Por
A. M.
Más que ocuparse de los derechos humanos de Carlos Menem, la abogada
Alicia Martínez Ríos deberá empezar a interesarse
por su propia situación judicial. La ex funcionaria aparece involucrada
en una tentativa de fraude contra el Estado y podría ser llamada
a indagatoria por el juez Gabriel Cavallo. La Justicia investiga si fue
la impulsora de un trámite por el cual la Cancillería acordó
el pago de honorarios millonarios a un abogado y en el cual fue falsificada
la firma del ex ministro de Relaciones Exteriores, Guido Di Tella.
El domingo 22 de julio, Martínez Ríos volvió a ser
noticia porque acudió a la quinta de Don Torcuato, lugar de reclusión
del ex presidente procesado por la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador.
La ex funcionario llegó junto a los ex titulares de la Corte y
de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA (CIDH), Pedro Nikken
y Carlos Ayala. Aunque se tuvo que quedar en la puerta, porque el juez
Jorge Urso prohibió el ingreso de más de dos visitas por
vez, ella y Alicia Pierini fueron las que gestionaron en Washington el
encuentro. Ambas hicieron una presentación en la CIDH invocando
el Pacto de San José de Costa Rica para tratar de lograr la liberación
de Menem.
Pero la historia contada en el expediente que la tiene como imputada comenzó
mucho antes. En 1991, cuando la empresa Celulosa Argentina pidió
su propio acuerdo preventivo, su abogado Ernesto Galante reclamó
honorarios por 100 millones de dólares. Todas las instancias judiciales
de la provincia de Santa Fe rechazaron la demanda del letrado, que llegó
hasta la Corte Suprema de Justicia, donde no le fue mejor. En 1996 los
jueces supremos desestimaron su pedido. Galante los querelló por
prevaricato, en una causa que sigue abierta, pero además acudió
a la CIDH para poder cobrar.
Mientras tanto, el abogado firmó un acuerdo de solución
amistosa con Martínez Ríos, por entonces secretaria
de Asuntos Consulares y Generales del ministerio de Relaciones Exteriores,
quien reconoció su derecho a cobrar honorarios a cambio de que
retirara su demanda en la CIDH. Un día antes de que Menem abandonara
la Presidencia circuló un decreto con la firma de Guido Di Tella
que autorizaba el pago. Galante tampoco tuvo suerte esa vez: aquel 9 de
diciembre de 1999 el ex presidente firmó 200 decretos pero el suyo
quedó afuera. Las nuevas autoridades no sólo frenaron el
trámite sino que hicieron una denuncia.
Leandro Despouy, virtual subsecretario de Derechos Humanos de la Cancillería,
se mostró reacio al convenio y el Procurador del Tesoro, Ernesto
Marcer, emitió un duro dictamen en contra de lo firmado por Martínez
Ríos. Aseguró que la presentación no constituye
una denuncia de violación de derechos amparados por los artículos
8 y 25 del Pacto de San José de Costa Rica, sino tan solo una manifestación
de disconformidad frente a una decisión judicial adoptada en el
trámite del procedimiento de la regulación de honorarios
profesionales. Marcer fue más allá y llevó
el caso a la Oficina Anticorrupción (OA), que a su vez presentó
una denuncia en la justicia federal. El Procurador señaló
que ni la ley de ministerios entonces vigente, ni el decreto 393/98,
surge que a la época de la firma del instrumento la funcionaria
suscriptora (Martínez Ríos) contara con facultades para
realizar tal cometido. Y agregó la necesidad de dictar
una resolución por la cual revoque, por nula e ilegítima,
la declaración de la entonces secretaria. Cancillería
así lo hizo.
En su momento, el ex canciller Di Tella fue citado por el juez Gabriel
Cavallo y negó haber firmado ese decreto. No sólo
no ordené en fecha tan extemporánea la elevación
de esa propuesta de acuerdo a la Presidencia, sino que no lo hice nunca
y jamás podría haberlo hecho ya que, cuando hacia noviembre
de 1999 fui enterado de su existencia, manifesté mi abierta negativa
a concretarla por considerarla absolutamente improcedente y sin fundamentos,
declaró. Y agregó que el entonces vicecancillerAndrés
Cisneros le había transmitido con suma elocuencia ese rechazo a
la embajadora Martínez Ríos.
Hace dos semanas el magistrado recibió el resultado del peritaje
caligráfico que determinó que la firma estampada en el documento
no pertenece al ex canciller. Martínez Ríos, que está
involucrada en la causa por el delito de tentativa de fraude, pidió
que se realice un peritaje a un sobre en cuyo reverso alguien escribió
a mano Alicia, seguí con eso en tinta azul. La ex secretaria
de Estado reconoce que hizo la gestión por Galante pero quiso probar
que Di Tella la apoyó y le dio instrucciones al respecto. Los peritos
concluyeron que no se puede determinar si esa es la letra
del ex canciller.
En el expediente estaría acreditado que ella fue la impulsora
de la maniobra, aseguró a Página/12 uno de los investigadores
del caso. Es por eso que el juez podría llamarla a declaración
indagatoria en breve, e incluso ampliar la imputación a más
personas. La abogada quiere que se vuelvan a realizar los peritajes porque
en los que se hicieron no participó un profesional que la representara.
Galante no fue denunciado por la OA ni tampoco figura como imputado en
la causa.
Las anteriores autoridades de la Cancillería suscribieron numerosos
convenios similares pero los nuevos funcionarios decidieron ponerle freno
a esa política porque se oponen a que organismos internacionales
que investigan violaciones a los derechos humanos atiendan demandas patrimoniales.
A su vez, la semana pasada la CIDH no hizo lugar a los reclamos de Tomás
Enrique Carvallo Quintana por el cierre del Banco Regional del Norte Argentino.
Según la Cancillería, el argumento utilizado sienta un precedente:
Las personas jurídicas carecen de personería para
actuar en el ámbito interamericano, cuya competencia está
reservada a las personas físicas.
Menemista
y fanática
Se
define como menemista fanática. Soy una especie de Gostanian
femenina, afirmó apenas asumió en la Cancillería.
Alicia Martínez Ríos fue abogada de Carlos Menem cuando
estuvo detenido en Las Lomitas durante la dictadura. Entre 1986 y
1989 integró el estudio jurídico que Menem tenía
en Buenos Aires. Fue embajadora en Costa Rica, en Uruguay y en la
OEA. Con un decreto presidencial fue creado el cargo de secretaria
de Asuntos Consulares en la Cancillería, que desde mayo de
1998 ocupó ejerciendo como número tres del organismo.
En su paso por el Palacio San Martín la bautizaron la
embajadora inmobiliaria porque gastó millones comprando
residencias para las sedes diplomáticas argentinas. Su argumento
era que de ese modo el Estado ahorraba el dinero de los alquileres.
En el entorno del ex presidente dicen que su hija Zulemita no
la puede ni ver. Martínez Ríos tuvo una enérgica
reacción cuando el ex embajador argentino en Lima, Abel Posse,
solicitó un agregado administrativo a Cancillería pidiendo
que no fuera una funcionaria por sus obvias limitaciones.
El diplomático fue calificado por la menemista como misógino,
con actitudes propias del Medioevo. |
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