costado, me bajé del caballo”, se convence Victoria, de 28 años. “Si yo no me corría de la discusión, nunca se iba a llegar a nada. Me di cuenta de que no había otra solución.”
A los 19 años, Victoria se casó con J.M. Tres años más tarde, era una madre separada y con dos nenas, de 2 años y 5 meses, y 1 año y dos meses. Al año siguiente obtenía el divorcio. La queja de Victoria se concentró en las ausencias de su ex pareja. “Si recién habló con ellas, por teléfono, 15 días después de separados”, confiesa. “Después no llamó más, ni él ni su familia. Nunca me pasó un centavo. El decía que no tenía plata. Desde que me divorcié, siempre mantuve a mis hijas. Lo que más me molestaba es que yo me transformaba en la gran proveedora de ellas, y cubría las ausencias del padre. Nunca les hablé mal de él. Al contrario, las alentaba cuando me preguntaban por él.”
Con el divorcio se estableció un régimen de visitas: el padre saldría con sus hijas dos veces por semana. Después de cuatro años, en setiembre de 2000, logró que los abuelos paternos firmaran como avales para el pago de los alimentos. En abril de ese año, Victoria había recibido el llamado del abogado de su ex. “Se iba a Chile y tenía intenciones de llevarse a las nenas. Su planteo era que se iba. El mío, que su familia estuviese más presente. No digo una vez por semana, sino que las vieran una vez por mes.”
En el medio de todo, una salida del padre con sus hijas terminó con las dos nenas, en el departamento de la abuela paterna, y un cruce de acusaciones vía portero eléctrico. “Me dijo que en 15 minutos bajaban, pero no me las quería devolver. Ahora se quedan conmigo, me decía.” El caso fue zanjado policía mediante.
Con esos antecedentes, Victoria asumió los riesgos de un acuerdo. “La asistenta social y la psicóloga del juzgado decían que el padre tiene que estar presente en la vida de sus hijas. Yo también estoy convencida. Pero la historia me dice lo contrario.” En el juzgado ordenaron que se estimulara el vínculo, y habilitaron a que las nenas pasaran 15 días en Punta del Este. “A mí me parecía una barbaridad que todo se hiciera de golpe.” Los tironeos continuaron, el cruce de acusaciones también.
Las chicas iniciaron un tratamiento de apoyo. “Yo me di cuenta de que no podía más, que toqué fondo. Y decidí dar un paso al costado.” El paso al costado abrió la puerta al acuerdo. Se estableció un régimen de visitas: 15 días en verano, una semana durante las vacaciones de invierno, y las fiestas fueron concedidas como visitas del padre. En realidad, visitas de las hijas, porque ellas viajarán a Chile. El acuerdo ahora debe ser homologado por el juez. “Es un pequeño paso adelante”, sostiene Victoria, que aún no puede perder sus miedos.

 

PRINCIPAL