Por Silvina Friera
La actriz Cristina Banegas,
maestra de ceremonias junto a Víctor Laplace, eligió las
palabras más elocuentes para describir la sensación de revancha
del tiempo por la reapertura de El Picadero, la sala del pasaje
Enrique Santos Discépolo que hace 20 años los desconocidos
destruyeron con una bomba incendiaria. El teatro es un espacio de
resistencia. Reinauguramos una sala sobre un pasado de fuego y un presente
donde ardemos de desesperación, dijo la actriz. Los aplausos
y las ovaciones obraron como una catarsis en épocas de feroz ajuste
económico y horizontes inciertos. En los rostros de Carlos Gorostiza,
María Rosa Gallo, Patricio Contreras, Luis Brandoni, Claudio Gallardou,
Hugo Arana, Diana Lamas, Betiana Blum, entre otros, se dibujaban la emoción
de los recuerdos y la esperanza por el futuro de un ámbito recuperado.
No va a tener el mismo destino de hace 20 años. Ahora estamos
más prevenidos, porque las formas que usaron para silenciarnos
son más sutiles, advirtió Laplace. Para que
no intenten amordazarnos otra vez, volvemos a reunirnos. La resistencia
está fuera y dentro de esta sala. Vamos a resistir con la misma
profundidad, poesía y alegría.
Tras la bienvenida, los seis actores de Gala, con dirección de
Gerardo Hochman, deslumbraron con esa mezcla de acrobacia, teatro circense
y danza que es sello distintivo del espectáculo. El director artístico
de El Picadero, Hugo Midón, enumeró lo que significa inaugurar
una sala: Una locura, un mal negocio, un empecinamiento, una aventura,
un chiste, un salto al vacío sin arnés, sin red, sin protección.
Ante la evidencia de las complicaciones, Midón admitió que
este proyecto se hace con el deseo de que algo cambie entre los
argentinos. El Picadero tuvo apenas algo más de un año
de vida. Antonio Mónaco y Guadalupe Noble lo inauguraron el 21
de julio de 1980. Allí se representaron las primeras obras de Teatro
Abierto, ese movimiento de dramaturgos, autores, directores, escenógrafos
y técnicos que se convirtió en un bastión de resistencia
cultural contra la dictadura militar. El 6 de agosto de 1981 una bomba
destruyó la sala, pero no pudo impedir que el ciclo continuara
y alcanzara la dimensión de una epopeya teatral. Ante el temor,
la rabia y la impotencia al observar las cenizas de una sala que se hizo
a pulmón, los artistas no bajaron los brazos y consiguieron sumar
voluntades y adhesiones.
Otros avatares, otras dictaduras, otras tormentas azotan al país,
continuó Midón, que recordó al primer empecinado,
alma mater de Teatro Abierto, Osvaldo Chacho Dragún.
Hay gente que sale a ocupar los caminos para que no los dejen acostados,
concluyó Midón, que invitó a levantar las copas.
La segunda representación estuvo a cargo de Betiana Blum, una de
las primeras actrices de Monólogos de la vagina. También
se vieron breves cuadros de Pobrecitos los tramposos, del grupo Cuatro
Vientos, (en cartel en El Picadero) y Hermosura, de El Descueve. Que
se reinaugure un teatro tan emblemático justo en este momento del
país, es como ponernos de pie, comentó Eladia Blázquez,
antes de interpretar El corazón al sur, uno de sus
tangos más entrañables, acompañada por Lito Vitale.
¿La realidad tiene sentido?. Esta pregunta forma parte de un texto
que Enrique Pinti escribió especialmente para la ocasión,
leído por María Rosa Gallo. Siempre agudo y esclarecedor,
Pinti reflexionó sobre los orígenes del teatro y su sentido
social: Jugando se han dicho las cosas más hermosas y contradictorias
sobre la condición humana. Respecto a la sentencia de muerte
del teatro frente a otras formas de comunicación, el mensaje final
del creador de Salsa Criolla y Pericon.com.ar se robó una de las
ovaciones más intensas de la noche: El teatro es muy astuto,
sabe que las malas noticias venden mucho. El diputado y actor Luis
Brandoni, uno de los protagonistas de Gris de ausencia, obra de Roberto
Cossa que integró Teatro Abierto 1981, señaló que
la barbarie no pudo destruir al teatro. Que El Picadero
sea un nuevo templo del teatro nacional, auguróel actor,
que recitó el tango Mano a mano y se animó a
cantar Vieja Viola (de los hermanos Frías y Humberto
Correa).
La fiesta se desató cuando La Banda de la Risa, comandada por un
eufórico Gallardou, cantó y bailó la murga final
de El Pelele, la otra pieza en cartel en El Picadero. Otra vez la pluma
de Pinti en la letra: ¡Dónde se han ido la decencia
y la coherencia!, todo es chantada e impunidad, si no nos dan la dignidad
de un buen trabajo, todo al carajo. ¡El pueblo va a mandar, uy Dió
qué gran bolonqui que se les puede armar!. La mayoría
se contagió del espíritu murguero y se lanzó a bailar.
Hace 20 años la comunidad teatral inició un camino a la
esperanza. Actores, directores y actrices demostraron nuevamente que la
resistencia y la esperanza están más vigentes que nunca.
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