Si
la exuberante belleza de Bahía funciona casi como amable y sensual
carta de presentación de Brasil, no es menos cierto que Jorge Amado
fue su espejo más certero, el que indagó en sus contradicciones
más profundas, en sus misterios de candomblé y en sus urgencias
de miseria tercermundista, obteniendo como síntesis literaria eso
que se dio en llamar identidad brasileña. El hombre que estaba
a punto de cumplir 89 años, uno de los escritores más importantes
que dio la lengua portuguesa en el siglo XX (vendió alrededor de
80 millones de ejemplares de sus libros) y uno de los más injustamente
relegados por el Premio Nobel, murió ayer minutos después
de haber ingresado de urgencia en el Hospital Alianza, por una crisis
aguda de insuficiencia cardiorrespiratoria. Amado enfrentaba graves problemas
cardíacos desde hacía cuatro años y recientemente
había pasado 26 días internado debido a un problema de hiperglucemia,
que le generó trastornos en el corazón e infecciones en
los pulmones y en el hígado. Estaba, además, muy deprimido,
porque la pérdida del 80 por ciento de la visión, que lo
aquejaba desde hacía unos cinco años, lo alejó de
sus dos grandes pasiones: la lectura y la escritura.
La noticia sacudió los ámbitos intelectuales de todo el
mundo, pero decretó un duelo espontáneo en Brasil y, más
puntualmente, en su querida Bahía. Uno de sus admiradores más
fervientes, Caetano Veloso, se enteró de su muerte mientras actuaba
en el reinaugurado teatro Castro Alves, del barrio bahiano de Pelourinho.
Le dedicó dos canciones, y su hermana Maria Bethania, también
presente en el recital, expresó: Se va el escritor que llevó
nuestra historia, la del pueblo bahiano, a todo el mundo. No estaba
mintiendo: sus libros han sido traducidos a medio centenar de idiomas
y dialectos y publicados en 52 países. Un reduccionismo a la escala
de premios y castigos obligaría a precisar que Amado es el Borges
de las letras brasileñas. Del mismo modo que le ocurrió
al escritor argentino, sus innumerables premios y distinciones no desembocaron
en la obtención del Nobel. Estilísticamente, y en lo que
se refiere a la función del escritor en la sociedad,
sin embargo, los diferenciaba un abismo conceptual. Y si aquí la
dicotomía pasaba por estar más o menos cerca del grupo de
Boedo o el de Florida, en Brasil la crítica enmarcó la narrativa
contemporánea de ese país a partir de dos polos tal vez
arbitrarios: el populista de Amado y el vanguardista
de Joao Guimaraes Rosa.
Las acusaciones, de todos modos, solían causarle placer,
así como muchos elogios obtenían de Amado
una mueca recelosa. Pocos minutos después de su muerte, el presidente
de la Academia Brasileña de Letras, Arnaldo Niskier, declaró
que el autor de Doña Flor y sus dos maridos fue el padre
de la literatura electrónica. Será imposible adivinar
la reacción de Amado ante semejantes palabras, que en definitiva
reflejen solo una parte de su universo narrativo. Si se tiene en cuenta
que publicó su primera novela, El país del carnaval, a los
18 años, en 1931, no debe extrañar que su vida, proyectada
en forma de novelas, describió las parábolas culturales
e ideológicas que fueron significando al siglo XX. Amado fue comunista
cuando el comunismo era mala palabra en Brasil y todo Latinoamérica.
Cacao (1933), fue la primera de una serie de novelas de denuncia
social, y acaso la mejor de todas ellas haya sido Capitanes de arena
(1937), cuya publicación, sumada al hecho de que estuviese afiliado
al Partido Comunista Brasileño (PCB), fue germen de arrestos y
exilios. Vivió en Argentina y Uruguay (1940-42), Francia (194850)
y Checoslovaquia (1951-52). Durante el breve período de legalidad
del PCB (1945-46), fue elegido diputado en la Asamblea Nacional Constituyente,
y logró hacer aprobar varios proyectos relacionados con la vida
cultural.
Desencantos y desviaciones doctrinarias fueron minando su apego a la militancia
partidaria. La década del 60, que marcó, entre otras cosas,
el boom de la literatura latinoamericana, decretó también
su alejamiento definitivo de eso que él llamaba estalinismo cultural.
Sus búsquedas artísticas fueron acompañando esos
cambios, más relativos a los matices estilísticos que a
un eje conceptual: dedicó su pluma a una literaturamenos solemne,
más permeable al humor, la ironía y los conflictos sexuales.
A este período pertenecen muchas de sus obras más famosas,
las que trascendieron el ghetto literario: Doña Flor... (1966),
La tienda de los milagros (1969), Teresa Batista, cansada de guerra (1972),
Tieta do agreste (1977), entre otras. En cualquier caso, sus héroes
y antihéroes siempre giraron alrededor de la marginación:
obreros, pescadores, campesinos, prostitutas, le dieron vida a las sagas
épicas que imaginaba en su tierra bendita Bahía, dominada,
también siempre, por la sensualidad y la opresión. Las adaptaciones
al cine de varias de sus novelas (ver aparte) intentaron traducir este
sincretismo cultural en imágenes.
Amado no abandonaba casi su casa en el barrio Rio Vermelho, donde vivía
con la escritora Zelia Gattai, de 85 años, su compañera
durante más de medio siglo. Allí vivía en plenitud,
cuando podía escribir. Dejó sin terminar el proyecto del
que sería su trigesimocuarto libro, titulado Boris, el Rojo, una
novela urbana sobre un joven que vivió las turbulencias culturales
y políticas de Bahía en la década del 70. Dejó
también dos hijos Joao Jorge y Paloma, seis nietos,
y una profunda sensación de luto para todos los que se acercaron
a su particularísimo universo.
Los
experimentos en la pantalla
El
cine brasileño cortejó a Amado con la misma intensidad
con que el escritor se dejó seducir por San Salvador de Bahía.
El encuentro más apasionado entre ambos fue, por supuesto,
Doña Flor y sus dos maridos (1976). La película de Bruno
Barreto, protagonizada por Sonia Braga y José Wilker (en sus
apogeos), sigue siendo al día de hoy la más famosa y
popular del cine brasileño, y todavía se tararea la
inolvidable canción de Chico Buarque. Sobre ese modelo de color
local, desenfado y erotismo, fueron muchos los directores que trataron
de repetir la fórmula del éxito, pero nunca con la misma
suerte. El propio Barreto lo volvió a intentar con Gabriela
(1983) y, más cerca en el almanaque, Carlos Caça
Diegues, nuevamente con Sonia Braga al frente, probó con Tieta
do Agreste (1996), adornada con música de Caetano Veloso. Pero
ninguna de estas superproducciones, pensadas para un mercado internacional,
pudo acercarse siquiera a repetir el fenómeno de Doña
Flor.
Rede O Globo y Manchete, por su parte, se ocuparon de adaptar todas
y cada una de sus novelas, entre ellas Tereza Batista cansada de guerra,
Tocaia grande, Capitaes da Areia y Mar Morto, que se conoció
esta misma temporada en la televisión brasileña como
Porto dos Milagres. El propio Amado no encontraba una
explicación de esta pasión del cine y la TV por su obra,
pero en cada entrevista se ocupaba de aclarar que en todas las
películas sobre mis obras preferí mantenerme al margen,
porque una adaptación debe ser una recreación; puede
ser una síntesis, pero necesariamente debe convertirse en una
obra diferente de la versión literaria, con nuevos elementos,
y en la que determinados aspectos adquieran mayor o menor relevancia
que en el libro. Nadie debe pretender que el cine repita el texto
original: se conserva lo fundamental, el sustento, y se concibe una
nueva forma de contar la historia. De lo contrario, lo único
que se lograría sería un pastiche sin sentido.
De esos hubo varios incluida una versión made in Hollywood
de Doña Flor pero quien se atrevió a buscar al
Amado más complejo y menos folklórico fue sin duda Nelson
Pereira dos Santos en Tienda de los milagros (1977) y Jubiabá
(1987). |
�Escribir
es como un parto�
Amado,
en sus propias palabras:
- Yo no me canso de leer, nunca. Especialmente, leer a Rabelais...
y Cervantes, claro. Y Dickens, con quien aprendí que nadie
es completamente malo, que hasta el más miserable de los
seres humanos tiene siempre una luz, aunque sea una luz pequeñita.
Con él aprendí a amar a los vagabundos, a los desposeídos
de la vida.
- Los jóvenes no tienen facilidad para sentir el humor.
Son serios, graves y, en general, radicales. Tienen compromisos
con las cosas serias. El humor llega con la edad madura.
- Creo que toda mi obra literaria tiene una cierta unidad,
que proviene de mi posición frente a los problemas del pueblo
brasileño, y que fue siempre la posición de los que
están al lado de los pobres, los desheredados, los desposeídos,
los maltratados. Alguien, cierta vez, quiso agredirme diciendo que
soy el escritor de las putas y de los vagabundos. No fue ninguna
agresión, fue un elogio.
- Me divierto mucho escribiendo. Pero sufro horrores, porque
escribir es un parto. Además, terminar es como salir de una
amistad, de un romance. Se produce un corte doloroso, porque todo
sale de tus tripas, de tu corazón. Se sufre mucho en la creación,
porque es la creación de una vida.
- El escritor que escribe para ganar un premio no es un escritor.
Es un desgraciado y un pobre hombre. Pero todas las lenguas recibieron
el Nobel, menos la nuestra. Si un escritor de Brasil, Portugal,
Mozambique, Angola y Cabo Verde ganara el premio, todos los escritores
en portugués nos sentiríamos premiados.
- No existe una literatura latinoamericana. Eso es una inversión
colonialista de los europeos para hacer un ghetto. ¿Cuál
es el parecido entre un escritor argentino y uno brasileño?
- No soy un comunista de larga edad, como algunos
pretenden. Milité en el partido cuando era joven y dejé
de hacerlo cuando fuimos un régimen democrático. Pero
sigo creyendo que un escritor, un patriota y un hombre que ame a
su país y a la humanidad debe luchar por el socialismo. Me
refiero al socialismo con democracia; sin ella, será la falsificación
del socialismo, como la tuvo la U.R.S.S. El socialismo es el futuro
del hombre, no esa porquería que es el capitalismo.
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OPINION
Por Jorge Amado *
La
música de la ciudad
La
música es parte de la atmósfera de la ciudad. Llega
del mar, del canto de los pescadores, en el grave sonido de las
sirenas anunciando la partida de los saveiros. Llega de los caminos,
de las encrucijadas, de los callejones escondidos donde roncan los
atabales, de las orquestas de los candomblés saludando a
los encantados. Llega de las escuelas de capoeira angola, de los
berimbaus erguidos en combate. Se eleva de las rodas de samba, del
samba de roda de Bahía, llevado a Río por las viejas
tías, nació el samba brasileño. Del mismo modo
como los colores del mar, del cielo y de la montaña, los
aromas orientales, los sabores dulces y picantes, la música
es parte integrante de la ciudad, vive en el aire, vibra en las
calles, resuena en el corazón de cada uno.
En el seno de Yemanyá tuvo su lecho nupcial Dorival Caymmi,
hijo y amante, pescador y poeta. Calmo trovador, establecido en
la Pedra da Sereia, destilando música, la voz suelta en la
dulce brisa de la tarde.
El padre Caymmi fue pariendo a todos los demás, comenzando
por Joao Gilberto, a quien descubrió en las orillas del río
Sao Francisco. El dramático Joao Gilberto, a quien le cupo
comenzar un tiempo nuevo, señalar el comienzo de una época.
De los hijos de Caymmi el más loco y el más original.
De los secretos de las alcobas salió Gilberto Gil, acento
negro de límpida voz, melodía que baja de la senzata
a conquistar la plaza y el poder. De la fiesta de la Nossa Senhora
da Purificao en Santo Amaro, de un mitin imposible, prohibido, salió
Caetano Veloso, barco en el mar tempestuoso. Vinieron los Novos
Bahianos, se impusieron sin pedir permiso a nadie, un torbellino.
Antonio Carlos y Jocafi, tan iguales, tan diferentes, complementándose
en perfecto entendimiento. Cosme y Damiao, los mellizos. Raúl
Seixas, sin parentesco con ningún otro, anunciando su cruda
verdad. Walter Queiroz, la vivencia de la ciudad, el talento de
la familia. María Bethania, la gran intérprete de
Bahía; Gal Costa, tan hermana suya que parecen de la misma
sangre o todavía más, iguales; María Creuza,
de voz tan bella y pura. Para tan grandes compositores, las mejores
cantantes.
*
Texto publicado en Página/12 el 22 de enero de 1995.
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Palabras
de despedida
-
Yo leí a Amado cuando era chico porque mi padre lo
leía: el primer libro que me llegó a las manos fue
Jubiabá, en el que hablaba de los rebeldes y oprimidos. Ellos
se tatuaban en el pecho la J de Jubiabá, y yo pensaba que
cuando fuera grande también me atrevería a tatuarme
la J en el pecho. Ya mayor, lo empecé a estudiar y descubrí
que su literatura es la fusión del compromiso social, el
humor y una fuerte dosis de erotismo. Para mí sus libros
son sinónimo de la libertad que puede tener un hombre al
escribir. (Pedro Orgambide)
- La muerte de Amado supone la pérdida de un valor
importante de la narrativa latinoamericana. Lo lamento mucho, porque
fue el escritor más importante de Brasil no sólo por
la fecundidad de sus obras sino por su calidad humana. Siempre me
impresionó por eso y porque supo combinar la literatura culta
con la popular. No tiene equivalencia en su país, porque
adoptó un estilo propio, una manera de escribir la narrativa
muy original y valiosa. (Augusto Roa Bastos)
- Amado hizo crecer, como su talento de creador de historias,
una humanidad generosa y franca, brindada a puñados. Creaba
a su alrededor, donde quuiera que estuviese, un clima cálido
y estimulante que, para quien tuvo la suerte de disfrutarlo, lo
reconciliaba con la vida y lo hacía pensar que, a pesar de
todo, los hombres y mujeres de este planeta tal vez sean mejores
de lo que aparentan (...) Cuando era joven, yo jugaba con un amigo
adivinando cuáles escritores de este tiempo encontraríamos
en el cielo, si existiese. En mi lista actual, hecha hace mucho
tiempo, queda un solo nombre. Y apuesto a que ninguna persona que
haya conocido y leído a Jorge Amado es capaz de removerlo
de la lista. (Mario Vargas Llosa)
- La literatura sufrió una pérdida irreparable.
Hace 16 años, cada vez que la Academia Sueca pedía
la indicación de un nombre para el Premio Nobel de Literatura
apuntábamos a Amado porque queríamos que un día
lo ganase, pero no sucedió. De todos modos, para nosotros,
fue sin duda un Premio Nobel. (Arnaldo Niskler, ex presidente
de la Academia Brasileña de Letras)
- La lengua de Jorge Amado es un portugués que seduce
a los cinco sentidos, lleno de colores, sonidos, perfumes, sabores
y texturas. Amado deja una lección de un combatiente, de
alguien que siempre estuvo a favor de la justicia, del lado de los
oprimidos: un creador que tuvo el coraje de pintar a Brasil en sus
colores reales, para proponer su propia utopía. (Fernando
Henrique Cardoso, presidente de Brasil)
- Perdí a un gran amigo, pero ante todo a un grande
de la literatura. Su obra es luminosa como su ser, y nos acompañará
en ésta y en otras vidas. Un hombre de la jerarquía
de Jorge Amado no desaparece, se afinca y perdura. (Pablo
Armando Fernández, poeta cubano)
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