Por
Luis Bruschtein
Pareciera
que la situación de violencia entre Israel y los palestinos ha
llegado a un punto sin retorno...
No es así; todos sabemos que en algún momento las
dos partes deberán volver a sentarse para llegar
a acuerdos de paz. Porque los acuerdos de Oslo entre Yehuda Barak y Yasser
Arafat son estructurales, sentaron bases de las que no hay retorno; hoy
israelíes y palestinos somos vecinos. Ya no se trata de que de
un lado se niega la existencia del Estado de Israel y del otro se niega
el derecho de los palestinos a su propio Estado. Hoy somos pueblos vecinos
que han aceptado la existencia del otro y no se puede volver atrás
de ese punto tan importante. Lo que sucede es que en este momento la opinión
pública israelí está muy sensibilizada por los atentados
terroristas, por un lado. Y del lado palestino, no ven que en el gobierno
israelí haya una decisión de paz. El gobierno de Ariel Sharon
no tiene una política, una estrategia para la paz, se sienta a
negociar, pero no tiene objetivos estratégicos concretos. Y entonces
los palestinos también se resisten a hacer concesiones. La política
de paz es una política de concesiones de ambos lados. Y, más
allá de la coyuntura, no hay otra alternativa para dos pueblos
que son vecinos.
¿Cuáles son las concesiones pendientes entonces, porque
lo que apareció como fracaso en las negociaciones fue la negativa
al retorno de los refugiados palestinos a Israel?
Yo creo que eso fue la excusa, porque en general no estaban cerradas
las conversaciones sobre ningún punto. Pero los tiempos políticos
tanto de Arafat como los de Barak eran distintos a los tiempos del proceso
de paz. Cuando se reunieron en octubre en Camp David, Barak, Arafat y
Bill Clinton prácticamente habían llegado a un acuerdo.
Pero era una semana antes de las elecciones en Israel. Barak había
hecho las concesiones más importantes que ningún líder
israelí hizo en la historia del conflicto de Medio Oriente y necesitaba
tener algún resultado antes de las elecciones. A su vez, en ese
tironeo, Arafat salió de Camp David con la sensación de
que para la imagen pública había sido muy presionado por
Clinton y Barak. Entonces, y yo creo que ahí se equivocó,
alentó durante esa semana las manifestaciones palestinas donde
se produjeron hechos de violencia. En plenas elecciones, la opinión
pública israelí, que había apoyado las negociaciones
de paz, al ver que frente a las concesiones que se hacían, la respuesta
era la violencia por parte de los palestinos, optó por una figura
más dura. Así Barak perdió ante Ariel Sharon y Arafat
perdió un serio interlocutor para la paz del lado israelí.
Ese fue un problema. Pero en las conversaciones generales, además
del retorno de los palestinos, había otro punto difícil
que era la negativa de la parte palestina a firmar el cese de fuego definitivo.
¿Cuál será el destino político de Barak?
Es muy difícil saberlo. Le va a ser muy difícil retornar
a la vida política porque, a diferencia de Netanyahu, éste
perdió elecciones, pero tiene un fuerte apoyo dentro de su partido.
En cambio Barak nunca logró construirse un apoyo real dentro de
su propio partido. Fue electo en el 99 con la esperanza de que le
ganara a Netanyahu, pero incluso cuando ya era primer ministro no logró
articular un foco de poder dentro del partido.
Da la impresión de que la opinión pública israelí
ya no tiene confianza en la negociación pacífica.
Yo creo que es cierto que en ese momento, en octubre, hubo un quiebre
en la esperanza de paz entre la gente y no sé cómo se podrá
revertir esa situación. Sobre todo en este momento, cuando se producen
atentados terroristas masivos a la población civil como el de la
discoteca en Tel Aviv.
¿Yasser Arafat tiene control sobre toda la población,
sobre la Intifada?
Sí, por supuesto, pero uno puede ordenar de un día
para el otro a la gente que salga a protestar y muy distinto es después
decirle a la gente que vuelva a su casa. No se da de un día para
el otro porque además está la influencia de los grupos más
extremistas, como Hamas, que crecen en momentos de enfrentamiento y lo
radicalizan. Yo creo que Arafat se equivocó en ese momento y de
alguna manera fue responsable de que Sharon ganara las elecciones.
¿Arafat tiene control sobre la gente de Hamas también?
Sí, desde el punto de vista de que puede reprimirlos, tiene
fuerza para hacerlo. La gran mayoría del pueblo palestino no es
integrista. Pero reprimir a Hamas tiene para él un costo político.
El gobierno de Sharon dice que no se sentará a negociar mientras
sigan los atentados terroristas. Arafat podría pararlos, si los
reprime, pero eso tendría un costo político para él.
Y no está dispuesto a pagarlo, mientras del lado de Sharon no haya
una propuesta, una estrategia seria de paz. A lo largo de todo el proceso
de paz se veía que mientras el proceso avanzaba, Hamas se debilitaba,
cuando el proceso de paz se detenía, Hamas se fortalecía.
¿Cómo fue la reacción del pueblo palestino
a partir de la situación que se creó con las negociaciones
de paz?
Una de las cosas trágicas en esta crisis es que ninguno de
los dos pueblos ve realmente al otro, no se perciben, no tienen una idea
del otro. Nosotros, los que militamos en las fuerzas pacifistas, estamos
dedicados a la paz y vemos realmente lo difícil que es la situación.
El israelí común nunca viaja a los territorios ocupados,
no sabe lo que pasa realmente, fuera de lo que dicen los medios. Al israelí
común le interesa el estado de seguridad dentro de Israel, que
es su situación de seguridad, y no exactamente qué es lo
que les pasa a los palestinos.
Los medios presentan una situación de mucho antagonismo entre
ambos pueblos...
Es cierto, porque en realidad en este momento hay un ambiente de
guerra y en estas situaciones, cada sociedad tiende a cerrarse en sí
misma y no está dispuesta a ver que también parte de la
crisis es el dolor de los otros.
¿Cuál es la situación actual del Movimiento
Paz ahora?
La situación es más difícil, porque en épocas
de actos de terrorismo tan duros dentro de Israel es muy difícil
convencer a la opinión pública sobre la necesidad del proceso
de paz. En Israel quedó una sensación de fracaso después
de las negociaciones de Camp David y de que la culpa completa de este
fracaso la tenía Arafat a pesar de que hoy sabemos que no es así.
Algunos sectores de Israel hablan de la necesidad de encontrar nuevos
interlocutores en el lado palestino.
Es una exageración poco feliz y es parte de la sensación
que tiene un sector de los dirigentes de Israel que se manejan como si
fueran amos o patrones que pudieran elegir a los interlocutores del otro
lado. Siempre dijimos, y el pueblo de Israel lo aceptó, que nosotros
no podemos fijar quiénes son los líderes, los interlocutores
palestinos. Tenemos que hablar con quienes sean líderes reconocidos
por los palestinos. Y además, la historia nos demuestra que no
siempre un nuevo liderazgo es mejor para negociar.
Estas versiones de búsqueda de nuevos interlocutores dan
la sensación al mismo tiempo de que, en realidad, no hay otros
dirigentes con la misma representatividad.
Arafat sigue siendo el líder indiscutido del pueblo palestino
y no hay nadie hoy en la región y en el mundo que sepa a ciencia
cierta qué es lo que podría ocurrir en Medio Oriente cuando
Arafat no esté. Quizás haya incluso un período largo
sin liderazgo claro y por lo tanto tampoco haya un interlocutor con quien
negociar. Los grupos extremistas de ambas partesquizás se alegren
por esta situación. Y para los dos pueblos esto podría ser
una tragedia. Justamente por eso en la actualidad hay que aprovechar que
Arafat tiene la capacidad de tomar decisiones y tratar de terminar el
conflicto.
¿De qué manera inciden los otros gobiernos árabes
en este proceso?
Hoy pueden tener un rol positivo. Los estados árabes necesitan
la estabilidad tanto como el Estado de Israel. Porque la falta de estabilidad
puede permitir el surgimiento, o fortalecer a los movimientos fundamentalistas
y eso puede ser para ellos tan peligroso como la no paz en Israel.
Muchos de esos conflictos internos de los países árabes
antes se derivaban hacia el conflicto palestino-israelí.
No necesariamente, este conflicto es el corazón del conflicto
general en Medio Oriente y los Estados árabes entienden también
que mientras no se solucione el conflicto palestino-israelí, ellos
tampoco pueden permitirse vivir en una paz plena con Israel. Hay muchísimos
refugiados que viven en esos estados vecinos. Si no se solidarizan con
ellos, pueden tener costos políticos internos en esos países.
¿Y la situación con Siria en el Golán?
En realidad no cambió nada desde la época de Barak.
Desde Itzhak Rabin en adelante todos los ministros de Relaciones Exteriores
israelíes ofrecieron al presidente Hafez Assad una paz completa,
como se le dice, a cambio del retiro del Golán. Barak y Assad estuvieron
muy cerca de firmar un acuerdo y fue realmente una lástima que
no llegaran a hacerlo. El actual presidente de Siria es un hombre joven
que todavía no tiene la suficiente fuerza, la suficiente capacidad
de decisión. Y por el otro lado hay un primer ministro de derecha
en Israel que no necesariamente está dispuesto a hacer concesiones.
Pero el tema de la paz entre Israel y Siria es solamente una cuestión
de tiempo y ya está marcado el precio: el retiro completo del Golán.
Hasta hace algunos años había una corriente muy fuerte en
la opinión pública israelí que se oponía al
retiro de las tropas del Golán. Una de las cosas positivas que
pasaron en la época de Rabin y de Barak fue que la gente se educó
hacia la posibilidad de concesiones territoriales significativas en el
Golán y aumentó la disposición positiva de la gente
en ese caso.
¿Según su visión, la llave para retomar las
conversaciones de paz estaría en manos de Arafat, en el sentido
de que cambie su actitud?
Estamos ante una trampa montada por ambos lados, ése es el
problema trágico. Si Arafat quisiera actuar de manera inteligente,
tendría que callarse dos o tres semanas, dos o tres semanas de
silencio absoluto. De esa manera obligaría al gobierno israelí
a retornar a la mesa de negociaciones, demostrando que él puede
cesar la violencia. En la situación actual, a Arafat le es muy
difícil llegar al cese de la violencia. Por el otro lado, el Estado
de Israel no está dispuesto de ninguna manera a retornar a la mesa
de negociaciones si no hay un cese de la violencia. Esto les da a los
grupos fundamentalistas, a los grupos terroristas, la llave del proceso
de paz. Ellos pueden abrir y cerrar el proceso según su conveniencia.
¿En ese cuadro de situación, cuál es la función
que cumple el movimiento pacifista israelí?
El rol central de los movimientos pacifistas en Israel es hacer
todo lo que esté a nuestro alcance para evitar una guerra. Es algo
posible. Y además seguimos llamando incansablemente al retorno
de las negociaciones de paz, porque sabemos que finalmente habrá
que retomarlas. La pregunta que hay que responder es entonces: cuántos
miles de vidas más vamos a perder en el camino.
¿Cómo es exactamente la discusión alrededor
del retorno de los refugiados palestinos a Israel, que fue uno de los
temas más difíciles en las negociaciones de paz?
Hay que entender las raíces de los acuerdos de paz y verlos
en su contexto histórico. Siempre dijimos que la paz es una paz
de concesiones. Nosotros, como Israel, concedemos, dejamos a un lado la
idea de la Gran Israel, de la Israel con los territorios ocupados, y estamos
dispuestos a volver a las líneas de cese del fuego del 67,
y repartirnos la ciudad de Jerusalén. La derecha israelí
siempre preguntó cómo concedemos tanto por la paz y los
palestinos no conceden nada. Renunciar al derecho al retorno, ésa
es la concesión principal, dolorosa, del pueblo palestino. La implementación
del retorno de los refugiados palestinos directamente cancelaría
la posibilidad de que Israel siga siendo el Estado judío. Se está
hablando de cuatro millones de palestinos. Actualmente hay cinco millones
de judíos y un millón de árabes ciudadanos del Estado
de Israel. Si regresaran todos, a los lugares donde vivieron, a las tierras
y casas donde vivieron hace más de 50 años sería
la disolución del Estado judío. Sabemos que es difícil
y hasta doloroso, pero hay que entender que ésa es justamente la
concesión histórica que permitiría firmar el tratado
de paz.
¿Cuál sería entonces la situación de
esos refugiados?
El Estado de Israel tiene que reconocer el dolor de los refugiados
y junto con el concilio internacional y de los estados árabes,
dar una solución a los refugiados. Que puedan retornar a un Estado
Palestino, o reubicarlos en los Estados Arabes o en otros países
occidentales que estén dispuestos a recibirlos. Hay que entender
que sobre este tema hay un consenso casi absoluto en Israel, inclusive
en Paz Ahora. Quien lucha hoy en nombre del derecho al retorno de los
palestinos está afirmando que vamos a seguir luchando por el resto
de las generaciones. En las conversaciones que tenemos con los palestinos
desde hace años, sus dirigentes lo aceptan. El examen de conciencia,
el punto más difícil para Arafat, es pararse frente a su
pueblo y decirlo claramente.
¿Qué tipo de actividades está realizando ahora
el movimiento pacifista por lo menos para mantener vivo el espíritu
de las negociaciones?
El tema central para la gente de paz en Israel es continuar el llamamiento
al cese de la violencia y el regreso a las negociaciones porque sabemos
que vamos a retornar. Luego de Camp David, todos saben cómo va
a ser el acuerdo de paz. El esfuerzo principal es reducir las víctimas
posibles frente al posible costo que va a tener este proceso. En este
momento se está difundiendo un llamamiento conjunto de personalidades
palestinas, incluso ministros de Arafat e importantes dirigentes e intelectuales,
con personalidades israelíes. Las ideas centrales son más
o menos: Basta de derramamiento de sangre, basta de
ocupación, sí a las negociaciones, sí
a la paz.
La Intifada fue un movimiento popular, no terrorista, y contrastó
de alguna manera con la sensación que hubo en algún momento
de que podían llegar a una convivencia pacífica entre israelíes
y palestinos...
Justamente lo trágico de lo que ocurrió desde octubre
es que hubo una ruptura entre gente que estaba acostumbrada a dialogar,
que tenía confianza para hacerlo y justamente entre esa gente hay
un quiebre, una ruptura. Y otra de las situaciones trágicas es
que los palestinos están convencidos de que Israel es responsable
por la violencia y los israelíes están igualmente convencidos
de que los responsables son los palestinos. De todas maneras, a pesar
de la crisis, el diálogo con el liderazgo palestino no se cortó
nunca aunque no se haga público por la gran sensibilidad de ambos
pueblos a partir de esta situación de enfrentamiento.
¿POR
QUE GAVRI BARGUIL?
Por L. B.
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Un
problema entre vecinos
Parece un
designio bíblico inapelable que israelíes y palestinos
estuvieran condenados a vivir juntos y a desangrarse por toda la
eternidad. Y no resulta lógico, como resultan incomprensibles
los odios interétnicos que con tanta ferocidad se desataron
en la ex Yugoslavia entre antiguos vecinos que hasta poco antes
compartían barrios, escuelas y gobiernos.
Hasta antes de los acuerdos de Oslo, los palestinos no aceptaban
la existencia del Estado de Israel y los israelíes no aceptaban
el derecho de los palestinos a tener su propio Estado. Lo cual era
ilógico por ambos lados. Como tener un adversario y al mismo
tiempo negar que existe. Estos acuerdos, que fueron tan importantes,
tan decisivos para la vida de ambos pueblos, lo único que
hicieron, simplemente, fue incorporar la realidad a los planteos
de ambos lados enturbiados por la ofuscación, fue como decir:
señor, su adversario existe. De esta manera,
ambos lados enriquecieron sus argumentos.
Una vez que se reconoce la realidad, es imposible volver a borrarla,
que es lo que dice, de alguna manera, Gavri Barguil, una figura
destacada del movimiento pacifista israelí. Barguil afirma
que las negociaciones fracasaron porque los tiempos del proceso
de paz resultaron distintos a los tiempos políticos. Su visión
es que una semana antes de las elecciones en Israel el líder
palestino Yasser Arafat quiso fortalecer su posición en las
negociaciones promoviendo movilizaciones de protesta que desembocaron
en hechos de violencia. Entonces la reacción llegó
esta vez por el lado de la opinión pública israelí
que se endureció contra las acciones palestinas y votó
a Ariel Sharon, un líder del ala conservadora más
dura. Entonces apareció Hamas con atentados masivos contra
la población civil israelí. Entonces el gobierno israelí
promovió incursiones en territorio palestino para matar a
dirigentes de Hamas. Es una versión esquemática del
planteo de Barguil y seguramente los dirigentes palestinos tendrán
otra visión, pero el rápido ascenso en la escalada
de violencia es un hecho.
Y ahora Arafat sorprende otra vez a sus adversarios con un pedido
de cese del fuego con observadores internacionales, pero ya no tiene
interlocutor en el lado israelí, gobernado por su ala dura.
A esta altura, ni Israel podrá invadir por tiempo indefinido
los territorios palestinos ni los palestinos podrán borrar
a Israel del mapa. Ya no tiene sentido la guerra en los términos
que se dio originalmente y la violencia simplemente agrega costos
dolorosos e innecesarios a una paz que llegará necesariamente.
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