Por
Julián Gorodischer
Es un nuevo género de la venta directa, sólo que la mercancía
es parlante y repite argumentos limitados. En el debut de la segunda parte
de la saga, los nuevos rehenes eligieron las fórmulas probadas
que suponen eficaces para ganarse simpatías en el público.
Todos ellos, los doce que ingresaron a la casa del Gran Hermano
2, expresaron un deseo: vivir una experiencia o crecer
por dentro.... A sus padres, orgullosos del triunfo, les dejaron
la promoción de sus virtudes, ese lento horadado de la piedra que
pretende aproximarlos a la nobleza de Marcelo o la valentía
de Tamara. Los spots en continuado fueron armando el catálogo que
incluye: una joyita de Mar del Plata y el galán mejor
probado de Caballito... Usted elige, pero llame ya, o dentro de muy poco,
cuando las líneas del televoto más popular de la Argentina
estén habilitadas.
Esta vez, se ha recreado la tranquilizadora escena de lo que ya se conoce:
el ingreso en limusina, la tribuna repleta de gritos y vivas, el histrionismo
de Solita y hasta el mis valientes... que antes dedicaba a
los pioneros. Pero lo primero, por cierto, debe ser el show de los fuegos
artificiales y la llegada triunfal, con música para emocionar acompañando
los abrazos y la despedida. El dolor es inmenso, y los acordes
suben a la par de los lagrimones. Si algo dejó en claro Gran
Hermano es que las emociones serán, de aquí en más,
poco motivadas: lo que importa es ser piecita sensible como
se autodefine una de las nuevas o extrañar mucho, como le
pasa a Magalí, la que reclama una excepción
para saludar a sus parientes desde la casa. Las reglas, en Gran
Hermano..., existen para ser violadas. De pronto, las chicas descubren
una presencia detrás del vidrio oscuro; el movilero las está
espiando mientras se cambian. Mariano, ya te vimos..., le
avisan.
Pablo: -Loco, brindemos para que la gente se ponga las pilas porque afuera
está todo mal. Yo les digo que esto va a cambiar; yo tengo fe en
que Dios existe.
Hay una sorpresa: los nuevos tienen conciencia social, aún en la
pileta humeante y con varias copas de champagne dibujando una sonrisa
eterna. Solita, desde el estudio, los felicita: Me gustó
mucho lo que dijeron. Y ellos asumen que la Argentina en problemas
los necesita un poco menos desentendidos que sus precursores. Pablo, el
del alegato, entiende que todo va a cambiar, ya van a ver...,
fiel a la consigna que le impone la TV abierta: una luz al final del túnel.
Por oposición al afuera apocalíptico, la casa exhibe cierta
prosperidad: la crisis no influye sobre el living y los dormitorios, que
fueron reciclados como en las mejores familias. Allí,
en Martínez, se construyó una sala de masajes, se pintó
todo a nuevo, y se cuidaron los detalles del confort, con un nuevo color
para las batas y más almohadones.
El adentro, contra el abismo exterior, es la concreción del sueño
argentino, que no es otro que salvarse. Ninguno de los nuevos,
según dicen, pretende demasiado para sí mismo: ni el ascenso
social, ni la escalada profesional. Sí, en cambio, aspiraban (¡y
lo lograron!) a estos tres meses rentados, con techo y comida, una fama
repentina y una impasse buscado. Haberlo conseguido es la demostración
de que todavía es posible la experiencia del triunfo.
Lucho: Entré papá...
Papá: Lo sabía, Luchito, le dije a todo el mundo que te
iban a elegir. Por lo rata que sos.
Gran Hermano... impone un nuevo sistema de valores. Las familias
se sienten orgullosas del mérito de sus hijos, y ellos mismos suelen
argumentar que la comunicación del logro (un familiar se hace el
enojado, y después les dice: Bienvenido a la casa)
es lo más importante que les pasó hasta ahora.
El nuevo canon de la virtud ofrece unas pocas variantes: el chanta gracioso,
la nena de mamá, la bomba sexy o el frontal ysincero.
Lo demás es, apenas, un repertorio de variaciones en la escala.
Entre los nuevos, Gonzalo dice que le gustan mucho las mujeres y que es
recalentón; entrador y levemente desubicado, canta
una ranchera a capella frente a la multitud. Ximena aparece como una continuación
de Pampita, o Natalia Fava: no dudó en sacarse la remera apenas
transcurridos cinco minutos del encierro. Antes había dicho: Apenas
entro, voy al baño. Yasmín es tímida, una chica
de barrio muy apegada a papá y mamá, que se viste como una
moderna; pero se revela, poco después, la impostación
de su estilo: La ropa que te dieron le dicen es relinda.
Roberto, el treintañero del grupo, se aprendió de memoria
el elogio de la euforia, entendido como un pasaporte o una carta de presentación,
cuando dice: Yo lo único que quiero es cagarme de risa.
Magalí: Me estoy haciendo pis.
Silvina: Andá boluda, yo ya hice.
Carolina: Es así: agarrás, bajás la tapa, te atás
la bata a la cintura y hacés tranquila.
El aprendizaje de las reglas requiere poco tiempo: otros ya lo hicieron
antes por ellos. Los teleadictos revelan estrategias a los legos, y después
llega el tiempo de la fiesta que antecede a la trama de complots y nominaciones.
Mucho champagne puede hacer milagros, y ya hay dos (Yasmín y Pablo)
que se están acariciando en el sillón. La llegada de los
perros interrumpe el amague, y todos se dispersan entre el juego con las
bestias y ese cuerpo a tierra cariñoso que conocen
bien, y ahora imitan.
La asimilación es rápida, y merece el aliento de Solita:
Qué bueno es este grupo. Bailan el pasito del hit Mayonesa
y empiezan a fantasear con reencuentros amistosos a la salida. La usina
más poderosa de temas de conversación se pone definitivamente
en marcha.
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En Gran
Hermano 2 todo está preparado para repetir el éxito.
Por ahora, valoran lo importante que fue haber llegado hasta
aquí.
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