Por G.L.
Desde
Jerusalén
El Medio Oriente está
plagado de metáforas y, como alcalde de la ciudad de Jerusalén,
Ehud Olmert hizo gala de esa proclividad, afirmando, por ejemplo, que
en su ciudad no se puede trazar una frontera en zigzag, como un
tallarín. Barak, tal vez, entendía de estrategia militar,
pero no de la vida cotidiana en Jerusalén.
¿Cómo es gobernar Jerusalén?
Tiene niveles diferentes. Uno es la administración ejecutiva
cotidiana, y el otro es su dimensión espiritual, que hace de Jerusalén
una ciudad diferente a cualquier otra en el mundo.
¿Y la dimensión política?
La dimensión política deriva de la situación
particular de Jerusalén como ciudad histórica, religiosa
y cultural que hace que toda la humanidad confluya acá. Y eso implica
estar continuamente oscilando entre dos extremos como la vida cotidiana
y la eternidad.
¿También los judíos y los palestinos son dos
extremos para usted?
No. Ellos aman Jerusalén y yo también la amo. Ellos
quieren que la ciudad esté unificada, y no estoy hablando de Arafat,
que para mí es un terrorista que vive afuera. Estoy hablando de
los palestinos que conviven conmigo y para los que soy su alcalde. Ellos
quieren la ciudad, les importa entera, la quieren unificada y quieren
seguir conviviendo con nosotros. Con ellos no hay confrontación.
¿Cómo fue su gestión de gobierno en relación
con los anteriores primeros ministros de Israel?
Me peleé con todos.
¿Con Barak se peleó un poco más?
No, al contrario; lo ayudé a que lo eligieran primer ministro.
¿Y cuando ofreció la partición de Jerusalén?
Cuando empezó con eso clamé porque se volviera a su
casa.
¿Y ayudó para que se fuera?
Ciertamente. Organicé la manifestación más
grande en toda la historia de Israel. Esa manifestación fue el
puño de hierro que expulsó a Barak y su gobierno.
Caminando por Jerusalén se nota que no hay una igualdad de
relaciones y de calidad de vida entre la comunidad árabe y la israelí.
¿Qué puede decir al respecto?
Es cierto, pero hay que entender que no es que no haya igualdad
porque es cierto que la calidad de vida de los árabes es
inferior sino que hay que sopesar circunstancias históricas.
Durante 100 años la parte oriental de Jerusalén se desarrolló
menos. Y el fracaso de Israel en los últimos 35 años fue
que no hicimos lo suficiente para elevar el nivel y la calidad de vida
en Jerusalén oriental. Yo en cinco años hice más
que lo que hizo Teddy Kollek en 28. Creo que necesitamos otros cinco años
para equiparar el nivel de desarrollo del sector occidental en el sector
oriental.
¿Qué cree que hubiera sucedido si la propuesta de
Barak se consumaba?
Habría habido sangre y fuego todos los días. Lo que
Barak propuso no era la receta para la paz sino para combates cotidianos.
Nos salvamos de eso por milagro. En política no todo puede ser
soluciones de alta tecnología. En una ciudad no se puede trazar
una frontera en zigzag como un tallarín. Barak, tal vez, entienda
de estrategia militar, pero no de la vida cotidiana en Jerusalén.
¿Existen del lado palestino alternativas de liderazgo a Arafat?
Sí, muchas.
¿Puede dar nombres?
No, no quiero hacerles daño. Pero ninguno de ellos tiene
poder de decisión. En la democracia palestina de hoy en día
hay una sola persona que toma decisiones. Y por casualidad esa persona
no quiere la paz.
¿Cómo evalúa el Plan Mitchell?
Como plan es bueno, pero puedo mencionar otros 100. De todos modos
no tiene importancia porque Arafat no quiere la paz.
¿Y Sharon la quiere? ¿A qué precio?
¿Qué importa lo que Sharon quiera? Nunca va a ofrecer
más que Barak. Barak ofreció casi un 100 por ciento de los
territorios, luego las fronteras del 67, propuso dejar algo en la
Cisjordania y renunciar a parte del Neguev. Yo pienso que Sharon sí
quiere la paz, pero la pregunta no es relevante porque Arafat destruyó
esa posibilidad y quebró la confianza de muchos israelíes
que creían en la buena voluntad de los palestinos. Destruyó
a la izquierda israelí que estaba estructurada sobre esa concepción.
Ahora ya no tienen qué decir. Tenemos que entender que la paz no
está en los planes de la realidad que Arafat impuso.
La sensación que se vive sobre lo que se viene en la región
no es una nueva Intifada sino una guerra. ¿Coincide con esta hipótesis?
Tenemos que tratar de que no suceda. Va a llevar muchos años
resolver esta situación. No es la primera vez en la historia que
vivimos entre treguas y agresiones.
¿Cómo se imagina una Jerusalén pacificada?
Jerusalén no vive de acuerdo con las normas de la realidad
cotidiana. Cuando haya paz éste será el lugar donde sucedan
las cosas más apasionantes. Yo tengo mucha paciencia, toda la vida
es una negociación.
Parece que está entre los intereses judíos y los palestinos,
como el fiambre de un sandwich.
Si el fiambre es sabroso y está bien condimentado entonces
se puede comer.
Sí, pero el problema es que el fiambre parece ser usted y
hay que ver quién se lo come primero.
Bueno, como puede darse cuenta nadie me comió hasta ahora,
y no soy ningún fiambre.
Lo que quiero decir es, ¿cómo debe hacer equilibrio
para gobernar?
Hace falta mucha experiencia y fuerza para resistir. Siempre digo
que no quiero ser popular sino hacer las cosas correctamente. No hago
lo que la gente de la ciudad quiere, fui elegido para hacer lo que se
debe hacer. No importa lo que haga, siempre va a haber alguien que se
enoje.
Entonces hay que ser un buen jugador de ajedrez. ¿Con qué
pieza se siente más cómodo para jugar?
Un buen jugador de ajedrez nunca revela qué pieza va a mover.
¿Prefiere ir por las diagonales, como el alfil?
A veces.
¿O avanzar fuerte con las torres? ¿Le gusta hacer
jaque mate o busca hacer tablas?
Juego en todo el terreno, con todas las piezas, con las negras o
las blancas.
¿Cree que el agua y el aceite pueden juntarse?
Todo es cuestión de proporciones. Si están solos seguramente
se rechazan, pero con la combinación adecuada y la integración
de otros ingredientes se pueden combinar elementos que, por esencia, son
totalmente opuestos.
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