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Sexo, conjuras y pruebas falsas en el inicio del juicio Armias

Un ex suboficial del Ejército
relató una supuesta trampa que
le tendieron policías bonaerenses para inculparlo en la causa AMIA. El acusado estrella, Jorge Pacífico, declarará hoy.

Carapintada Jorge Pacífico, experto en explosivos. Apareció en la calle Pasteur el día del atentado.

Por R. K.

Uno de los ex carapintadas acusados en una causa de tráfico de armas que estuvo relacionada con el atentado contra la AMIA reveló ayer una trama increíble de pruebas falsas, sexo y traiciones, todo armado por comisarios de la Bonaerense que les querían echar el fardo del atentado a los militares. De todas maneras, el ex suboficial retirado del Ejército Juan Carlos Coppe confesó –ya lo había hecho antes en el expediente– que efectivamente participó de una operación en la que se robaron armas y explosivos de los cuarteles con el objetivo de vendérselos a delincuentes especializados en asaltar camiones de caudales. En la jornada de ayer lo único que apareció relacionado con la causa AMIA es que otra vez quedó expuesta la forma vergonzosa en que la Bonaerense intervino en la investigación del atentado.
La base de la historia es que cuando empezaban a juntarse pruebas contra algunos mandos de la Bonaerense en relación el negocio de los autos truchos y la camioneta que estalló frente a la AMIA, los comisarios prepararon una maniobra para desviar la pesquisa: le dijeron al juez Juan José Galeano que un grupo de militares carapintadas de la zona de General Sarmiento fueron los que entregaron las armas y explosivos a los terroristas. En realidad esa banda de traficantes existía, pero no colaboró con el atentado sino que era proveedor de delincuentes comunes, algo que los policías bonaerenses sabían perfectamente.
Según contó ayer el ex suboficial Coppe, conoció a una mai umbanda, Mónica Cañete, que empezó a seducirlo y lo convenció de que robe armas de su cuartel para venderlo a los ladrones de blindados. En realidad, Cañete era amante de quien es hoy un alto mando de la Bonaerense, el comisario Oscar Mantel –jefe de operaciones de la Brigada de Quilmes– y, según Coppe “me puso 20 mil dólares en la cara, me sedujo, como prostituta que es, vieja delincuente que quería acostarse conmigo y después me hizo caer en la trampa para involucrarme en la causa AMIA”. Coppe también habló de otra mujer, Elba Fernández, quien igualmente tenía una relación amorosa con el comisario Angel Salguero, el encargado de la investigación del atentado. Fernández habría jugado el mismo papel: seducción, sexo, sugerencia de robo y venta de armas y posteriormente la denuncia ante el juez Galeano vinculando a Coppe y a otro ex carapintada, Jorge Pacífico, en el atentado.
El caso de las dos mujeres terminó en forma increíble: Cañete y Fernández empezaron a vender terrenos supuestamente invocando su carácter de testigos encubiertos del juez Galeano, estafaron a distintas personas en 800.000 pesos y terminaron en la cárcel por varios años.
Como se ve, toda la pesquisa fue un escandaloso sainete y la Cámara Federal y hasta el propio juez Galeano terminaron reconociendo que, al menos Coppe, no tuvo relación con el atentado. Eso sí, es difícil que el ex carapintada no sea condenado por el robo y la venta de las armas a los delincuentes comunes. Todo indica que Coppe y sus allegados hacían esas operaciones en forma más o menos habitual.
Quien no llegó ayer a declarar fue el imputado estrella, el ex comando en explosivos Jorge Pacífico. Desde el punto de vista del robo y el tráfico de armas es el que está menos comprometido ya que en su casa sólo se encontraron dos fusiles antiguos y uno registrado en el Renar.
Pero Pacífico tiene dos particularidades:
Estuvo en el momento de la explosión de la AMIA, según él por casualidad. Estaba en un bar de Corrientes y Pasteur cuando se produjo el atentado y se lo ve entre los escombros ayudando a las víctimas. El dice que como era militar y experto en explosivos se acercó a colaborar con el socorro de los heridos. Para el juez Galeano y los fiscales Eamon Mullen y Alberto Nisman parece demasiado casual que justo un hombre que aparece metido en el negocio de las armas, también se haga presente en la escena de la calle Pasteur. Su coartada –se reunía allí con otros dos integrantes del Modín e iban a ver un auto para comprar– no pudo ser derribada por los investigadores, quienes comprobaron en buena parte lo que dijo. Sin embargo la declaración de Pacífico tal vez sea la más interesante para el caso AMIA porque es el único sobre el que hay dudas.
Pacífico tiene más datos sobre la forma en la que se armaron las pruebas falsas. En este terreno promete más denuncias sobre maniobras sexuales, extorsiones y traiciones. No va a apuntar sólo contra la Bonaerense sino también contra dos dirigentes del Modín, Miguel Romero y Sergio Nantillo, que –según él– se vendieron a la SIDE y colaboraron con la central de espías y la propia Bonaerense en el armado de la trama falsa para echarle la culpa del atentado a los carapintadas.
Pacífico, uno de los platos fuertes del juicio, será el primero en declarar hoy.

 


 

NAZARENO DEJARIA DE PRESIDIR LA CORTE
La crisis por el recorte

El ministro Julio Nazareno podría renunciar a la presidencia de la Corte Suprema de Justicia debido a la crisis que generó la decisión del Gobierno de rebajar un 13 por ciento los sueldos del sector público.
El máximo tribunal tiene la última palabra frente a los recursos contra el ajuste pero, además, debe resolver qué ocurrirá con los salarios de los empleados del Poder Judicial. La Constitución Nacional garantiza la “intangibilidad” de los haberes de los magistrados, pero la ley de “déficit fiscal cero” establece que el recorte “resultará aplicable en lo pertinente al Poder Legislativo, Poder Judicial y Ministerio Público”. Funcionarios de la Corte señalaron que ayer hubo reuniones durante toda la jornada para analizar este tema y que el tribunal daría a conocer su decisión hoy. Las discusiones internas habrían impulsado a Nazareno a analizar su posible renuncia a la presidencia del tribunal, que renovó el año pasado con su propio y definitorio voto.

 

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