Por Silvina Friera
Una de las obras más
paradigmáticas de la tragedia griega, estrenada en el 458 antes
de Cristo, es también la única trilogía del teatro
griego que se conserva. La Orestiada Agamenón, Las coéforas
y Las euménides, de Esquilo, se emitirá hoy a las
15 y los próximos dos domingos de agosto por el canal Film &
Arts. Una oportunidad para los amantes del teatro de presenciar una de
las aproximaciones más cercanas al espíritu original de
la época, según sugieren numerosos especialistas y teóricos.
La versión, realizada especialmente para la televisión británica,
en el Royal National Theatre, en noviembre de 1981, cuenta con la dirección
de Peter Hall, creador de la Royal Shakespeare Company, recordado por
puestas como Amadeus, Orfeo desciende y El mercader de Venecia.
Aunque Esquilo (525 a.C-456 a.C) escribió alrededor de 80 obras
sólo han quedado siete: la trilogía y algunas piezas sueltas
como Prometeo encadenado, Las suplicantes y Los siete contra Tebas. Considerado
por los teóricos contemporáneos como un heredero de la epopeya
homérica, Esquilo utilizaba una lengua altamente poética
y su vocabulario se caracterizaba por los juegos etimológicos,
la abundancia de giros y palabras nuevas, siempre armoniosas y enérgicas.
El punto de partida de la Orestiada es la destrucción de Troya
y el regreso a sus hogares de los guerreros griegos vencedores. Los primeros
detalles visuales que subyugan son la utilización de las máscaras
y el hecho de que todos los personajes, incluso los papeles femeninos
(las mujeres tuvieron prohibido actuar en los teatros hasta el siglo XVII)
están interpretados por hombres. Agamenón, el rey átrida,
vuelve a su ciudad con los honores y el botín de guerra. Goza de
haber vengado el rapto de su cuñada Helena y de mostrar su preciado
trofeo: una esclava y amante, Casandra, hija del rey troyano Príamo.
Lo esperan su esposa, Clitemnestra y sus dos hijos, Orestes y Electra.
El rey desconoce el dolor que desgarra a Clitemnestra por el sacrificio
de Ifigenia, la hija de ambos. La primera parte retrata la sed de venganza
de esta madre, que mata a su marido. En Las coéforas, Electra,
que exige justicia por la muerte de su padre, instigará a su hermano
al matricidio. Con las manos manchadas de sangre por el asesinato de Clitemnestra,
Orestes no podrá escapar al castigo de las enfurecidas Euménides.
El interés de las tragedias de Esquilo reside en la descripción
de los sentimientos y la intensidad progresiva que los dimensiona, porque
detrás de ellos actúa una divinidad temible y misteriosa
que los dirige. La escenificación de la puesta de Hall, que se
aproxima a la concepción del poeta, se traduce en una sobria escenografía
que reproduce la entrada al palacio donde transcurren todas las escenas.
El vestuario, largas túnicas uniformes para el coro, es un elemento
de distinción para los personajes principales (rojo, para Clitemnestra,
negro para Electra, plateado para Casandra). Los crímenes de esta
trilogía se cometen puertas adentro, distantes de la mirada del
público.
Un detalle que confirma la envergadura de la puesta de Hall es que fue
el único montaje no griego invitado a participar en el Festival
de Epidauro, en el Peloponeso, donde se encuentra el anfiteatro de la
antigüedad grecorromana mejor conservado. Lo trágico
radica en una oposición irreductible, definía Goethe
a la tragedia de Esquilo. Aunque existiese una solución posterior,
nada alcanzaba a disminuir el drama de los protagonistas. Que Orestes
deba ser justificado por la propia diosa Atenea evidencia la terrible
situación humana: sólo los dioses pueden salvar al hombre,
esencialmente impotente.
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