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NO SOLO HAY NENES POLICIAS EN JUJUY, HAY GENDARMES
La Gendarmería Infantil, en escena

El presidente De la Rúa saludó a los gendarmes chiquitos. Mestre los elogió. Cafiero criticó �la militarización� de la niñez.

El viernes pasado el presidente Fernando de la Rúa se cuadró frente a un gendarme infantil.

Por Felipe Yapur

Conoce a la perfección el movimiento que el brazo derecho debe realizar y el ángulo en que debe colocarse la mano para convertirse en una verdadera venia militar. Sin duda, lo aprendió durante su paso adolescente por el Liceo Militar de Córdoba. El viernes pasado, el presidente Fernando de la Rúa volvió a practicar ese olvidado saludo. Lo hizo frente a un niño y no estaba jugando. Ocurrió mientras él presidía el acto que recuerda la creación de la Gendarmería y el chico en cuestión llevaba puesto un uniforme de lo que se denomina Gendarmería Infantil (GI). Sin duda, a De la Rúa no le preocupa como a su ministro de Desarrollo Social, Juan Pablo Cafiero, el control social que se realiza a partir de “la militarización” de la niñez.
El encuentro entre De la Rúa y el pequeño ocurrió en una acto oficial, no fue casualidad. Juan Pablo Baylac, vocero del Gobierno, dijo que no estaba al tanto del hecho: “Habría que preguntarle a (Ramón) Mestre”, escapó. Pues bien, la justificación de la actitud presidencial frente al niño uniformado, similar a la foto de los chicos policías de Jujuy publicada por Página/12, estuvo justamente a cargo del ministro del Interior, quien aseguró a este diario que “no hay nada de malo en esta agrupación”. Dijo además que se trata de “una de las tareas sociales que cumple la Gendarmería. Es la única institución que está presente en los lugares más inhóspitos del país donde llegan sólo ellos y nadie más”. Para el funcionario, la GI no es más que una forma de “contener a los niños humildes” y no hay nada extraño que pueda hacer sospechar de una posible militarización. Y no habló más.
Cafiero dijo ayer a este diario que “el cambio de ropa y comida por adoctrinamiento es una extorsión frente a la cual los argentinos, que tenemos memoria, debemos dar una respuesta contundente”. Pues bien, de los dichos de Mestre y la seriedad que De la Rúa le da al saludo marcial que le brinda al niño gendarme, se puede desprender que poco les importa la opinión del ministro frepasista.
Mientras tanto, en Gendarmería prefirieron el silencio. Ayer, la secretaría de prensa de la fuerza le pidió a este diario, ante un llamado telefónico, unos minutos para buscar al responsable nacional de estas agrupaciones. Nunca más volvieron a atender el llamado.
En la Cámara baja, en cambio, hay varias iniciativas. Hasta el momento todas provienen del Frepaso. Una de ellas es la del presidente del bloque oficialista, Darío Alessandro. Por el momento, su intención gira alrededor de un pedido de informes.
Ayer, comenzó a gestarse otra, la de la también frepasista Bárbara Espínola, quien está estudiando realizar dos presentaciones. Una de ellas es de tipo penal para lo cual sus abogados están analizando cuál sería el delito en que estarían incurriendo este tipo de organizaciones filomilitares. El segundo tema es dejar sin efecto el supuesto convenio que existiría entre el Ministerio de Educación y la Gendarmería, y que según la información que brinda esta fuerza de seguridad a través de internet, dio las bases para el funcionamiento de GI.
Al respecto, en el Ministerio que conduce Andrés Delich se preocuparon en aclarar que “esta gestión nunca firmó un convenio del tipo que dice tener Gendarmería”. “No hay memoria de este convenio. En general, cuando asume un nuevo ministro se informa sobre los convenios que están en funcionamiento, si caducarán o si es conveniente renovarlos. Sobre el de Gendarmería nunca nadie dijo nada”, reconoció a este diario un vocero del ministro.
Los funcionarios de Educación sostienen que dicho instrumento se podría haber firmado durante los años de la dictadura militar. Es probable, sobre todo si se tiene en cuenta que la información de la página web que tiene Gendarmería, dice que estas agrupaciones destinadas fundamentalmente a niños provenientes de sectores excluidos, comenzaron a gestarse en 1944. Pero aclara que recién cobraron impulso entre los años ‘76 y ‘79. Por esosmismos años, la Gendarmería tenía “otra iniciativa social” y que se llamó “Marchemos a las fronteras”, destinada preferentemente a estudiantes secundarios. El genocida Antonio Bussi, durante su paso al frente de esa fuerza, supo promoverla y luego mostrarla como uno de sus tantos “logros” durante sus años de actividad militar.

 

OPINION
Por Juan Pablo Bermúdez*

Como el Gran Hermano

Casi todos los niños de entonces eran horribles. Lo peor de todo era que esas organizaciones, como la de los Espías, los convertían sistemáticamente en pequeños salvajes ingobernables, y, sin embargo, este salvajismo no los impulsaba a rebelarse contra la disciplina del Partido. Por el contrario, adoraban al Partido y a todo lo que se relacionaba con él. Las canciones, (...) la instrucción militar infantil con fusiles de juguete, los slogans gritados por doquier, la adoración del Gran Hermano... todo ello era para los niños un estupendo juego.”
En estos tiempos en que la figura del Gran Hermano y su ojo delator, esa brillante creación de George Orwell en su novela 1984, se ha transformado en la banal representación de un programa de TV cuyo fenómeno de popularidad resulta bastante incomprensible, surge una nueva –y terrible– analogía: entrenar militarmente a chicos que deberían preocuparse por conseguir figuritas o jugar a la pelota y no por aprender a gritar “sí señor” o por saber cómo se amedrenta a una persona con un arma en la mano.
En la espantosa sociedad concebida por Orwell la forma más sutil de dominación consistía en no dar absolutamente ninguna información que no fuese a favor del Partido. Por eso la gente vivía en un estado de ignorancia permanente y por eso podían adiestrar a los chicos (y a todos) en función de sus propios intereses. Ayer por la tarde, una madre de uno de estos chicos contó en el programa de Lalo Mir que a ella no le parecía nada malo el recurso. “Tendrían que ver cómo es acá, las veces que lo mandé a mi chico a comprar leche, y otros chicos, seguro drogados, le robaban la plata en el camino.” ¿Por qué será que esa mujer no puede comprender que en realidad se trata de mejorar las condiciones de vida de los más necesitados y no de reprimir cada vez más y más? ¿Nos estaremos transformando en una sociedad “orwelliana”?
La educación, se sabe, no es sólo aprender a leer y a escribir. Significa, principalmente, el desarrollo de un espíritu crítico, que sepa discernir por qué pasan las cosas y cuándo algo está bien y algo está mal. Pero además, el tipo de educación que se le dé a un chico en su etapa de formación es la que lo marcará el resto de su vida. ¿Acaso alguno de los gendarmes que disparan contra un grupo social que protesta por las pésimas condiciones de vida pudo dilucidar alguna vez que defiende el statu quo de la elite acomodada de la que él no forma parte? ¿Pudo razonar alguna vez que merced a su situación económica su lugar estaría junto a los que él reprime?
En 1984, la gente no se rebelaba sencillamente porque no sabía qué significaba tal cosa. Porque los habían educado en esa dirección. Y uno de los pilares era, precisamente, la Escuela de Espías en la que los chicos se entrenaban para denunciar a sus padres a la Policía del Pensamiento. Al fin y al cabo, en estos tiempos en los que el mercado casi obliga a una débil clase política a encolumnarse obedientemente detrás de una ley que sólo lo beneficia a él y en los que las empresas se dan el derecho de mandar espías a las escuelas secundarias para saber si su “joven empleado” de verdad se tomó el día para rendir un examen, sólo queda eso: controlar el pensamiento. Pero con sutileza. En lugar de reprimirlos de grandes, convirtámoslos en obedientes desde chiquitos.

* Docente secundario porteño.

 

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