Música
para sus oídos
Por Susana Viau
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El domingo pasado, el
discurso del presidente de la Sociedad Rural, Enrique Crotto, le hizo
saber a Fernando de la Rúa que no podemos aceptar en silencio
que grupos de piqueteros, más allá de la posible validez
de sus reclamos, corten impunemente la rutas argentinas y nada se haga
para impedirlo. Sus palabras resonaron en la pista central de un
predio que, en 1991, el Gobierno le vendió a un precio diez veces
inferior a su cotización de mercado puesto que La Rural era una
entidad sin fines de lucro: 30 millones.
Sin embargo, el mismo día de la firma del boleto, La Rural se transformó
en sociedad anónima y captó un partner: la firma americana
Ogden, especializada en espectáculos y casinos. De inmediato se
iniciaron las gestiones para hacer del lugar un mega shopping de entretenimientos,
centro de convenciones, restaurantes, cafeterías y multicines con
estacionamiento subterráneo para 3 mil vehículos. El diseño
financiero de la operación pertenecía a Raúl Moneta,
el ex banquero investigado por la Justicia y el Congreso a causa de las
maniobras realizadas desde el Banco Mendoza, el Banco República
y el Federal Bank, y el proyecto era ilegal de punta a punta. Desde la
cesión casi gratuita de tierras del Estado (en la que habían
intervenido Matías Ordóñez y Gastón Figueroa
Alcorta) hasta la rezonificación lograda a lo bandido: el espacio
sólo podía ser utilizado como parque y lo que preparaban
desataría un desmesurado impacto ambiental, atascos y embotellamientos.
Pero Crotto tenía onda con Carlos Menem y Carlos Menem
tenía onda con Moneta. Además, un gigantesco
tapón en el corazón de la ciudad no es un piquete: el piquete
avanza sobre los derechos de terceros y no reporta beneficios para nadie;
el avance de La Rural sobre la propiedad pública, en cambio, reportaba
un beneficio de la san flauta.
Sería injusto reducir a Crotto las diatribas antipiqueteras. A
fines de junio, en la reunión de la Asociación de Bancos
de la Argentina, su titular, Eduardo Escasany, se lamentó de tener
que vivir inmersos en la violencia cotidiana por el auge del delito
y por el hecho de que cualquier reclamo se expresa vulnerando el derecho
de los demás, cortes de rutas, aeropuertos y calles. Se supone
que el pensamiento era compartido por Carlos Fedrigotti, el vicepresidente
de ABA, ya repuesto de su estresante declaración ante el Senado
de los Estados Unidos. Por allí, dando entrevistas, también
andaba Moneta. Un poco más acá (en el tiempo), desde dentro
de un traje sastre con retintines de uniforme de Kapó
emergió una voz femenina que anunció la necesidad de restablecer
el orden político. La fórmula pudo haber sido
escalofriante de no provenir de la voluble ministra de Trabajo, que hoy
dice esto y mañana quién sabe.
¿Por qué está tan sobre ascuas esta gente? ¿Desde
cuándo sienten peligrosa la disciplina, la capacidad de planificación,
de organización, la perseverancia, la audacia de los piqueteros?
¿Acaso no son esas las virtudes que les piden a sus ejecutivos?
¿De qué oscuro lugar de la memoria vienen tantos temores?
La sabiduría popular le atribuye al susto un efecto curativo. Pero
no es una terapia garantizada y la sintonía más fina de
la política indica que puede conducir a reacciones termidorianas.
Quizás, dadas las circunstancias, lo sabio resida en que estas
legiones de pobres traten de sacarles el miedo del cuerpo, ajusten sus
proclamas y en lugar de llamar a cortar las calles y las rutas convoquen
sensatamente a recortarlas. O sea, lo mismo pero en un lenguaje que entiendan.
Música para sus oídos.
REP
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